19 de febrero de 2017




Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras espirituales de San Máximo El Confesor"
-Editorial Ciudad Nueva- Bibilioteca de Patrística.



Centurias sobre la Caridad
Segunda Centuria

51
Cuando veas a tu nous entregado con placer a las cosas materiales y entretenido voluntariamente con sus ideas, sabe entonces que amas a éstas más que a Dios:Donde está tu tesoro, dice el Señor, allí estará también tu corazón[1].

52
El nous que está unido a Dios y se entretiene por largo tiempo con Él mediante la oración y la caridad, se hace sabio, bueno, poderoso, amigo de los hombres[2], compasivo y magnánimo; y, para decirlo simplemente, lleva en sí casi todos los atributos divinos. Alejándose de Él y dándose a las cosas materiales, se hace amante del placer llega a ser bestial, combatiendo por esto a los hombres.

 53
Mundo llama la Escritura a las cosas materiales y mundanos son quienes ocupan alnous en estas cosas, a los cuales dice en modo aún más severo: No améis al mundo ni las cosas del mundo; la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida no vienen de dios, sino del mundo[3], y el resto.

54
Monje es aquel que ha separado el nous de las cosas materiales y persevera unido a Dios mediante el dominio de sí, la caridad, la salmodia y la oración.

55
Criador de ganado es, en sentido espiritual, el hombre práctico: los ganados significan las acciones morales, y por esto Jacob decía: Hombres criadores de ganado son tus siervos[4]. Pastor de ovejas es, en cambio, el hombre contemplativo (gnóstico): las ovejas significan los pensamientos que son pastoreados por el nous a los montes de la contemplación, y por eso: Todo pastor de ovejas es una abominación para los Egipcios[5], es decir, para las potencias adversarias.

56
El nous vicioso, cuando el cuerpo es movido mediante los sentidos a sus propias concupiscencias y placeres, sigue y consiente a las imaginaciones y a los impulsos de éste; el nous virtuoso, en cambio, es dueño de sí y frena las imaginaciones y los impulsos pasionales y, sobre todo, si se empeña como un verdadero filósofo, en hacer mejor sus movimientos.

57
De las virtudes unas son corporales y otras espirituales. Corporales son, por ejemplo, el ayuno, el dormir sobre tierra, el servicio a los otros, el trabajo manual para no ser carga a ninguno o para distribuir los beneficios, etc.  Espirituales son, por ejemplo, la caridad, la magnanimidad, la mansedumbre, el dominio de sí, la oración, etc. Si, pues, por cualquier necesidad o circunstancia corporal, como por enfermedad o algo similar, nos sucede de no poder realizar las predichas virtudes corporales, obtenemos perdón de Aquel que conoce también los motivos. Pero si no realizamos aquellas espirituales no tendremos justificación alguna, pues no están sujetas a necesidad alguna.

58
El amor a Dios persuade a quien participa de él a despreciar todo placer pasajero, toda fatiga y tristeza. Y que te convenzan todos los santos, que con gozo sufrieron tanto por Cristo.

59
Cuídate del amor propio, madre de los vicios, que es el amor irracional del cuerpo. De él nacen sin duda los primeros tres pensamientos pasionales fundamentales: el de la gula, el de la avaricia y el de la vanagloria, que tiene su origen de las exigencias necesarias del cuerpo; por ellos nace toda la serie de vicios. Es necesario, pues, como se ha dicho, cuidarse necesariamente de este amor propio y combatirlo con mucha sobriedad; destruido éste, son destruidos todos los pensamientos que provienen de él.

60
La pasión del amor propio sugiere al monje tener compasión del cuerpo e indulgencia respecto a los alimentos más allá de lo conveniente, para que, bajo el pretexto de un sabio cuidado de sí, arrastrado poco a poco, caiga en la fosa del amor al placer. Luego inspira al hombre mundano el tener cuidado de sí por la concupiscencia.




61
Dicen que éste es el grado más alto de la oración: que el nous durante la oración se ponga fuera de la carne y del mundo, totalmente inmaterial y sin forma. Quien mantiene este estado íntegro, éste en verdad, ora incesantemente.

62
Como el cuerpo que muere se separa de todas las cosas del mundo, así también elnous muriendo en el grado más alto de oración se separa de todas las ideas del mundo. Si no muere de tal muerte, no puede encontrarse a sí mismo y vivir en Dios.

63
Que nadie te engañe, oh monje, diciéndote que es posible salvarte sirviendo al placer y a la vanagloria.

64
Como el cuerpo peca por medio de las cosas y tiene las virtudes corporales para corrección, para llegar a ser temperante; así también el nous peca por medio de las ideas pasionales y tiene, de modo semejante, para corrección las virtudes espirituales, para que llegue a ser temperante, viendo las cosas de manera pura e imperturbable.

65
Como las noches suceden a los días, los inviernos a los veranos, así tristezas y dolores siguen a la vanagloria y a los placeres, sea en el presente, sea en el futuro.

66
No es posible que el que ha pecado escape del juicio futuro sin penas voluntarias o pruebas involuntarias.

67
Dicen que por cinco motivos Dios permite que seamos combatidos por los demonios: y dicen que el primero es éste, para que combatidos y combatiendo lleguemos al discernimiento de la virtud y del vicio; el segundo, para que, conquistada la virtud por la lucha y la fatiga, la mantengamos firme y constante; el tercero, para que progresando en la virtud no nos hagamos soberbios, sino que aprendamos a ser humildes; el cuarto, para que, habiendo experimentado el mal, lo odiemos con un odio total; el quinto, sobre todos, para que, hechos inmunes a las pasiones, no nos olvidemos de nuestra debilidad propia ni de la potencia de Quien nos ha auxiliado.

68
Como el nous de quien tiene hambre se imagina el pan y el de quien tiene sed, el agua; así también el del goloso se imagina variedad de alimentos; y el de quien ama el placer, formas de mujeres; y el del que tiene vanagloria, honores de parte de los hombres; y el del avaro, las ganancias; y el del rencoroso, la venganza de quien lo ha ofendido; y el del envidioso, el mal de quien el envidia, y así también para las otras pasiones. El nous, agitado por ellas, recibe las ideas pasionales, en la vigilia del cuerpo y en los sueños.

69
Cuando crece la concupiscencia, el nous se representa en el sueño los objetos que producen los placeres; cuando crece la ira, ve las cosa que producen los temores. Son los demonios impuros quienes hacen crecer las pasiones, tomando como colaboradora a nuestra negligencia y excitándola; los santos ángeles, en cambio, hacen disminuir, excitándonos al ejercicio de la virtud.

70
La parte concupiscible del alma, excitada más frecuentemente, pone en sí una pertinaz actitud de amor al placer; la parte irascible, continuamente turbada, hace al nous temeroso y débil. Curan a la primera el ejercicio asiduo del ayuno, de la vigilia y de la oración; a la segunda, el de la benignidad, del amor a los hombres, de la caridad y de la misericordia.

71
Los demonios combaten o por medio de las cosas o por medio de los pensamientos pasionales unidos a las cosas: por las cosas, a aquellos que están entre ellas; por los pensamientos, a aquellos que están separados de ellas.

72
Tanto es más fácil pecar de pensamiento que de obra, cuanto es más difícil la lucha con los pensamientos que aquella con las cosas.

73
Las cosas están fuera del nous, pero sus ideas están dentro. En el nous está el usar bien o mal de éstas; el abuso de las cosas sigue al uso erróneo de sus pensamientos.

74
El nous recibe las ideas pasionales por estos tres medios: la sensación, la condición del cuerpo, la memoria. Mediante la sensación, cuando las cosas a las cuales tenemos pasión, se dirigen a ella y mueven al nous a pensamientos pasionales; mediante la condición del cuerpo, cuando éste, alterado por un modo de vida desarreglado o por acción de los demonios o por cualquier enfermedad, mueve al nous nuevamente a pensamientos pasionales o contra la Providencia; mediante la memoria, cuando éste representa las ideas de las cosas por las cuales hemos sido tomados por las pasiones y mueve, de modo semejante, al nous hacia pensamientos pasionales.



75
De las cosas que Dios nos ha dado en uso, algunas se encuentran en el alma, otras en el cuerpo, otras en torno al cuerpo. En el alma, por ejemplo, sus potencias; en el cuerpo, los órganos de los sentidos y los otros miembros; en torno al cuerpo, alimentos, riquezas, bienes, etc. El uso bueno o malo de estas cosas o de los accidentes que las modifican muestra que somos virtuosos o viciosos.


Notas:
[1] Mt  6, 21.
[2] filánthropos
[3] 1 Jn  2, 15-16.
[4] Gn 46, 34

[5] ibid.

13 de febrero de 2017

Textos de San Máximo 
El Confesor
Extraídos de "Obras espirituales de San Máximo El Confesor"-Editorial Ciudad Nueva-Biblioteca de Patrística.


Centurias sobre la Caridad

Segunda Centuria

 26
El nous que realiza bien la vida activa progresa en la prudencia; el que realiza bien lacontemplativa, en el conocimiento. De aquella es propio el llevar a quien lucha, al discernimiento de la virtud y del vicio; de ésta, el conducir a quien participa de ella, a las esencias de las cosas incorpóreas y corpóreas. Será encontrado digno de la gracia teológica cuando, superadas todas las cosas dichas mediante las alas de la caridad y encontrándose en Dios, por medio del Espíritu, examinará a fondo, en cuanto es posible al nous humano, Su esencia.

27
Cuando estés por dedicarte a la teología, no busques los principios de lo que es propio a Él -no las puede encontrar un nous humano, ni siquiera el de alguno de aquellos que están después de Él-; sino, en la medida de lo posible, indaga los principios de lo que está en torno a Él,  es decir aquellos acerca de la eternidad, la infinitud, la inmensidad, la bondad, la sabiduría y la potencia creadora, providente y juez de los seres. Éste es entre los hombres un gran teólogo, el que encuentra, aún limitadamente, las razones de estas cosas.

28
Poderoso es el hombre que ha unido el conocimiento a la acción; con ésta destruye la concupiscencia y domina la ira; con aquel pone alas al nous y vuela hacia Dios.

29
Cuando el Señor dice: Yo y el Padre somos uno, señala la identidad de la sustancia. Cuando luego dice: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí, revela la inseparabilidad de las personas. Los triteístas, separando al Hijo del Padre, caen en un precipicio. Sea cuando dicen que el Hijo es coeterno con el Padre, pero separan uno del otro, están forzados a decir que no ha sido engendrado por Él y a caer en afirmar que son tres Dioses y tres principios; sea cuando dicen que es engendrado por Él, pero lo separan, están forzados a decir que no es coeterno con el Padre y a someter al tiempo al Señor de los tiempos. Es necesario conservar el Dios uno y confesar las tres personas, según el gran Gregorio, y cada una con su propiedad. Según él “es distinto”, pero “sin división”, y “está unido”, pero “con distinción”. Por esto es extraordinaria la distinción y la unión: porque, ¿qué tiene de extraordinario si, como un hombre está unido y es distinto de otro, así también el Hijo respecto al Padre y nada más?

30 
Quien es perfecto en la caridad y ha alcanzado el culmen de la imperturbabilidad no conoce distinción entre lo propio y lo ajeno, o entre fiel e infiel, o entre esclavo y libre o, en una palabra, entre varón y mujer; sino que, llegado a ser superior a la tiranía de las pasiones, y mirando a la única naturaleza de los hombres, considera a todos de modo igual y está dispuesto de igual modo hacia todos. No hay en él, pues, griego y judío ni varón y mujer ni esclavo y libre, sino que todo y en todos, Cristo[1].

31
De las pasiones escondidas en el alma los demonios toman ocasión para excitar en nosotros los pensamientos pasionales; luego, combatiendo con estos al nous, lo fuerzan a llegar a consentir al pecado. Derrotado aquel, lo mueven al pecado de pensamiento y, cumplido esto, lo conducen prisionero, por último, a la acción. Y después de ésta, los que han desolado el alma con los pensamientos, se marchan con éstos. Y permanece solo en el alma el ídolo del pecado, del cual dice el Señor:Cuando veáis la abominación de la desolación estar en el lugar santo, el que lee que entienda[2]. Lugar santo y templo de Dios es el nous del hombre, en el cual los demonios, desolada el alma con los pensamientos pasionales, ponen el ídolo del pecado. Y que esto ha sucedido también históricamente, ninguno de los que han leído las obras de José[3], a mi parecer, puede dudarlo, aún cuando algunos dicen que estas cosas sucederán en tiempo del Anticristo.

32
Tres son las cosas que nos mueven al bien: las tendencias naturales, las santas Potencias[4] y la buena elección. Las tendencias naturales, cuando lo que queremos que nos hagan los hombres, también se lo hacemos de modo semejante; o cuando vemos a cualquiera en dificultad o en necesidad y nos compadecemos naturalmente de él. Las santas Potencias, como cuando, movidos hacia una cosa buena, encontramos una buena ayuda y caminamos directamente. La buena elección, como cuando, distinguiendo el bien del mal, elegimos el bien.

33
Así son también tres las cosas que nos mueven al mal: las pasiones, los demonios y la mala elección. Las pasiones, como cuando deseamos una cosa contra razón, sea el alimento fuera de tiempo o sin necesidad, sea  una mujer fuera del fin de la procreación de hijos y aquella no legítima; y además cuando nos airamos y nos entristecemos sin derecho, como contra quien nos ha deshonrado o dañado. Los demonios, como cuando, espiando el tiempo oportuno, nos caen de improviso con gran violencia durante nuestro descuido, excitando las ya dichas pasiones y otras similares. La mala elección, como cuando, aún conociendo el bien, elegimos el mal.

34
Recompensas de las fatigas de la virtud son la imperturbabilidad y el conocimiento; éstas nos procuran el reino de los cielos, mientras las pasiones y la ignorancia nos procuran el suplicio eterno. Quien busca estas recompensas por gloria humana, y no por el bien en sí, escuche de parte de la Escritura: Pedís y no recibís, porque pedís mal[5].

35
Muchas son las obras de los hombres buenas por naturaleza que, sin embargo, no son más buenas por algún motivo: como el ayuno y la vigilia, la oración y la salmodia, la limosna y la hospitalidad son obras buenas por naturaleza, pero, cuando se hacen por vanagloria, no son más buenas.

36
De todo lo que hacemos Dios busca la intención: si lo hacemos por Él o por otro motivo.

37
Cuando escuchas a la Escritura que dice: Tú das a cada uno según sus obras[6], quiere decir que Dios retribuye las obras buenas, no aquellas hechas contra la recta intención, aún si parecen ser buenas, sino evidentemente aquellas según la recta intención. El juicio de Dios contempla no los hechos, sino la intención de los hechos.

38
El demonio de la soberbia tiene una doble maldad: o persuade al monje a atribuir las obras buenas a sí mismo y no a Dios, el dispensador de los bienes y auxilio para su realización, o sugiere a quien no está convencido de esto, de despreciar a los hermanos aún imperfectos. El que así obra ignora que de este modo le sugiere rehusar la ayuda de Dios. Si desprecia a aquellos como incapaces de realizar el bien, evidentemente se presenta sí mismo como quien lo ha realizado con sus propias fuerzas; lo que es imposible, ya que el Señor dice: Sin mí no podéis hacer nada[7]; porque nuestra debilidad, movida al bien, sin el dispensador de los bienes no puede llegar a término.

39
El que ha conocido la debilidad de la naturaleza humana ha tenido también experiencia de la potencia divina, y éste, obrando bien por medio de ella en algunas cosas, esforzándose en hacer otras, no desprecia jamás a ningún hombre. Sabe que Dios, como lo auxilió y lo libró de muchas pasiones y dificultades, así es también capaz de ayudar a todos, cuando Él quiere, y especialmente a quien lucha por Él, aún si por alguno de sus juicios no los libra de todas las pasiones de una vez, sino en el tiempo oportuno, como buen médico y amigo de los hombres[8], cura a cada uno de aquellos que se esfuerzan.

40
La soberbia sobreviene a la inactividad de las pasiones, o siendo eliminadas las causas o retirándose fingidamente los demonios.

41
Casi todo pecado se produce por el placer, y su destrucción por medio del sufrimiento y la aflicción, voluntarios o involuntarios, por medio de la penitencia o de una prueba que sobreviene dispuesta por la Providencia. Si nos examinamos nosotros mismos no seremos juzgados; pero, juzgados por el Señor, somos corregidos, para no ser condenados con el mundo[9].

42
Cuando te viene inesperadamente la tentación, no acuses a aquel por medio de quien te viene, sino busca la causa por la cual te viene y encuentra la corrección: porque tanto por medio de aquel como por medio de otros tendrías que beber totalmente el ajenjo de los juicios de Dios.

43
Inclinado como eres al mal, no rehuses el sufrimiento, a fin de que, humillado por medio de éste, pueda vomitar tu soberbia.

44
Algunas tentaciones llevan placer a los hombres; otras, aflicciones; otras, penas corporales. Según la causa de las pasiones que se encuentra en el alma, el médico de las almas aplica el remedio mediante sus juicios.

45
Los ataques de las tentaciones llevan a algunos a la destrucción de los pecados ya cometidos; a otros, a la destrucción de aquellos que se cometen ahora; a otros, impedimento de aquellos que se están por cometer; excepto aquellas tentaciones que advienen para la  prueba, como para Job.

46
El sabio, considerando la sanación de los juicios divinos, soporta con agradecimiento la adversidad que le sucede por éstos y no atribuye a ningún otro la causa sino a sus propios pecados. El necio, en cambio, ignorando la sapientísima providencia de Dios, pecando y siendo castigado, tiene a Dios o a los hombres por causa de sus propios males.


47
Hay ciertas cosas que detienen las pasiones en su movimiento y no les permiten que aumenten, y hay otras que las disminuyen y hacen que disminuyan; como el ayuno, el trabajo, la vigilia no permiten que la concupiscencia crezca; la soledad, la contemplación, la oración y el intenso amor a Dios la disminuyen y llevan a su desaparición. Así también por la ira: como la longanimidad, la ausencia de rencor y la mansedumbre la detienen y no la dejan crecer; la caridad, en cambio, la limosna, la bondad y la benevolencia la disminuyen.

48
Aquel cuyo nous está continuamente hacia Dios, también su concupiscencia creció sobre medida en el ardiente amor divino y también la entera potencia irascible se transformó en caridad divina. Por la detenida participación en la iluminación divina, habiendo llegado a ser todo luminoso y habiendo fijado a sí la parte pasible, la dirige, como se ha dicho, hacia el ardiente e incesante amor divino y hacia la caridad infinita, trasportándola completamente de las cosas terrestres a lo divino.

49
El que no envidia, ni se llena de ira, ni tiene rencor a quien lo ha entristecido no posee aún completamente la caridad hacia él; puede, aún sin amarlo, no devolverle mal por mal, según el mandamiento, pero ciertamente no darle libremente bien a cambio de mal. El hacer deliberadamente el bien a quien odia es propio sólo de la perfecta caridad espiritual.

50
El que no ama a alguno, no lo odia aún completamente, ni, por otra parte, quien no lo odia lo ama ya completamente; pero puede estar en el medio respecto a él, es decir no amarlo ni odiarlo. Sólo los cinco motivos expuestos en el capítulo noveno de esta centuria hacen nacer en nosotros la disposición de amor: aquel laudable, aquel indiferente y aquellos reprochables.

Notas:
[1] Citación libre de Ga  3, 28.
[2]Mt  24, 15.
[3] Se refiere a la Guerra Judaica  de Flavio Josefo.
[4] Cuando Máximo designa  a las “Potencias” se refiere a los ángeles. Cf. Char  III, 26.
[5]St  4, 3.
[6]Sal 61, 13.
[7] Jn  15, 15.
[8] filánthropos

[9] 1 Co  11, 31- 32.

5 de febrero de 2017






Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.


Centurias sobre la Caridad

Segunda Centuria
1
El que ama sinceramente al Señor ora también sin distracción, y quien ora sin distracción ama también sinceramente al Señor. No ora, en cambio, sin distracción quien tiene el nous adherido a cualquier cosa terrestre; por eso no ama a Dios quien tiene el nous ligado a cualquier cosa terrestre.

2
El nous que se entretiene en una cosa sensible tiene ciertamente pasión por ella, de concupiscencia o tristeza,  ira o rencor; y si no desprecia aquella cosa, no puede librarse de aquella pasión.

3
Las pasiones, dominando al nous, lo atan a las cosas materiales y, separándolo de Dios, hacen que se consagre a ellas. El amor de Dios, en cambio, cuando domina alnous, lo libra de los lazos, persuadiéndolo de despreciar no sólo las cosas sensibles, sino también nuestra misma vida temporal.

4
Es obra de los mandamientos volver puras las ideas de las cosas; de la lectura y de la contemplación, hacer al nous inmaterial e informe, y  de esto viene el orar sin distracción.

5
No basta  la vida activa  para la perfecta liberación del nous respecto a las pasiones, de modo de que pueda orar sin distracción, si no le suceden también diversas contemplaciones espirituales[1]. La primera libra al nous sólo de la incontinencia y del odio, la otra, en cambio, también del olvido y de la ignorancia; y así podrá orar como es debido.

6
Dos son los estados más altos de la oración pura: uno es propio de los hombres activos, el otro de los contemplativos. Aquel nace en el alma por el temor de Dios y por la buena esperanza; el otro del ardiente amor divino y de la total purificación. Signos del primer estado son que el nous recoja en sí todas las ideas del mundo y, como si le estuviese presente Dios mismo, como realmente lo está, hacer las oraciones sin distracción ni turbación. Signos del segundo estado son que el noussea raptado en el mismo impulso de la oración, por la luz divina e infinita y no sentir absolutamente nada más, ni de sí mismo ni de cualquier otro ser, sino sólo de quien obra tal esplendor en él, por medio de la caridad. Entonces, movido en torno a los principios acerca de Dios, recibe puras y límpidas las imágenes acerca de Él.

7
Se adhiere plenamente al objeto que se ama y, para no ser privado de él, se desprecia todo lo que lo obstaculiza. Así quien ama a Dios se empeña en la oración y aparta de sí toda pasión que la obstaculiza.

8
Quien expulsa el amor propio[2], madre de las pasiones, aleja también, fácilmente, las otras con la ayuda de Dios, como la ira, la tristeza, el rencor y el resto. Pero quien es vencido por el amor propio, es golpeado también por las otras, aún si no lo quiere. El amor propio es la pasión por el cuerpo.

9
A causa de estos cinco motivos los hombres se aman entre sí, sea laudablemente sea reprochablemente. O por Dios, como el virtuoso que ama a todos y quien, aún no siendo virtuoso, ama al virtuoso; o por naturaleza, como los padres aman a los hijos y viceversa; o por vanagloria, como quien es honrado ama a quien lo honra; o por avaricia, como quien ama al rico por interés; o por amor al placer, como quien cuida del vientre y de los placeres sexuales. El primer motivo es laudable, el segundo, indiferente; los otros, pasionales.

10
Si a algunos odias, a otros, en cambio, no los amas ni los odias, a otros los amas, pero con medida, a otros, en cambio, los amas intensamente; conoce de tal desigualdad que estás lejos de la caridad perfecta que manda amar a todo hombre por igual.

11
Apártate del mal y haz el bien[3]. Es decir, combate a los enemigos, para atenuar las pasiones, y luego sé sobrio, para que no aumenten. Y de nuevo: combate, para adquirir la virtud, y luego sé sobrio para custodiarla. Y en esto consistiría el trabajary el custodiar[4].

12
Los que con permiso de Dios nos tientan, o calientan la parte concupiscible del alma o turban la irascible u oscurecen la racional o llenan el cuerpo con dolores o arrebatan las cosas corporales.

13
Los demonios o nos tientan por sí mismos o arman contra nosotros a aquellos que no temen al Señor. Por sí mismos cuando nos apartamos de los hombres, como al Señor en el desierto; por medio de los hombres, cuando vivimos con ellos, como al Señor por medio de los fariseos. Pero nosotros, mirando a nuestro modelo, rechazamos a ambos.

14
Cuando el nous comienza a progresar en el amor a Dios, entonces también el demonio de la blasfemia comienza a tentarlo y le insinúa tales pensamientos, que ningún hombre, sólo el padre de ellos, el diablo, puede interpretar. Hace esto, envidiando al amigo de Dios, para que, llegado a la desesperación por haber tenido tales pensamientos, no ose elevarse más a Él con la oración habitual. Nada aprovecha para su objetivo el que es execrable, sino que nos hace aún más firmes. Combatidos y combatiendo, somos hallados más probados y más sinceros en el amor de Dios: Entra su espada en su corazón y sus arcos se quiebran[5].

15
El nous aplicándose a las cosas visibles piensa según naturaleza las cosas mediante la sensación, y no es malo ni el nous ni el pensar según naturaleza ni las cosas ni la sensación. Éstas son obra de Dios. ¿Qué es, entonces, el mal? Evidentemente la pasión del pensamiento según naturaleza, que puede aún no encontrarse en el uso de los pensamientos, si el nous vigila.


16
La pasión es un movimiento del alma contra naturaleza o hacia un amor irracional o hacia un odio insensato o hacia cualquiera o a causa de cualquier cosa sensible. Por ejemplo, hacia un amor irracional o de alimentos o de mujer o de riqueza o de gloria pasajera o de cualquier otro objeto sensible o a causa de estas cosas; hacia el odio insensato, por ejemplo de una de las cosas predichas, como se ha afirmado, o contra cualquiera a causa de estas.

17
A su vez, el vicio es el uso errado de las ideas, al cual sigue el abuso de las cosas. Así, por ejemplo, para la mujer el recto uso de la unión conyugal es el fin de la procreación de los hijos. El que mira al placer yerra en torno al uso, teniendo por bien lo que no lo es; ese tal abusa uniéndose con la mujer. Y así también respecto a las otras cosas e ideas.

18
Cuando los demonios expulsan al nous de la castidad, lo rodean con pensamientos de fornicación, entonces di con lágrimas al Señor: Después de haberme expulsado, ahora me rodean. ¡Oh gozo mío, líbrame de aquellos que me rodean[6], y  serás salvado.

19
Terrible es el demonio de la fornicación y violentamente cae sobre aquellos que luchan contra la pasión, y especialmente en el descuido de la conducta y en los encuentros con las mujeres. Escondido en la dulzura del placer asalta al nous, luego ataca mediante el recuerdo a quien se ha recogido en soledad, inflamando el cuerpo, presentando al nous formas variadas, lo atrae a consentir el pecado. Si quieres que éstas no se entretengan en ti, toma el ayuno, el trabajo, la vigilia y el bello recogimiento[7] junto con la oración continua.

20
Los que buscan siempre nuestra alma, la buscan mediante los pensamientos pasionales, para moverla al pecado de pensamiento o de obra. Cuando encuentran, pues, al nous que no los acoge, entonces serán avergonzados y rechazados; cuando lo encuentran dedicado a la contemplación espiritual, entonces serán rechazados y avergonzados un breve tiempo.

21
Muestra carácter de diácono quien unge el nous para los sagrados combates y expulsa de él los pensamientos pasionales; carácter de presbítero, quien lo ilumina en el conocimiento de los seres y disipa el falso conocimiento; carácter de obispo, quien lo perfecciona con el óleo sagrado del conocimiento de la adorable y santa Trinidad.

22
Los demonios se debilitan cuando por medio de los mandamientos las pasiones disminuyen en nosotros;  perecen, cuando son dispersados definitivamente por medio de la imperturbabilidad del alma, no encontrando ya más eso por lo cual estaban en ella y la combatían. Y esto sería el sentido de: Se debilitarán y perecerán lejos de tu rostro[8].

23
De los hombres algunos se abstienen de las pasiones por temor humano; otros, por vanagloria; otros, por dominio de sí; otros son liberados de las pasiones por medio de los juicios divinos.

24
Todas las palabras del Señor comprenden estas cuatro cosas: los mandamientos, la doctrina, las amenazas, las promesas. Y por estas cosas soportamos toda pena, es decir: ayunos, vigilias, dormir sobre tierra, fatigas y angustias en el servicio de los otros, afrentas, deshonra, torturas, muerte y cosas semejantes: por las palabras de tus labios, dice el salmo, mantuve duros caminos[9].

25
Recompensa al dominio de sí es la imperturbabilidad; de la fe, el conocimiento; y la imperturbabilidad engendra el discernimiento; el conocimiento, el amor a Dios.

      

Notas: 
[1] Para el significado de “contemplaciones espirituales” véanse II, 55; III, 67; IV, 7, 79.
[2] filautía
[3] Sal 36, 27.
[4] Alusión a Gn  2, 15.
[5] Sal 36, 15.
[6] Sal 16, 11 y 31, 7.
[7] hesychía
[8] Sal  9, 4.

[9] Sal 16, 4.