26 de diciembre de 2015





LA MISMA VIDA SE HA MANIFESTADO  EN LA CARNE

De los tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan


Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida. ¿Quién es el que puede tocar con sus manos a la Palabra, si no es porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros?
Esta Palabra, que se hizo carne, para que pudiera ser tocada con las manos, comenzó siendo carne cuando se encarnó en el seno de la Virgen María; pero no en ese momento comenzó a existir la Palabra, porque el mismo san Juan dice que existía desde el principio. Ved cómo concuerdan su carta y su evangelio, en el que hace poco oísteis: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios.
Quizá alguno entienda la expresión «la Palabra de la vida» como referida a la persona de Cristo y no al mismo cuerpo de Cristo, que fue tocado con las manos. Fijaos en lo que sigue: Pues la vida se hizo visible. Así, pues, Cristo es la Palabra de la vida.
¿Y cómo se hizo visible? Existía desde el principio, pero no se había manifestado a los hombres, pero sí a los ángeles, que la contemplaban y se alimentaban de ella, como de su pan. Pero, ¿qué dice la Escritura? El hombre comió pan de ángeles.
Así, pues, la Vida misma se ha manifestado en la carne, para que, en esta manifestación, aquello que sólo podía ser visto con el corazón fuera también visto con los ojos, y de esta forma sanase los corazones.
Pues la Palabra se ve sólo con el corazón, pero la carne se ve también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero no lo éramos de ver la Palabra. La Palabra se hizo carne, a la cual podemos ver, para sanar en nosotros aquello que nos hace capaces de ver la Palabra.
Os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó, es decir, se ha manifestado entre nosotros, y, para decirlo aún más claramente, se manifestó en nosotros.
Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos. Que vuestra caridad preste atención: Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos. Ellos vieron al mismo Señor presente en la carne, oyeron las palabras de su boca y lo han anunciado a nosotros. Por tanto, nosotros hemos oído, pero no hemos visto.
Y por ello, ¿somos menos afortunados que aquellos que vieron y oyeron? ¿Y cómo es que añade: Para que estéis unidos con nosotros?
Aquéllos vieron, nosotros no; y, sin embargo, estamos en comunión, pues poseemos una misma fe.
En esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa. La alegría completa es la que se encuentra en la misma comunión, la misma caridad, la misma unidad

23 de diciembre de 2015



Desde nuestro Monasterio "El Portal de Belén" , acogemos al Príncipe de la paz y le suplicamos por la paz en cada corazón y en el mundo entero.
Que el Dios hecho Hombre y el Amigo de los hombres los colme de su gracia, de su amor y de su paz.
                                          Monjas Ermitañas de la Santa Cruz.

22 de diciembre de 2015




MAGNIFICAT
San Beda el Venerable


Sobre el evangelio de san Lucas 1,46-55

María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi Espíritu en Dios, mi salvador.
«El Señor, dice, me ha engrandecido con un don tan inmenso y tan inaudito, que no hay posibilidad de explicarlo con palabras, ni apenas el afecto más profundo del corazón es capaz de comprenderlo; por ello ofrezco todas las fuerzas del alma en acción de gracias, y me dedico con todo mi ser, mis sentidos y mi inteligencia a contemplar con agradecimiento la grandeza de aquel que no tiene fin, ya que mi espíritu se complace en la eterna divinidad de Jesús, mi salvador, con cuya temporal concepción ha quedado fecundada mi carne».
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Se refiere al comienzo del himno, donde había dicho: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Porque sólo aquella alma a la que el Señor se digna hacer grandes favores puede proclamar la grandeza del Señor con dignas alabanzas y dirigir a quienes comparten los mismos votos y propósitos una exhortación como ésta: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Pues quien, una vez que haya conocido al Señor, tenga en menos el proclamar su grandeza y santificar su nombre en la medida de sus fuerzas será el menos importante en el reino de los cielos. Ya que el nombre del Señor se llama santo, porque con su singular poder trasciende a toda creatura y dista ampliamente de todas las cosas que ha hecho.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia. Bellamente llama a Israel siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido para salvarlo por ser obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas: Israel es mi siervo, y yo lo amo.
Porque quien rechaza la humillación tampoco puede acoger la salvación, ni exclamar con el profeta: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. No se refiere a la descendencia carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea, no habla de los nacidos solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su fe, lo mismo dentro que fuera de Israel. Pues Abrahán había creído antes de la circuncisión, y su fe le fue tenida en cuenta para la justificación.
De modo que el advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su descendencia por siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: Si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.
Con razón, pues, fueron ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los nacimientos del Señor y de Juan, para que, así como el pecado empezó por medio de las mujeres, también los bienes comiencen por ellas, y la vida que pereció por el engaño de una sola mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos mujeres que compiten por anunciar la salvación.

19 de diciembre de 2015



LA VISITACIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
San Ambrosio

Exposición sobre evangelio de San Lucas 2,19.22-23.26-27

El ángel que anunciaba los misterios, para llevar a la fe mediante algún ejemplo, anunció a la Virgen María la maternidad de una mujer estéril y ya entrada en años, manifestando así que Dios puede hacer todo bueno, cuanto le place.
Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no por incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca del ejemplo indicado por el ángel, sino con el regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el gozo, se dirigió a las montañas.
Llena de Dios de ahora en adelante, ¿cómo no iba a elevarse apresuradamente hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu. Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor; pues en el momento mismo en que Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre, y ella se llenó del Espíritu Santo.
Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos.
El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre. Juan salta de gozo y María se alegra en su espíritu. En el momento que Juan salta de gozo, Isabel se llena del Espíritu, pero, si observas bien, de María no se dice que fuera llena del Espíritu, sino que se afirma únicamente que se alegró en su espíritu (pues en ella actuaba ya el Espíritu de una manera incomprensible); en efecto: Isabel fue llena del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo fue ya antes de concebir porque de ella se dice: ¡Dichosa tú que has creído!
Pero dichosos también vosotros, porque habéis oído creído; pues toda alma creyente concibe y engendra la Palabra de Dios y reconoce sus obras.
Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe la Palabra de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada de los vicios, guarde la castidad con una pureza intachable.
Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios Salvador.
El Señor, en efecto, es engrandecido, según puede leerse en otro lugar:
Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada, y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una mayor participación de la grandeza divina.

17 de diciembre de 2015







La economía de la encarnación redentora
San Ireneo

La gloria del hombre es Dios; el hombre, en cambio, es el receptáculo de la actuación de Dios, de toda su sabiduría y su poder.
De la misma manera que los enfermos demuestran cuál sea el médico, así los hombres manifiestan cuál sea Dios. Por lo cual dice también Pablo: Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos. Esto lo dice del hombre, que desobedeció a Dios y fue privado de la inmortalidad, pero después alcanzó misericordia y, gracias al Hijo de Dios, recibió la filiación que es propia de éste.
Si el hombre acoge sin vanidad ni jactancia la verdadera gloria procedente de cuanto ha sido creado y de quien lo creó, que no es otro que el poderosísimo Dios que hace que todo exista, y si permanece en el amor, en la sumisión y en la acción de gracias a Dios, recibirá de él aún más gloria, así como un acrecentamiento de su propio ser, hasta hacerse semejante a aquel que murió por él.
Porque el Hijo de Dios se encarnó en una carne pecadora como la nuestra, a fin de condenar al pecado y, una vez condenado, arrojarlo fuera de la carne. Asumió la carne para incitar al hombre a hacerse semejante a él y para proponerle a Dios como modelo a quien imitar.
Le impuso la obediencia al Padre para que llegara a ver a Dios, dándole así el poder de alcanzar al Padre. La Palabra de Dios, que habitó en el hombre, se hizo también Hijo del hombre, para habituar al hombre a percibir a Dios, y a Dios a habitar en el hombre, según el beneplácito del Padre.
Por esta razón el mismo Señor nos dio como señal de nuestra salvación al que es Dios-con-nosotros, nacido de la Virgen, ya que era el Señor mismo quien salvaba a aquellos que no tenían posibilidad de salvarse por sí mismos; por lo que Pablo, al referirse a la debilidad humana, exclama: Sé que no es bueno eso que habita en mi carne, dando a entender que el bien de nuestra salvación no proviene de nosotros, sino de Dios; y añade: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Después de lo cual se refiere al libertador: la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis». Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará; porque hemos de salvarnos, no por nosotros mismos, sino con la ayuda de Dios.

16 de diciembre de 2015



TU DESEO ES TU ORACIÓN
San Agustín

Comentario sobre los salmos 37,13-14

Los gemidos de mi corazón eran como rugidos. Hay gemidos ocultos que nadie oye; en cambio, si la violencia del deseo que se apodera del corazón de un hombre es tan fuerte que su herida interior acaba por expresarse con una voz más clara, entonces se busca la causa; y uno piensa para sí: «Quizá gima por aquello, y quizá fue aquello lo que le sucedió». ¿Y quién lo puede entender como no sea aquel a cuya vista y a cuyos oídos llegaron los gemidos? Por eso dice que los gemidos demi corazón eran como rugidos, porque los hombres, si por casualidad se paran a escuchar los gemidos de alguien, las más de las veces sólo oyen los gemidos exteriores; y en cambio no oyen los gemidos del corazón.
¿Y quién iba a poder interpretar la causa de sus gemidos? Añade por ello: Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá.
Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos prosternamos, elevamos nuestras manos, para que pueda afirmar: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar. Pero existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.
Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas cuando dejas de amar. ¿Quiénes se han callado? Aquellos de quienes se ha dicho: Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría.
La frialdad en el amor es el silencio del corazón; el fervor del amor es el clamor del corazón. Mientras la caridad permanece, estás clamando siempre; si clamas siempre deseas siempre; y, si deseas, te acuerdas de aquel reposo.
Todo mi deseo está en tu presencia. ¿Qué sucederá delante de Dios está el deseo y no el gemido? Pero ¿cómo va a ocurrir esto, si el gemido es la voz del deseo?

Por eso añade el salmo: No se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos; sin embargo, para muchos hombres lo están. Algunas veces el humilde siervo de Dios afirma: No se te ocultan mis gemidos. De vez en cuando puede advertirse que también sonríe el siervo de Dios: ¿puede acaso, por su risa, deducirse que murió en su corazón aquel deseo? Si tu deseo está en tu interior también lo está el gemido; quizá el gemido no llega siempre a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios.

                                                                                     

14 de diciembre de 2015

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Breve historia del monacato

BREVE HISTORIA DEL MONACATO CRISTIANO[1]

Inicio de la Vida Consagrada

Jesús llama a algunos a seguirlo para que estén con Él (Mc 3,13-15).Se forman así dos tipos de discipulado: unos viven su conversión al Reino en el ambiente familiar y laboral, y  otros dejan todo para seguirlo. Éstos tienen dos tareas principales:
·         Estar con Jesús, estableciendo una relación particular con Él, participando de su modo de vida, de su manera de ser.
·         Anunciar la Buena Noticia, el Reino de Dios. Hacer lo que Jesús hace, con su mismo poder.
Jesús elige a los Doce para vivir con Él y actuar como Él,  en su Nombre.

En los primeros siglos

El ideal supremo del cristiano consiste en ser en todo como Cristo, que es el modelo supremo  especialmente en entregar la vida. De esto surge la altísima consideración del martirio.
Aparecen en este tiempo hombres y mujeres que renuncian a casarse para imitar de modo concreto la vida de Cristo: viven en oración, en castidad, en soledad o agrupados, al servicio de los pobres y de la comunidad, o dedicados a evangelizar. La virginidad es estimada y promovida desde los orígenes.
Hay dos maneras de expresar el seguimiento del Señor:
1.      El grupo de vírgenes y ascetas (o continentes), itinerantes o al servicio de la comunidad local.
2.      El grupo de los cristianos comunes, generalmente casados, que viven su fidelidad a Cristo con una vida sobria centrada en la ley del amor fraterno.
Las vírgenes y los ascetas eran considerados como modelos de vida cristiana.
San Ignacio de Antioquía escribe: “quienes son castos a gloria de la carne del Señor… no se vanaglorien ante los demás cristianos, y no se consideren superiores al obispo”. Deja entrever así las distintas formas de vivir la vida cristiana y pone en guardia ante la posible confrontación de una jerarquía doble:
v  La ministerial: obispos, presbíteros, diáconos. Que hacen lo que Cristo hacía (Dirigen las comunidades, presiden la Eucaristía).
v  La carismática: cuya autoridad se obtiene entre los cristianos por ser en todo como Cristo.
Según San Pablo la continencia (enkrateia) por el Reino es un don particular de la gracia, reservado a algunos. No sólo es positivo, sino  que es “lo mejor”. En este contexto de aprecio por la virginidad aparece el encratismo, con dos formas­:
ü  Una herética que afirma que el matrimonio es un mal,
ü  Y otra ortodoxa, que afirma la bondad del matrimonio porque viene de Dios, y al mismo tiempo, exalta el valor de la virginidad en relación a Cristo virgen.
Algunos autores consideran que la virginidad antes de ser valor cristiano es fruto del dualismo platónico introducido por San Pablo, que a su vez fue considerado por San Agustín para proponer el ideal de la abstinencia sexual, más aún después de leer la vida de Antonio.
¿Qué relación existe entre las dos formas de vida de ese tiempo?
La conexión entre los dos tipos de seguimiento (la renuncia radical o la transformación del mundo) se interpreta como la relación que existe entre lo bueno y lo mejor, entre seguir a Cristo y seguirlo expeditior (con mayor diligencia). El ideal de la fuga mundi propio de las primeras generaciones cristianas ha sobrevivido dentro de los monasterios y en la experiencia de los eremitas.

Los Padres de la Iglesia

En el siglo IV mantienen una postura común firme: exaltan la virginidad y valoran el matrimonio. En Occidente se puede mencionar a Ambrosio, Jerónimo y Agustín. En Oriente, Gregorio Nacianceno dirá: “quien elige la virginidad no tiene miedo de alabar el matrimonio. La virginidad no sería tan grande, si no fuera mejor que buena”.
El ideal ascético se irá difundiendo entre los clérigos, pues algunos ascetas viri singulares (célibes) son ordenados sacerdotes. También se impone progresivamente la imagen del obispo-monje, (como Basilio de Cesarea), viri apostolicus,porque vive como los Apóstoles al servicio del Reino, con radicalidad evangélica y sabiduría.

El Monacato

A fines del siglo III la distinción entre las dos formas de vida cristiana tiende a una separación material: el que quiere vivir la radicalidad cristiana se retira al desierto de Egipto, Palestina o Siria. El mundo pagano se percibe como hostil lleno de peligros para el cristiano. Pero el monacato en sus inicios no es una simple huida del mundo, sino una renuncia a él para realizar de modo más vital el amor de Dios.
En un segundo momento, terminadas las persecuciones, afirmado el cristianismo, crece el deseo de reaccionar contra la mediocridad de una vida cristiana susceptible de mundanizarse. Los monjes rechazan el compromiso con el poder.
El monacato es un fenómeno universal presente en otras religiones. Existe un homo monasticus  que quiere concentrarse en lo Absoluto, haciendo una opción por el ascetismo y la renuncia. El monacato cristiano comparte la base antropológica de las otras formas de monacato pero con la motivación en Cristo, imagen de Dios invisible, al que se busca imitar para alcanzar a Dios.
El monacato ya estaba extendido en la India, entre hinduistas y budistas, entre los que se encuentran ermitas (ashrama) y monasterios (ashram) cerca de los santuarios. En el mundo helenista existían grupos con un tipo de vida monástico, como los pitagóricos(cuyo programa ascético era vivir en armonía con las leyes cósmicas) y los neo-platónicos (para quienes la  separación de los dos mundos exige una huida radical, el sacrificio de lo visible para gozar de la contemplación de las realidades invisibles). Entre los judíos estaban los  esenios, en Qumram, quienes buscaban la sabiduría escondida al resto de los hombres y que quería revelarse a ellos; este conocimiento superior es inseparable de la vida en comunidad y de la observancia de sus reglas. También estaban los terapeutas, mencionados por Filón, en el lago Mareólis.
En el Islam, existen hermandades de sufís.Y los shiitas influyeron en la formación de una especie de monasterios.
El monacato como fenómeno de masas empezó en Egipto, con Orígenes, uno de sus precursores, admirador de Cristo y estudioso de las Escrituras, quien rescató la dimensión ascética, de combate espiritual de la vida cristiana y la necesidad de huir del mundo en un sentido espiritual.
§  El primer grupo de monjes eran hombres sencillos, que sólo se alimentaban de la Escritura.
§  Más tarde vendrá el monacato docto, de los Padres Capadocios, de Evagrio Póntico, del Pseudo Dionisio, de Máximo el Confesor.
El monacato causó gran admiración. Pero no todos huían del mundo sino muchos escapaban del fisco opresor o del servicio militar.
A menudo los monjes se metían de lleno en las disputas teológicas. Y fue el Concilio de Calcedonia (451) que puso al monacato bajo la autoridad de los obispos.

Entre Oriente y Occidente

En Oriente el monacato fue y sigue siendo una guía y una fuente de energía espiritual para el pueblo de Dios. El monacato se desarrolló en diversas formas:
v  Eremitas: monjes que viven solos en lugares desérticos. Verdaderos discípulos de Pablo y de Antonio, retirados para alcanzar la perfección y luchar contra los demonios.
v  Lauras semi-eremíticas: La primera fue fundada en Farán, en el desierto de Judá, por el abad Caritón, en el 323-330. El nombre de “laura”, con el tiempo, se transformó en un título honorífico para grandes monasterios, como la Laura de Kiev, de San Sergio.
v  Cenobitas:que viven una perfecta koinonía, que implica: la unidad del espacio, la unidad de una gran familia; la uniformidad; la vida ordenada según una regla; la vida “ordinaria” (como hombres corrientes, cristianos “normales”).
v  Estilitas:Monjes que permanecen en una columna (stylos). El verdadero iniciador, según Teodoreto, sería Simeón el Anciano (fallecido en el 459). Pero el más famoso sería Simeón el Joven, que vivió en el Monte Admirable,  en Antioquía. Usaban la columna para escapar de la gente; pero también porque eleva el espíritu hacia el cielo, para dedicarse a la contemplación de la Santa Trinidad. Sin embargo, no eran tan solitarios, pues desde allí predicaban y celebraban la liturgia.
v  Dendritas: Pasaban la vida en los grandes árboles (dendron), o dentro de sus troncos. Juan Mosco habla de un tal Adolas, en un platanero, que desde una ventana hablaba a sus visitantes.
v  Xenetia, xenia, strannitchestvo (xenia: extranjero). Ascetas que vivían siempre en países extranjeros de los que no conocían la lengua; algunos no tenían morada fija y vivían como peregrinos. Por ejemplo: Elías el Joven, Melecio el Joven, Cristódulo (siglo XI, fundador del Monasterio de Patmos).
v  Idiorítmicos: Un Monasterio idiorítmico está dividido en varias familias; el superior de cada una de ellas dirige a sus hijos. Todos comparten la liturgia y la comida, al menos tres veces al año, pero en lo demás siguen su propio ritmo.
v  Reclusos:Son los hesicastas por excelencia que vive en un espacio limitado. En Siria, estaba Eusebio de Teledan. Teodoreto cuenta la vida de Pedro el Gálata, Marciano, Afraates.
Entre los protagonistas aparece San Antonio, maestro de los eremitas; San Pacomio, promotor de la vida comunitaria y San Basilio que proyecta el monacato al servicio directo de la Iglesia. Tiene gran importancia la difusión, en el siglo IV, la vida de San Antonio, escrita por Atanasio.
Para Atanasio, Antonio representa dos contantes del monacato:
ü  Tomar al pie de la letra las palabras del Señor y sacar sus consecuencias: “Ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, luego, ven y sígueme”.
ü  La eliminación de toda interferencia en la escucha atenta de la Palabra, para convertirse en Palabra de Dios viviente y en hombre pneumatikós , lleno del Espíritu Santo.
La vida de Antonio fue traducida al latín y generó entusiasmo por la vida ascética.
 En Occidente el monacato llega más tarde y se impone sobre todo en la forma cenobítica.
·         San Martín (397), monje- obispo de Tours, pone el monacato al servicio de la evangelización en las zonas rurales de Francia.
·         San Agustín (430), promotor de la vida común del clero; parte de la caridad que facilita la práctica de la pobreza y la formación. Tendrá influencia en le reforma gregoriana.
·         San Benito (550), el camino de Dios se lleva a cabo por medio de la obediencia a la Regla y al Abad. El apoyo político convertirá al monacato benedictino en el paradigma monástico occidental.
·         San Columbrano (615) promueve un monacato centrado en la austeridad; el ideal es la peregrinatio, dejar la patria; es un monacato misionero.
·         Juan Casiano (435), puente entre Oriente y Occidente, gracias a sus síntesis se conocerá el monacato oriental.
En Oriente el monacato se mantendrá como la única forma de vida consagrada. En Occidente, el monacato dominará hasta el siglo XII, durante el cual comienzan a surgir las órdenes mendicantes, hasta llegar a los institutos seculares y las nuevas formas de vida actuales.








[1] Según Pier Giordano Cabra (2005), Tú ¡sígueme! Curso  breve de vida consagrada. Publicaciones Claretianas. Madrid. También con aportes de Tomás Spidlik, M. Tenace y R. Camus, El monacato en el oriente cristiano. Monte Carmelo. Burgos

12 de diciembre de 2015

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11 de diciembre de 2015




Isaías 29,13-24
Juan era la voz, Cristo es la Palabra
San Agustín
Sermón 29, 13 - 24

Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.
Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.
Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.
Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma. ¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la Palabra permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y desapareció. Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros creemos en Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo sonar.
Y precisamente porque resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor». La voz que grita en el desierto, la voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera: «Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino».
¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente? » ¿Qué significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»?
Aprended del mismo Juan un ejemplo de humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le  ocurre emplear el error ajeno en beneficio propio.
Si hubiera dicho: «Yo soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la mayor facilidad, si ya le tenían por tal antes de haberlo dicho?
Pero no lo dijo: se reconoció a sí mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a sí mismo.

Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.

10 de diciembre de 2015




El amor desea ver a Dios

San Pedro Crisólogo
Sermón 147

Al ver Dios que el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente de volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vinculárselo con su afecto.
Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador, y llamó a Noé padre de la nueva generación  persuadiéndolo con suaves palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo instruía piadosamente sobre el presente y lo consolaba con su gracia,  respecto al futuro. Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de su colaboración encerró en el arca las criaturas de todo el mundo, de manera que el amor que surgía de esta colaboración acabase con el temor de la servidumbre, y se conservara con el amor común lo que se había salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció su nombre, lo hizo padre de la fe, lo acompañó en el camino, lo protegió entre los extraños, le otorgó riquezas, lo honró con triunfos, se le obligó con promesas, lo libró de injurias, se hizo su huésped bondadoso, lo glorificó con una descendencia de la que ya desesperaba; todo ello para que, rebosante de tantos bienes, seducido por tamaña dulzura de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a venerarlo con amor y no con temor.
Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huida, y a su regreso lo incitó a combatir y lo retuvo con el abrazo del luchador; para que amase al padre de aquel combate, y no lo temiese.
Y así mismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló con paterna caridad y le invitó a ser el liberador de su pueblo.
Pero así que la llama del amor divino prendió en los corazones humanos y toda la ebriedad del amor de Dios se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho el espíritu por todo lo que hemos recordado, los hombres comenzaron a querer contemplar a Dios con sus ojos carnales. Pero la angosta mirada humana ¿cómo iba a poder abarcar a Dios, al que no abarca todo el mundo creado? La exigencia del amor no atiende a lo que va a ser o a lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio, carece de razón, no conoce la medida. El amor no se aquieta ante lo imposible, no se remedia con la dificultad.
El amor es capaz de matar al amante si no puede alcanzar lo deseado; va a donde se siente arrastrado, no a donde debe ir.
El amor engendra el deseo, se crece con el ardor y, por el ardor, tiende a lo inalcanzable. ¿Y qué más?
El amor no puede quedarse sin ver lo que ama: por eso los santos tuvieron en poco todos sus merecimientos, si no iban a poder ver a Dios.
Moisés se atreve por ello a decir: Si he obtenido tu favor, enséñame tu gloria.

Y otro dice también: Déjame ver tu figura. Incluso lo mismos gentiles modelaron sus ídolos para poder contemplar con sus propios ojos lo que veneraban en medio de sus errores.

7 de diciembre de 2015




La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen

De los sermones de san Anselmo, obispo

¡Oh Virgen, por tu bendición queda bendita toda criatura!

El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio honradas por el uso de los que alaban al Señor.
Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran obra del  bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y mismo el Hijo de Dios y de María. Todo lo que nace criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración.
Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.

¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él!