29 de julio de 2016

30 de julio


Obispo y doctor de la iglesia

Nació alrededor del año 380 en Imola, en la Emilia, y entró a formar parte del clero de aquella población. El año 424 fue elegido obispo de Ravena, e instruyó a su grey, de la
que era pastor celosísimo, con abundantes sermones y escritos. Murió hacia el año 450.

El misterio de la encarnación
De los sermones de san Pedro Crisólogo, obispo

El hecho de que una virgen conciba y continúe siendo virgen en el parto y después del parto es algo totalmente insólito y milagroso; es algo que la razón no se explica sin una intervención especial del poder de Dios; es obra del Creador, no de la naturaleza; se trata de un caso único, que se sale de lo corriente; es cosa divina, no humana.
El nacimiento de Cristo no fue un efecto necesario de la naturaleza, sino obra del poder de Dios; fue la prueba visible del amor divino, la restauración de la humanidad caída. El mismo que, sin nacer, había hecho al hombre del barro intacto tomó, al nacer, la naturaleza humana de un cuerpo también intacto; la mano que se dignó coger barro para plasmarnos, también se dignó tomar carne humana para salvarnos. Por tanto, el hecho de que el Creador esté en su criatura, de que Dios esté en la carne, es un honor para la criatura, sin que ello signifique afrenta alguna para el Creador.
Hombre, ¿por qué te consideras tan vil, tú que tanto vales a los ojos de Dios? ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú que has sido tan honrado por Dios? ¿Por qué te preguntas tanto de dónde has sido hecho, y no te preocupas de para qué has sido hecho? ¿Por ventura todo este mundo que ves con tus ojos no ha sido hecho precisamente para que sea tu morada? Para ti ha sido creada esta luz que aparta las tinieblas que te rodean; para ti ha sido establecida la ordenada sucesión de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado con este variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas; para ti la tierra ha sido adornada con flores, árboles y frutos; para ti ha sido creada la admirable multitud de seres vivos que pueblan el aire, la tierra y el agua, para que una triste soledad no ensombreciera el gozo del mundo que empezaba.
Y el Creador encuentra el modo de acrecentar aún más tu dignidad: pone en ti su imagen, para que de este modo hubiera en la tierra una imagen visible de su Hacedor invisible y para que hicieras en el mundo sus veces, a fin de que un dominio tan vasto no quedara
privado de alguien que representara a su Señor. Más aún, Dios, por su clemencia, tomó en sí lo que en ti había hecho por sí y quiso ser visto realmente en el hombre, en el que antes sólo había podido ser contemplado en imagen; y concedió al hombre ser en verdad lo que antes había sido solamente en semejanza.
Nace, pues, Cristo para restaurar con su nacimiento la naturaleza corrompida; se hace niño y consiente ser alimentado, recorre las diversas edades para instaurar la única edad perfecta, permanente, la que él mismo había hecho; carga sobre sí al hombre para que no vuelva a caer; lo había hecho terreno, y ahora lo hace celeste; le había dado un principio de vida humana, ahora le comunica una vida espiritual y divina. De este modo lo traslada a la esfera de lo divino, para que desaparezca todo lo que había en él de pecado, de muerte, de fatiga, de sufrimiento, de meramente terreno; todo ello por el don y la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, ahora y siempre y por los siglos inmortales. Amén.

Oración

Señor Dios, que hiciste de tu obispo san Pedro Crisólogo un insigne predicador de la Palabra encarnada, concédenos, por su intercesión, guardar y meditar en nuestros corazones los misterios de la salvación y vivirlos en la práctica con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo.Amén.


Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.


Diálogo Ascético
(continuación)



Texto

21. El anciano respondió: "Perseverar en la adversidad y soportar los males, sostenerse hasta el fin en la tentación y no ceder en la sorpresa a la ira, ni decir palabra insensata, ni sospechar ni pensar cosa que no convenga a un hombre piadoso, según lo que dice la Escritura: hasta su momento aguanta el que es longánimo, y al final se le da la alegría.  Hasta su momento oculta sus palabras, y entonces los labios de muchos proclamarán su inteligencia[1].

22. Estos son los signos de la longanimidad, y no sólo estos sino también el considerarse a sí mismo como causa de la tentación, es propio de la longanimidad.  Y esto es así porque muchas veces las cosas que nos suceden, nos suceden para nuestra corrección, sea para quitar pecados pasados, sea para corregirnos de la negligencia presente, sea para cortar pecados futuros.  Quien se da cuenta que por una de estas cosas le viene la tentación, no se irrita, golpeado, porque tiene conciencia de ser él mismo un pecador; no acusa a aquél por medio de quién le viene la tentación. Sea por medio de él o por medio de otro, de todos modos habría debido siempre beber el cáliz del juicio divino; sino que mira a Dios y agradece al que lo ha perdonado, acusándose a sí mismo y aceptando de grado la corrección, como lo hizo David con Semei, y Job con su mujer.  El insensato pide muchas veces a Dios que tenga piedad de él, y no acepta la misericordia que le viene, porque no viene como él quería sino como el médico de las almas estimó que era conveniente. Y por esto se desanima y se turba, y entonces combate airadamente contra los hombres, entonces blasfema contra Dios.  Haciendo esto manifiesta su insensatez, y nada recibe excepto la vara".



23. El hermano dijo: "Has dicho bien, padre, ahora te suplico que también me digas cómo la continencia extingue la concupiscencia".
  El anciano le respondió: "porque hace abstenerse de todas aquellas cosas que no satisfacen una necesidad, sino que sólo producen placer, y no hace participar ninguna otra cosa salvo las necesarias para vivir, y hace buscar, no las cosas dulces, sino las necesarias; mide la comida y la bebida de acuerdo a la necesidad, y no permite al cuerpo una molicie superflua y mantiene sólo la vida del cuerpo, protegiéndolo de la turbación del impulso carnal. Así la continencia extingue la concupiscencia. El placer y la saciedad de los alimentos y bebidas recalientan el vientre y encienden el impulso hacia el deseo vergonzoso, y empujan al animal, todo entero, hacia la unión ilegítima[2]. Entonces los ojos se vuelven impúdicos, y la mano sin freno, la lengua dice cosas que acarician el oído, y la oreja acoge palabras vanas, el espíritu desprecia a Dios, y el alma comete mentalmente al adulterio e incita al cuerpo a la acción ilícita".

24. El hermano dijo. "En verdad padre, es así, ahora te suplico que me enseñes acerca de la oración, cómo apartar al nous de todos los pensamientos"
  El anciano respondió: "Los pensamientos, son pensamientos acerca de cosas; unas son sensibles y otras inteligibles. Cuando, pues, el nous se entretiene con ellas, se llena de pensamientos, pero la gracia de la oración une al nous con Dios y, unido con Dios, se aparta de todo pensamiento. Entonces el nous desnudo, conversando con Dios, se vuelvedeiforme[3]. Y hecho tal, pide a Dios lo que es conveniente, y su súplica no deja jamás de ser escuchada.  Por eso el apóstol manda orar intensamente[4], para que uniendo la mente continuamente a Dios, podamos librarnos, poco a poco, de la afección a las cosas materiales".

25. El hermano dijo: "¿Y cómo puede orar incesantemente[5] el nous, pues cuando nos consagramos a la salmodia o a la lectura, cuando nos encontramos o cuando servimos, nos dispersamos en muchos pensamientos e imágenes?"
  El anciano respondió:"La divina Escritura no manda nada imposible. El mismo apóstol, salmodiaba, leía, servía y oraba incesantemente. Incesante es la oración que conserva al nous unido a Dios con gran respeto y deseo de estar siempre adherido a Él y de pender siempre de Él por medio de la esperanza; y tener confianza en Él en todas las cosas, en todas las obras y en todo lo que nos sucede.  En tal situación el apóstol decía: ¿Quién nos separará del Amor de Cristo?, ¿la traición?, ¿la angustia?, y lo que sigue[6].  Y un poco después:estoy convencido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles[7]y también atribulados en todo, pero no aplastados: perplejos, pero no desesperados, perseguidos pero no abandonados, derribados pero no aniquilados.  Llevamos siempre en nuestros cuerpos, por todas las partes el morir de Cristo, a fin de que también la vida de Cristo se manifieste en nuestra carne mortal[8].

26. En tal condición el apóstol oraba incesantemente: en todas las obras, como ha dicho, y en todo lo que sucede pendía de la esperanza de Dios. Por eso los santos se alegraban siempre en las aflicciones, para poseer el hábito de la caridad divina. Y por eso decía el apóstol: "Gustosamente me gloriaré en mis debilidades, para que repose en mí el poder de Cristo"[9]  Y poco después "cuando soy débil, entonces soy poderoso"[10]
Pero ¡Ay! de nosotros míseros que abandonamos el camino de los santos padres, y por eso estamos privados de toda obra espiritual.

27 El hermano dijo entonces: "¿por qué, padre, no tengo compunción?
el anciano respondió: "porque no hay temor de Dios ante nuestros ojos, porque nos hemos hecho el refugio de todo mal, y por eso despreciamos, como si se tratase de una simple pensamiento, el terrible castigo de Dios. ¿Quién, de hecho, no se conmueve[11]escuchando a Moisés, el cual, en nombre del Señor, dice a los pecadores: Se ha encendido fuego de mi ira que quemará hasta lo más profundo del infierno, devorará la tierra y sus productos y abrazará los cimientos de los montes. Reuniré sobre ellos males y completaré mis flechas sobre ellos[12]y aún: Afilaré como rayo mi espada y mi mano empuñará el juicio; tomaré venganza de mis adversarios, y retribuiré a quienes me aborrecen[13]. E Isaías que grita: ¿Quién os anunciará que el fuego quema? ¿Quién os indicará el lugar eterno?[14].Caminad a la luz de vuestro fuego y en la llama que encendisteis[15]. Y aún Saldrán y verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí, su gusano no morirá, su fuego no se apagará y estarán a la vista de toda carne[16]. Y estas palabras de Jeremías Dad gloria al Señor vuestro Dios antes que oscurezca y avancen vuestros pies sobre montes sombríos[17]. Y nuevamente Oíd esto pueblo necio y sin corazón, tienen ojos y no ven, orejas y no oyen. ¿No me temerán? -dice el Señor- ¿delante de mí, no temblarán, que puse la arena como límite al mar eterno, un mandato eterno, y no traspasará?[18]. Y nuevamente, Tu apostasía te corregirá, y tu malicia te escarmentará; reconoce y ve lo malo y amargo que te es dejarme, dice el Señor. Yo planté una viña fructífera, toda verdadera. ¿Cómo se ha vuelto amarga y bastarda la viña?[19]  Y nuevamente, no me senté en la reunión de los que juegan sino que aparté mi rostro de tu mano. Solitario me senté, porque estaba lleno de amargura[20].Y ¿quién no temblará al escuchar a Ezequiel que dice: Derramaré sobre ti mi furor y completaré mi cólera sobre ti. Voy a juzgarte en tus caminos y retribuiré todas tus abominaciones. No perdonará mi ojo, ni tendré piedad, y entonces conocerás que yo soy el Señor[21]
¿Quién no se llenará de compunción escuchando a Daniel describir tan claramente el día del terrible juicio, cuando dice: Yo Daniel contemplaba hasta que se colocaron unos tronos. Y el anciano de días se sentó.  Su vestidura era blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana.  Su trono, llama de fuego; sus ruedas eran fuego ardiente. Un río de fuego corría, saliendo delante de él. Miles de miles le servían, y miríadas de miríadas asistían ante él. El tribunal se sentó y los libros fueron abiertos[22], es decir las acciones de cada uno. Y nuevamente: Contemplaba en la visión de la noche. Y he aquí que con las nubes del cielo venía como un hijo del hombre. Se digirió hacia el anciano de días y fue llevado a su presencia, y se le dio el imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán.  Y su imperio es un imperio eterno, y su reino es un reino eterno. Y yo Daniel, mi espíritu se estremeció por estas cosas y las visiones de mi cabeza me turbaron[23].

28. ¿Quién no temerá a David que dice: Dios ha hablado una vez, dos veces le he oído, que de Dios es la fuerza; tuyo, Señor, el amor y Tú pagas al hombre de acuerdo a sus obras[24]. Y aún a estas palabras del Eclesiastés: escucha la conclusión, teme a Dios y observa sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal, porque toda obra la emplazará Dios a su juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo[25]?

29. ¿Quién no temblará escuchando cosas semejantes del apóstol: es necesario que todos nos presentemos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo por medio de su cuerpo, el bien o el mal[26].
¿Quién no llorará por nuestra falta de fe y la ceguera de nuestra alma? Porque habiendo escuchado estas cosas, no nos convertimos y no lloramos amargamente nuestra negligencia y nuestra pereza.  Jeremías, habiendo visto esto por adelantado, decía: Maldito el que hace la obra de Dios con negligencia[27], porque si tuviéramos un poco de preocupación por la salvación de nuestras almas, temblaríamos ante las palabras del Señor y nos esforzaríamos en cumplir sus mandamientos, mediante los cuales somos salvados. Y sin embargo, habiendo escuchado al Señor decirnos: entrad por la puerta estrecha que conduce a la vida[28], hemos preferido la ancha y espaciosa que conduce a la perdición. Por eso escucharemos cuando venga del cielo a juzgar a vivos y muertos: Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno que ha sido preparado por el diablo y sus ángeles[29].

30. Y oiremos estas cosas, no por haber hecho el mal, sino por haber descuidado el bien y por no haber amado a nuestro prójimo.  Pero si hemos obrado el bien, ¿cómo podemos soportar ese día quienes somos negligentes? Además el No cometerás adulterio, No matarás, no robarás[30], etc.,  fueron dirigidos a los antiguos por medio de Moisés. Pero, el Señor, sabiendo que la sola observancia de los mandamientos no basta para la perfección del cristiano, dice: En verdad les digo, si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos[31]. Por eso prescribe en toda ocasión la santidad del alma, por medio del cual el cuerpo es también santificado, y el amor sincero hacia todos los hombres. Por estos medios podemos conseguir también el amor a Él . Y Él se ofreció a sí mismo como ejemplo para nosotros, amando hasta la muerte, como también lo han hecho sus discípulos, como se ha dicho ya muchas veces.

Notas:
[1] Si  1, 29- 30
[2] Esta explicación fisiológica se encuentra bastante extendida en la literatura monástica antigua.
[3] Cf. Char  III, 33
[4] 1  Ts  5, 17
[5] Esta es quizá el deseo más ardiente de la vida monástica desde sus inicios: supeditar todo a esta meta, orar incesantemente. De distintas formas se buscó vivir prácticamente este mandato del apóstol.
[6] Rm  8, 35
[7] Rm  8, 38
[8] 2 Co  4, 10- 11
[9] 2 Co  12, 9
[10] 2 Co  12, 10
[11]Cf. Char  III, 54
[12] Dt  32, 22. 25
[13] Dt  32, 41
[14] Is  33, 14
[15] Is  50, 11
[16] Is  66, 24
[17] Jr  13, 16
[18] Jr  5, 21- 22
[19] Jr  2, 19- 21
[20] Jr  15, 17
[21] Ez  7, 4. 9
[22] Dn  7, 9- 10
[23] Dn  7, 12- 15
[24] Sal 61, 12.
[25] Qo 11, 13.
[26] 2 Co 5, 10; cf. Rm 14, 10.
[27] Jr 48, 10.
[28] Mt 7, 13.
[29] Mt 25, 41.
[30] Ex 20, 13.
[31] Mt 5, 20.


Continuará…

23 de julio de 2016


VIDA Y OBRA DE SAN CHÁRBEL




BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN

Andando el tiempo, y en vista de los milagros que hacía y del culto de que era objeto, el P. Superior General Ignacio Dagher se dirigió a Roma en 1925 para solicitar de S.S. el Papa Pío XI la apertura del proceso de beatificación del ermitaño P. Chárbel. Durante la clausura del Concilio Vaticano II., el 5 de Diciembre de 1965, el Papa Paulo IV, le beatificó, con las siguientes palabras: " un ermitaño de la montaña libanesa está inscrito en el número de los Bienaventurados… un nuevo miembro de santidad monástica enriquece con su ejemplo y con su intercesión a todo el pueblo cristiano. El puede hacernos entender en un mundo fascinado por el confort y la riqueza, el gran valor de la pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar el alma en su ascensión a Dios" . El 9 de octubre de 1977 durante el Sínodo Mundial de Obispos, el mismo Papa canonizó al beato Chárbel, elevándolo a los altares con la siguiente formula: " en honor de la Santa e Individua Trinidad para exaltación de la fe católica y promoción de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y nuestra, después de madura deliberación y tras implorar intensamente la ayuda divina… decretamos y definimos que el beato Chárbel Majluf es SANTO, y lo inscribimos en el catálogo de los santos, estableciendo que sea venerado como santo con piadosa devoción en toda la iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo." Enamorado de la Eucaristía y de la Santísima Virgen María, San Chárbel modelo y ejemplo de vida consagrada, es llamado El último de los Grandes Ermitaños. Sus milagros son múltiples y todo aquel que se acerca a su poderosa intercesión, no queda defraudado, recibiendo siempre el beneficio de la Gracia y quedando curado de cuerpo y alma.
"El justo florecerá, como una palmera,
se alzará como un Cedro de Líbano.
Plantado en la Casa del señor." Sal. 91 (92) 13-14

HISTORIA DE VIDA DE UN ERMITAÑO:

CHÁRBEL Nuestro santo nació en Beqakafra, pueblo situado a 140 Kms. De la capital del Líbano, Beirut, un día 8 de mayo del año de 1828; quinto hijo de los Antun Makhlouf y Brigitte Chidiac, piadosa familia de campesinos. Ocho días después de su nacimiento, recibió el bautismo, en la iglesia de Ntra. Sra. en el pueblo, imponiéndole sus padres el nombre de YUSEF. (José) Sus primeros años transcurrieron en paz y tranquilidad, rodeado de su familia y sobre todo de la insigne devoción de su madre, quien toda su vida practicó de palabra y obra su fe religiosa, dando ejemplo a sus hijos que crecieron, así en el santo temor de Dios. A los tres años, el padre de Yusef fue requerido por el ejército turco, que guerreaba en ese momento contra las tropas egipcias. Su padre muere de regreso a casa y su madre pasado un tiempo vuelve a contraer matrimonio con un hombre devoto y bueno, quien eventualmente recibirá la Orden Sacerdotal. Yusef ayudó siempre a su padrastro en todas las ceremonias religiosas, notándose en El desde un principio un raro ascetismo e inclinación a la vida de oración.

INFANCIA

 Yusef aprendió las primeras letras en la escuela Parroquial del pueblo, pequeña habitación contigua a la iglesia. A la edad de 14 años se dedicaba a cuidar un rebaño de ovejas cerca de la casa paterna; de este tiempo datan sus primeras experiencias serias en cuanto a la oración, se retiraba constantemente a una cueva que había descubierto cerca de los pastizales, y ahí pasaba largas horas de meditación, recibiendo muchas veces las burlas de otros muchachos pastores de la región. Aparte de su padrastro (sacerdote), Yusef tenía dos tíos de parte de su madre que eran ermitaños pertenecientes a la Orden Libanesa Maronita, a quienes acudía con frecuencia, pasando largas horas de conversación, referentes a la vocación religiosa y en especial al monacato, que cada vez se hace más significativo para Él.

LA VOCACIÓN

A la edad de 20 años, Yusef es todo un hombre, sostén de su casa, él sabe que pronto deberá contraer matrimonio, sin embargo, se resiste a la idea y tras un periodo de tres años de espera, en los cuales había llegado a escuchar la voz de Dios "Deja todo, ven y sígueme" se decide, y en efecto, sin despedirse de nadie, ni de su mamá, una mañana del año de 1851 se dirige al convento de Ntra. Sra. de Mayfouq, donde será recibido como Postulante y luego como Novicio, llevando una vida ejemplar desde el primer momento, sobre todo en lo referente a la obediencia. Es precisamente cuando Yusef toma el hábito de novicio, cuando renunció a su nombre original escogiendo el de su consagración: CHÁRBEL

ESTUDIOS PARA SACERDOTE

Pasado un tiempo le enviaron al Convento de Annaya, en donde profesó los Votos Perpetuos como monje en 1853. Inmediatamente después, la obediencia le llevó al Monasterio de San Cyprianos de Kfifen ( nombre del pueblo ), donde realizó sus estudios de filosofía y teología, llevando una vida ejemplar en cuanto a la observancia de la Regla de su orden. Fue ordenado sacerdote el 23 de julio de 1859 de manos de Mons. José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad, en la residencia patriarcal de Bkerke. Al poco tiempo de ordenado, el P. Chárbel regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores. Ahí pasó largos años, siempre, como ejemplo de todos sus hermanos de la Orden Libanesa Maronita, y en las más diversas actividades, que incluyeron: el apostolado, el cuidado de enfermos, el pastoreo de almas y el trabajo manual (cuanto más humilde mejor).

EL ERMITAÑO

Así transcurrió su vida en comunidad. Sin embargo, el anhelaba fervientemente el ser ermitaño, para ello pidió autorización al Superior, quien viendo que Dios estaba con Él redactó la autorización solicitada el 13 de febrero de 1875. Desde este momento hasta el día de su muerte ocurrida la víspera de Navidad del año de 1898. En la ermita de los Santos Pedro y Pablo, el P. Chárbel se dedicó al coloquio intimo con Dios, perfeccionándose en las virtudes, en la ascésis, en la santidad heroica, en el trabajo manual, en el cultivo de la tierra, y en la oración (Liturgia de las Horas, 7 veces al día), y en la mortificación de comer una vez al día y llevar silicio. El P. Chárbel alcanzó celebridad después de su muerte, principiando por el prodigio de su cuerpo incorrupto, que sudaba sangre, por prodigios de luz observados y constatados, no sólo por miembros de su orden, sino por el pueblo que empezó a venerarle como a Santo, aún cuando la jerarquía y los superiores habían prohibido su culto, mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto.

Extraido de la V.E. www.encuentra.com


Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.


Diálogo Ascético
(Continuación)

Texto
  11. Este es el signo del amor de Dios. Y el diablo no habiéndolo podido persuadir de transgredir el mandamiento de ese amor a Dios, mediante lo que le prometió, se esforzó, obrando por medio de los impíos judíos, para que, regresado del desierto, transgrediera el mandamiento del amor al prójimo.

 Por esa razón, mientras enseñaba las sendas de la vida y mostraba con su ejemplo un modo celestial de vivir, y anunciaba la resurrección de los muertos y la vida eterna y el reino de los cielos prometido a los creyentes, y amenazaba a los incrédulos con el castigo eterno, y, mostrando magníficos signos divinos para confirmar lo dicho, llamaba a las multitudes a la fe, el demonio movió en su contra a los impíos fariseos y escribas, que urdían variadas maquinaciones contra él, a fin de que, no pudiendo soportar las pruebas, como él pensaba, se volviese con odio contra quienes lo insidiaban. De este modo el malvado alcanzaría su fin, habiéndolo inducido a transgredir el mandamiento del amor al prójimo.

  12. Pero el Señor conociendo los pensamientos del diablo, porque era Dios, no odió a los fariseos instigados por aquel (¿cómo podría, siendo por naturaleza bueno?), sino que, mediante el amor hacia ellos, se vengaba de quien los instigaba. Y a aquellos que siendo instigados contra él, a aquellos que aunque capaces de resistir, habían soportado por vileza voluntariamente a quien los instigaba, Él los amonestaba, condenaba y reprendía, no cesando de obrar el bien. Blasfemado, perseveraba con magnanimidad; sufriendo, soportaba, mostrando todas las obras del amor hacia ellos, mientras que con el amor hacia los instigados se vengaba del instigador. ¡Oh, combate paradójico!, muestra amor en vez de odio y arroja con la bondad al padre de la maldad. Por eso, habiendo sufrido tales males a causa de aquellos, o para hablar más verdaderamente: por medio de aquellos, luchó humanamente hasta la muerte por el mandamiento del amor, y reportada una perfecta victoria sobre el diablo, se ciñó por nosotros la corona de la resurrección. Y así el nuevo Adán renovó al antiguo.  Es esto lo que dice el divino Apóstol: Tengan en ustedes los mismo sentimientos que Cristo Jesús[1], etc.

13. Este era es el fin del Señor: hecho hombre por nosotros, obedeció al Padre hasta la muerte, guardando el mandato del amor. Y se vengó del diablo, sufriendo por él por medio de los escribas y fariseos instigados por él. Y así, dejándose vencer voluntariamente, venció a aquel que esperaba vencer y arrancó el mundo de su dominio. De este modo, Cristo fue crucificado por su debilidad[2], y por medio de esta debilidad mató a la muerte y aniquiló al que tenía el imperio de la muerte[3]. De la misma manera, Pablo era débil y se gloriaba en sus debilidades para que reposase en él la fuerza de Cristo[4].

14. Conociendo el modo de esta victoria, decía escribiendo a los efesios: no es su lucha contra de la carne y la sangre que tienen que luchar, sino contra los principados y las potencias[5], etc. A todos los que mantienen la guerra contra los enemigos invisibles, los exhortaba a revestirse con la coraza de la justicia, el casco de la esperanza, el escudo de la fe y la espada del espíritu[6], para que puedan extinguir todos los dardos encendidos del malvado.   Y mostrando con el ejemplo la manera de luchar, decía: Yo corro así, no inciertamente; es así que yo pego, pero sin pegar en el aire, sino que mortifico mi cuerpo y lo esclavizo, para que, habiendo proclamado a los otros, no sea yo mismo reprobado[7]. Y aún hasta esta hora sufrimos el hambre, la sed, la desnudez, y nosotros mismo somos maltratados[8].  Y también dijo: ...en trabajo y fatiga, vigilias frecuentes, frío y desnudez, y sin hablar del resto[9].

15. Luchó en este combate contra los demonios que excitan los placeres carnales, usando la debilidad de su propia carne para ponerlos en fuga. Pero, para otros demonios que combaten por fomentar el odio, y a este efecto excitan a los negligentes, contra los piadosos, para que tentados por aquellos, los odien y así transgredan el mandamiento del amor, nuevamente, mostrándonos el modo de vencer, con las obras, dice: Injuriados, bendecimos; perseguidos, soportamos; calumniados, consolamos. Hemos llegado a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos[10].
 Eran los demonios quienes sugerían que lo injuriasen, blasfemasen y persiguiesen, para moverlo a odiar a los que lo injuriaban, blasfemaban o perseguían, teniendo por fin el que transgrediese el mandamiento del amor. Pero el apóstol, no desconociendo sus pensamientos, bendecía a los que lo injuriaban, soportaba a los que lo perseguían, y a los que blasfemaban los exhortaba a apartarse de los demonios que los instigaban y a reconciliarse con el buen Dios. Y por este tipo de victoria, vencía a los instigadores, venciendo el mal siempre con el bien[11], a imitación del Salvador. Así él y los demás apóstoles reconciliaron todo el mundo con Dios, liberándolo de los demonios, venciendo a través de la derrota a los que esperaban vencer.
Si tú también, hermano, alcanzas este fin, podrás amar a los que te odian; de modo contrario es imposible.

16 El hermano dijo: “En verdad, padre, es así y no de otro modo. Y por esto el Señor, blasfemado, abofeteado y sufriendo todas las otras cosas que sufrió de parte de los judíos, soportaba, teniendo piedad de aquellos como ignorantes y extraviados. Por eso también dijo sobre la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen[12]. Y triunfando sobre la cruz, sobre la perfidia y el engaño del diablo y sus secuaces, luchando hasta la muerte a causa de ellos, como dijiste, por el mandamiento del amor, nos concedió la victoria contra ellos, y destruyendo el imperio de la muerte, dio a todo el mundo su resurrección para la vida.
Ora por mí, padre, para que tenga fuerza para comprender perfectamente el fin del Señor, y de sus apóstoles y pueda ser sobrio en los tiempos de la tentación, y no ignorar los designios del diablo y sus demonios.

17. El anciano respondiendo, dijo: "si meditas siempre lo que hemos dicho, podrás no ignorarlos.  Pero si también comprendes que como tú eres tentado, también lo es tu hermano; y si perdonas al que es tentado y te opones al que quiere tentarte, moviéndote a odiar al que es tentado, no obedeciendo sus maquinaciones.  Este es lo que dice Santiago, el hermano del Señor, en las cartas católicas: Sométanse a Dios, opóngase al diablo y él huirá de vosotros[13]. Y si meditas, como he dicho, continua y vigilantemente lo expresado, podrás conocer el fin del Señor y sus apóstoles, amar a los hombres y compadecerte de los que caen, y luchar incesantemente contra los malvados demonios, mediante el amor.
 Pero si, por el contrario, somos negligentes, perezosos, despreocupados y oscurecemos la razón por lo placeres carnales, combatiremos, no en contra de los demonios, sino contra nosotros mismos y contra los hermanos; por estas cosas cuidamos, más bien, de los demonios, combatiendo por ellos contra los hombres".

18. El hermano dijo: "Así es, padre, y en verdad los demonios siempre toman de mi negligencia ocasiones contra mí, pero te ruego padre, que me digas cómo debo adquirir la sobriedad
  El anciano respondió: "El perfecto abandono de las cosas terrenas y la continua meditación de las divinas escrituras llevan el alma al temor de Dios, y el temor de Dios lleva a la sobriedad. Y entonces el alma empieza a ver a los demonios que la combaten mediante pensamientos y los rechaza. De ellos decía David: Y mi ojo vio a mis enemigos[14].  También Pedro, el príncipe de los apóstoles, incitando a sus discípulos a esta lucha, decía: estad sobrios y vigilad porque nuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente buscando a quien devorar, resístanle firmes en la fe[15].  Y también el Señor: Velad y orad, para no caer en tentación[16].  El Eclesiastés dice: Si un espíritu del que tiene poder viene sobre ti, no abandones tu lugar[17]. El lugar del nous es la virtud, la ciencia y el temor de Dios. El admirable Apóstol, con gran sobriedad y luchando valerosamente, decía: Andando en la carne, no militamos según la carne; las armas de nuestra militancia no son carnales sino poderosas, por la fuerza de Dios, para destruir las fortalezas; abatiendo los pensamientos malvados y toda exaltación que se levanta en contra del conocimiento de Dios, sujetando todo pensamiento a la obediencia de Cristo y estando prontos a vengar toda desobediencia[18].
Si tú imitas a los santos y te consagras esforzadamente a Dios, tendrás la sobriedad".

19. El hermano preguntó: "¿Qué cosa he de hacer, padre, para estar consagrado incesantemente a Dios?"
  El anciano respondió: "Es imposible al nous consagrarse perfectamente a Dios si no adquiere estas tres virtudes: el amor, la continencia y la oración.
 El amor amansa la ira, la continencia a la concupiscencia, y la oración aparta del nous todos los pensamientos y lo ofrece, desnudo al Señor. Estas tres virtudes comprenden todas las otras; y sin ellas, el nous no puede consagrarse a Dios.

20. El hermano dijo: "Te suplico, padre, que me enseñes cómo el amor amansa la ira".
 El anciano respondió: "Porque es propio del tener misericordia, hacer el bien al prójimo, ser magnánimo hacia él, soportar sus ofensas, como hemos dicho muchas veces.  El amor, teniendo estas cosas, amansa la ira de quien la ha adquirido".
 El hermano dijo: "no son pequeñas sus obras, y feliz el que pueda conseguirlo.  Yo en verdad, estoy lejos de él (el amor).  Y ahora, te ruego padre, que me digas qué es ser longánimo".
Continuará…


Notas:
[1] Flp  2, 5
[2] 2 Co 13, 4
[3] Hb 2, 14
[4] 2 Co 12, 9
[5] Ef  6, 12
[6] Ef  6, 11
[7] 1 Co 9, 26- 27
[8] 1 Co 4, 11
[9] 2 Co 11, 27
[10] 1 Co 4, 12- 13
[11] Rm 12, 21
[12] Lc  23, 34
[13] St  4, 7
[14] Sal  53, 9
[15] 1 P  5, 8
[16] Mt  26, 41
[17] Si  10, 4
[18] 2 Co  10, 3- 6


20 de julio de 2016

Iniciamos la presentación de algunos textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.

Diálogo Ascético
Texto

1. Un hermano interrogó a un anciano, diciéndole: "Te suplico, padre, que me digas cuál era el fin[1] de la encarnación del Señor".
  El anciano, respondiendo, dijo: "Me asombro de ti, hermano que, escuchando cada día el Símbolo de la Fe, me interrogas acerca de esto. Pero te digo que el fin de la encarnación del Señor era nuestra salvación".
  El hermano dijo: "¿Cómo dices, padre?
  Respondió el anciano: "Después que el hombre, creado en el principio por Dios y puesto en el Paraíso, hubo transgredido el mandamiento, fue sometido a la ruina y a la muerte. Luego, a pesar de ser guiado por la variada providencia de Dios de generación en generación, siguió progresando en el mal y, por las diversas pasiones de la carne fue llevado a desesperar de la vida. Por esto el Hijo  unigénito de Dios, el Logos de Dios Padre, anterior al tiempo, la fuente de vida y de la inmortalidad, se nos manifestó a los que yacíamos en tinieblas y en la sombra de la muerte[2] y, encarnándose del Espíritu Santo y de la Santa Virgen, nos mostró la conducta de la vida divina, dándonos los santos mandamientos, prometiendo el Reino de los Cielos a aquellos que viviesen de acuerdo con estos, y el castigo eterno a los transgresores. Y, sufriendo la Pasión salvífica y resucitando de entre los muertos nos concedió la esperanza de la resurrección y de la vida eterna, liberándonos, por medio de la obediencia, de la condena del pecado original, anulando con la muerte, el poder de la muerte[3], para que, así como todos mueren en Adán, de esa manera todos sean vivificados en él[4].  Y subiendo a los cielos, sentándose a la derecha del Padre, envió al Espíritu Santo como prenda de Vida, para iluminación y santificación de nuestras almas y para el auxilio de los que, a causa de su propia salvación, luchan por observar sus mandamientos. Éste era, para decirlo resumidamente, el fin de la encarnación del Señor.

   2. El hermano dijo: "Quiero escuchar, brevemente, cuáles son los mandamientos que debo observar para ser salvado por ellos."
  El Anciano respondió: "El Señor mismo dijo a los Apóstoles luego de su Resurrección:Vayan y enseñen a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo cuanto les he mandado[5]. Es necesario que todo hombre bautizado en el nombre de la Vivificante y Divina Trinidad guarde todo cuanto les he mandado. Por esto el Señor unió la observancia de todos los preceptos a la fe recta, sabiendo que es imposible que uno privada del otro pueda salvar al hombre. También por eso David, poseyendo una fe recta, dijo al Señor: Me dirigí a todos tus mandamientos y odié toda senda de injusticia[6]
Pues todos los mandamientos nos han sido dados por el Señor contra toda senda de iniquidad, y si uno solo es transgredido conduce a la senda opuesta, la del vicio.

  3. Dijo el hermano: "¿Quién, padre, puede guardar todos los mandamientos, siendo tantos?
  El anciano le respondió; "el que imita al Señor y sigue sus pasos"
  Dijo el hermano: ¿Y quién puede imitar al Señor? El Señor era Dios, aún si también se hizo hombre, pero yo soy un hombre pecador y esclavizado por innumerables pasiones, ¿cómo puedo, pues, imitar al Señor?
  El anciano respondió: "ninguno de los que están esclavizados por la materia del mundo puede imitar al Señor, sino sólo aquellos que pueden decir: He aquí que hemos dejado todo, y te hemos seguido[7]. Ellos reciben la fuerza para imitar al Señor y guardar todos sus mandamientos"
  Dijo el hermano: "¿qué fuerza?"
  Respondió el anciano: "Escucha a quien dice: He aquí que les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre toda potencia del enemigo, y nada les podrá dañar...’ [8]"

   4. Pablo, recibiendo esa fuerza y poder decía: "Háganse imitadores míos, como yo lo soy de Cristo"[9] y también, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los cuales andan no según la carne sino según el Espíritu[10]y también: los que son de Cristo crucificaron la carne junto con las pasiones y las concupiscencias[11], o para mí el mundo está crucificado y yo al mundo[12].

  5. Acerca de esta facultad y de esta ayuda dijo David, profetizando: El que reside al abrigo del Altísimo habitará bajo la protección del Dios del Cielo. El dirá al Señor: ‘Eres mi protector y mi refugio, Dios mío, confiaré en El’[13].
 Y más adelante: caminarás sobre áspides y serpientes,  pisarás al león y a la serpiente; porque ha ordenado a sus ángeles velar sobre ti, guardarte en todos tus caminos[14].
 Pero escucha, qué cosas oyen de Él, quienes están adheridos a la carne y aman la materia del mundo: El que ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí[15], y poco después: El que no toma su Cruz y me sigue, no es digno de mí y Aquel que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo[16].  El que desea ser su discípulo, ser encontrado digno de Él y recibir de Él el poder contra los espíritus del mal debe apartarse de toda relación carnal y despojarse de toda pasión material; así luchará contra los enemigos invisibles por sus  mandamientos; así como el mismo Señor se nos ofreció como ejemplo, cuando en el desierto fue tentado por el jefe de aquellos ‘los espíritus de mal’ y cuando venido al mundo ‘fue instigado’ por los poseídos por él.

6. Y el hermano dijo "son muchos, padre, los mandamientos del Señor, ¿quién puede tenerlos presentes a todos en el nous, para luchar por ellos?  ¡Cuánto más yo, pobre de nous! Me gustaría oír una breve exposición para poder retenerla y así, mediante ella, ser salvado".
  El anciano respondió: Aunque son muchos, hermano, están resumidos en un mandamiento: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como ti mismo[17]. Quien luche por guardar esta palabra, cumple a la vez con todos los mandamientos. Quien no se ha desprendido de las pasiones de las cosas materiales, como se ha dicho, no puede amar verdaderamente ni a Dios ni al prójimo, porque es imposible estar apegado a la materia y amar a Dios al mismo tiempo.  Y esto es lo que dice el Señor: Nadie puede servir a dos señores...[18] y...nadie puede servir a Dios y a Mammón[19]. Nuestro nous está adherido a las cosas del mundo, en la medida en que es esclavizado por ellas y, transgrediendo el mandamiento de Dios, lo desprecia.

   7. El hermano dijo: "¿de qué cosas hablas padre?"
 El anciano respondió: "del alimento, las posesiones, las riquezas, los parientes, las alabanzas y del resto”.
 Dime padre: ¿acaso no creó Dios estas cosas y se las dio a los hombres para su uso?; ¿cómo, entonces, quiere que se abstenga de ellas?".
  El anciano respondió: "Es claro que Dios creó estas cosas y las dio a los hombres para su uso. Y todas las cosas creadas por Dios son buenas, para que usando de ellas rectamente, agrademos a Dios. Pero nosotros, que somos débiles y terrenales (materiales) en la mente, preferimos las cosas materiales al mandamiento del amor; y, adheridos a aquellas, combatimos a los hombres;  mientras que deberíamos preferir[20] el amor por todos los hombres a todas las cosas visibles, y aún a nuestro cuerpo. Esta preferencia es signo de nuestro amor a Dios, como el mismo Señor nos muestra en los Evangelios: El que me ama guardará mis mandamientos[21]y cuál es el precepto que nos llevará a amarlo, escúchalo de sus propias palabras: éste es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros[22].
   ¿Ves que el amor mutuo produce el amor a Dios, el cual es el cumplimiento de todos el mandamiento de Dios?[23]. Por esto Él manda que el que desea ser su discípulo no se apegue a estas cosas, sino que renuncie a todo lo que posee[24].

   8 El hermano dijo: "has dicho, padre, que debemos preferir el amor a todo hombre, sobre el amor a las cosas visibles, incluso al cuerpo. Pero, ¿cómo puedo amar al que me odia y rechaza? Y si me envidia, me lanza injurias, prepara engaños y me tiende insidia, ¿cómo podré amarlo? Me parece que esto es imposible por naturaleza, padre, porque el dolor del sufrimiento nos fuerza naturalmente a rechazar al que nos aflige".
    El anciano respondió: "es verdaderamente imposible a los reptiles y a las bestias feroces, que son conducidas por la naturaleza, oponerse, mientras pueden, a aquel que las hace sufrir; pero aquellos que han sido creados a la imagen de Dios, y que son conducidos por la razón y que han sido hechos dignos de conocer a Dios, y que han recibido de Él su ley, es posible no rechazar a los que los afligen, y amar a los que los odian.  Por eso el Señor dice: Amen a sus enemigos, Hagan el bien a los que los odian...[25]etc. Manda esto no como algo imposible sino como posible; si así no fuera, no castigaría al transgresor. Esto nos lo manifiesta el mismo Señor, mostrándolo con sus mismas obras, y también todos sus discípulos, quienes lucharon hasta la muerte por el amor al prójimo y oraron fervientemente por sus asesinos.
Pero como nosotros, que somos amantes de la materia y de los placeres, preferimos estas cosas al mandamiento, por eso no podemos amar a los que nos odian. Por el contrario, muchas veces, incluso nos oponemos a los que nos aman, y a causa de esto somos peores que las bestias salvajes y los reptiles. Y por eso, no pudiendo seguir las huellas de Dios, somos también incapaces de conocer su fin, cuyo conocimiento sería nuestra fuerza.

  9. El hermano dijo: "he aquí, padre, que he dejado todo, parentela, bienes, placeres y la gloria del mundo y nada poseo en la vida, excepto mi cuerpo; y aún no puedo amar al hermano que me odia y me rechaza, aunque me esfuerzo por no devolverle el mal por mal.  Dime qué necesito hacer para que pueda amarlo de corazón, aún si de algún modo me aflige e insidia".
  El anciano respondió: "Es imposible que alguien ame al que lo aflige, aunque le parezca haber renunciado a las cosas del mundo, a menos que conozca verdaderamente el fin del Señor.
 Pero si el Señor le ha concedido poder conocerlo, y si se empeña en andar según él (ese fin), podrá amar de corazón al que lo odia y aflige; como los apóstoles, que lo conocían, lo amaron.

 10. Dijo el hermano:.. “deseo, padre, conocer cuál era el fin del Señor"
  Respondió el anciano: "Si quieres conocer el fin del Señor, escucha con inteligencia: Nuestro Señor Jesucristo, siendo Dios por naturaleza, se dignó hacerse hombre por amor al hombre[26], nacido de una mujer y bajo la ley, según dice el divino apóstol[27]para que el hombre, guardando el mandamiento, anulase la antigua maldición de Adán. Sabiendo el Señor que toda la ley y los profetas penden de los dos preceptos de la ley: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y al prójimo como ti mismo[28], se esforzó desde el principio hasta el fin en observarlos humanamente.  Y aquel que en el principio engañó al hombre y por eso tuvo el imperio de la muerte, el diablo, viendo a aquel de quien el Padre da testimonio en el bautismo, y recibiendo del cielo, en tanto hombre el Espíritu Santo connatural a Él; y yendo al desierto para ser tentado por él, concentró contra Él todo su combate, por si pudiese hacer que antepusiera la materia del mundo al amor a Dios.  Sabiendo el diablo que existen tres cosas por las cuales toda la humanidad es turbada, a saber: el alimento, las riquezas y el honor, y por medio de las cuales condujo siempre a los hombres a los abismos de la perdición; en estas tres cosas lo tentó en el desierto.  Pero nuestro Señor, manifestando ser más fuerte que ellas, ordenó al demonio retirarse.

Continuará…

Notas:
[1] “Skópos” puede ser traducido como fin u objetivo.
[2] Is  9, 2 ; Mt  4, 16
[3] Hb  2, 14
[4] 1 Co  15, 24
[5] Mt  28, 19- 20
[6] Sal  118, 129
[7] Mt 19, 27
[8] Lc  10, 19
[9] Flp  3, 17
[10] Rm  8, 1
[11] Ga  5, 24
[12] Ga 6, 14
[13] Sal  90, 1- 2
[14] Sal 90, 11- 13
[15] Mt  10, 37
[16] Lc  14, 33- 34
[17] Mc  12, 30
[18] Mt  6, 24
[19] Lc  16, 13
[20] La temática de la preferencia es muy recurrente en las Centurias sobre la Caridad. Amar a Dios es preferirlo al mundo, y lo mismo sucede con el amor a los hombres. Cf., tan sólo a modo de ejemplo: Char I, 1,4. Por el contrario el pecado consiste en anteponer el amor al mundo y a la materia al amor a Dios. Cf. I, 5, 7, 8.
[21] Jn 14, 15
[22] Jn 15, 12
[23] Rm  13, 10
[24] Aquí se ve con claridad el orden de los distintos planos. La liberación de la materia lleva al amor al prójimo; y éste, al amor a Dios. Por el contrario, la adhesión a las cosas materiales lleva a combatir al prójimo y, así, a faltar al amor a Dios.
[25] Mt  5, 44; Lc  6, 27
[26] “philanthropía”
[27] Ga  4, 4
[28] Mt  22, 37-40