23 de noviembre de 2015







LAS MADRES DEL DESIERTO

Se cree que la primera "virgen consagrada" fue S. Petronila, discípula de S. Pedro, que ya recibe culto en el s. IV en Roma. Según las actas de los Santos Nereo y Aquileo, S. Felícula y S. Prisca la siguieron. En Constantinopla se veneró muy pronto a Sta. Irene, discípula del obispo S. Timoteo, discípulo de S. Pablo. En Cilicia (Turquía), Santas Ceneida y Filonia, se veneran como primas de S. Pablo. S. Metodio de Olimpo (311 dC) considera a S. Marcela como la primera virgen cristiana. Y la leyenda dice que fue criada de Marta y María. También se habla de S. Ifigenia, hija del rey de Etiopía, convertida por el apóstol Mateo. Éstas son las primeras raíces de lo que después llamaremos la "Matrologia". S. Tecla de Iconio (Turquía) es discípula de S. Pablo, y considerada "madre" de las vírgenes que después se marcharon al Desierto. Según la tradición es la primera mujer mártir a causa de la fidelidad al evangelio. Hablan de ella S. Agustín, S. Ambrosio y muchos otros.
S. Macrina -la Joven- es considerada la primera Amma (Madre) del Desierto de Turquía (380). Es hermana de S. Gregorio de Nisa y de S. Basilio. S. Macrina, seguidora de S. Tecla, es nieta de S. Macrina -la Vieja- (mártir en la época de Diocleciano s. III), y discípula de S. Gregorio Taumaturgo. Macrina la Vieja tuvo que huir al desierto con su marido, durante la persecución. Murió en el año 350. Esta familia de "santos" vivía en el Ponto, cerca del Mar Negro, llevando una vida ascética y pobre, a pesar de ser de clase acomodada. La nuera de S. Macrina la Vieja, también fue santa, la veneramos con el nombre de S. Emelia. Tuvo 10 hijos. La mayor era S. Macrina la joven. S. Macrina la Joven recibió de Dios la capacidad de armonizar la actividad y la contemplación. Ayudó a su madre, S. Emelia, en la educación de sus hermanos. Tres de los hermanos también serán santos: Basilio, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste. Pedro, el menor, fue educado exclusivamente por Macrina. Debemos la "Vida de S. Macrina" a la pluma de su hermano S. Gregorio de Nisa, en agradecimiento a todo lo que ella ha hecho por él, a quien llama su "segunda madre, fuerte, benevolente, y maestra de su vida".
La joven Macrina estaba muy compenetrada con su madre, Emelia, y cuando ya esta era viuda, la convenció de convertir a su hogar en un monasterio, llevando vida monástica junto con sus sirvientas, sin que hubiera ninguna distinción entre ellas. A diferencia de los monjes de Egipto (y de los cenobios de Pacomio), el monacato capadocio era más culto, y las austeridades eran menos espectaculares que las de los monjes coptos y sirios. Pudo haber influido también el paisaje. La dureza del desierto de Egipto, no tenía nada que ver con la belleza de las orillas del río Iris, donde estaban los monasterios turcos. Cuando Basilio el grande inició la vida monástica (356), el monasterio de su hermana Macrina ya era floreciente. La última plegaria de Macrina, antes de morir fue: "Tú, Señor, me has quitado el miedo a la muerte. Yo sé que nosotros somos de barro, y que Tú ahora lo devuelves a la tierra. Pero después harás que este barro se revista de inmortalidad." Al morir todas las monjas lloraban diciendo: "se ha extinguido la lámpara de nuestros ojos...". Entre las monjas sabemos los nombres de la diaconisa Lampadion, que era maestra de coro. El obispo Araxios, con todo el presbiterio, fueron al entierro de Macrina (380). La Iglesia oriental celebra su fiesta el 19 de julio.

AMMAS FAMOSAS DEL DESIERTO DE EGIPTO

Amma Synclética: es la más famosa de las Madres del Desierto. Su vida se escribió poco después de su muerte. Anterior a este escrito, sólo está la vida de S. Macrina (del 380) y las actas de los Mártires. Synclética abrazó la vida solitaria, en tiempos de S. Antonio. Su nombre quiere decir "asamblea celestial". Hija de Macedonia, fue a vivir con su familia (una hermana y dos hermanos) en Alejandría, entonces una gran ciudad cosmopolita. Después de Roma, la mayor del Imperio. A pesar de ser de una clase acomodada, quería vivir según las enseñanzas de S. Tecla. Por eso evitaba las conversaciones, para permanecer en la profundidad interior. A pesar de que amaba las penitencias como medio para fortalecer su vida en Dios, obraba con tanta discreción que nadie notaba sus renuncias. Al morir sus padres, abandonó su casa, dio sus posesiones a los pobres y, junto con su hermana ciega, se fue a vivir al Desierto, cerca de un sepulcro. Como lo hizo todo con mucha humildad, bien pronto la rodearon muchas jóvenes discípulas. Algunas vivían en comunidad con ella, y otras, solas. Cuando las discípulas le preguntaban sobre el camino de salvación, ella acostumbraba a responder: "si desean instrucción, vayan a la Fuente, Cristo". Su doctrina está muy centrada en el amor, de donde proviene todo, y a donde va todo, decía. Según ella el amor es doble: dar y recibir. Y enseñaba a mantener el alma LIBRE, en medio de las riquezas espirituales. A los 84 años murió destrozada por la enfermedad, que soportó con gozo.

Tenemos veintisiete apotegmas (dichos famosos) de Amma Synclética. Cito algunos que, evidentemente me parecen muy prácticos para la vida espiritual:
+ Se puede vivir solo entre la multitud, y vivir con la multitud estando solo.
+ Al principio del camino hacia Dios hay dificultades, pero después se llega a un gozo inefable.
+ Cuando pases dificultades, alégrate de que Dios te visite, y no dejes de cantar. La ascesis consiste en dominarse en el sufrimiento y continuar dirigiendo a Dios acciones de gracias.
+ Si las ventanas de tu casa están abiertas, entrarán los ladrones y te lo tomarán todo (quiere decir que no podemos vivir en la "galería", exhibiendo nuestra virtud)
+ Tu actitud delante de los enemigos depende de tus progresos en la virtud.
+ Por la medida y la discreción, conocerás si tu ascesis viene de Dios o de tu orgullo.

Las Ammas empiezan a llenar el desierto en el año 250, pero sin hacer ruido. Como los grandes acontecimientos que cambian la historia, aunque a menudo pasen desapercibidos. Amar la tradición, quiere decir, ser conscientes de todo lo que hemos recibido de muchos hombres y mujeres que ni siquiera conocemos, pero que nos han dejado el legado de sus vidas santas.
Dice S. Juan Crisótomo: “si visitas el desierto de Egipto encontrarás a una multitud de mártires y de vírgenes que tienen aquí sus celdas.”
Teodoreto de Ciro en la "Historia de los monjes" (444), junto con la vida de veintitrés monjes, nos explica la vida de tres monjas:
Mara, Cirina y Domnina: entre los Padres, dice Teodoreto, también a estas tres Ammas se les puede aplicar el calificativo de "renunciantes", pues para seguir a Cristo hace falta "renunciar" a otros intereses:
1-Ellas renunciaron al materialismo, a través de la virginidad.
2- Renunciaron a los vicios que llevan al desorden.
3- Renunciaron a las cosas sensibles, para llegar a la pureza del corazón.

Esta renuncia, dice Teodoreto, es necesaria para conseguir la oración continua, fundamentada en el amor. Y, las Ammas practican, sobre todo, esta oración del amor. Dicen: "a quien ama recordando siempre al Amado, descubre su Palabra en la soledad y el silencio". Según ellas: "es mejor vivir con la gente y desear la soledad, que llevar una vida solitaria y desear constantemente la compañía." A menudo la espiritualidad de las Ammas, contraria a la tendencia de algunos malos monjes que buscaban con deleite la fama, se centraba en la sinceridad de la vida.

Amma Sara: es contemporánea de Pafnufio (finales del s III). Cerca de Escete (al lado de Alejandría) durante 60 años estuvo en una celda cerca del Nilo. Tenía la costumbre de mantener la vista baja y por este motivo el demonio la tentaba duramente, pero viendo que no la vencía quiso hacerle caer con la vanagloria. Un día le dijo provocativamente: "Sara, tú me has vencido". Pero ella le respondió: "Te ha vencido Cristo que vive en mí". Así, Amma Sara permaneció siempre humilde. Se cuenta que en una ocasión en que dos anacoretas de fama la visitaron para que les diera un buen consejo, ella respondió: "yo no soy más que una mujer esforzada y tenaz, fundamentada en Cristo que es mi Roca". De manera que, ellos quedaron profundamente admirados de su virtud. La humildad es uno de los dones más queridos por la tradición monástica.
El deseo de Amma Sara era de ser olvidada de todo el mundo, a fin de que su centro fuera sólo Cristo. Llegó a ser una de las Ammas más austeras. Igual que de los Padres, también de ella se recuerdan algunos pensamientos:
Decía: "mi naturaleza es de mujer, pero el espíritu no tiene sexo", respondiendo a los que se admiraban de su fortaleza. Y demostrando una gran libertad interior afirmaba: "si quisiera que todo el mundo alabara mi conducta tendría que arrodillarme en la puerta de todas las celdas, pero lo que yo quiero es mantener el corazón LIBRE para Dios. Tenemos que hacer buenas obras, pero no para ser alabados por los demás, sino para gustar a Dios".

Amma Teodora: es una mujer culta y con conocimientos teológicos, de finales del s IV. Como Sara, vivió cerca de Alejandría. Tenía una gran penetración psicológica, y era muy delicada y prudente.
Mientras los apotegmas de los Padres se centran más en la ascesis, la renuncia, y la penitencia, Amma Teodora, igual que las otras Ammas, ponen más atención a Dios y a vivir en Cristo a través de las Escrituras.
Amma Teodora avanzaba por el camino de la liberación interior, para descubrir al Dios Misericordioso que es Padre y Madre.
Las sentencias de Teodora están llenas de juicio: "como los árboles que necesitan el paso de las estaciones para crecer, nosotros tenemos que pasar el invierno con el fin de dar buenos frutos". Decía: "Ni la rigidez de la observancia monástica, ni las austeridades corporales nos salvan, sino la humildad sincera". Explicaba que un anacoreta que sacaba demonios, un día preguntó a los espíritus malignos qué era lo que les hacía marcharse: ¿El ayuno?, ¿Las vigilias? Pero ellos respondieron que nada los vencía tanto, como la humildad. Entonces añadía ella: "Sólo la humildad nos da la victoria".
Un día explicó a un monje que quería marcharse del monasterio para no tener que pasar por tentaciones, que en una ocasión, un monje tomó las sandalias para marcharse, y vio al demonio que haciendo lo mismo le decía: "No te marches por mí, porque allí donde tú vayas yo te precederé".
Y, recomendaba a los que dirigen las comunidades que tienen que renunciar tanto a querer dominar, como a buscar adulaciones, siendo pacientes, humildes, y rectos; condescendientes con equilibrio, y amando sin hacer distinciones.
Ella estaba convencida que las dificultades las llevamos todos dentro y que nos acompañarán siempre.
Se explica que un día Abba Teófilo le preguntó qué quería decir "redimir el tiempo", y ella le respondió que era "aprovechar todo lo que te viene, para transformarlo en virtud." Y añadió: "si te hacen una injuria, aprovéchala para ser humilde y penitente. Así el tiempo se convierte en una ganancia".
La humildad que proviene de un auténtico conocimiento de uno mismo, es, pues, la principal herencia de Amma Teodora.

Amma María (s. IV) Hermana de Pacomio
La cultura de las Ammas de Egipto. A pesar de que todo el mundo habla de Pacomio como fundador de la vida comunitaria, en realidad cuando Pacomio organiza la vida cenobítica en la Tebaida en el año 320, las monjas del monasterio de Panápolis, eran más de cuatrocientas. Amma María (hermana de Pacomio) fue la fundadora de estos cenobios femeninos. Como las otras Ammas, también ella, más que en la ascesis corporal, se fija en la pureza del corazón. Decía: "Si nos dicen sexo débil, tenemos que poner en Cristo nuestra fortaleza. No son los ayunos, sino la caridad encarnada en el amor fraterno, lo que apaga la soberbia de los egoísmos".
Quería que todas las monjas aprendieran a leer y a escribir. La biblioteca era un elemento importante en sus monasterios. Así entre las ammas también había copistas de pergaminos. Amma María, sin embargo, ponía todo el acento en la caridad fraterna. Tanto ella como Pacomio, imponían la limpieza del cuerpo, cosa innovadora, puesto que los monjes y monjas solían ser sucios, considerándolo como una fuente de ascesis. Amma María procuraba que sus hermanas sintieran una gran reverencia por la plegaria. El fervor en la oración y por la Biblia, fue la característica de estas ammas. Cada día, al anochecer, las ammas se reunían para meditar la Biblia.

Sólo celebraban la Eucaristía los domingos, mientras que rezaban el Oficio por la mañana, mediodía y atardecer, y de noche hacían la gran "sinaxis" (= asamblea) de las vigilias. Recitaban los 150 salmos en un solo día. Dionisio Areopagita habla de tres símbolos en la vida monástica femenina: la renuncia al mundo, el corte del pelo y la "vestición", con un vestido más ordinario y pobre, constituido por una capucha (kukol) que escondía la cabeza rapada, una túnica (kalovi), y encima una capa (mafori). En el siglo V, el monacato femenino egipcio se extendió mucho (se habla de unas 20.000 monjas). Alejandría quedó rodeada de monasterios con miles de monjes y monjas.

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