Textos de San Máximo El Confesor
Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo
El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.
Centurias sobre la Caridad
Segunda Centuria
1
El que ama
sinceramente al Señor ora también sin distracción, y quien ora sin distracción
ama también sinceramente al Señor. No ora, en cambio, sin distracción quien
tiene el nous adherido a cualquier cosa terrestre; por eso no
ama a Dios quien tiene el nous ligado a cualquier cosa
terrestre.
2
El nous que
se entretiene en una cosa sensible tiene ciertamente pasión por ella, de
concupiscencia o tristeza, ira o rencor; y si no desprecia aquella cosa,
no puede librarse de aquella pasión.
3
Las
pasiones, dominando al nous, lo atan a las cosas materiales y,
separándolo de Dios, hacen que se consagre a ellas. El amor de Dios, en cambio,
cuando domina alnous, lo libra de los lazos, persuadiéndolo de
despreciar no sólo las cosas sensibles, sino también nuestra misma vida
temporal.
4
Es obra de
los mandamientos volver puras las ideas de las cosas; de la lectura y de la
contemplación, hacer al nous inmaterial e informe, y de
esto viene el orar sin distracción.
5
No
basta la vida activa para la perfecta liberación del nous respecto
a las pasiones, de modo de que pueda orar sin distracción, si no le suceden
también diversas contemplaciones espirituales[1]. La primera libra al nous sólo de la incontinencia y
del odio, la otra, en cambio, también del olvido y de la ignorancia; y así
podrá orar como es debido.
6
Dos son los
estados más altos de la oración pura: uno es propio de los hombres activos, el
otro de los contemplativos. Aquel nace en el alma por el temor de Dios y por la
buena esperanza; el otro del ardiente amor divino y de la total purificación.
Signos del primer estado son que el nous recoja en sí todas
las ideas del mundo y, como si le estuviese presente Dios mismo, como realmente
lo está, hacer las oraciones sin distracción ni turbación. Signos del segundo
estado son que el noussea raptado en el mismo impulso de la
oración, por la luz divina e infinita y no sentir absolutamente nada más, ni de
sí mismo ni de cualquier otro ser, sino sólo de quien obra tal esplendor en él,
por medio de la caridad. Entonces, movido en torno a los principios acerca de
Dios, recibe puras y límpidas las imágenes acerca de Él.
7
Se adhiere
plenamente al objeto que se ama y, para no ser privado de él, se desprecia todo
lo que lo obstaculiza. Así quien ama a Dios se empeña en la oración y aparta de
sí toda pasión que la obstaculiza.
8
Quien
expulsa el amor propio[2], madre de las pasiones, aleja también, fácilmente, las otras con la
ayuda de Dios, como la ira, la tristeza, el rencor y el resto. Pero quien es
vencido por el amor propio, es golpeado también por las otras, aún si no lo
quiere. El amor propio es la pasión por el cuerpo.
9
A causa de
estos cinco motivos los hombres se aman entre sí, sea laudablemente sea
reprochablemente. O por Dios, como el virtuoso que ama a todos y quien, aún no
siendo virtuoso, ama al virtuoso; o por naturaleza, como los padres aman a los
hijos y viceversa; o por vanagloria, como quien es honrado ama a quien lo
honra; o por avaricia, como quien ama al rico por interés; o por amor al
placer, como quien cuida del vientre y de los placeres sexuales. El primer
motivo es laudable, el segundo, indiferente; los otros, pasionales.
10
Si a
algunos odias, a otros, en cambio, no los amas ni los odias, a otros los amas,
pero con medida, a otros, en cambio, los amas intensamente; conoce de tal
desigualdad que estás lejos de la caridad perfecta que manda amar a todo hombre
por igual.
11
Apártate
del mal y haz el bien[3]. Es decir, combate a los enemigos, para atenuar las pasiones, y luego
sé sobrio, para que no aumenten. Y de nuevo: combate, para adquirir la virtud,
y luego sé sobrio para custodiarla. Y en esto consistiría el trabajary
el custodiar[4].
12
Los que con
permiso de Dios nos tientan, o calientan la parte concupiscible del alma o
turban la irascible u oscurecen la racional o llenan el cuerpo con dolores o
arrebatan las cosas corporales.
13
Los
demonios o nos tientan por sí mismos o arman contra nosotros a aquellos que no
temen al Señor. Por sí mismos cuando nos apartamos de los hombres, como al
Señor en el desierto; por medio de los hombres, cuando vivimos con ellos, como
al Señor por medio de los fariseos. Pero nosotros, mirando a nuestro modelo,
rechazamos a ambos.
14
Cuando
el nous comienza a progresar en el amor a Dios, entonces
también el demonio de la blasfemia comienza a tentarlo y le insinúa tales
pensamientos, que ningún hombre, sólo el padre de ellos, el diablo, puede
interpretar. Hace esto, envidiando al amigo de Dios, para que, llegado a la
desesperación por haber tenido tales pensamientos, no ose elevarse más a Él con
la oración habitual. Nada aprovecha para su objetivo el que es execrable, sino
que nos hace aún más firmes. Combatidos y combatiendo, somos hallados más
probados y más sinceros en el amor de Dios: Entra su espada en su
corazón y sus arcos se quiebran[5].
15
El nous aplicándose
a las cosas visibles piensa según naturaleza las cosas mediante la sensación, y
no es malo ni el nous ni el pensar según naturaleza ni las
cosas ni la sensación. Éstas son obra de Dios. ¿Qué es, entonces, el mal?
Evidentemente la pasión del pensamiento según naturaleza, que puede aún no
encontrarse en el uso de los pensamientos, si el nous vigila.
16
La pasión
es un movimiento del alma contra naturaleza o hacia un amor irracional o hacia
un odio insensato o hacia cualquiera o a causa de cualquier cosa sensible. Por
ejemplo, hacia un amor irracional o de alimentos o de mujer o de riqueza o de
gloria pasajera o de cualquier otro objeto sensible o a causa de estas cosas;
hacia el odio insensato, por ejemplo de una de las cosas predichas, como se ha
afirmado, o contra cualquiera a causa de estas.
17
A su vez,
el vicio es el uso errado de las ideas, al cual sigue el abuso de las cosas.
Así, por ejemplo, para la mujer el recto uso de la unión conyugal es el fin de
la procreación de los hijos. El que mira al placer yerra en torno al uso,
teniendo por bien lo que no lo es; ese tal abusa uniéndose con la mujer. Y así
también respecto a las otras cosas e ideas.
18
Cuando los
demonios expulsan al nous de la castidad, lo rodean con
pensamientos de fornicación, entonces di con lágrimas al Señor: Después
de haberme expulsado, ahora me rodean. ¡Oh gozo mío, líbrame de aquellos que me
rodean[6], y serás salvado.
19
Terrible es
el demonio de la fornicación y violentamente cae sobre aquellos que luchan
contra la pasión, y especialmente en el descuido de la conducta y en los
encuentros con las mujeres. Escondido en la dulzura del placer asalta al nous,
luego ataca mediante el recuerdo a quien se ha recogido en soledad, inflamando
el cuerpo, presentando al nous formas variadas, lo atrae a
consentir el pecado. Si quieres que éstas no se entretengan en ti, toma el
ayuno, el trabajo, la vigilia y el bello recogimiento[7] junto con la oración continua.
20
Los que
buscan siempre nuestra alma, la buscan mediante los pensamientos pasionales,
para moverla al pecado de pensamiento o de obra. Cuando encuentran, pues,
al nous que no los acoge, entonces serán avergonzados y
rechazados; cuando lo encuentran dedicado a la contemplación espiritual, entonces
serán rechazados y avergonzados un breve tiempo.
21
Muestra
carácter de diácono quien unge el nous para los sagrados
combates y expulsa de él los pensamientos pasionales; carácter de presbítero,
quien lo ilumina en el conocimiento de los seres y disipa el falso
conocimiento; carácter de obispo, quien lo perfecciona con el óleo sagrado del
conocimiento de la adorable y santa Trinidad.
22
Los
demonios se debilitan cuando por medio de los mandamientos las pasiones
disminuyen en nosotros; perecen, cuando son dispersados definitivamente
por medio de la imperturbabilidad del alma, no encontrando ya más eso por lo
cual estaban en ella y la combatían. Y esto sería el sentido de: Se
debilitarán y perecerán lejos de tu rostro[8].
23
De los
hombres algunos se abstienen de las pasiones por temor humano; otros, por
vanagloria; otros, por dominio de sí; otros son liberados de las pasiones por
medio de los juicios divinos.
24
Todas las
palabras del Señor comprenden estas cuatro cosas: los mandamientos, la
doctrina, las amenazas, las promesas. Y por estas cosas soportamos toda pena,
es decir: ayunos, vigilias, dormir sobre tierra, fatigas y angustias en el
servicio de los otros, afrentas, deshonra, torturas, muerte y cosas semejantes: por
las palabras de tus labios, dice el salmo, mantuve duros caminos[9].
25
Recompensa
al dominio de sí es la imperturbabilidad; de la fe, el conocimiento; y la
imperturbabilidad engendra el discernimiento; el conocimiento, el amor a Dios.
Notas:
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