BLOG DE ESPIRITUALIDAD MONASTICA
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24 de febrero de 2017
19 de febrero de 2017
Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras espirituales de San Máximo El Confesor"
-Editorial Ciudad Nueva- Bibilioteca de Patrística.
Centurias
sobre la Caridad
Segunda
Centuria
51
Cuando
veas a tu nous entregado con placer a las cosas materiales y
entretenido voluntariamente con sus ideas, sabe entonces que amas a éstas más
que a Dios:Donde está tu tesoro, dice el Señor, allí estará también tu
corazón[1].
52
El nous que
está unido a Dios y se entretiene por largo tiempo con Él mediante la oración y
la caridad, se hace sabio, bueno, poderoso, amigo de los hombres[2], compasivo y magnánimo; y, para decirlo simplemente, lleva en
sí casi todos los atributos divinos. Alejándose de Él y dándose a las cosas
materiales, se hace amante del placer llega a ser bestial, combatiendo por esto
a los hombres.
53
Mundo
llama la Escritura a las cosas materiales y mundanos son quienes ocupan
alnous en estas cosas, a los cuales dice en modo aún más severo: No
améis al mundo ni las cosas del mundo; la concupiscencia de la carne y la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida no vienen de dios, sino del
mundo[3], y el resto.
54
Monje
es aquel que ha separado el nous de las cosas materiales y persevera
unido a Dios mediante el dominio de sí, la caridad, la salmodia y la oración.
55
Criador
de ganado es, en sentido espiritual, el hombre práctico: los ganados significan
las acciones morales, y por esto Jacob decía: Hombres criadores de ganado
son tus siervos[4]. Pastor de ovejas es, en cambio, el hombre contemplativo
(gnóstico): las ovejas significan los pensamientos que son pastoreados por
el nous a los montes de la contemplación, y por eso: Todo pastor
de ovejas es una abominación para los Egipcios[5], es decir, para las potencias adversarias.
56
El nous vicioso,
cuando el cuerpo es movido mediante los sentidos a sus propias concupiscencias
y placeres, sigue y consiente a las imaginaciones y a los impulsos de éste;
el nous virtuoso, en cambio, es dueño de sí y frena las imaginaciones
y los impulsos pasionales y, sobre todo, si se empeña como un verdadero
filósofo, en hacer mejor sus movimientos.
57
De
las virtudes unas son corporales y otras espirituales. Corporales son, por
ejemplo, el ayuno, el dormir sobre tierra, el servicio a los otros, el trabajo
manual para no ser carga a ninguno o para distribuir los beneficios, etc.
Espirituales son, por ejemplo, la caridad, la magnanimidad, la mansedumbre, el
dominio de sí, la oración, etc. Si, pues, por cualquier necesidad o
circunstancia corporal, como por enfermedad o algo similar, nos sucede de no
poder realizar las predichas virtudes corporales, obtenemos perdón de Aquel que
conoce también los motivos. Pero si no realizamos aquellas espirituales no
tendremos justificación alguna, pues no están sujetas a necesidad alguna.
58
El
amor a Dios persuade a quien participa de él a despreciar todo placer pasajero,
toda fatiga y tristeza. Y que te convenzan todos los santos, que con gozo
sufrieron tanto por Cristo.
59
Cuídate
del amor propio, madre de los vicios, que es el amor irracional del cuerpo. De
él nacen sin duda los primeros tres pensamientos pasionales fundamentales: el
de la gula, el de la avaricia y el de la vanagloria, que tiene su origen de las
exigencias necesarias del cuerpo; por ellos nace toda la serie de vicios. Es
necesario, pues, como se ha dicho, cuidarse necesariamente de este amor propio
y combatirlo con mucha sobriedad; destruido éste, son destruidos todos los
pensamientos que provienen de él.
60
La
pasión del amor propio sugiere al monje tener compasión del cuerpo e
indulgencia respecto a los alimentos más allá de lo conveniente, para que, bajo
el pretexto de un sabio cuidado de sí, arrastrado poco a poco, caiga en la fosa
del amor al placer. Luego inspira al hombre mundano el tener cuidado de sí por
la concupiscencia.
61
Dicen
que éste es el grado más alto de la oración: que el nous durante la
oración se ponga fuera de la carne y del mundo, totalmente inmaterial y sin
forma. Quien mantiene este estado íntegro, éste en verdad, ora incesantemente.
62
Como
el cuerpo que muere se separa de todas las cosas del mundo, así también
elnous muriendo en el grado más alto de oración se separa de todas las
ideas del mundo. Si no muere de tal muerte, no puede encontrarse a sí mismo y
vivir en Dios.
63
Que
nadie te engañe, oh monje, diciéndote que es posible salvarte sirviendo al
placer y a la vanagloria.
64
Como
el cuerpo peca por medio de las cosas y tiene las virtudes corporales para
corrección, para llegar a ser temperante; así también el nous peca
por medio de las ideas pasionales y tiene, de modo semejante, para corrección
las virtudes espirituales, para que llegue a ser temperante, viendo las cosas
de manera pura e imperturbable.
65
Como
las noches suceden a los días, los inviernos a los veranos, así tristezas y
dolores siguen a la vanagloria y a los placeres, sea en el presente, sea en el
futuro.
66
No
es posible que el que ha pecado escape del juicio futuro sin penas voluntarias
o pruebas involuntarias.
67
Dicen
que por cinco motivos Dios permite que seamos combatidos por los demonios: y
dicen que el primero es éste, para que combatidos y combatiendo lleguemos al
discernimiento de la virtud y del vicio; el segundo, para que, conquistada la
virtud por la lucha y la fatiga, la mantengamos firme y constante; el tercero,
para que progresando en la virtud no nos hagamos soberbios, sino que aprendamos
a ser humildes; el cuarto, para que, habiendo experimentado el mal, lo odiemos
con un odio total; el quinto, sobre todos, para que, hechos inmunes a las
pasiones, no nos olvidemos de nuestra debilidad propia ni de la potencia de
Quien nos ha auxiliado.
68
Como
el nous de quien tiene hambre se imagina el pan y el de quien tiene
sed, el agua; así también el del goloso se imagina variedad de alimentos; y el
de quien ama el placer, formas de mujeres; y el del que tiene vanagloria,
honores de parte de los hombres; y el del avaro, las ganancias; y el del
rencoroso, la venganza de quien lo ha ofendido; y el del envidioso, el mal de
quien el envidia, y así también para las otras pasiones. El nous, agitado
por ellas, recibe las ideas pasionales, en la vigilia del cuerpo y en los
sueños.
69
Cuando
crece la concupiscencia, el nous se representa en el sueño los
objetos que producen los placeres; cuando crece la ira, ve las cosa que
producen los temores. Son los demonios impuros quienes hacen crecer las
pasiones, tomando como colaboradora a nuestra negligencia y excitándola; los
santos ángeles, en cambio, hacen disminuir, excitándonos al ejercicio de la
virtud.
70
La
parte concupiscible del alma, excitada más frecuentemente, pone en sí una
pertinaz actitud de amor al placer; la parte irascible, continuamente turbada,
hace al nous temeroso y débil. Curan a la primera el ejercicio asiduo
del ayuno, de la vigilia y de la oración; a la segunda, el de la benignidad,
del amor a los hombres, de la caridad y de la misericordia.
71
Los
demonios combaten o por medio de las cosas o por medio de los pensamientos
pasionales unidos a las cosas: por las cosas, a aquellos que están entre ellas;
por los pensamientos, a aquellos que están separados de ellas.
72
Tanto
es más fácil pecar de pensamiento que de obra, cuanto es más difícil la lucha
con los pensamientos que aquella con las cosas.
73
Las
cosas están fuera del nous, pero sus ideas están dentro. En
el nous está el usar bien o mal de éstas; el abuso de las cosas sigue
al uso erróneo de sus pensamientos.
74
El nous recibe
las ideas pasionales por estos tres medios: la sensación, la condición del
cuerpo, la memoria. Mediante la sensación, cuando las cosas a las cuales
tenemos pasión, se dirigen a ella y mueven al nous a pensamientos
pasionales; mediante la condición del cuerpo, cuando éste, alterado por un modo
de vida desarreglado o por acción de los demonios o por cualquier enfermedad,
mueve al nous nuevamente a pensamientos pasionales o contra la Providencia;
mediante la memoria, cuando éste representa las ideas de las cosas por las
cuales hemos sido tomados por las pasiones y mueve, de modo semejante,
al nous hacia pensamientos pasionales.
75
De
las cosas que Dios nos ha dado en uso, algunas se encuentran en el alma, otras
en el cuerpo, otras en torno al cuerpo. En el alma, por ejemplo, sus potencias;
en el cuerpo, los órganos de los sentidos y los otros miembros; en torno al
cuerpo, alimentos, riquezas, bienes, etc. El uso bueno o malo de estas cosas o
de los accidentes que las modifican muestra que somos virtuosos o viciosos.
Notas:
[1] Mt 6, 21.
[2] filánthropos
[3] 1 Jn 2, 15-16.
[4] Gn 46, 34
[5] ibid.
13 de febrero de 2017
Textos de San Máximo
El Confesor
Extraídos de "Obras espirituales de San Máximo El Confesor"-Editorial Ciudad Nueva-Biblioteca de Patrística.
Centurias
sobre la Caridad
Segunda Centuria
26
El nous que
realiza bien la vida activa progresa en la prudencia; el que realiza
bien lacontemplativa, en el conocimiento. De aquella es propio el llevar a
quien lucha, al discernimiento de la virtud y del vicio; de ésta, el conducir a
quien participa de ella, a las esencias de las cosas incorpóreas y corpóreas.
Será encontrado digno de la gracia teológica cuando, superadas todas
las cosas dichas mediante las alas de la caridad y encontrándose en Dios, por
medio del Espíritu, examinará a fondo, en cuanto es posible
al nous humano, Su esencia.
27
Cuando
estés por dedicarte a la teología, no busques los principios de lo que es
propio a Él -no las puede encontrar un nous humano, ni siquiera el de
alguno de aquellos que están después de Él-; sino, en la medida de lo posible,
indaga los principios de lo que está en torno a Él, es decir aquellos
acerca de la eternidad, la infinitud, la inmensidad, la bondad, la sabiduría y
la potencia creadora, providente y juez de los seres. Éste es entre los hombres
un gran teólogo, el que encuentra, aún limitadamente, las razones de estas
cosas.
28
Poderoso
es el hombre que ha unido el conocimiento a la acción; con ésta destruye la
concupiscencia y domina la ira; con aquel pone alas al nous y vuela
hacia Dios.
29
Cuando
el Señor dice: Yo y el Padre somos uno, señala la identidad de la
sustancia. Cuando luego dice: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí,
revela la inseparabilidad de las personas. Los triteístas, separando al Hijo
del Padre, caen en un precipicio. Sea cuando dicen que el Hijo es coeterno con
el Padre, pero separan uno del otro, están forzados a decir que no ha sido engendrado
por Él y a caer en afirmar que son tres Dioses y tres principios; sea cuando
dicen que es engendrado por Él, pero lo separan, están forzados a decir que no
es coeterno con el Padre y a someter al tiempo al Señor de los tiempos. Es
necesario conservar el Dios uno y confesar las tres personas, según el gran
Gregorio, y cada una con su propiedad. Según él “es distinto”, pero “sin
división”, y “está unido”, pero “con distinción”. Por esto es extraordinaria la
distinción y la unión: porque, ¿qué tiene de extraordinario si, como un hombre
está unido y es distinto de otro, así también el Hijo respecto al Padre y nada
más?
30
Quien
es perfecto en la caridad y ha alcanzado el culmen de la imperturbabilidad no
conoce distinción entre lo propio y lo ajeno, o entre fiel e infiel, o entre
esclavo y libre o, en una palabra, entre varón y mujer; sino que, llegado a ser
superior a la tiranía de las pasiones, y mirando a la única naturaleza de los
hombres, considera a todos de modo igual y está dispuesto de igual modo hacia
todos. No hay en él, pues, griego y judío ni varón y mujer ni esclavo y libre,
sino que todo y en todos, Cristo[1].
31
De
las pasiones escondidas en el alma los demonios toman ocasión para excitar en
nosotros los pensamientos pasionales; luego, combatiendo con estos
al nous, lo fuerzan a llegar a consentir al pecado. Derrotado aquel, lo
mueven al pecado de pensamiento y, cumplido esto, lo conducen prisionero, por
último, a la acción. Y después de ésta, los que han desolado el alma con los
pensamientos, se marchan con éstos. Y permanece solo en el alma el ídolo del
pecado, del cual dice el Señor:Cuando veáis la abominación de la desolación
estar en el lugar santo, el que lee que entienda[2]. Lugar santo y templo de Dios es el nous del hombre,
en el cual los demonios, desolada el alma con los pensamientos pasionales,
ponen el ídolo del pecado. Y que esto ha sucedido también históricamente,
ninguno de los que han leído las obras de José[3], a mi parecer, puede dudarlo, aún cuando algunos dicen que
estas cosas sucederán en tiempo del Anticristo.
32
Tres
son las cosas que nos mueven al bien: las tendencias naturales, las santas
Potencias[4] y la buena elección. Las tendencias naturales, cuando lo
que queremos que nos hagan los hombres, también se lo hacemos de modo
semejante; o cuando vemos a cualquiera en dificultad o en necesidad y nos
compadecemos naturalmente de él. Las santas Potencias, como cuando, movidos
hacia una cosa buena, encontramos una buena ayuda y caminamos directamente. La
buena elección, como cuando, distinguiendo el bien del mal, elegimos el bien.
33
Así
son también tres las cosas que nos mueven al mal: las pasiones, los demonios y
la mala elección. Las pasiones, como cuando deseamos una cosa contra razón, sea
el alimento fuera de tiempo o sin necesidad, sea una mujer fuera del fin
de la procreación de hijos y aquella no legítima; y además cuando nos airamos y
nos entristecemos sin derecho, como contra quien nos ha deshonrado o dañado.
Los demonios, como cuando, espiando el tiempo oportuno, nos caen de improviso
con gran violencia durante nuestro descuido, excitando las ya dichas pasiones y
otras similares. La mala elección, como cuando, aún conociendo el bien,
elegimos el mal.
34
Recompensas
de las fatigas de la virtud son la imperturbabilidad y el conocimiento; éstas
nos procuran el reino de los cielos, mientras las pasiones y la ignorancia nos
procuran el suplicio eterno. Quien busca estas recompensas por gloria humana, y
no por el bien en sí, escuche de parte de la Escritura: Pedís y no
recibís, porque pedís mal[5].
35
Muchas
son las obras de los hombres buenas por naturaleza que, sin embargo, no son más
buenas por algún motivo: como el ayuno y la vigilia, la oración y la salmodia,
la limosna y la hospitalidad son obras buenas por naturaleza, pero, cuando se
hacen por vanagloria, no son más buenas.
36
De
todo lo que hacemos Dios busca la intención: si lo hacemos por Él o por otro
motivo.
37
Cuando
escuchas a la Escritura que dice: Tú das a cada uno según sus obras[6], quiere decir que Dios retribuye las obras buenas, no aquellas
hechas contra la recta intención, aún si parecen ser buenas, sino evidentemente
aquellas según la recta intención. El juicio de Dios contempla no los hechos,
sino la intención de los hechos.
38
El
demonio de la soberbia tiene una doble maldad: o persuade al monje a atribuir
las obras buenas a sí mismo y no a Dios, el dispensador de los bienes y auxilio
para su realización, o sugiere a quien no está convencido de esto, de
despreciar a los hermanos aún imperfectos. El que así obra ignora que de este
modo le sugiere rehusar la ayuda de Dios. Si desprecia a aquellos como
incapaces de realizar el bien, evidentemente se presenta sí mismo como quien lo
ha realizado con sus propias fuerzas; lo que es imposible, ya que el Señor
dice: Sin mí no podéis hacer nada[7]; porque nuestra debilidad, movida al bien, sin el dispensador
de los bienes no puede llegar a término.
39
El
que ha conocido la debilidad de la naturaleza humana ha tenido también
experiencia de la potencia divina, y éste, obrando bien por medio de ella en
algunas cosas, esforzándose en hacer otras, no desprecia jamás a ningún hombre.
Sabe que Dios, como lo auxilió y lo libró de muchas pasiones y dificultades,
así es también capaz de ayudar a todos, cuando Él quiere, y especialmente a
quien lucha por Él, aún si por alguno de sus juicios no los libra de todas las
pasiones de una vez, sino en el tiempo oportuno, como buen médico y amigo de
los hombres[8], cura a cada uno de aquellos que se esfuerzan.
40
La
soberbia sobreviene a la inactividad de las pasiones, o siendo eliminadas las
causas o retirándose fingidamente los demonios.
41
Casi
todo pecado se produce por el placer, y su destrucción por medio del
sufrimiento y la aflicción, voluntarios o involuntarios, por medio de la
penitencia o de una prueba que sobreviene dispuesta por la Providencia. Si
nos examinamos nosotros mismos no seremos juzgados; pero, juzgados por el
Señor, somos corregidos, para no ser condenados con el mundo[9].
42
Cuando
te viene inesperadamente la tentación, no acuses a aquel por medio de quien te
viene, sino busca la causa por la cual te viene y encuentra la corrección:
porque tanto por medio de aquel como por medio de otros tendrías que beber
totalmente el ajenjo de los juicios de Dios.
43
Inclinado
como eres al mal, no rehuses el sufrimiento, a fin de que, humillado por medio
de éste, pueda vomitar tu soberbia.
44
Algunas
tentaciones llevan placer a los hombres; otras, aflicciones; otras, penas
corporales. Según la causa de las pasiones que se encuentra en el alma, el
médico de las almas aplica el remedio mediante sus juicios.
45
Los
ataques de las tentaciones llevan a algunos a la destrucción de los pecados ya
cometidos; a otros, a la destrucción de aquellos que se cometen ahora; a otros,
impedimento de aquellos que se están por cometer; excepto aquellas tentaciones
que advienen para la prueba, como para Job.
46
El
sabio, considerando la sanación de los juicios divinos, soporta con
agradecimiento la adversidad que le sucede por éstos y no atribuye a ningún
otro la causa sino a sus propios pecados. El necio, en cambio, ignorando la
sapientísima providencia de Dios, pecando y siendo castigado, tiene a Dios o a
los hombres por causa de sus propios males.
47
Hay
ciertas cosas que detienen las pasiones en su movimiento y no les permiten que
aumenten, y hay otras que las disminuyen y hacen que disminuyan; como el ayuno,
el trabajo, la vigilia no permiten que la concupiscencia crezca; la soledad, la
contemplación, la oración y el intenso amor a Dios la disminuyen y llevan a su
desaparición. Así también por la ira: como la longanimidad, la ausencia de
rencor y la mansedumbre la detienen y no la dejan crecer; la caridad, en
cambio, la limosna, la bondad y la benevolencia la disminuyen.
48
Aquel
cuyo nous está continuamente hacia Dios, también su concupiscencia
creció sobre medida en el ardiente amor divino y también la entera potencia
irascible se transformó en caridad divina. Por la detenida participación en la
iluminación divina, habiendo llegado a ser todo luminoso y habiendo fijado a sí
la parte pasible, la dirige, como se ha dicho, hacia el ardiente e incesante
amor divino y hacia la caridad infinita, trasportándola completamente de las
cosas terrestres a lo divino.
49
El
que no envidia, ni se llena de ira, ni tiene rencor a quien lo ha entristecido
no posee aún completamente la caridad hacia él; puede, aún sin amarlo, no
devolverle mal por mal, según el mandamiento, pero ciertamente no darle
libremente bien a cambio de mal. El hacer deliberadamente el bien a quien odia
es propio sólo de la perfecta caridad espiritual.
50
El
que no ama a alguno, no lo odia aún completamente, ni, por otra parte, quien no
lo odia lo ama ya completamente; pero puede estar en el medio respecto a él, es
decir no amarlo ni odiarlo. Sólo los cinco motivos expuestos en el capítulo
noveno de esta centuria hacen nacer en nosotros la disposición de amor: aquel
laudable, aquel indiferente y aquellos reprochables.
Notas:
[1] Citación libre de Ga 3, 28.
[2]Mt 24, 15.
[3] Se refiere a la Guerra Judaica de Flavio
Josefo.
[4] Cuando Máximo designa a las “Potencias” se refiere
a los ángeles. Cf. Char III, 26.
[5]St 4, 3.
[6]Sal 61, 13.
[7] Jn 15, 15.
[8] filánthropos
[9] 1 Co 11, 31- 32.
5 de febrero de 2017
Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo
El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Centurias sobre la Caridad
Segunda Centuria
1
El que ama
sinceramente al Señor ora también sin distracción, y quien ora sin distracción
ama también sinceramente al Señor. No ora, en cambio, sin distracción quien
tiene el nous adherido a cualquier cosa terrestre; por eso no
ama a Dios quien tiene el nous ligado a cualquier cosa
terrestre.
2
El nous que
se entretiene en una cosa sensible tiene ciertamente pasión por ella, de
concupiscencia o tristeza, ira o rencor; y si no desprecia aquella cosa,
no puede librarse de aquella pasión.
3
Las
pasiones, dominando al nous, lo atan a las cosas materiales y,
separándolo de Dios, hacen que se consagre a ellas. El amor de Dios, en cambio,
cuando domina alnous, lo libra de los lazos, persuadiéndolo de
despreciar no sólo las cosas sensibles, sino también nuestra misma vida
temporal.
4
Es obra de
los mandamientos volver puras las ideas de las cosas; de la lectura y de la
contemplación, hacer al nous inmaterial e informe, y de
esto viene el orar sin distracción.
5
No
basta la vida activa para la perfecta liberación del nous respecto
a las pasiones, de modo de que pueda orar sin distracción, si no le suceden
también diversas contemplaciones espirituales[1]. La primera libra al nous sólo de la incontinencia y
del odio, la otra, en cambio, también del olvido y de la ignorancia; y así
podrá orar como es debido.
6
Dos son los
estados más altos de la oración pura: uno es propio de los hombres activos, el
otro de los contemplativos. Aquel nace en el alma por el temor de Dios y por la
buena esperanza; el otro del ardiente amor divino y de la total purificación.
Signos del primer estado son que el nous recoja en sí todas
las ideas del mundo y, como si le estuviese presente Dios mismo, como realmente
lo está, hacer las oraciones sin distracción ni turbación. Signos del segundo
estado son que el noussea raptado en el mismo impulso de la
oración, por la luz divina e infinita y no sentir absolutamente nada más, ni de
sí mismo ni de cualquier otro ser, sino sólo de quien obra tal esplendor en él,
por medio de la caridad. Entonces, movido en torno a los principios acerca de
Dios, recibe puras y límpidas las imágenes acerca de Él.
7
Se adhiere
plenamente al objeto que se ama y, para no ser privado de él, se desprecia todo
lo que lo obstaculiza. Así quien ama a Dios se empeña en la oración y aparta de
sí toda pasión que la obstaculiza.
8
Quien
expulsa el amor propio[2], madre de las pasiones, aleja también, fácilmente, las otras con la
ayuda de Dios, como la ira, la tristeza, el rencor y el resto. Pero quien es
vencido por el amor propio, es golpeado también por las otras, aún si no lo
quiere. El amor propio es la pasión por el cuerpo.
9
A causa de
estos cinco motivos los hombres se aman entre sí, sea laudablemente sea
reprochablemente. O por Dios, como el virtuoso que ama a todos y quien, aún no
siendo virtuoso, ama al virtuoso; o por naturaleza, como los padres aman a los
hijos y viceversa; o por vanagloria, como quien es honrado ama a quien lo
honra; o por avaricia, como quien ama al rico por interés; o por amor al
placer, como quien cuida del vientre y de los placeres sexuales. El primer
motivo es laudable, el segundo, indiferente; los otros, pasionales.
10
Si a
algunos odias, a otros, en cambio, no los amas ni los odias, a otros los amas,
pero con medida, a otros, en cambio, los amas intensamente; conoce de tal
desigualdad que estás lejos de la caridad perfecta que manda amar a todo hombre
por igual.
11
Apártate
del mal y haz el bien[3]. Es decir, combate a los enemigos, para atenuar las pasiones, y luego
sé sobrio, para que no aumenten. Y de nuevo: combate, para adquirir la virtud,
y luego sé sobrio para custodiarla. Y en esto consistiría el trabajary
el custodiar[4].
12
Los que con
permiso de Dios nos tientan, o calientan la parte concupiscible del alma o
turban la irascible u oscurecen la racional o llenan el cuerpo con dolores o
arrebatan las cosas corporales.
13
Los
demonios o nos tientan por sí mismos o arman contra nosotros a aquellos que no
temen al Señor. Por sí mismos cuando nos apartamos de los hombres, como al
Señor en el desierto; por medio de los hombres, cuando vivimos con ellos, como
al Señor por medio de los fariseos. Pero nosotros, mirando a nuestro modelo,
rechazamos a ambos.
14
Cuando
el nous comienza a progresar en el amor a Dios, entonces
también el demonio de la blasfemia comienza a tentarlo y le insinúa tales
pensamientos, que ningún hombre, sólo el padre de ellos, el diablo, puede
interpretar. Hace esto, envidiando al amigo de Dios, para que, llegado a la
desesperación por haber tenido tales pensamientos, no ose elevarse más a Él con
la oración habitual. Nada aprovecha para su objetivo el que es execrable, sino
que nos hace aún más firmes. Combatidos y combatiendo, somos hallados más
probados y más sinceros en el amor de Dios: Entra su espada en su
corazón y sus arcos se quiebran[5].
15
El nous aplicándose
a las cosas visibles piensa según naturaleza las cosas mediante la sensación, y
no es malo ni el nous ni el pensar según naturaleza ni las
cosas ni la sensación. Éstas son obra de Dios. ¿Qué es, entonces, el mal?
Evidentemente la pasión del pensamiento según naturaleza, que puede aún no
encontrarse en el uso de los pensamientos, si el nous vigila.
16
La pasión
es un movimiento del alma contra naturaleza o hacia un amor irracional o hacia
un odio insensato o hacia cualquiera o a causa de cualquier cosa sensible. Por
ejemplo, hacia un amor irracional o de alimentos o de mujer o de riqueza o de
gloria pasajera o de cualquier otro objeto sensible o a causa de estas cosas;
hacia el odio insensato, por ejemplo de una de las cosas predichas, como se ha
afirmado, o contra cualquiera a causa de estas.
17
A su vez,
el vicio es el uso errado de las ideas, al cual sigue el abuso de las cosas.
Así, por ejemplo, para la mujer el recto uso de la unión conyugal es el fin de
la procreación de los hijos. El que mira al placer yerra en torno al uso,
teniendo por bien lo que no lo es; ese tal abusa uniéndose con la mujer. Y así
también respecto a las otras cosas e ideas.
18
Cuando los
demonios expulsan al nous de la castidad, lo rodean con
pensamientos de fornicación, entonces di con lágrimas al Señor: Después
de haberme expulsado, ahora me rodean. ¡Oh gozo mío, líbrame de aquellos que me
rodean[6], y serás salvado.
19
Terrible es
el demonio de la fornicación y violentamente cae sobre aquellos que luchan
contra la pasión, y especialmente en el descuido de la conducta y en los
encuentros con las mujeres. Escondido en la dulzura del placer asalta al nous,
luego ataca mediante el recuerdo a quien se ha recogido en soledad, inflamando
el cuerpo, presentando al nous formas variadas, lo atrae a
consentir el pecado. Si quieres que éstas no se entretengan en ti, toma el
ayuno, el trabajo, la vigilia y el bello recogimiento[7] junto con la oración continua.
20
Los que
buscan siempre nuestra alma, la buscan mediante los pensamientos pasionales,
para moverla al pecado de pensamiento o de obra. Cuando encuentran, pues,
al nous que no los acoge, entonces serán avergonzados y
rechazados; cuando lo encuentran dedicado a la contemplación espiritual, entonces
serán rechazados y avergonzados un breve tiempo.
21
Muestra
carácter de diácono quien unge el nous para los sagrados
combates y expulsa de él los pensamientos pasionales; carácter de presbítero,
quien lo ilumina en el conocimiento de los seres y disipa el falso
conocimiento; carácter de obispo, quien lo perfecciona con el óleo sagrado del
conocimiento de la adorable y santa Trinidad.
22
Los
demonios se debilitan cuando por medio de los mandamientos las pasiones
disminuyen en nosotros; perecen, cuando son dispersados definitivamente
por medio de la imperturbabilidad del alma, no encontrando ya más eso por lo
cual estaban en ella y la combatían. Y esto sería el sentido de: Se
debilitarán y perecerán lejos de tu rostro[8].
23
De los
hombres algunos se abstienen de las pasiones por temor humano; otros, por
vanagloria; otros, por dominio de sí; otros son liberados de las pasiones por
medio de los juicios divinos.
24
Todas las
palabras del Señor comprenden estas cuatro cosas: los mandamientos, la
doctrina, las amenazas, las promesas. Y por estas cosas soportamos toda pena,
es decir: ayunos, vigilias, dormir sobre tierra, fatigas y angustias en el
servicio de los otros, afrentas, deshonra, torturas, muerte y cosas semejantes: por
las palabras de tus labios, dice el salmo, mantuve duros caminos[9].
25
Recompensa
al dominio de sí es la imperturbabilidad; de la fe, el conocimiento; y la
imperturbabilidad engendra el discernimiento; el conocimiento, el amor a Dios.
Notas:
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