Textos
de San Máximo El Confesor
Extraídos
de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de
Patrística.
Centurias
sobre la Caridad
Tercera
Centuria
1
El
uso racional de las ideas y de las cosas es causa de templanza, amor y
conocimiento; el uso irracional, de intemperancia, odio e ignorancia.
2
Has
preparado ante mí una mesa[1], etc. La mesa significa aquí la virtud activa; ésta fue
preparada por Cristo frente a los que nos afligen. El óleo que
unge al nous significa la contemplación de los seres;
el cáliz de Dios, el verdadero conocimiento de Dios;
la misericordiade Él, su Verbo y Dios. Éste, por su encarnación, nos
sigue todos los días, hasta que haya alcanzado a todos aquellos que se
deben salvar, como Pablo[2]. La casasignifica el reino, en el cual serán
restablecidos todos los santos. La longitud de los días, la vida eterna.
3
A
causa del abuso nos sobrevienen los vicios de las potencias del alma, es decir
de la parte concupiscible, de la irascible y de la racional. Y abuso de la
potencia racional es la ignorancia y la insensatez; de las potencias irascible
y concupiscible, el odio y la intemperancia. Uso de éstas, es el conocimiento y
prudencia, amor y templanza; y, si esto es así, ninguna de las cosas creadas
por Dios y que existen son malas.
4
No
son malos los alimentos, sino la gula; ni la procreación de los hijos, sino la
fornicación; ni las riquezas, sino la avaricia; ni la gloria, sino la
vanagloria. Si es así, ninguno entre los seres es malo, a no ser el abuso, que
viene de la negligencia delnous en cultivarse a sí mismo según la
naturaleza.
5
El
bienaventurado Dionisio[3] afirma que el mal en los demonios consiste en esto: ira
irracional, concupiscencia insensata, fantasía precipitada. Irracionalidad,
insensatez y precipitación son para las creaturas racionales privación de
razón, denous y de circunspección. Las privaciones son posteriores a la
posesión; en consecuencia, una vez había en ellos razón, nous y
prudente circunspección. Si esto es así, tampoco los demonios son malos por
naturaleza, sino que han llegado a serlo por el abuso de las potencias
naturales.
6
Algunas
pasiones son causa de intemperancia; otras, de odio; otras, de intemperancia y
de odio.
7
El
comer muchos y agradables alimentos es causa de intemperancia; la avaricia y la
vanagloria, de odio hacia el prójimo; el amor propio, madre de estos vicios, es
causa de ambos.
8
El
amor propio es el amor pasional e irracional por el cuerpo, al cual se
contraponen la caridad y el dominio de sí. Quien tiene a aquel, tiene todas las
pasiones.
9
Ninguno,
dice el Apóstol, odia su propia carne, sino que la mortifica y la
esclaviza[4], no concediéndole nada salvo el alimento y el vestido[5], y de esto, sólo lo necesario para vivir. Así, pues, la ama
sin pasión, y la nutre como servidora de las cosas divinas y la
cuida sólo con lo que cubre su necesidad.
10
Cuando
se ama a alguno, se empeña en servirlo en todo. Si, pues, alguno ama a Dios, se
empeña también en hacer todo lo que Le agrada; si, en cambio, se ama la carne,
se empeña en realizar lo que la deleita.
11
A
Dios le agradan la caridad, la templanza, la contemplación y la oración; a la
carne, en cambio, la gula, la intemperancia y lo que las hace crecer. Por
eso, aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios; en cambio,
los que están en Cristo crucifican la carne con las pasiones y las
concupiscencias[6].
12
El nous que
se inclina a Dios, tiene esclavizado el cuerpo y no le concede nada más que las
cosas necesarias a la vida; pero si se inclina a la carne, llega a ser esclavo
de las pasiones, tomando cuidado de ella siempre por su concupiscencia.
13
Si
quieres dominar los pensamientos, vigila las pasiones y fácilmente las
expulsarás del nous. Por ejemplo, en cuanto respecta a la fornicación,
ayuna, vigilia, fatígate, vive en soledad; en cuanto a la ira y a la tristeza,
desprecia gloria, deshonra y las cosa materiales; en cuanto al resentimiento,
suplica por quien te ofende y serás librado.
14
No
te compares a ti mismo con hombres más débiles, sino más bien atiende al
mandamiento de la caridad; comparándote con aquellos, caes en el abismo de la
presunción; atendiendo, en cambio, al mandamiento, progresas hasta la altura de
la humildad.
15
Si
observas en todo el mandamiento del amor al prójimo, ¿por qué motivo le causas
la amargura de la aflicción? ¿No es claro que, prefiriendo al amor las cosas
efímeras y apegándote a ellas, combates al hermano?
16
El
dinero es objeto de envidia a los hombres no tanto por necesidad, cuanto porque
muchos, por medio de él, se procuran placeres.
17
Tres
son las causas del amor a las riquezas: amor al placer, vanagloria y falta de
fe; pero más grave que las otras dos es la falta de fe.
18
El
amante del placer ama al dinero, para deleitarse por medio de él; el que se
vanagloria, para ser glorificado por él; el que no tiene fe, para esconderlo y
custodiarlo, teniendo miedo del hambre, de la vejez, de la enfermedad o del
exilio, y espera más en él que en Dios, autor y providente de toda la creación,
hasta de los últimos y más pequeños seres vivientes.
19
Cuatro
son aquellos que conservan riquezas: los tres predichos y el buen administrador;
sólo éste, evidentemente, conserva rectamente, para que no le falte nunca para
subvenir a la necesidad de cada uno.
20
Todos
los pensamientos pasionales o excitan la parte concupiscible del alma o turban
aquella irascible o entenebrecen aquella racional. Y por esto sucede que
elnous se hace ciego a la contemplación espiritual y al vuelo de la
oración. Por eso el monje, y sobre todo aquel solitario, debe vigilar
diligentemente los pensamientos y reconocer y cortar sus causas. Se reconocen así:
por ejemplo los recuerdos pasionales de las mujeres excitan la parte
concupiscible del alma; causas de éstos son la intemperancia en el comer y en
el beber y el encuentro frecuente e irracional con las mismas mujeres; arrancan
estos recuerdos el hambre, sed, vigilia y apartamiento[7]. Así los recuerdos pasionales de aquellos que nos entristecen
turban la parte irascible; causas de estos son el amor al placer, la vanagloria
y el amor a las cosas materiales; por estos se entristece el hombre pasional o
porque ha sido privado o porque no los ha alcanzado; cortan los recuerdos el
desprecio y el descuido de estas mismas cosas por amor a Dios.
21
Dios
conoce a sí mismo y conoce también las cosas que Él ha creado; también las
santas Potencias conocen a Dios y conocen las cosas creadas por Dios. Pero no
conocen las santas Potencias a Dios y a las cosas creadas por Él, del mismo modo
como Dios se conoce a sí mismo y las cosas que ha creado.
22
Dios
se conoce a sí mismo a partir de su bienaventurada sustancia; las cosas que ha
creado, a partir de su sabiduría; mediante la cual y en la cual creó todos los
seres. En cambio, las santas potencias conocen a Dios por participación, quien
está por encima de la participación; las cosas creadas por Él con la percepción
de las ideas que están en ellas.
23
Las
cosas creadas están fuera del nous, pero éste recibe dentro de sí la
contemplación de las cosas creadas. No así, respecto a Dios, eterno, infinito e
inmenso, que da a las creaturas el ser, el ser-bueno y el ser-eterno.
24
La
sustancia racional e intelectual participa de Dios santo, por su mismo ser, por
la actitud al ser-bueno -hablo de bondad y de sabiduría-, y por la gracia del
ser-eterno[8]. De este modo conoce a Dios; las cosas hechas por Él, por la
percepción, como se ha dicho, de la sabiduría creadora contemplada en los
seres, la cual se encuentra simple y no bajo forma de sustancia en
el nous.
25
Dios,
por suma bondad, llevando al ser a la sustancia racional e intelectual, le
comunicó cuatro de sus divinas propiedades que mantienen, custodian y preservan
las creaturas: el ser, el ser siempre, la bondad y la sabiduría. De estas, las
primeras dos las atribuyó a la sustancia; las otras dos a la facultad volitiva:
y precisamente a la sustancia, el ser y el ser siempre; a la facultad volitiva
la bondad y la sabiduría, para que la creatura llegue a ser por participación
aquello que Él es según su sustancia. Por esta participación ella se dice
creada a imagen y semejanza de Dios: a imagen, como ser, del Ser, y como dotada
de ser siempre, de Aquel que siempre es; aunque no sin principio, pero sin fin;
a semejanza, como buena, de Quien es bueno, y como sabia, de Quien es sabio:
por naturaleza, Él; por gracia, ella. Toda naturaleza racional es, a imagen de
Dios, pero a semejanza, sólo los buenos y sabios.
Notas:
[1] Sal 22, 5-6: “Tú preparas ante mí una mesa frente a
mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y
gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de
Yahveh a lo largo de los días”.
[2] Cf. Flp 3, 12.
[3] De div. nom. 4, 23 (PG 3, 724 ss).
[4] Ef 5, 29 y 1 Co 9, 27.
[5] 1 Tm 6, 8.
[6] Rm 8, 8 y Ga 5, 24.
[7] anachóresis
[8] Máximo establece esta tríada de ser -ser bueno-
ser eternamente bueno. Mientras que al ser lo recibe por la
creación, el ser-bueno lo escoge con su libre voluntad, y
al ser-eternamente-bueno lo recibe como premio y don de la gracia en
la vida futura. Es la confirmación eterna en el ser bueno. De esta manera,
entre el nivel creacional y el nivel de la gracia se sitúa la libertad del
hombre.