20 de julio de 2016

Por el bautismo
renacemos en Cristo

De la Apología primera de San Justino, mártir, a favor de los cristianos
 Lectura bíblica: Ti 3, 3 – 7; He 18, 7 - 8

San Justino (¿ - 167)
Nació en Flavia Neápolis, una ciudad romana de Palestina situada donde antes quedaba la antigua Siquem; sus padres fueron paganos y él se dedicó al estudio de los grandes pensadores griegos de la antigüedad.
Fue un intelectual consagrado a la búsqueda de la verdad. El heroísmo de los mártires cristianos provocó su conversión al cristianismo. A partir de ahí, puso sus grandes conocimientos al servicio de la fe. En Roma fundó una escuela en tiempos del emperador Marco Aurelio (138-161).
De sus numerosos escritos apenas se conservan dos libros suyos en defensa de la fe cristiana, uno dirigido a los paganos y otro a los judíos.
Trata de aprovechar todo lo valioso que encuentra en los antiguos pensadores, poetas e historiadores griegos, en quienes descubre destellos de la Verdad de Cristo. “Cuanto de bueno está dicho en todos ellos nos pertenece a nosotros los cristianos”, argumentaba San Justino, pues para él la Verdad era una sola y encontraba su plenitud en Cristo. Por maquinaciones de un adversario tuvo que comparecer ante el Prefecto de Roma y por el delito de confesar su fe cristiana fue condenado a muerte con otros seis compañeros suyos. Este importante Padre del siglo II fue un laico. Sus obras las compuso en griego.

Comentario

Este precioso testimonio del siglo segundo trae a nuestra memoria aquella primera etapa de la Iglesia, en la que los aspirantes al bautismo se acercaban a las aguas bautismales tan sólo después de asimilar una sólida catequesis y haber dado señales de conversión. Tras  la conversión venía el bautismo, como sello de un compromiso cristiano definitivo.
En una situación tan diferente como es la de hoy, en que los mismos bautizados necesitan de conversión, valga al menos recordar la recomendación del Catecismo de la Iglesia Católica: “El Bautismo de niños exige un catecumenado posterior al bautismo. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción que siga al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona.” (1231)
En cuanto bautizados nos toca por tanto vivir la gracia bautismal, haciendo un continuo esfuerzo de conversión personal y profundización en los contenidos fundamentales de la fe.
Vamos ahora a explicar cómo nos consagramos a Dios los renovados por Cristo. A todos los que han aceptado como verdadero lo que les hemos enseñado y explicado, y se han comprometido a vivir según estas enseñanzas, se los exhorta a que pidan perdón a Dios de los pecados cometidos, con oraciones y ayunos, y nosotros nos unimos también a sus oraciones y ayunos.
Después los conducimos hasta el lugar donde se halla el agua bautismal, y allí son regenerados del mismo modo que lo fuimos nosotros, es decir, recibiendo el baño de agua en el nombre del Padre, Dios y Señor de todos, y de nuestro salvador Jesucristo y del Espíritu Santo. Jesucristo dijo, en efecto: El que no nace de nuevo no podrá entrar en el reino de los cielos. Y para todos es evidente que no es posible que, una vez nacidos, volvamos a entrar en el seno materno.
También el profeta Isaías nos enseña de qué manera apartan de sí el pecado los que han faltado y se arrepienten. He aquí sus palabras: Lávense, purifíquense, aparten de mi vista sus malas acciones. Dejen de obrar mal, aprendan a obrar bien; busquen lo que es justo, hagan justicia al oprimido, defiendan al huérfano, protejan a la viuda. Entonces, vengan, y arreglaremos cuentas dice el Señor: Aunque sus pecados sean colorados , blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como púrpura, se volverán como lana blanca. Pero, si no saben obedecer; la espada los comerá. -Lo ha dicho el Señor-.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto. En nuestro primer nacimiento, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte y por una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección, y consigamos por el agua, el perdón de los pecados anteriormente cometidos, se pronuncia sobre aquel que quiere ser regenerado y está arrepentido de sus pecados el nombre del Padre, Señor y Dios de todos; y éste es el único nombre que aplicamos a Dios, al llevar a la piscina bautismal al que va a ser bautizado.Nadie hay, en efecto, que pueda llamar por su nombre propio al Dios inefable, y, si alguien se atreviese a decir que puede ser capaz de ello, daría pruebas de una locura sin remedio.
Este baño se llama iluminación, porque son iluminadas las mentes de los que aprenden estas cosas! Pero, además, el que es iluminado es también lavado en el nombre de Jesucristo (que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato), y en el nombre del Espíritu Santo, que anunció de antemano, por boca de los profetas, todo lo referente a Jesús.


No hay comentarios:

Publicar un comentario