Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras espirituales de San Máximo El Confesor"
-Editorial Ciudad Nueva- Bibilioteca de Patrística.
Centurias
sobre la Caridad
Segunda
Centuria
51
Cuando
veas a tu nous entregado con placer a las cosas materiales y
entretenido voluntariamente con sus ideas, sabe entonces que amas a éstas más
que a Dios:Donde está tu tesoro, dice el Señor, allí estará también tu
corazón[1].
52
El nous que
está unido a Dios y se entretiene por largo tiempo con Él mediante la oración y
la caridad, se hace sabio, bueno, poderoso, amigo de los hombres[2], compasivo y magnánimo; y, para decirlo simplemente, lleva en
sí casi todos los atributos divinos. Alejándose de Él y dándose a las cosas
materiales, se hace amante del placer llega a ser bestial, combatiendo por esto
a los hombres.
53
Mundo
llama la Escritura a las cosas materiales y mundanos son quienes ocupan
alnous en estas cosas, a los cuales dice en modo aún más severo: No
améis al mundo ni las cosas del mundo; la concupiscencia de la carne y la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida no vienen de dios, sino del
mundo[3], y el resto.
54
Monje
es aquel que ha separado el nous de las cosas materiales y persevera
unido a Dios mediante el dominio de sí, la caridad, la salmodia y la oración.
55
Criador
de ganado es, en sentido espiritual, el hombre práctico: los ganados significan
las acciones morales, y por esto Jacob decía: Hombres criadores de ganado
son tus siervos[4]. Pastor de ovejas es, en cambio, el hombre contemplativo
(gnóstico): las ovejas significan los pensamientos que son pastoreados por
el nous a los montes de la contemplación, y por eso: Todo pastor
de ovejas es una abominación para los Egipcios[5], es decir, para las potencias adversarias.
56
El nous vicioso,
cuando el cuerpo es movido mediante los sentidos a sus propias concupiscencias
y placeres, sigue y consiente a las imaginaciones y a los impulsos de éste;
el nous virtuoso, en cambio, es dueño de sí y frena las imaginaciones
y los impulsos pasionales y, sobre todo, si se empeña como un verdadero
filósofo, en hacer mejor sus movimientos.
57
De
las virtudes unas son corporales y otras espirituales. Corporales son, por
ejemplo, el ayuno, el dormir sobre tierra, el servicio a los otros, el trabajo
manual para no ser carga a ninguno o para distribuir los beneficios, etc.
Espirituales son, por ejemplo, la caridad, la magnanimidad, la mansedumbre, el
dominio de sí, la oración, etc. Si, pues, por cualquier necesidad o
circunstancia corporal, como por enfermedad o algo similar, nos sucede de no
poder realizar las predichas virtudes corporales, obtenemos perdón de Aquel que
conoce también los motivos. Pero si no realizamos aquellas espirituales no
tendremos justificación alguna, pues no están sujetas a necesidad alguna.
58
El
amor a Dios persuade a quien participa de él a despreciar todo placer pasajero,
toda fatiga y tristeza. Y que te convenzan todos los santos, que con gozo
sufrieron tanto por Cristo.
59
Cuídate
del amor propio, madre de los vicios, que es el amor irracional del cuerpo. De
él nacen sin duda los primeros tres pensamientos pasionales fundamentales: el
de la gula, el de la avaricia y el de la vanagloria, que tiene su origen de las
exigencias necesarias del cuerpo; por ellos nace toda la serie de vicios. Es
necesario, pues, como se ha dicho, cuidarse necesariamente de este amor propio
y combatirlo con mucha sobriedad; destruido éste, son destruidos todos los
pensamientos que provienen de él.
60
La
pasión del amor propio sugiere al monje tener compasión del cuerpo e
indulgencia respecto a los alimentos más allá de lo conveniente, para que, bajo
el pretexto de un sabio cuidado de sí, arrastrado poco a poco, caiga en la fosa
del amor al placer. Luego inspira al hombre mundano el tener cuidado de sí por
la concupiscencia.
61
Dicen
que éste es el grado más alto de la oración: que el nous durante la
oración se ponga fuera de la carne y del mundo, totalmente inmaterial y sin
forma. Quien mantiene este estado íntegro, éste en verdad, ora incesantemente.
62
Como
el cuerpo que muere se separa de todas las cosas del mundo, así también
elnous muriendo en el grado más alto de oración se separa de todas las
ideas del mundo. Si no muere de tal muerte, no puede encontrarse a sí mismo y
vivir en Dios.
63
Que
nadie te engañe, oh monje, diciéndote que es posible salvarte sirviendo al
placer y a la vanagloria.
64
Como
el cuerpo peca por medio de las cosas y tiene las virtudes corporales para
corrección, para llegar a ser temperante; así también el nous peca
por medio de las ideas pasionales y tiene, de modo semejante, para corrección
las virtudes espirituales, para que llegue a ser temperante, viendo las cosas
de manera pura e imperturbable.
65
Como
las noches suceden a los días, los inviernos a los veranos, así tristezas y
dolores siguen a la vanagloria y a los placeres, sea en el presente, sea en el
futuro.
66
No
es posible que el que ha pecado escape del juicio futuro sin penas voluntarias
o pruebas involuntarias.
67
Dicen
que por cinco motivos Dios permite que seamos combatidos por los demonios: y
dicen que el primero es éste, para que combatidos y combatiendo lleguemos al
discernimiento de la virtud y del vicio; el segundo, para que, conquistada la
virtud por la lucha y la fatiga, la mantengamos firme y constante; el tercero,
para que progresando en la virtud no nos hagamos soberbios, sino que aprendamos
a ser humildes; el cuarto, para que, habiendo experimentado el mal, lo odiemos
con un odio total; el quinto, sobre todos, para que, hechos inmunes a las
pasiones, no nos olvidemos de nuestra debilidad propia ni de la potencia de
Quien nos ha auxiliado.
68
Como
el nous de quien tiene hambre se imagina el pan y el de quien tiene
sed, el agua; así también el del goloso se imagina variedad de alimentos; y el
de quien ama el placer, formas de mujeres; y el del que tiene vanagloria,
honores de parte de los hombres; y el del avaro, las ganancias; y el del
rencoroso, la venganza de quien lo ha ofendido; y el del envidioso, el mal de
quien el envidia, y así también para las otras pasiones. El nous, agitado
por ellas, recibe las ideas pasionales, en la vigilia del cuerpo y en los
sueños.
69
Cuando
crece la concupiscencia, el nous se representa en el sueño los
objetos que producen los placeres; cuando crece la ira, ve las cosa que
producen los temores. Son los demonios impuros quienes hacen crecer las
pasiones, tomando como colaboradora a nuestra negligencia y excitándola; los
santos ángeles, en cambio, hacen disminuir, excitándonos al ejercicio de la
virtud.
70
La
parte concupiscible del alma, excitada más frecuentemente, pone en sí una
pertinaz actitud de amor al placer; la parte irascible, continuamente turbada,
hace al nous temeroso y débil. Curan a la primera el ejercicio asiduo
del ayuno, de la vigilia y de la oración; a la segunda, el de la benignidad,
del amor a los hombres, de la caridad y de la misericordia.
71
Los
demonios combaten o por medio de las cosas o por medio de los pensamientos
pasionales unidos a las cosas: por las cosas, a aquellos que están entre ellas;
por los pensamientos, a aquellos que están separados de ellas.
72
Tanto
es más fácil pecar de pensamiento que de obra, cuanto es más difícil la lucha
con los pensamientos que aquella con las cosas.
73
Las
cosas están fuera del nous, pero sus ideas están dentro. En
el nous está el usar bien o mal de éstas; el abuso de las cosas sigue
al uso erróneo de sus pensamientos.
74
El nous recibe
las ideas pasionales por estos tres medios: la sensación, la condición del
cuerpo, la memoria. Mediante la sensación, cuando las cosas a las cuales
tenemos pasión, se dirigen a ella y mueven al nous a pensamientos
pasionales; mediante la condición del cuerpo, cuando éste, alterado por un modo
de vida desarreglado o por acción de los demonios o por cualquier enfermedad,
mueve al nous nuevamente a pensamientos pasionales o contra la Providencia;
mediante la memoria, cuando éste representa las ideas de las cosas por las
cuales hemos sido tomados por las pasiones y mueve, de modo semejante,
al nous hacia pensamientos pasionales.
75
De
las cosas que Dios nos ha dado en uso, algunas se encuentran en el alma, otras
en el cuerpo, otras en torno al cuerpo. En el alma, por ejemplo, sus potencias;
en el cuerpo, los órganos de los sentidos y los otros miembros; en torno al
cuerpo, alimentos, riquezas, bienes, etc. El uso bueno o malo de estas cosas o
de los accidentes que las modifican muestra que somos virtuosos o viciosos.
Notas:
[1] Mt 6, 21.
[2] filánthropos
[3] 1 Jn 2, 15-16.
[4] Gn 46, 34
[5] ibid.
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