30 de enero de 2017

Continuación…



Textos de San Máximo El Confesor

Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.



Centurias sobre la Caridad

Primera Centuria
71
La caridad perfecta no escinde la única naturaleza de los hombres según sus diversas disposiciones; sino que, mirando siempre a ésta sola, ama de igual modo a todos los hombres: a los virtuosos los ama como amigos, a los malos como enemigos, haciéndoles el bien y teniéndoles paciencia y soportando lo que recibe de parte de ellos, no pensando mal en ningún modo, sino sufriendo por ellos, si la ocasión lo requiere, para hacerlos también a ellos amigos, si es posible. En caso contrario no se aparta tampoco de la propia buena intención, mostrando siempre los frutos de la caridad hacia todos los hombres igualmente. Por esto, el Señor y Dios nuestro Jesucristo, mostrando su caridad hacia nosotros, sufrió por toda la humanidad y dio a todos igualmente la esperanza de la resurrección; aún si cada uno se hace digno de la gloria o del castigo.

72
El que no desprecia gloria y deshonra, riqueza y pobreza, placer y tristeza, no ha adquirido aún la caridad perfecta; la caridad perfecta no sólo desprecia estas cosas, sino también la misma vida temporal y la muerte.


73
Escucha lo que dicen los que fueron hechos dignos de la caridad perfecta: ¿Quién nos separará  del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Como está escrito, a causa tuya somos entregados a la muerte todo el día; fuimos considerados como destinados al matadero. Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria por medio de Aquel que nos amó.  Estoy persuadido que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni las potencias ni el presente ni el futuro, ni la altura ni la profundidad, ni ninguna otra creatura podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor[1]. Esto dicen y hacen todos los santos acerca del amor a Dios.

74
Escucha, nuevamente, lo que dicen acerca del amor al prójimo: Digo la verdad en Cristo, no miento, y testimonia en mi favor también mi conciencia en el Espíritu Santo; tengo mucha tristeza y una pena continua, en mi corazón. Desearía ser yo mismo separado de Cristo por mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas[2], etc. Así también Moisés[3] y los otros santos.

75
El que no desprecia gloria, placer y la avaricia, que hace crecer estas pasiones y surge por medio de ellas, no puede cortar las ocasiones de la ira; y el que no las corta, no puede alcanzar la caridad perfecta.

76
Humildad y sufrimiento libran al hombre de todo pecado: aquella extirpa las pasiones del alma, ésta las del cuerpo. También el bienaventurado David hace claramente esto, cuando suplica a Dios diciendo: Mira mi humildad y mi fatiga, y perdona todos mis pecados[4].

77
Por medio de los mandamientos el Señor hace imperturbables a aquellos que los practican,  y por medio de las doctrinas divinas les concede la iluminación del conocimiento.

78
Todas las doctrinas son o acerca de Dios o acerca de las cosas visibles o invisibles o acerca de la providencia y al juicio divino respecto a ellas[5].


79
La limosna cura la parte irascible del alma, el ayuno doma la concupiscencia, la oración purifica al nous y lo prepara a la contemplación de los seres. Para las potencias del alma el Señor nos ha dado también los mandamientos.

80
Aprended de mí, dice, que soy manso y humilde de corazón[6], etc. La mansedumbre mantiene a la parte irascible imperturbada; la humildad libra al nous de la presunción y de la vanagloria.

81
Doble es el temor de Dios: el primero es engendrado en nosotros por las amenazas del castigo y por medio de él nacen en nosotros progresivamente el dominio de sí, la paciencia, la esperanza en Dios y la imperturbabilidad, de la cual (nace) la caridad; el segundo está unido a la misma caridad y produce continuamente en el alma la reverencia, para que la confianza de la caridad no llegue al desprecio de Dios.

82
La caridad perfecta expulsa al primer temor del alma que la ha alcanzado, no temiendo más el castigo. En cambio, está siempre unida al segundo, como se ha dicho. Al primer temor corresponde este pasaje: Por el temor del Señor cada uno se aparta del mal, y: El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor[7]. Al segundo, este: El temor del Señor es santo, permanece por los siglos de los siglos, y: Nada falta a quienes le temen[8].

83
Mortificad vuestros miembros que están sobre la tierra: fornicación, impureza, pasión, malos deseos y avaricia[9], etc. Llamó tierra al pensamiento de la carne; decía fornicación al pecado de obra;  llamó impureza al consentimiento; designó pasión al pensamiento pasional; malos deseos a la aceptación sola del pensamiento del deseo; llamó avidez a la materia que engendra y hace crecer la pasión. A todos estos, en cuanto son miembros del pensamiento de la carne, mandó mortificar el divino Apóstol.

84
En primer lugar la memoria lleva al nous el pensamiento simple y, perdurando éste, excita la pasión; no siendo suprimida ésta, pliega el nous al consenso; sucedido éste, llega luego al pecado en acto. El sapientísimo Pablo, escribiendo a los Gentiles convertidos, manda eliminar en primer lugar el efecto del pecado y luego, retrocediendo en orden, subir a la causa. Y la causa es, como se ha dicho, la avaricia que engendra y hace crecer la pasión. Pienso que así se indica la gula, como madre y nutriz de la fornicación. Y la avidez es  un mal no sólo respecto a las riquezas, sino también respecto a los alimentos; como el dominio de sí es bueno no sólo respecto a los alimentos, sino también respecto a las riquezas.

 85
Como un pájaro atado al pie apenas comienza a volar es tirado a tierra, arrastrado por la correa; así también el nous que aún no ha alcanzado la imperturbabilidad y vuela hacia el conocimiento de las cosas celestes es tirado a tierra, arrastrado por las pasiones.

86
Cuando el nous se ha librado perfectamente de las pasiones, entonces camina directamente hacia la contemplación de los seres, dirigiéndose hacia el conocimiento de la santa Trinidad.

87
Siendo el nous puro, recogiendo las ideas de las cosas es movido hacia la contemplación espiritual de ellas. Hecho impuro por indolencia, imagina las simples ideas de las otras cosas, pero cuando recibe aquellas humanas, se vuelve a pensamientos vergonzosos o malvados.

88
Cuando jamás un pensamiento mundano perturbe tu nous durante el tiempo de la oración, sabe  entonces que no estás fuera de los confines de la imperturbabilidad.

89
Cuando el alma empieza a sentir su propia buena salud, entonces comienza también a ver simples y sin turbación las imágenes en el sueño.


90
Como la belleza de las cosas visibles atrae a sí el ojo sensible, así también el conocimiento de las cosas invisibles atrae a sí el nous puro: por invisible entiendo las cosas incorpóreas[10].

91
Es gran cosa no sufrir de parte de las cosas, pero mucho más grande es permanecer imperturbable ante sus imágenes. Por esto la guerra de los demonios contra nosotros mediante los pensamientos es más dura que aquella mediante las cosas.
92
Quien ha cultivado bien las virtudes y se ha enriquecido por el conocimiento, viendo claramente las cosas según naturaleza, hace y considera toda cosa según recta razón, no engañándose en modo alguno. Llegamos a ser, pues, virtuosos o malos por el uso racional o irracional de las cosas.

93
Signo de gran imperturbabilidad es que las ideas de las cosas suban siempre simples al corazón, cuando el cuerpo vela y durante el sueño.

94
Con la práctica de los mandamientos el nous se despoja de las pasiones; con la contemplación espiritual de las cosas visibles, de las ideas pasionales de las cosas; con el conocimiento de las cosas invisibles, de la contemplación de las cosas visibles; de aquella, finalmente, con el conocimiento de la santa Trinidad.

95
Como el sol, surgiendo e iluminando al mundo, se muestra a sí mismo y a las cosas iluminadas por él, así también el Sol de justicia surgiendo al nous puro, se muestra a sí mismo y a los principios de todas las cosas que han sido y serán hechas por Él.

96
No conocemos a Dios por su esencia, sino por su magnificencia y por su providencia de los seres; por medio de éstas, como por medio de espejos, comprendemos su infinita bondad, sabiduría y potencia.

97
El nous puro se encuentra en las ideas simples de las cosas humanas o en la contemplación natural de las cosas visibles o en aquella de las invisibles, o en la luz de la santa Trinidad.

98
El nous que ha llegado a la contemplación de las cosas visibles busca sus principios naturales o aquello que las cosas significan o investiga su misma causa.

99
Dándose a la contemplación de las cosas invisibles, busca sus principios naturales y la causa de su origen y aquello que está en relación con ella y qué providencia y juicio exista en torno a ellas.

100
Llegado a Dios, inflamado por el vivo deseo, busca en primer lugar los principios  en torno a su esencia, pero no encuentra apaciguamiento en aquello que le es propio: esto es realmente imposible y negado igualmente a toda naturaleza creada. Y es apaciguado entonces por aquello que está en torno a Él, es decir, cuanto respecta a la eternidad, la infinitud, la inmensidad, la bondad, la sabiduría y la potencia que crea, provee y juzga los seres. Y de Él sólo esto es comprensible: la infinitud, y el hecho mismo de no conocer nada es un conocimiento superior alnous, como han dicho los teólogos Gregorio[11] y Dionisio[12].


Notas:
[1]Rm  8, 35- 39.
[2] Rm  9, 1-3.
[3] Cf. Ex  32, 31 ss.
[4] Sal  24, 18.
[5] En la introducción se señaló ya el trasfondo evagriano de esta afirmación.
[6] Mt  11, 29.
[7] Pr  15, 27 y 1, 7.
[8] Sal 18, 10 y 33, 10.
[9] Col  3, 5.
[10] Evagrio dice: “Igual que la piedra de Magnesia, por su potencia natural, atrae el hierro a sí, de la misma manera el santo conocimiento atrae naturalmente a sí al nous puro”. Kepahalaia Gnostica  II; 34, p. 75.
[11] Gregorio de NacianzoOrat. 38, 7 (PG 36, 317c y 628a).
[12] Pseudo-DionisioEp. 1-5 (PG 3, 1065-1076).


CONTINUARÁ...

25 de enero de 2017



TEXTOS DE SAN MÁXIMO EL CONFESOR



CENTURIAS SOBRE LA CARIDAD
( Continuación )

Primera Centuria

49
No ensucies tu nous tolerando pensamientos de concupiscencia y de ira, a fin de que, cayendo de la oración pura, no sucumbas al espíritu de acedia[1].

50
El nous pierde la libre familiaridad[2] con Dios, cuando se hace compañero de pensamientos malvados e impuros.

51
El insensato, llevado por las pasiones, cuando es movido por la ira se turba, se apresura en huir irracionalmente de los hermanos[3]. Cuando luego es encendido por la concupiscencia, cambiando de parecer corre de nuevo a su encuentro. El sabio, en cambio, hace lo contrario en ambos casos. En cuanto a la ira, quitadas las causas de la turbación, se libra de la tristeza hacia los hermanos; en cuanto a la concupiscencia, domina el impulso y el encuentro irracional.

52
En el tiempo de las tentaciones no abandones tu monasterio, sino que soporta con coraje las olas de pensamientos y, sobre todo, aquellos de la tristeza y de la acedia. Puesto así providencialmente a prueba mediante las aflicciones, tendrás firme la esperanza en Dios. Pero si te vas, serás hallado reprobado, débil e inconstante.

53
Si no quieres perder la caridad según Dios, no dejes que el hermano se vaya a descansar entristecido por ti y tú no te vayas a descansar entristecido por él; sino ve, reconcíliate con tu hermano y, volviendo, ofrece  a Cristo con conciencia pura y mediante una ferviente oración  el don[4] de la caridad.
54
Si el que posee todos los dones del Espíritu, no posee la caridad, de nada le aprovecha, según el divino Apóstol[5], ¡cuánto empeño debemos mostrar para adquirirla!

55
Si la caridad no hace mal al prójimo[6], quien envidia al hermano y se entristece por su buena fama, y con burlas contamina su reputación o en cualquier modo le tiende maliciosamente insidias, ¿cómo no se hará extraño a la caridad y reo del juicio eterno?

56
Si la plenitud de la ley es la caridad[7], quien guarda rencor hacia el hermano, trama contra él engaños e impreca contra él, y goza de su caída, ¿cómo no será transgresor de la ley y digno del castigo eterno?

57
Si el que calumnia al hermano y juzga al hermano, calumnia la ley y juzga la ley[8] -y la ley de Cristo es la caridad-, ¿cómo el calumniador no cae de la caridad de Cristo y se hace culpable de castigo eterno?

58
No des tu oído a la lengua del calumniador ni tu lengua al oído del malediciente, hablando o escuchando voluntariamente contra el prójimo, a fin de que no caigas de la caridad divina y seas excluido de la vida eterna.

59
No soportes injurias contra tu padre ni animes a quien lo ofende, para que el Señor, encolerizado por tus obras, no te extermine de la tierra de los vivientes.

60
Cierra la boca a quien calumnia a tus oídos, para que no peques junto a él con un doble pecado, habituándote a ti mismo a la funesta pasión y no impidiendo a aquel de hablar contra el prójimo.

61
Yo os digo, -afirma el Señor-: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a aquellos que os odian, orad por aquellos que os tratan mal[9]. ¿Por qué mandó esto? Para liberarte del odio, de la tristeza, de la ira y del rencor, y hacerte digno del grandísimo tesoro de la perfecta caridad; es imposible que la  posea quien no ama por igual a todos los hombres, a imitación de Dios, que ama por igual a todos los hombres y quiere que se salven y lleguen al conocimiento de la verdad[10].



62
Yo os digo: no hagan frente al malvado; pero si alguien te golpea en le mejilla derecha, preséntale también la otra, y se alguno quiere disputar contigo y tomar tu túnica, déjale también el manto, y si alguno te exige andar una milla, anda dos con él[11]. ¿Por qué? Para conservarte sin ira y sin tristeza, y corregir a aquel mediante tu paciencia y conducir a ambos, bueno como es, bajo el yugo de la caridad.

63
De las cosas de las cuales alguna vez hemos tenido impresión llevamos también las imágenes pasionales. Quien vence, pues, las imágenes pasionales, desprecia completamente también las cosas de las cuales nacen las imágenes; porque la lucha contra los recuerdos es tanto más dura que aquella contra las cosas, como el pecar de pensamiento es más fácil que el pecar de obra.

64
De las pasiones, algunas son corporales, otras espirituales. Las corporales toman ocasión del cuerpo; las espirituales, de las cosas externas. La caridad y el dominio de sí  cortan ambas, una las espirituales; el otro, las corporales.

65
De las pasiones algunas pertenecen a la parte irascible, otras a la parte concupiscible del alma. Ambas se mueven por medio de los sentidos, y se mueven cuando el alma se encuentra fuera de la caridad y del dominio de sí.

66
Las pasiones de la parte irascible del alma son más difíciles de combatir que aquellas de la parte concupiscible; por eso como remedio mayor contra aquellas ha sido dado por el Señor el mandamiento de la caridad.

67
Todas las otras pasiones tocan sólo la parte irascible del alma o la concupiscible o la racional, como el olvido y la ignorancia; la acedia, en cambio, aferrando todas las potencias del alma, excita casi todas las pasiones juntas y,  por eso, es la más grave de todas. Dice bien, pues, el Señor, que ha dado el remedio contra ella: Con vuestra paciencia, ganaréis vuestras almas[12].

68
No ofendas nunca a algún hermano, sobre todo sin razón, para que no suceda que, no soportando la aflicción se vaya[13], y no escapes tú, entonces, del reproche de la conciencia, la cual te entristece siempre en el momento de la oración y excluye alnous de la familiaridad divina.


69
No toleres sospechas o personas que son para ti ocasión de escándalo hacia alguno, porque aquellos que en cualquier modo se escandalizan de las cosas que acaecen deliberada o casualmente no conocen el camino de la paz, el cual lleva, por medio de la caridad, al conocimiento de Dios a aquellos que lo aman.

70
No posee aún la caridad perfecta el que aún está adherido a los juicios de los hombres, como el que ama esto y odia aquello por tal o cual motivo, o ahora lo ama, luego lo odia por los mismos motivos.

 Continuará.


Notas:
[1]El significado de acedia es explicado en I, 67.
[2] Traducimos por “libre familiaridad” el significativo término de parrhesía.
[3] Se trata del abandono de la vida monástica, como queda patente en el próximo capítulo.
[4] Mt  5, 24.
[5] Cf. 1 Co  13, 1-3.
[6] Rm  13, 10.
[7] Rm  13, 10.
[8] Sant  4, 11.
[9] Lc  6, 27- 28 (cf. también Mt 5, 44).
[10] 1 Tm  2, 4.
[11] Mt  5, 39- 41.
[12] Lc  21, 19

[13] Cf. I, 51-52 y n. 18.