Domingo VI de
Pascua
Comentario al
Evangelio Jn 14,15-21 según los Padres de la Iglesia
"Si
me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador
para que more siempre con vosotros: el Espíritu de la Verdad, a quien no
puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; mas vosotros lo
conoceréis, porque morará con vosotros y estará en vosotros". (vv.
15-17)
Crisóstomo
In Ioannem hom., 74.
Habiendo
dicho el Señor: "Todo lo que pidiereis esto haré" (Jn 14,13),
para que no creyesen que bastaría sencillamente hacer una petición
cualquiera, añade: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Como
diciendo: Entonces haré lo que pedís. O bien porque ellos naturalmente se
turbasen al oírle decir que iba a su Padre, dijo: "No es amarme el que
os turbéis, sino el que hagáis mis mandamientos". Y esto es en verdad el
amor: obedecer y creer al que se ama. Pero como era natural que ellos lo
buscasen en su presencia corpórea, y deseasen ardientemente el consuelo que
antes tuvieron, les dice: "Y yo rogaré al Padre y os dará otro
consolador".
San Agustín In Ioannem tract., 74.
En
tales palabras manifiesta que Él era también el Consolador. La palabra Paracletus 1 significa
abogado, y así se dijo de Cristo: "Tenemos un abogado en Jesucristo para
con el Padre" (1Jn 2,1).
Alcuino.
O bien, Paráclito quiere decir Consolador,
porque efectivamente tenían ellos a la sazón en El un consolador que solía
elevarlos y fortalecerlos con la dulzura de sus milagros y con su
predicación.
Dídimo De Spiritu Santo.
Llamó al Espíritu Santo otro Consolador, no por
la diversidad de esencia sino de operación, porque el Salvador desempeñaba el
oficio de mediador y de enviado, para que a modo de Pontífice rogase por
nosotros pecadores, y la denominación de Paráclito respecto del
Espíritu Santo ya tiene otro sentido, y es el de consolador de los tristes.
Más no se vaya a deducir de esta diversidad de operaciones que la esencia del
Hijo es distinta de la del Espíritu Santo, siendo así que en otro lugar el Espíritu Paráclito desempeña
el papel de enviado delante del Padre. Así se lee: "El mismo Espíritu
pide por nosotros" (Rom 8,26). Y en cambio, el Salvador consuela
los corazones de aquellos que necesitan de consolación, como se lee: "Y
consoló a los humildes del pueblo" (1Mac 14,14).
Crisóstomo ut supra.
Dijo "Rogaré al Padre", para hacerles
más dignas de fe las palabras que les dirigía. Porque si hubiese dicho:
"Yo enviaré", no lo hubiesen creído simplemente.
San Agustín Contra Arianos cap. 19.
Mas para demostrar que sus acciones y las del
Padre eran inseparables, dijo en otra parte: "Cuando hubiere marchado,
lo enviaré a vosotros" (Jn 16,7).
Crisóstomo.
¿Y en qué sería mayor que los apóstoles, si sólo
rogase al Padre que les concediese el Espíritu? Muchas veces hicieron los
apóstoles lo mismo aun sin preceder oración.
Alcuino.
Dice "Rogaré a mi Padre", como inferior
que soy en cuanto a la humanidad, pero a quien soy igual y consustancial
respecto de la divinidad.
Crisóstomo ut supra.
También dice: "Para que permanezca entre
vosotros eternamente", porque ni aun después de la muerte se separa.
Aquí insinúa implícitamente que el Espíritu Santo no morirá como El, ni
tampoco se separará. Y a fin de evitar que creyeran, escuchando lo del Paráclito,
en otra encarnación, y que lo habían de ver con los ojos, dice: "El
Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo
conoce".
San Agustín ut supra.
Este es en la Trinidad el Espíritu Santo, a quien
la Iglesia proclama coeterno y consustancial con el Padre y con el Hijo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Llámalo Espíritu de verdad, porque explica las
figuras del Antiguo Testamento. Por mundo se significa a los malos, y por
visión un conocimiento evidente, dado que la vista es el más claro de los
sentidos.
Beda.
Obsérvese además que cuando llama al Espíritu
Santo Espíritu de verdad, manifiesta que el Espíritu Santo es su propio
Espíritu. Después, cuando promete que el Padre lo mandará, que es también el
Espíritu del Padre. Por esta razón el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo.
San Gregorio Moralium 5, 20
Todo aquello que el Espíritu Santo llenare con su
presencia, se eleva al deseo de las cosas invisibles. Y como los corazones
mundanos no desean sino las visibles, no lo recibe este mundo, que no sabe
levantarse hasta el amor de lo invisible. Las almas mundanas tanto menos
espacio dejan para recibir al Espíritu cuanto más se dilatan por sus deseos
hacia las cosas exteriores.
San Agustín In Ioannem
tract. 74.
Dice que el mundo no puede recibir al Espíritu
Santo, de la misma manera que si dijéramos: La injusticia no puede ser justa.
El mundo (esto es, sus amadores) no puede recibirlo, porque no lo ve. Porque
el amor humano no tiene ojos invisibles, y éstos son los únicos que pueden
ver lo invisible, como es el Espíritu Santo. Prosigue: "Mas vosotros le
conoceréis, porque permanecerá con vosotros". Y para evitar que
sospechasen que permanecería a la manera de un huésped que está visiblemente
entre los hombres, dice: "Estará en vosotros".
Crisóstomo ut supra.
Es decir: "No permanecerá entre vosotros
como yo, sino que habitará en vuestras almas".
San Agustín ut supra.
Primeramente es existir en algún sitio, y luego
permanecer. Pero el Señor expuso lo que había dicho: "Junto a vosotros",
cuando añadió: "en vosotros", pues si no está en vosotros, su
ciencia no puede existir en vosotros. Así pues es vista por vosotros en
vosotros y en vuestra conciencia.
San Gregorio Moralium 4, 41
Más si el Espíritu Santo ha de permanecer también
en los discípulos, ¿cómo podrá ya ser un signo especial su permanencia en el
mediador? Se lee en el Evangelio: "Sobre el que vieres al Espíritu
descender y permanecer, éste es el que bautiza" (Jn 1,33). Para
comprender esta dificultad hay que distinguir los dones del Espíritu. El
Espíritu Santo mora siempre en todos los escogidos con aquellos dones sin los
cuales no podrían venir a la vida. Pero en aquellos dones que no son
necesarios para nuestra propia vida, sino para salvar la de los demás, no mora
siempre. A veces no se da a conocer por la exterioridad de los milagros, para
que de este modo se posean sus virtudes más humildemente, pero Cristo lo tuvo
siempre y en todas ocasiones presente.
Crisóstomo ut supra
Con esta sola frase destruyó de un solo golpe
muchas herejías. Porque al decir otro (Jn 14,16), demostró la
diferencia de persona entre Él y el Espíritu Santo; y al decir Paráclito,
que le era conocida su esencia.
San Agustín Contra Arianos cap.19
El Apóstol llama a Dios consolador (oficio que
reserva al Espíritu Santo como tercera persona de la Trinidad). Dice el
Apóstol: "Dios, que consuela a los humildes, nos consoló" (2Cor 7,16).
Luego, el Espíritu Santo que consuela a los humildes es Dios. Y si quieren
entender esto del Apóstol refiriéndose al Padre o al Hijo, cesen de separar
al Espíritu Santo del Padre y del Hijo, como si fuese exclusivo de El
consolar a los humildes.
San Agustín In Ioannem
tract. 74.
Y si el amor de Dios se extendió en nuestros
corazones por el Espíritu Santo (Rom 5,5), que se nos dio, ¿cómo
podremos amar y guardar los mandamientos de Cristo y hacernos dignos de
recibirlo? ¿Es que acaso hay en nosotros un amor precedente con el cual
amamos a Cristo, y por su amor y la guarda de sus mandamientos nos hacemos
acreedores a recibir el Espíritu Santo, y después se llenan nuestros
corazones del amor del Padre? Reprobable es esta creencia, porque el que cree
que ama al Hijo sin amar al Padre, ciertamente no ama al Hijo, sino que ama
una ficción de su imaginación. Sólo nos queda una explicación, y es que el
que ama tiene ya al Espíritu Santo, y teniéndolo merece tenerlo más, y
teniéndole más merece amar más. Así, pues, los discípulos ya tenían el
Espíritu que el Señor les prometía, pero se les había de dar de una manera
más excelsa. Lo tenían en estado latente, y debían recibirlo con toda
solemnidad. Por cuya razón se promete con fundamento no sólo al que no lo
tiene sino también al que lo tiene: al que no lo tiene para que lo tenga, y
al que lo tiene para que lo posea más.
Crisóstomo ut supra.
El Espíritu Santo debía descender sobre sus
discípulos de un modo más especial, cuando ya los había purificado de sus
faltas, cuando el pecado había sido destruido, y cuando aquellos iban a ser
expuestos a los peligros y sufrimientos. No inmediatamente después de la
resurrección, a fin de que lo recibiesen con mayor suma de gracias, a causa
del mayor deseo.
Notas
1.En griego, paraklhto, el
que ayuda consolando, exhortando, mediando. También significa abogado,
particularmente el que aboga ante Dios.
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"No
os dejaré huérfanos: vendré a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo ya no
me ve. Más vosotros me veis, porque yo vivo y vosotros viviréis. En aquel día
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en
vosotros. Quien tiene mis mandamientos y los guarda, aquél es el que me ama.
Y el que me ama será amado de mi Padre y yo le amaré, y me le manifestaré a
mí mismo". (vv. 18-21)
San
Agustín In Ioannem tract., 75.
Para
que no creyese alguno que el Señor daría el Espíritu Santo de tal manera que
Él se separase de ellos para siempre, dijo en seguida: "No os dejaré
huérfanos". La palabra griega huérfano 1 equivale a la latina pupilo. Y aunque el Hijo de Dios nos
adoptó a nosotros como a hijos de su Padre, sin embargo, en esto manifiesta
El mismo un amor paternal hacia nosotros.
Crisóstomo
In Ioannem hom., 74.
Ya
desde el principio les había dicho: "Vendréis donde yo voy". Pero
como era mucho el intervalo de tiempo, les prometió el Espíritu, e ignorando
ellos en qué consistía el Espíritu, les prometió lo que más deseaban, que era
su presencia propia, diciendo: "Vendré a vosotros". Pero insinuando
al mismo tiempo ocultamente (y con objeto de que no creyesen que había de
venir en la forma corporal que a la sazón tenía) el modo de su venida,
diciendo: "Todavía un poco, y el mundo ya no me ve", es decir:
Vendré a vosotros, mas no como antes viviendo diariamente entre vosotros. Y
para que no le objeten: ¿Cómo es que dijiste a los judíos "dentro de
poco no me veréis"?, contesta de antemano diciendo: "Vendré a
vosotros solos".
San Agustín In Ioannem tract. 75.
Entonces
lo veía el mundo con los ojos carnales, revelándose claramente en la
humanidad, mas no veía al Verbo que se ocultaba tras el velo de la carne.
Pero como después de la resurrección no quería demostrar a quienes no eran
sus discípulos, esta misma carne que a los suyos no sólo permitió ver, sino
también tocar, dijo: "Todavía un poco, y el mundo no me verá, mas
vosotros me veréis". Pero como en el día del juicio lo verá también el
mundo, con cuyo nombre significó a los extraños al reino de su Padre, parece
preferible entender aquí aquel tiempo, o sea, cuando en el día del juicio se
apartará de la vista de los condenados, para que lo vean solamente los que lo
aman. Y dijo "un poco", porque lo que a los hombres parece de larga
duración es de duración brevísima para Dios.
"Porque
yo vivo y vosotros vivís".
Teofilacto.
Como
diciendo: Aunque muera, resucito sin embargo. "Vosotros también
viviréis", esto es, cuando me hubiereis visto os alegraréis, y con mi
aparición resucitaréis como si hubieseis estado muertos.
Crisóstomo
ut supra.
Me
parece que no alude a la vida presente sino a la futura, como si dijese: La
muerte de cruz no me separará para siempre de vosotros, sino que me ocultará
a vosotros un breve momento.
San
Agustín ut supra.
¿Por
qué al decir que Él vive habla de presente, y cuando dice que ellos vivirán,
de futuro, sino porque la vida del cuerpo resucitado, que había de preceder
en El, seguiría también en ellos? Y como su resurrección había de ser muy en
breve, pone el verbo en presente, para significar la premura. Y en cambio,
como la de ellos se dilataría hasta el fin del mundo, no dice vivís, sino
viviréis. Porque Él vive, viviremos nosotros. Por el hombre la muerte y por
el hombre la resurrección de los muertos (1Cor 15,21). De aquí que
sigue: "En aquel día (en que vosotros viviréis) conoceréis (no como
ahora por la fe sino por la contemplación) que yo estoy en el Padre y
vosotros en mí, y yo en vosotros". Porque en tanto que vivamos aquella
vida que destruye la muerte, llegará a su perfección lo que entonces empezó
por Él, esto es, que Él esté en nosotros y nosotros en Él.
Crisóstomo
ut supra.
O bien:
Conoceréis, desde el mismo día en que yo resucite. Porque cuando vieron que
había resucitado y que habitaba con ellos, adquirieron una fe certísima,
porque la virtud del Espíritu Santo les enseñaba todas las cosas. Dijo:
"Yo estoy en mi Padre", como signo de humildad. Y al decir: "Y
vosotros en mí, y yo en vosotros", alude a la humanidad y al auxilio
divino. La Escritura suele usar muchas palabras en sentido distinto cuando
las refiere a Dios y cuando las refiere a los hombres.
San
Hilario De Trin. lib. 8.
También
Él está en el Padre por la divinidad, nosotros en Él por su nacimiento
corpóreo, y de nuevo Él en nosotros por el misterio del sacramento. Porque El
atestiguó (Jn 6,56): "Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre,
permanece en Mí y yo en él".
Alcuino.
Por el
amor y observancia de sus mandamientos se llevará a cabo lo que se empezó por
Él, a saber: que Él esté en nosotros y nosotros en Él. Y para que se
comprenda que esta felicidad es asequible a todos y no sólo a los apóstoles,
añade: "El que tiene mis mandamientos y los guarda", etc.
San
Agustín ut supra.
Quien
los tiene presentes en la memoria y los guarda en la vida; quien los tiene en
sus palabras, y los practica en sus obras; quien los tiene en sus oídos, y
los practica haciendo; quien los tiene obrando y perseverando, "Ese es
el que me ama". El amor debe demostrarse con obras, para que su nombre
no sea infructuoso.
Teofilacto.
Como
diciendo: Vosotros creéis que es signo de amor el contristaros por mi muerte,
y yo sólo reputo como signo el observar mis mandatos. Qué ventajas reporta el
que ama, lo manifiesta diciendo: "Porque el que me ame a Mí, será amado
por el Padre, y Yo lo amaré".
San
Agustín ut supra.
Pero
¿qué es eso de le amaré? ¿Es que al presente no ama? Se explica esta
dificultad por lo siguiente: "Y me manifestaré a él", esto es,
hasta tal punto lo amaré, que me manifestaré a él, y obtendremos como premio
de nuestra fe la visión. Entonces nos amaba hasta concedernos la fe; después
hasta darnos la visión. Ahora amamos creyendo lo que veremos, mas entonces
amaremos viendo lo que hemos creído.
San
Agustín Ad Paulinam de videndo Deo cap. 1.
Prometió
que sería visto por sus amadores, como Dios con el Padre, y no a la manera
que era visto en la tierra, en cuerpo, y hasta por los malos.
Teofilacto.
O
porque después de la resurrección aparecería a ellos en forma corporal que
dejase ver mejor la divinidad, y les predice esto para que después no crean
que es un simple espíritu o fantasma. Y entonces, viéndolo, no desconfíen,
sino que recuerden que se aparece a ellos porque han guardado sus
mandamientos. De esta manera quedarían obligados a guardarlos siempre, para
que siempre se aparezca a ellos.
Notas
1. En griego, orfano, huérfano.
Se refiere tanto a los que han dejado de tener padres por muerte como por
abandono.
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Comentarios
extraídos de “Catena Aurea”
Dios
nos reconcilia en Cristo, y nos confía el ministerio de la reconciliación
San Cirilo de Alejandría
Comentario a la II carta a los Corintios 5,5 - 6,2
Los que poseen las arras del Espíritu y la esperanza de la
resurrección, como si poseyeran ya aquello que esperan, pueden afirmar que desde
ahora ya no conocen a nadie según la carne: todos, en efecto, somos
espirituales y ajenos a la corrupción de la carne. Porque, desde el momento en
que ha amanecido para nosotros la luz del Unigénito, somos transformados en la
misma Palabra que da vida a todas las cosas. Y, si bien es verdad que cuando
reinaba el pecado estábamos sujetos por los lazos de la muerte, al introducirse
en el mundo la justicia de Cristo quedamos libres de la corrupción. Por tanto,
ya nadie vive en la carne, es decir, ya nadie está sujeto a la debilidad de la
carne, a la que ciertamente pertenece la corrupción, entre otras cosas; en este
sentido, dice el Apóstol: si
alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. Es como quien dice: La
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros,
y, para que nosotros tuviésemos vida, sufrió la muerte según la carne, y así es
como conocimos a Cristo; sin embargo, ahora ya no es así como lo conocemos. Pues,
aunque retiene su cuerpo humano, ya que resucitó al tercer día y vive en el
cielo junto al Padre, no obstante, su existencia es superior a la meramente
carnal, puesto que murió de una vez para siempre, ya
no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es
un vivir para Dios.
Si tal es la condición de aquel que se convirtió para nosotros
en abanderado y precursor de la vida, es necesario que nosotros, siguiendo sus
huellas, formemos parte de los que viven por encima de la carne, y no en la
carne. Por eso, dice con toda razón san Pablo: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo
nuevo ha comenzado. Hemos sido, en efecto, justificados por la fe en Cristo, y ha
cesado el efecto de la maldición, puesto que él ha resucitado para liberarnos,
conculcando el poder de la muerte; y, además, hemos conocido al que es por
naturaleza propia Dios verdadero, a quien damos culto en espíritu y en verdad,
por mediación del Hijo, quien derrama sobre el mundo las bendiciones divinas
que proceden del Padre. Por lo cual, dice acertadamente san Pablo: Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos
reconcilió consigo, ya que el misterio de la encarnación y la
renovación consiguiente a la misma se realizaron de acuerdo con el designio del
Padre. No hay que olvidar que por Cristo tenemos acceso al Padre, ya que nadie
va al Padre, como afirma el mismo Cristo, sino por él. Y, así, todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió y nos
encargó el ministerio de la reconciliación.
Nota:
Extraído
de “Lecturas espirituales de la Iglesia”
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