28 de febrero de 2016


EL HOMBRE HA DE GLORIARSE SOLAMENTE 
EN EL SEÑOR

San Basilio Magno
Homilía sobre la humildad 20,3

No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza.
Entonces ¿en qué puede gloriarse con verdad el hombre? ¿Dónde halla su grandeza? Quien se gloría –continúa el texto sagrado– que se gloríe de esto: de conocerme y comprender que soy el Señor.
En esto consiste la sublimidad del hombre, su gloria y su dignidad, en conocer dónde se halla la verdadera grandeza y adherirse a ella, en buscar la gloria que procede del Señor de la gloria. Dice, en efecto, el Apóstol: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor, afirmación que se halla en aquel texto: Cristo, que Dios ha hecho para nosotros sabiduría,justicia, santificación y redención; y así –como dice la Escritura–: «El que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
Por tanto, lo que hemos de hacer para gloriarnos de un modo perfecto e irreprochable en el Señor es no enorgullecernos de nuestra propia justicia, sino reconocer que en verdad carecemos de ella y que lo único que nos justifica es la fe en Cristo.
En esto precisamente se gloría San Pablo, en despreciar su propia justicia y en buscar la que se obtiene por la fe y que procede de Dios, para así tener íntima experiencia de Cristo, del poder de su resurrección y de la comunión en sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos.
Así caen por tierra toda altivez y orgullo. El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo; de esta vida poseemos ya las primicias, es algo ya incoado en nosotros, puesto que vivimos en la gracia y en el don de Dios.
Y es el mismo Dios quien activa en nosotros el querer y la actividad para realizar su designio de amor. Y es Dios también el que, por su Espíritu, nos revela su sabiduría, la que de antemano destinó para nuestra gloria. Dios nos da fuerzas y resistencia en nuestros trabajos.
He trabajado más que todos –dice Pablo–; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.

Dios saca del peligro más allá de toda esperanza humana. En nuestro interior –dice también el Apóstol– dimos por descontada la sentencia de muerte; así aprendimos a no confiar en nosotros, sino en Dios que resucita a los muertos. Él nos salvó y nos salva de esas muertes terribles; en él está nuestra esperanza, y nos seguirá salvando.


25 de febrero de 2016




EL SACRIFICIO ESPIRITUAL DE LA ORACIÓN

Tertuliano


Sobre la oración 28-29


La oración es el sacrificio espiritual que abrogó los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios?, dice el Señor. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? Lo que Dios desea, nos lo dice el evangelio: Se acerca la hora, dice, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque Dios es espíritu, y desea un culto espiritual.
Nosotros somos, pues, verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes cuando oramos en espíritu y ofrecemos a Dios nuestra oración como aquella víctima propia de Dios y acepta a sus ojos.
Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la fe, nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, integra y pura, coronada por el amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios, entre salmos e himnos, acompañada del cortejo de nuestras buenas obras, y ella nos alcanzará de Dios todos los bienes.
¿Podrá Dios negar algo a la oración hecha en espíritu y verdad, cuando es él mismo quien la exige? ¡Cuántos testimonios de su eficacia no hemos leído, oído y creído!
Ya la oración del Antiguo Testamento liberaba del fuego, de las fieras y del hambre, y, sin embargo, no había recibido aún de Cristo toda su eficacia.
¡Cuánto más eficazmente actuará, pues, la oración cristiana! No coloca un ángel para apagar con agua el fuego, ni cierra las bocas de los leones, ni lleva al hambriento la comida de los campesinos, ni aleja, con  el don de su gracia, ninguna de las pasiones de los sentidos; pero enseña paciencia y aumenta la fe de los que sufren, para que comprendan lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre.
En el pasado, la oración alejaba las plagas, desvanecía los ejércitos de los enemigos, hacía cesar la lluvia. Ahora la verdadera oración aleja la ira de Dios, implora a favor de los enemigos, suplica por los perseguidores.
¿Y qué tiene que sorprenderte que pueda hacer bajar del cielo el agua (del bautismo) si pudo también impetrar las lenguas de fuego?
Solamente la oración vence a Dios; pero Cristo la quiso incapaz del mal y todopoderosa para el bien.
La oración sacó a las almas de los muertos del mismo seno de la muerte, fortaleció a los débiles, curó a los enfermos, liberó a los endemoniados, abrió las mazmorras, soltó las ataduras de los inocentes. La oración perdona los delitos, aparta las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a los ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los caídos, sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en pie.
Los ángeles oran también, oran todas las criaturas, oran los ganados y las fieras que se arrodillan al salir de sus establos y cuevas y miran al cielo: pues no hacen vibrar en vano el aire con sus voces. Incluso las aves cuando levantan el vuelo y se elevan hasta el cielo, extienden en forma de cruz sus alas, como si fueran manos, y hacen algo que parece también oración.

¿Qué más decir en honor de la oración? Incluso oró el mismo Señor a quien corresponde el honor y la fortaleza por los siglos de los siglos.



21 de febrero de 2016





LA LEY, POR MOISÉS;
LA GRACIA Y LA VERDAD, POR JESUCRISTO

San León Magno


Sermón 51,3-4.8

El Señor puso de manifiesto su gloria ante los testigos que había elegido e hizo resplandecer de tal manera aquel cuerpo suyo semejante al de todos los hombres, que su rostro se volvió semejante a la claridad del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la nieve.
En aquella transfiguración se trataba sobre todo de alejar de los corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a quienes se había revelado la excelencia de la dignidad escondida.
Pero con no menor providencia se estaba fundamentando la esperanza de la Iglesia santa, ya que el cuerpo de Cristo en su totalidad podría comprender cuál habría de ser su transformación, y sus miembros podrían contar con la promesa de su participación en aquel honor que brillaba de antemano en la cabeza. A propósito de lo cual había dicho el mismo Señor, al hablar de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de mi Padre. Cosa que el mismo apóstol
Pablo corroboró, diciendo: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá; y de nuevo: Estáis muertos y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él en gloria.
Pero en aquel milagro hubo también otra lección para confirmación y completo conocimiento de los apóstoles. Pues con el Señor aparecieron en conversación Moisés y Elías, por tanto la ley y los profetas: para que se cumplieran con toda verdad en presencia de aquellos cinco hombres lo que está escrito: Toda palabra debe apoyarse en dos o tres testigos. ¿Y pudo haber una palabra más firmemente establecida que ésta, en cuyo anunció resuena la trompeta de ambos Testamentos, y los instrumentos de las antiguas afirmaciones concurren con la doctrina evangélica?
Las páginas de los dos Testamentos se apoyaban entre sí; y el esplendor de la actual gloria ponía de manifiesto y a plena luz al que los anteriores signos habían prometido bajo el velo de sus misterios: porque como dice San Juan, la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, en quien se cumplieron a la vez la promesa de las figuras proféticas y la razón de los preceptos legales, ya que con su presencia atestiguó la verdad de las profecías y con su gracia otorgó a los mandamientos la posibilidad de su cumplimiento.
Que la predicación del santo Evangelio sirva, por tanto, para la confirmación de la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual quedó redimido. Que nadie tema tampoco sufrir por el trabajo se va al descanso, y por la muerte se pasa a la vida, pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición y si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció, y recibiremos lo que prometió.

En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadle.

MONTE TABOR


18 de febrero de 2016





LA CIRCUNCISIÓN DEL CORAZÓN
Afraates

Demostración 11, De la circuncisión 11-12

La ley y la alianza fueron transformadas totalmente. Dios cambió el primer pacto, hecho con Adán, e impuso otro a Noé; luego concertó otro también con Abrahán, que cambió para darle uno nuevo a Moisés. Y como la alianza mosaica no era observada, otorgó otra en la última generación, que en adelante ya no habría de cambiarse. Pues a Adán le había impuesto el precepto de que no comiera del árbol de la vida; para Noé hizo aparecer el arco iris sobre las nubes; luego a Abrahán, elegido ya a causa de su fe, le entregó la circuncisión, como señal para la posteridad; Moisés tuvo, a su vez, el cordero pascual, como propiciación para el pueblo.
Y cada uno de estos pactos era diferente de los otros. En efecto, la circuncisión que da por buena aquél que selló los pactos, es la aludida por Jeremías: Quitad el prepucio de vuestros corazones. Y, si se mantuvo firme el pacto que Dios sellara con Abrahán, también éste es firme y fiel, y no podrá añadírsele ninguna otra ley, ya tenga su origen en los que se hallan fuera de la ley, ya en los sometidos a ella.
Dios, en efecto, dio a Moisés una ley con todos sus preceptos y observancias, pero como no la guardaron, abrogó lo mismo la ley que sus preceptos; y prometió que daría una alianza nueva que habría de ser distinta de la anterior, por más que no haya, sino un mismo dador de ambas. Y ésta es la alianza que prometió que daría: Todos me conocerán, desde el pequeño al grande. Y en esta alianza ya no hay circuncisión de la carne que sirva de señal del pueblo.
Sabemos con certeza, queridos hermanos, que Dios fue otorgando distintas leyes a lo largo de las varias generaciones, y que dichas leyes estuvieron en vigor mientras a él le plugo y luego quedaron anticuadas, de acuerdo con lo que el Apóstol dice: A través de muchas semejanzas, el reino de Dios fue subsistiendo en cada momento histórico de la antigüedad.
Efectivamente, nuestro Dios es veraz, y sus preceptos fidelísimos; por eso cualquiera de los pactos se mantuvo firme en su tiempo y se comprobó, como verdadero, y ahora los que son circuncisos de corazón, viven y se circuncidan de nuevo en el nuevo Jordán, que es el bautismo de la remisión de los pecados.
Josué, hijo de Nun, circuncidó por segunda vez al pueblo con un cuchillo de piedra, cuando él y su pueblo atravesaron el Jordán; Jesús nuestro Salvador circuncidó por segunda vez con la circuncisión del corazón a todas las gentes que creyeron en él y se purificaron con el bautismo, y lo hizo con la espada de su palabra, más tajante que espada de doble filo. Josué, hijo de Nun, hizo pasar al pueblo a la tierra prometida; Jesús, nuestro Salvador, prometió la tierra de la vida a todos los que estuvieran dispuestos a pasar el verdadero Jordán, creyeran y fueran circuncidados en su corazón.

Bienaventurados, pues, quienes fueron circuncidados en el corazón, y volvieron a nacer de las aguas de la segunda circuncisión; éstos serán quienes reciban la herencia junto con Abrahán, guía fiel y padre de todas las gentes, porque su fe se le contó como justificación.




13 de febrero de 2016







EN CRISTO FUIMOS TENTADOS, Y EN ÉL VENCIMOS AL DIABLO

San Agustín

Salmo 60,2-3


Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde todos los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, si invoca desde todos los confines de la tierra, no es uno solo y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que clama «desde todos los confines de la tierra»? Los que invocan «desde todos los confines de la tierra» son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra. De manera que quien clama «desde todos los confines de la tierra» es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.
Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. Te invoco desde todos los confines de la tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde todos los confines de la tierra», es decir, desde todas partes.
Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero, con gran gloria, ciertamente, pero también rodeado de graves tentaciones.
Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.




11 de febrero de 2016

                                    




                                     LA ORACIÓN ES LUZ DEL ALMA
                                                                                                                  San Juan Crisóstomo
Homilía VI, suplm.

El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con Dios: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción.
Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de tal manera que todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el Señor. Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo.
La oración es la luz del alma, el verdadero conocimiento de Dios, la mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo, que abrace a Dios con inefables abrazos apeteciendo, igual que el niño que llora y llama a su madre, la divina leche: expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza visible.
Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, ensancha el alma y tranquiliza su afectividad. Y me estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras. La oración es un deseo de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, como en un fuego ardiente que inflama su alma.

Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad, hazte resplandeciente con la luz de la justicia; adorna tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, por la oración a fin de preparar a Dios una casa perfecta, y poderle recibir como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por su gracia, es como si poseyeras su misma imagen colocada en el templo del alma.

9 de febrero de 2016



CONVERTÍOS
San Clemente Romano
Carta a los Corintios
7,4-8,3; 8,5-9; 13,1-4; 19,2

Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la penitencia para todo el mundo.
Recorramos todas las generaciones y aprenderemos cómo el Señor, de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a los que deseaban convertirse a él. Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.
De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de todas las cosas habló también con juramento de la penitencia, diciendo: Por mi vida, oráculo del Señor, juro que no quiero la muerte del malvado, sinoque cambie de conducta; y añade aquella hermosa sentencia: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os convertís a mí de todo corazón y decís: «Padre», os escucharé como a mi pueblo santo».
Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama, tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.
Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a su misericordia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las contiendas y la envidia que conduce a la muerte.
Seamos, pues, humildes, hermanos, y deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y los arrebatos de la ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza; el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, para buscarlea él y practicar el derecho y la justicia; especialmente si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que pronunció para enseñarnos la benignidad y la longanimidad.
Dijo, en efecto: Sed misericordiosos, y alcanzaréis misericordia; perdonad, y se os perdonará; como vosotros hagáis, así se os hará a vosotros; dad, y se os dará; no juzguéis, y no os juzgarán; como usareis la benignidad, así la usarán como vosotros; la medida que uséis la usarán con vosotros.
Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen firmeza para poder caminar, con toda humildad, en la obediencia de sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido, que se estremece ante mis palabras.

Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de paz que nos fue anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz.







6 de febrero de 2016

Dichos de Amma Sinclética 

15-      Amma Sinclética decía: “No debemos enojarnos, pero si esto sucediese, no te ha sido concedido ni siquiera un día para permanecer en el pecado, porque está escrito: “No se ponga el sol (cf Ef 4, 26). Tú, en cambio, esperas que sea crepúsculo el entero curso de tu vida ¿Por qué odias al hombre que te ha entristecido? No es él quien te ha ofendido, sino el diablo. Odia la enfermedad, pero no al enfermo”.
16-          Y dijo además:”Cuanto más progresan los atletas tanto más sus antagonistas se refuerzan”.
17-      Amma Sinclética dijo: “Hay cierta práctica espiritual que está inspirada por el enemigo; sus discípulos las siguen. ¿Cómo podremos distinguir la ascesis divina y real de aquella tiránica y demoniaca? Claro está que es posible hacerlo a partir de la mesura. Que todo el tiempo sea para ti regla de ayuno: no estar sin comer cuatro o cinco días seguidos para después concluir con una gran comilona. El exceso en cada caso es pernicioso. Si eres joven y sano, ayuna; ya verás la vejez con sus desgracias. Cuando puedas acumula un tesoro de alimentación, para que en el momento que no te sea posible, puedas encontrar bienestar”.
18-      Amma Sinclética decía:” Si vivimos en un cenobio, mejor escoger la obediencia que la ascesis; ésta enseña el orgullo y la otra la humildad”.
19-      Y decía:” Nosotras guiamos el alma con discernimiento. Estando en el cenobio, no hay que actuar según nuestros intereses, ni seguir nuestra opinión, sino hacer caso a quien es padre por la fe”.
20-      Amma Sinclética dijo:” Está escrito: Sed prudentes como las serpientes y simples como palomas. Ser como serpientes significa no ignorar los asaltos y las astucias del diablo, los que actúan así se reconocen entre ellos. La simplicidad de la paloma, en cambio, llama a la pureza de la acción”.
21-      Y decía: “En el mundo los delincuentes son encarcelados; en cambio, nosotros nos encarcelamos voluntariamente para mantener a raya nuestros pecados, a fin de que esta acto intencionado de la memoria aleje el castigo futuro”.
22-      Amma Sinclética dijo: “De el mismo modo que un tesoro expuesto pierde su valor, así la virtud conocida por todo el mundo se echa a perder. Del mismo modo que la cera se derrite al fuego (cf.Ps68, 3), así el alma se pierde y debilita por las alabanzas”.
23-      Y dijo todavía: “Del mismo modo que no es posible ser al mismo tiempo planta y grano, así es imposible si vivimos rodeados de gloria mundana, dar frutos celestiales”.
24-   Amma Sinclética dijo:” Es necesario estar atentos: es a través de los sentidos, también contra nuestra voluntad, como entran los ladrones. ¿Cómo puede una casa no teñirse de negro por el humo que entra de afuera, si las ventanas están abiertas?”.
25-   Decía también:”Hijos míos, todos deseamos salvarnos, pero nuestra negligencia nos aleja de la salvación”.
26-   Amma Sinclética dijo:” Debemos estar bien armados contra los demonios. En efecto, ellos vienen de afuera y quieren entrar dentro de nosotros, y el alma, como una nave, a veces se ve sumergida por grandes olas, otras veces se hunde a causa de la sobrecarga. Así ocurre también con nosotros, o nos perdemos por los pecados que cometemos, o por los pensamientos que alimentamos en nuestro interior. Así que, según el caso, es necesario vigilar los ataques que provienen del exterior del hombre, y destruir las malas hierbas internas”.
27-   Amma Sinclética dijo: “Aquí abajo no podemos triunfar sin preocupaciones. La Escritura dice: Quien cree mantenerse de pie, que esté atento a no caer. Nosotros navegamos en la oscuridad. Por eso el salmista llama a nuestra vida un mar y en el mar hay rompeolas, monstruos y zonas calmadas. Nosotros navegamos ahora por donde el mar está en calma y la gente del mundo por donde está embravecido. Seguimos a pleno día la ruta del sol de justicia, pero aquel que vive en el mundo, en la tempestad y en la tiniebla, lleva a salvo su embarcación mediante su vigilancia, mientras que nosotros, que estamos donde el agua está tranquila, por nuestra negligencia vamos a pique, porque hemos abandonado el timón de la justicia”.
28-   Amma Sinclética dijo:”Así como es imposible construir una nave sin clavos, así es imposible ser salvados sin humildad”.    
29-   La bienaventurada Sinclética dijo:” Para quienes se acercan a Dios el principio está lleno de luchas y fatigas, pero enseguida se llenan de alegría inefable. Del mismo modo que quienes quieren encender un fuego al principio el humo les hace llorar pero es el mundo lo que buscan –en efecto se nos ha dicho que nuestro Dios es un fuego devorador (cf.Dt 4, 24)-, así nosotros debemos encender en nuestro interior el fuego divino con lágrimas y sufrimientos”.
30-   Amma Sinclética decía:” ¿Quieres salvarte sin hacer nada, estando tumbada en la cama? Es inútil, tienes que recogerte en la hesiquía, vigilar, ayunar y llorar. De esta forma, a lo mejor, Dios te podrá perdonar. Porque sin trabajar aquí duramente, tendrás que trabajar allá, en el fuego eterno junto con los demonios”.