Nos referiremos a él desde
nuestra experiencia en esta querida Diócesis de San Juan Bautista de las
Misiones.
Allá por el año 2014, en sus
inicios, nos venimos al Paraguay para conocer y presentarnos personalmente ante
el Obispo, y plantearle la posibilidad de nacer en esta Iglesia particular,
como Monjas Ermitañas. Obviamente, él ya tenía conocimiento de esto por otros
sacerdotes y monjes de la misma diócesis.
Fue una mañana a las 7,00 am
cuando nos encontramos en el atrio de la Catedral ante el Obispo con toda
reverencia y santo temor, y acompañadas por el padre Fundador de los Monjes de
San José. ¡Fue un encuentro inolvidable! Habíamos preparado nuestro “discurso”
para presentarnos, y cuál fue nuestra sorpresa al estar en su presencia, (que
desbarató nuestro “discurso”) nos encontramos frente a una persona
sencillísima, un sucesor de los Apóstoles, un verdadero padre y pastor. En
pocas palabras que, quedarán para siempre guardadas en nuestro corazón y, en
aquel atrio de la Catedral, nos acogía en su diócesis con una gran alegría. Nos
abrazó y nos bendijo. Nos hizo sentir que amaba la vida contemplativa. Quedamos
sin palabras porque él lo dijo todo.
En ese momento acordamos en que
después de la Pascua vendríamos a instalarnos aquí. Así fue que el 30 de junio
del año 2014 llegábamos al Paraguay en un día muy lluvioso que, para nosotras
era el signo de la bendición de ÑANDEJÁRA. Nos recibía la Parroquia de San
Ignacio Guazú, tierra de las primeras Reducciones Jesuíticas y nos acompañaría
de cerca el cura párroco, Padre Antonio Betancor, sacerdote jesuita. Así fue
que empezamos a caminar en esta amada diócesis del sur del Paraguay.
Desde aquel entonces, hasta el
presente, nuestro padre y pastor Monseñor Mario Melanio también nos acompañó y
se hizo presente cuando lo necesitábamos. Parecía que él nos dedicaba todo su
tiempo y que no tenía otras preocupaciones. ¡A tal punto llegaba su entrega
pastoral! ¡Icoraso pora!
En algunas oportunidades que
necesitábamos hablar con él, le decíamos: “Monseñor, ¿cuándo puede recibirnos?”
y él nos respondía: “No. Voy a ir yo a verlas”. SIEMPRE estaba dispuesto.
Hoy, estamos en la misma ciudad
de San Juan Bautista, en el corazón de la diócesis, gracias también a él. Nos
sentimos bendecidas por ÑANDEJÁRA y le agradecemos este PAPÁ GUASÚ que nos
regaló y permitió conocer y amar y, sentirnos amadas por él.
Y. ahora, dejando ya su gobierno
pastoral no queremos que pase este
tiempo sin decirle: ¡GRACIAS, PADRE por confiar en nosotras y en la Providencia
de ÑANDEJARA que todo lo ordena para nuestro bien! Eres nuestro PAPÁ GUASÚ. ¡Verdadero
Profeta! ¡Hombre de Dios y servidor de los hombres, sus hermanos!
Tienes que saber que nuestra
oración y gratitud siempre te acompañarán hasta que nos encontremos todos
juntos en la Casa del Padre. Dentro de tus obras, tendrás que presentarnos a
nosotras, pequeño brote de la Iglesia que el Buen Pastor te confió.
Seguramente, cada uno podrá
contar su experiencia, nosotras, contamos la nuestra.
Monjas Ermitañas
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