31 de diciembre de 2017






1ero de Enero
Octava de la Natividad del Señor
SOLEMNIDAD DE LA MADRE DE DIOS
Comentario al Evangelio Lc2, 16-21 extraído de Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

9215 (Lc 2,15-20)

"Luego que los ángeles se apartaron de ellos y volaron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Pasemos hasta Belén, y veamos este prodigio que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado". Vinieron, pues, a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al Niño reclinado en el pesebre. Y viéndole, se certificaron de cuanto les había dicho de este Niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron igualmente de lo que los pastores les habían contado. María empero conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón. En fin, los pastores se volvieron, no cesando de alabar y glorificar al Señor por todas las cosas que habían oído y visto, según se les había anunciado por el ángel". (vv. 15-20)

Expositor Griego. Todo lo que habían visto y oído los pastores causó en ellos tal asombro que abandonaron sus rebaños y, a pesar de ser de noche, marcharon a Belén buscando la luz del Salvador. Por esto dice: "Los pastores se decían unos a otros", etc.

Beda. No dijeron verdaderamente: Veamos al Niño, sino que dijeron porque velaban: "Veamos al verbo que ha sido hecho". Esto es, cómo el Verbo, que ha existido siempre, ha sido hecho carne por nosotros, porque este mismo Verbo es el Señor. Prosigue pues: "Y veamos este prodigio que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado", esto es, veamos cómo el Verbo se ha hecho a sí mismo, y se nos ha mostrado en su carne.

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2. Es de notar de qué modo tan especial pesa la Escritura el sentido de cada palabra. Porque cuando se ve la carne del Señor, se ve al Verbo que es su Hijo. Y no se crea que este ejemplo de fe de los pastores es de poca importancia, a causa de que sus personas sean tan humildes. Se busca la sencillez y no la ostentación. Y continúa: "Vinieron, pues, a toda prisa" para manifestar que el que busca a Jesucristo no debe andar con pereza.

Orígenes, in Lucam, 13. Como fueron de prisa, y no poco a poco, prosigue: "Y hallaron a María", que era la que había dado a luz al Salvador, "y a José" que era el protector del nacimiento, "y al Niño reclinado en el pesebre", esto es, al mismo Salvador.


Beda. Está en el orden natural que, una vez celebrada dignamente la encarnación del Verbo, se venga a contemplar su misma gloria. Sigue, pues: "Y viéndole, se certificaron de cuanto se les había dicho", etc.

Expositor Griego. No satisfechos los pastores con creer la dicha que les había anunciado el ángel y cuya realidad vieron llenos de asombro, manifestaban su alegría no sólo a María y a José, sino también a todo el mundo. Y lo que es más, procuraban grabarla en su memoria. "Y todos -continúa- los que lo oyeron se maravillaron". ¿Y cómo no habían de maravillarse viendo en la tierra a Aquel que está en los cielos, y reconciliado en paz lo celestial con lo terreno, a aquel inefable infante, uniendo entre sí lo que era celestial por su divinidad con lo que era terreno por su humanidad, y haciendo en esta unión una alianza admirable?

Glosa. No sólo se admiran por el misterio de la encarnación, sino también por el gran testimonio de los pastores, que no podían inventar lo que no hubieran oído, y que publican la verdad con una elocuencia sencilla.

San Ambrosio. No son, por lo sencillas, despreciables las palabras de los pastores, puesto que María les prestaba fe, según se ve por lo que sigue: "María, empero, conservaba todas estas cosas dentro de sí, recogiéndolas en su corazón". Aprendamos la castidad en todas las cosas de la Santa Virgen, la cual reunía en su corazón las pruebas de la fe con no menos modestia en sus palabras que en su cuerpo.

Beda, in hom in nativ. Dom. Guardando, pues, las leyes del decoro virginal, no quería decir a nadie los misterios de Cristo que conocía, pero comparaba lo que ella había leído que debía suceder con lo que veía que venía sucediendo, no explicándolo con palabras, sino conservándolo encerrado en su corazón.

Expositor Griego. Todo lo que le había dicho el ángel, y todo lo que había oído a Zacarías, Isabel y los pastores, todo lo conservaba en su corazón. Y comparando unas cosas con otras, esta Madre de la Sabiduría veía que en todas ellas se probaba que era verdaderamente Dios quien había nacido de ella.

San Atanasio. Todos, pues, se alegraban en el nacimiento de Jesucristo, no de una manera humana (como suelen regocijarse los hombres cuando nace un niño), sino por la presencia de Jesucristo y por el brillo de la luz divina. "En fin -prosigue- los pastores se volvieron, no cesando de alabar y glorificar al Señor por todas las cosas que habían oído".

Beda. Esto es, de los ángeles. "Y que habían visto" (a saber, en Belén), según se les había anunciado por el ángel. Es decir, que glorificaban a Dios porque habían encontrado lo que se les había dicho; y, como se les había advertido, daban gloria al Señor y le dirigían sus alabanzas, porque así se lo habían enseñado los ángeles, no mandándoselo con la palabra, sino mostrándoles el ejemplo de su devoción cuando cantaron: "Gloria a Dios en las alturas".

Beda, in hom. in nativ. Dom. En sentido místico, los pastores de los rebaños espirituales, o más bien todos los fieles, van a imitación de estos pastores con su contemplación hasta Belén, y celebran la encarnación de Cristo con grandes homenajes. Vamos también nosotros, renunciando a todas las concupiscencias carnales y con todo el fervor de nuestra alma hasta la Belén del cielo. Es decir, hasta la casa del pan vivo, para que merezcamos ver reinando en el solio de su Padre a Aquel a quien vieron los pastores suspirando en el pesebre. No debe buscarse tanta felicidad con tibieza e indiferencia, sino que deben seguirse las huellas de Jesucristo con alegría. Cuando los pastores lo vieron, le conocieron. También nosotros debemos abrazar con suma diligencia y alegría todo lo que se nos ha dicho de nuestro Salvador, para que podamos comprenderlo con pleno conocimiento en la otra vida.

Beda, super Luc. Los pastores del rebaño divino se transportan a las puertas de Belén contemplando la vida de los antiguos patriarcas, que es en la que se conserva el pan de vida, y no encuentran allí otra cosa que la pureza virginal de la Iglesia, representada en María; la poderosa congregación de los doctores espirituales, representados en José; y la humilde venida de Jesucristo, expuesta en las páginas de la Sagrada Escritura como al Niño Jesús reclinado en el pesebre.

Orígenes, in Lucam, 13. El pesebre era también aquello que Israel no conoció, según las palabras de Isaías: "Conoció el buey a su amo y el asno el pesebre de su Señor" (Is 1,3)

Beda, in hom. in nativ. Dom. Los pastores no guardaron en silencio lo que habían visto, en lo que se manifiesta que los pastores de la Iglesia se ordenan para enseñar a sus oyentes lo que aprenden en las Sagradas Escrituras.

Beda, sup. Luc. También los maestros de los rebaños espirituales, ora se elevan contemplando las cosas del cielo, mientras los demás duermen, ora recorren con estudio los ejemplos de los fieles, ora vuelven a su ministerio pastoral para enseñar al pueblo.

Beda, in hom. in nativ. Dom. Hasta el que parece observar una vida retirada ejerce el cargo de pastor si, reuniendo gentes de buenas acciones y de pensamientos puros, se propone gobernarlas con una moderación perfecta, nutrirlas con el pasto de las Escrituras y preservarlas de las asechanzas de los demonios.


"Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido". (v. 21)

Beda, in hom, Circumcis. Dom. Una vez expuesta la natividad del Señor, el evangelista continúa diciendo: "Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño".

San Ambrosio. ¿Qué niño sino Aquel de quien se ha dicho por Isaías (Is 9,6): "Ahora que ha nacido un niño para nosotros, y se nos ha dado un hijo?" "Porque se sujetó a la ley para redimir a los que estaban debajo de la ley" (Ga 4,4-5)

San Epifanio, adversus haereses, 30. Los sectarios de Ebión y Cerinto dicen: Bástale al discípulo el ser como su maestro. Si, pues, se circuncidó Jesucristo, también tú debes circuncidarte. Pero se engañan destruyendo sus propios principios porque, si Ebión confesase que Cristo, Dios, bajando del cielo fue circuncidado al octavo día, entonces haría un argumento en favor de la circuncisión, pero como asegura que Jesucristo no es más que hombre, un niño no puede ser causa de que se lo circuncide, como no son los niños autores de su circuncisión. Nosotros confesamos que fue el mismo Dios quien bajó del cielo, y que en el seno de la Virgen permaneció el tiempo necesario para que se formase la carne de su humanidad, en la cual fue circuncidado real y no aparentemente el día octavo. Pero habiendo llegado las figuras a su efecto espiritual ni El, ni sus discípulos deben ya propagar las figuras, sino la verdad.

Orígenes, in Lucam, 14. Así como hemos muerto con El en su muerte, y hemos resucitado en su resurrección, así también hemos sido circuncidados con El; por lo cual de ninguna manera necesitamos ahora de la circuncisión carnal.

San Epifanio, adversus haereses, 30. Jesucristo se circuncidó por muchos motivos. En primer lugar para demostrar la verdad de su carne contra Maniqueo y los que dicen que no había venido sino aparentemente. Después, para hacer ver que su cuerpo no era consustancial de ningún modo a la divinidad, como dice Apolinar, y que no lo había traído del cielo, según afirma Valentino. Y, por último, a fin de confirmar la circuncisión que había instituido en otro tiempo para preparar su venida, como asimismo para que no quede ninguna excusa a los judíos. Porque si Jesucristo no hubiera sido circuncidado, objetarían que no podían recibirlo por estar incircunciso.

Beda, in hom, Circumcis. Dom. También para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia y favorecer con su compasión a los que, viviendo bajo la ley, no habían podido llevar su yugo, para que el que había venido revestido de una carne semejante a la del pecado, no rechazase el remedio con el cual se acostumbraba purificar la carne de pecado. Porque la circuncisión prescrita en la ley obraba entonces la misma cura saludable contra la llaga del pecado original, que ahora el bautismo después de la gracia revelada, con la diferencia de que no se podía entrar en el reino de los cielos, sino solamente hallar después de la muerte el consuelo del descanso de la paz celestial en el seno de Abraham y esperar con dulce esperanza la entrada en la gloria.

San Atanasio, in serm. super Omnia mihi tradita sunt. No expresaba, pues, otra cosa la circuncisión, sino el despojo de la antigua generación, por lo cual se cortaba una parte del cuerpo, que es en la que existe la causa del nacimiento corporal. Esto se hacía en aquel tiempo en señal del bautismo, que había de establecer Jesucristo. Mas luego que vino la realidad, cesó la figura, puesto que en donde quedó destruido lo antiguo por medio del bautismo, era superfluo lo que antes representaba la sección de una parte del cuerpo.

San Cirilo.Se acostumbraba celebrar la circuncisión de la carne en el octavo día del nacimiento. También Jesucristo resucitó de entre los muertos el día octavo, y nos insinuó la circuncisión espiritual, diciéndonos: "Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas" (Mt 28,19)

Beda. En su resurrección también fue figurada nuestra doble resurrección, la de la carne y la del espíritu, porque Jesucristo circuncidado enseñó a nuestra naturaleza que debe purificarse ahora por sí misma de la mancha de sus vicios, y que en el último día será restaurada de la corrupción de la muerte. Y así como el Señor resucitó dentro del octavo día, esto es, después del séptimo, que es el sábado, así también después de las siete edades de este mundo y después de la séptima, que es el sábado de las almas, y que ahora se pasa esperando en la otra vida, habremos de resucitar como en la octava edad.

Cirilo.

Según el precepto de la ley, en el mismo día recibió la imposición de un nombre, conforme a estas palabras: "Le fue puesto por nombre Jesús", que quiere decir Salvador, porque fue dado a luz para salvación de todo el mundo, como se figuró en su circuncisión, según lo que dice el Apóstol (Col 2,11): "Habéis sido circuncidados con una circuncisión no operada por la mano del hombre con el despojo de la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Jesucristo"

Beda, in hom, Circumcis. Dom. Sucedió que se le impuso el nombre en el mismo día de su circuncisión, a imitación de lo que se observaba antiguamente. Así Abraham, que fue el primero que recibió el sacramento de la circuncisión, mereció ser bendito con la amplificación de su nombre en el día que lo recibió (Gn 17.)

Orígenes, in Lucam, 14. Porque el nombre de Jesús es glorioso y muy digno de toda veneración, nombre que es superior a todos los nombres y que no debía ser pronunciado antes ni ser introducido por los hombres en el mundo. Y por esto dice el evangelista de un modo significativo: "Nombre que le puso el Angel", etc.

Beda. Sus escogidos también se alegran de participar de este nombre en su circuncisión espiritual, porque así como cristianos viene de Cristo, así salvados viene de Salvador, cuyo nombre les ha sido concedido por el Señor, no sólo antes de ser concebidos en el seno de la Iglesia por la fe, sino aun antes de todos los siglos.

8 de diciembre de 2017


SAN JUAN BAUTISTA


II Domingo de adviento

Comentario al Evangelio Mc 1,1-8. Extraído de Catena aurea



Como está escrito en Isaías profeta: He aquí que mando a mi ángel ante tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; haced rectas sus sendas. (vv. 2-3)


Beda. Habiendo de escribir San Marcos el Evangelio, cita ante todo oportunamente el testimonio de los profetas, a fin de que mostrando lo que había sido predicho por éstos, admitieran todos sin escrúpulo ni duda alguna lo que él escribiese. Comenzando así su Evangelio, movió a los judíos, que habían recibido la Ley y los Profetas, a recibir la gracia del Evangelio y los sacramentos que habían sido predichos en las profecías. Juntamente lleva a los gentiles, que por las nuevas del Evangelio vinieron al Señor, también a recibir y venerar la autoridad de la Ley y los Profetas. Por lo que dice: "Como está escrito en Isaías profeta: He aquí", etc.

San Jerónimo, Del mejor modo de interpretar, a Pammach. , epist. 101, cap. 3. Esto no se halla en Isaías, sino en Malaquías, último de los doce profetas.

San Crisóstomo, homil. 1 sobre San Marcos. O de otro modo: se dice que reunió en una dos profecías anunciadas por los dos profetas en distintos lugares; pues en Isaías profeta, después de la historia de Ezequías, se lee (Is 40,3): "Voz que clama en el desierto"; y en Malaquías (Ml 3,1): "He aquí que envío a mi ángel". Cortando, pues, el evangelista, puso las dos profecías como de Isaías1, y las refiere a una lectura, no expresando quién dice: "He aquí que envío al ángel".

San Agustín, de quaest. novi et veteri testamentorum, 57. Sabiendo que ha de referirse al autor todo lo que sea suyo, atribuyó estas palabras a Isaías, que fue el primero que les dio este sentido. Finalmente, después de las palabras de Malaquías, añade en seguida: "Voz que clama en el desierto", para unir las palabras de uno y otro profeta, que tienen el mismo sentido, en la persona del primero.

Beda. O se ha de entender de otro modo, porque, aunque no se encuentren estas primeras palabras en Isaías, su sentido, sin embargo, se halla en otros muchos lugares, y más claramente en el que se añade: "Voz que clama en el desierto". Pues lo que dijo Malaquías, que se ha de enviar el ángel delante de la faz del Señor, el cual ha de preparar su camino, es lo mismo que dijo Isaías con las palabras: "Voz que ha de oírse clamando en el desierto", la cual debe decir: "Preparad el camino del Señor". En una y otra sentencia, pues, se anuncia igualmente que ha de prepararse el camino del Señor. Pudo suceder también que al escribir el Evangelio se ofreciese Isaías por Malaquías a la memoria de San Marcos, como suele acontecer. Lo que con todo hubiera enmendado, sin ninguna duda, advertido al menos por algunos de los que pudieron leerlo en su tiempo. Salvo que hubiera pensado que a su memoria, que era regida por el Espíritu Santo, no en vano salía el nombre de un profeta por el de otro, pues así se insinúa que las cosas que dijo el Espíritu Santo por los profetas, cada una de ellas es de todos y todas de cada uno2.

San Jerónimo. Así que por Malaquías suena la voz del Padre para el Hijo, que es la faz del Padre, por lo que es reconocido.

Beda. Juan, pues, es llamado Angel, no por participación de naturaleza, según la herejía (error) de Orígenes, sino por la dignidad del oficio, puesto que en griego se dice ángel y en latín mensajero, con cuyo nombre pudo llamarse muy acertadamente el hombre que fue enviado por Dios para que diese testimonio cierto de la luz (Jn 1), y anunciase que el Señor había de venir en carne mortal al mundo; siendo constante que todos los que ejercen el sacerdocio pueden ser llamados ángeles por el cargo de evangelizar, según dice el profeta Malaquías (cap. 2): "Los labios del sacerdote guardan la ciencia, y se pedirá de su boca la ley, porque él es el ángel del Señor de los ejércitos".

Teof. Así que el precursor de Cristo se llama ángel a causa de su vida angélica y de su excelsa honra. Por eso cuando se dice: "ante tu faz", es como si se dijera: "junto a ti está tu mensajero", por lo que se manifiesta lo cercano que está el precursor de Cristo. Pues los que andan alrededor de los reyes son los que están más cerca de ellos. Y sigue: "El cual preparará tu camino ante ti, pues preparó por el bautismo las almas de los judíos para que recibiesen a Cristo".

San Jerónimo. O el camino por el que el Señor viene hasta los hombres es la penitencia, por la cual Dios baja a nosotros, y nosotros subimos a El. De aquí el principio de la predicación de San Juan: "Haced penitencia".

Beda. Así como San Juan pudo ser llamado "ángel", porque precedió al Señor evangelizando, así también pudo ser llamado "voz", porque iba delante haciendo oír la palabra de Dios, por ello dice: "Voz que clama", etc. Consta, también, que el Hijo unigénito se llama Verbo del Padre. Así, por nuestro mismo hablar conocemos que la voz suena antes y que no puede oírse la palabra sino después.

San Jerónimo. Se dice voz que clama, porque el clamor llega hasta los sordos y los que están lejos, y porque suele hacerse con furor. Voz que ciertamente llegó al pueblo judío, aunque la salvación no fue recibida por los pecadores (Ps 57,5), por lo que merecieron oír de Cristo indignación, enfado y tribulación.

San Crisóstomo. Por esto se dice "en el desierto". Manifiestamente significa en la profecía que la doctrina divina no ha de predicarse en Jerusalén, sino en el desierto. Juan Bautista lo cumplía a la letra anunciando en el desierto del Jordán la saludable aparición del Verbo de Dios. Enseña también el pasaje profético que, además del desierto que mostró Moisés, en donde abría sus senderos, había otro desierto, en el cual se halla la salvación de Cristo.

San Jerónimo. O suena la voz y el clamor en el desierto, porque estaban desamparados del Espíritu de Dios, como casa desocupada y barrida; desamparados también del profeta, rey y sacerdote.

Beda. Qué clamaría, pues, se anuncia cuando dice: "Preparad el camino del Señor, haced rectos sus senderos". Pues todo el que predica la recta fe y las buenas obras, ¿qué otra cosa prepara sino el camino del Señor, que va a los corazones de sus oyentes, para penetrarlos verdaderamente con la fuerza de su gracia e ilustrarlos con la luz de la verdad? Hace rectos los senderos, formando por la palabra de la predicación pensamientos puros en el alma.

San Jerónimo. O de otro modo: "Preparad el camino del Señor", esto es, haced penitencia y predicad. "Haced rectos sus senderos", para que, andando solemnemente el camino real, amemos a nuestros prójimos como a nosotros, y a nosotros mismos como a nuestros prójimos. Pues el que se ama a sí mismo y no ama al prójimo, se aparta del camino por la derecha, porque muchos obran bien y no corrigen bien, como fue Heli. Y aquel que ama al prójimo pero tiene aversión de sí mismo, se sale del camino hacia la izquierda, pues muchos corrigen bien, pero no obran bien, como fueron los escribas y fariseos. Mas los senderos siguen después del camino, porque los mandatos morales se explanan después de la penitencia.

Teofilacto. O el camino es el Nuevo Testamento, estando ya como allanados los del Antiguo. Era, pues, necesario prepararse para el camino, es decir, para el Nuevo Testamento, porque convenía que se hiciesen rectos los senderos del Antiguo Testamento.







San Juan estuvo en el desierto bautizando y predicando el bautismo de penitencia para la remisión de los pecados. E iban a encontrarle todas las gentes de Jerusalén y de toda la Judea, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan andaba vestido de pelos de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida era langostas y miel silvestre, y predicaba diciendo: "En pos de mí viene el que es más fuerte que yo: ante el cual no soy yo digno de postrarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado en agua; mas El os bautizará en el Espíritu Santo". (vv. 4-8)


San Jerónimo. Según la anterior profecía de Isaías, San Juan prepara el camino del Señor por la fe, el bautismo y la penitencia. Los senderos rectos se hacen por los austeros indicios del vestido de cilicio y de la correa de cuero, y de la comida de langostas y de la miel silvestre, y de la voz muy humilde. Por esto se dice: "Juan estuvo en el desierto". Juan y Jesús buscan, pues, lo que se ha perdido en el desierto. Donde venció el diablo, allí se vence; donde cayó el hombre, allí se levanta. Juan se interpreta gracia de Dios. Así, pues, la narración empieza por la gracia. Sigue luego bautizando. Por el bautismo se da la gracia, porque los pecados se perdonan por la gracia. Así los catecúmenos empiezan a ser instruidos por el sacerdote y son ungidos por el Obispo. Para señalar esto se añade: "Y predicando el bautismo de la penitencia", etc.

Beda. Sabido es que San Juan no sólo predicó el bautismo de la penitencia, sino que también bautizó a algunos. Sin embargo, no pudo aplicarles dicho bautismo en remisión de los pecados, porque la remisión de los pecados sólo nos es dada por el bautismo de Jesucristo. Así, pues, se dice: "Predicando el bautismo de la penitencia en remisión de los pecados", puesto que predicaba, porque no podía dar aquel bautismo que perdona los pecados. Esto era así para que, como con la palabra de la predicación precedía al Verbo encarnado del Padre, por el bautismo que daba, por el cual no podían perdonarse los pecados, así también precediese al bautismo de la penitencia, por el cual sí se perdonan.

Teofilacto. O bien, aunque el bautismo de San Juan no llevara en sí la remisión de los pecados, inducía, sin embargo, a los hombres a la penitencia. "Pues yo soy, predicaba, el bautismo de la penitencia". Esta predicación de la penitencia conducía a la remisión de los pecados, así como los penitentes que recibieran a Cristo, recibirían con El la remisión de sus pecados.

San Jerónimo. Por San Juan, pues, como por el amigo del esposo, es conducida la esposa a Cristo, así como Rebeca a Isaac por su criado (Gn 24) Y continúa: "E iban a encontrarle todas las gentes", etc. Confesión y belleza en su presencia (Ps 95,6), esto es en presencia del esposo. La esposa baja del camello así como ahora se humilla la Iglesia al ver a su esposo Isaac, esto es, a Jesucristo. La bajada al Jordán, donde se lavan los pecados, se interpreta ajena. Enajenados nosotros de Dios en otro tiempo por la soberbia, y ahora humillados por el símbolo del bautismo, nos levantamos a lo alto.

Beda. Para los que desean el bautismo se toma ejemplo de confesar los pecados y prometer una mejor vida. De ahí las siguientes palabras: "Los que confiesan sus pecados".

San Crisóstomo, In Matth. hom. , 10. Porque San Juan predicaba penitencia, daba ejemplo de ella en el vestido y la comida. Así se dice: "Y traía Juan un vestido de pelos de camello".

Beda. Vestido, dice, de pelo, no de lana, pues el primero es indicio de vestido austero, y el último lo es de molicie. La correa de cuero con que se ceñía, como Elías (2R 1), es indicio de mortificación. Lo que sigue después: "Y su comida eran langostas y miel silvestre", como conviene al habitante del desierto, que no atiende al gusto de los manjares, sino a la necesidad de la naturaleza humana.

San Jerónimo. El vestido de San Juan, la comida y todas sus obras, significan la vida austera de los que han de predicar, y significan también a las futuras gentes han de unirse dentro y fuera en la gracia de Dios, que es San Juan. Porque los ricos entre los hombres están representados por los pelos de camello; los pobres, muertos al mundo, por la correa de cuero; y los sabios del siglo, por las langostas errantes, las cuales, dejando las pajas secas a los judíos, se arrastran hacia los carros del trigo místico y en el calor de la fe se elevan dando saltos. Y por la miel silvestre, inspirados los fieles se ceban en inculta selva.

Teof. O de otro modo, el vestido de pelos de camellos era una señal del dolor que por indicación de San Juan conviene que sienta el penitente; pues el saco significa dolor, pero la correa de cuero significa la mortificación del pueblo judío. La comida de San Juan señala, no sólo la abstinencia, sino que es también significado del alimento del alma, con el que se alimentaba entonces el pueblo, que, aunque no entendiendo las cosas superiores, sin embargo se elevaba a lo alto y se abatía de nuevo al igual que la langosta que se eleva a saltos para luego caer otra vez. Así el pueblo ciertamente se alimentaba de la miel, que es obra de las abejas, esto es, de los profetas: miel no trabajada, sino silvestre. Los hebreos tenían las Escrituras como esta miel, pero no las entendían bien.

San Gregorio, 31 Mor. , cap. 19, super Job 39, 20. O por la misma especie de alimentos designó su precursor al Señor. El, que en verdad vino para nuestra redención, comió la miel silvestre, porque tomó la dulzura del infructuoso gentilismo. Y, porque verdaderamente convirtió en parte a muchos judíos, tomó por alimento langostas, las cuales dando súbitos saltos caen al punto en tierra. Y, como ellas, los judíos daban saltos cuando prometían llenar los preceptos de Dios y caían en tierra cuando por sus malas obras negaban haberlo oído. Así, pues, se levantaban por las palabras y caían por los hechos.

Beda. El vestido y el alimento de San Juan pueden también expresar la naturaleza de sus inclinaciones. Usaba vestidos austeros, porque no fomentaba la vida de los pecadores con halagos, sino que los increpaba con el vigor de un áspero enojo. Ceñía su cintura con una correa de cuero, porque crucificaba su carne con sus vicios y concupiscencias. Comía langostas y miel silvestre, porque su predicación tenía para el pueblo cierto sabor dulce, por lo que juzgaron las gentes que El era el Cristo. Sin embargo, pronto entendieron sus oyentes que no era él el Cristo, sino su precursor y profeta, porque la dulzura, en verdad, es propia de la miel, y el vuelo rápido lo es de las langostas. Y continúa: "Y predicaba diciendo: El que ha de venir después de mí, es más poderoso que yo".

Glosa. Decía esto para hacer cambiar de opinión a la muchedumbre que creía que él era el Cristo. Anunciaba que Cristo era más fuerte. Este había de perdonar los pecados, cosa que él no podía hacer.

San Jerónimo. ¿Quién es más fuerte que la gracia -representada por San Juan Bautista- por la que se perdonan los pecados, sino Aquél que los perdona setenta veces siete? Ciertamente que la gracia antecede, pero perdona por el bautismo una sola vez los pecados, en tanto que la misericordia alcanza a los desdichados pecadores desde Adán a Jesucristo por setenta y siete generaciones, y llega hasta ciento cuarenta y cuatro mil.

San Crisóstomo, In Matth. hom. , 11. Para que no se piense que se compara con Cristo al decir esto, añade: "Y no soy yo digno", etc. Ahora bien, no es lo mismo desatar la correa de sus sandalias (esto es lo que dice San Marcos) que descalzar las sandalias (esto es lo que dice San Mateo) Y ciertamente, siguiendo el orden de la narración y no engañándose por esto en nada, dicen los evangelistas que, de acuerdo al significado de la afirmación, San Juan Bautista dijo lo uno y lo otro. En cuanto a los comentadores, cada uno lo expone de diferente modo, teniendo en cuenta que se llama correa a la ligadura de las sandalias. Así, pues, San Juan dice esto para ensalzar la excelencia del poder de Cristo y la grandeza de su divinidad. Es como si dijera: ni siquiera soy digno de figurar en el orden de sus ministros. Así, pues, es asunto de la mayor importancia el considerar las cosas que pertenecen al Cuerpo de Cristo como inclinándose en tierra, desde donde hay que mirar la imagen de las cosas superiores para descifrar cada uno de los inexplicables tesoros que se refieren al misterio de la encarnación.

San Jerónimo. La sandalia está en la parte extrema del cuerpo, el Salvador en su Encarnación ha tenido como fin extremo la justicia. Por esto dice el profeta (Ps 59,10 y Ps 107): "Sujetaré la Idumea a mi imperio, o por la Idumea extenderé mis plantas".

San Gregorio, hom. 7, sobre el Evang. Las sandalias se hacen también de los animales muertos. Al encarnarse apareció como calzado el Señor, Aquel que en su divinidad tomó para sí lo mortal de nuestra corrupción. O de otro modo: Era costumbre entre los antiguos el que, si alguno no quería recibir por esposa a la que se pretendiera para él por derecho de parentesco, desatase su calzado el que debía ser su esposo. Por esta razón anuncia que él es indigno de desatar la correa de sus sandalias, como diciendo abiertamente: "Yo no soy digno de descalzar al Redentor, porque no usurpo el nombre de esposo, que no merezco".

Teofilacto. Se entiende también así: Todos los que se acercaban y eran bautizados por San Juan, creyendo en Cristo eran librados de la ligadura de los pecados por la penitencia. De este modo desataba San Juan la correa de todos los demás, es decir, la ligadura de los pecados. Pero esto no valió para Jesús, porque no encontró pecado en El.

Beda. San Juan no llama aún al Señor manifiestamente Dios o Hijo de Dios, sino tan solamente varón más fuerte que él, porque sus oyentes, aún ignorantes, no comprendían lo insondable de tan gran misterio. ¿Cómo era que el Hijo Eterno de Dios hubiese nacido de nuevo, tomando forma humana de la Virgen? Por ello, poco a poco habían de ser introducidos en la fe de la divinidad eterna por el conocimiento de la humildad glorificada. Sin embargo, aunque ocultamente, les declaraba que éste era el Dios verdadero al decir: "Yo os bautizo en el agua, pero El os bautizará en el Espíritu Santo". ¿Quién puede dudar, pues, que nadie además de Dios puede dar la gracia del Espíritu Santo?

San Jerónimo. ¿Qué cosa hay diferente entre el agua y el Espíritu Santo, que era llevado sobre las aguas? El agua es misterio del hombre, pero el Espíritu es misterio de Dios.

Beda. Somos bautizados por el Señor en el Espíritu Santo, no sólo cuando el día del bautismo fuimos lavados en la fuente de la vida para remisión de los pecados, sino también cada día cuando la gracia del mismo Espíritu nos inflama para hacer lo que agrada a Dios.





Textos de San Máximo El Confesor

Extraídos de "Obras Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva- Biblioteca de Patrística.

Centurias sobre la Caridad
cuarta centuria

51
¿Quién es en esta generación el que se ha liberado totalmente de los pensamientos pasionales y fue hecho digno de la oración pura e inmaterial, la cual es signo del monje interior?

52
Muchas pasiones están escondidas en nuestras almas, y se muestran cuando aparecen las cosas.

53
Uno puede no ser atormentado por las pasiones en ausencia de las cosas, obteniendo así una imperturbabilidad parcial; pero cuando las cosas aparecen, pronto las pasiones turban el nous.

54
No creas tener una perfecta imperturbabilidad, no estando presente la cosa; cuando en cambio aparece y permaneces inmóvil respecto a la cosa o después, respecto a su recuerdo, sabe entonces que has alcanzado sus confines. No la desprecies, pues la virtud duradera mata las pasiones; descuidada, en cambio, las levanta nuevamente.

55
El que ama a Cristo, ciertamente lo imita, en cuanto le es posible. Como Cristo no cesó de hacer el bien a los hombres y, tratado  con ingratitud y ultrajado, era paciente; y golpeado y conducido a muerte por ellos, lo soportó no imputando de ningún modo el mal a ninguno. Estas tres son las obras de la caridad hacia el prójimo, sin la cual el que dice amar a Cristo y de haber alcanzado su reino, se engaña a sí mismo. No quien me dice: Señor, Señor, afirma, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de  mi Padre[1]. Y nuevamente: El que me ama observará mis mandamientos[2], etc.

56
Todo el fin de los mandamientos del Salvador consiste en librar al nous de la intemperancia y del odio y en el conducirlo al amor Suyo y al prójimo, de los cuales nace como un esplendor santo el conocimiento en acto.

57
Hecho digno de parte de Dios de un conocimiento parcial, no descuides la caridad y la temperancia: éstas, pues, purificando la parte del alma susceptible de pasión, te preparan siempre la vía del conocimiento.

58
Vía al conocimiento son la imperturbabilidad y la humildad, sin las cuales nadie verá al Señor.

59
Porque el conocimiento hincha, pero la caridad edifica[3], une la caridad al conocimiento y serás modesto y un edificador espiritual, edificándote a ti mismo y a todos los que se te aproximan.

60
Por esto la caridad edifica, porque no envidia ni se exaspera contra los envidiosos ni ostenta en público lo que le es envidiado ni considera haber ya alcanzado[4] y confiesa sin sonrojarse no saber lo que no sabe: así pues hace modesto al nous y lo prepara siempre a progresar en el conocimiento.

61
Y bajo un cierto aspecto natural al conocimiento siguen presunción y envidia, sobre todo en los comienzos: la presunción, solo interiormente; la envidia, interiormente y exteriormente: interiormente hacia quienes poseen el conocimiento; exteriormente, de parte de quienes la poseen. La caridad suprime los tres defectos: la presunción, porque no hincha; la envidia interior, porque no es envidiosa; la exterior, porque es paciente y benigna. Es necesario, por ello, que el que posee el conocimiento se procure también la caridad, para que conserve en todo invulnerado el nous.

62
El que fue hecho digno del don del conocimiento y tiene tristeza o rencor u odio hacia un hombre, es semejante al que se friega los ojos con espinas y cardos. Por esto el conocimiento requiere necesariamente de la caridad[5].

63
No dediques tu tiempo a la carne, sino ejercítala en determinados momentos según tu capacidad y consagra todo tu nous a las cosas interiores: pues el ejercicio corporal es útil en poco, pero la piedad es útil en todo[6], etc.

64
El que se ha dedicado incesantemente a las cosas interiores es temperante, paciente, benigno y humilde; no sólo esto, sino que también contempla, se da a lateología y ora: esto es lo que dice el Apóstol: Caminad en el Espíritu[7], etc.

65
El que no sabe andar la vía espiritual, no se preocupa de los pensamientos pasionales, sino que tiene toda su preocupación en la carne y entonces o es goloso o disoluto y se entristece y se enoja y tiene rencor; y, por esto, oscurece el nous o hace uso sin medida del ejercicio corporal y enturbia el intelecto.

66
La Escritura no suprime nada de las cosas dadas por Dios a nosotros para su uso, sino que modera el exceso y corrige lo que es irracional. Por ejemplo no prohíbe comer ni de tener hijos ni de poseer riquezas y de administrarlas rectamente, sino que prohíbe ser goloso, fornicar, etc. Y no prohíbe tampoco el pensar estas cosas, porque han sido hechas también para esto, sino el pensarlas con pasión.

67
Algunas de las acciones que realizamos para Dios las realizamos por mandamiento; otros no por mandamiento sino, como podría decir alguno, por ofrenda espontánea. Por ejemplo, por mandato, el amar a Dios y al prójimo, el amar a los enemigos, el no cometer adulterio, no matar y todos los otros, transgrediendo los cuales somos condenados. No realizamos por mandamiento la virginidad, el celibato, la pobreza, la vida solitaria, etc. Estos actos tienen la categoría de dones  para que, si, por debilidad, no podemos realizar bien alguno de los mandamientos, hagamos propicio a nuestro buen Señor por medio de los dones.

68
El que aprecia el celibato o la virginidad debe necesariamente tener la cintura ceñida y la lámpara encendida: la cintura mediante el dominio de sí; la lámpara mediante la oración, la contemplación y la caridad espiritual[8].

69
Algunos de los hermanos se consideran a sí mismos excluidos de los dones del Espíritu Santo; pues por su negligencia en la práctica de los mandamientos no saben que el que tiene la fe genuina en Cristo tiene, en suma, todos los dones divinos en sí mismo. Pero porque estamos lejos por indolencia del amor efectivo a Él, que nos indica los tesoros divinos que están en nosotros, nos consideramos voluntariamente excluidos de los dones divinos.

70
Si Cristo habita en nuestros corazones mediante la fe, según el divino Apóstol[9], y todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en Él[10], entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones y se revelan al corazón según la medida de purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos.

71
Éste es el tesoro escondido en el campo de tu corazón, que no has encontrado aún a causa de tu indolencia; si lo hubieses encontrado, ya habrías vendido todo y comprado este campo[11]. Ahora, en cambio, abandonado el campo, te preocupas de las cosas que están a su alrededor, en las cuales no se encuentra nada sino espinas y cardos.

72
Por esto dice el Salvador: Felices los puros de corazón, porque ellos verán a Dios[12]. Porque Él está escondido en el corazón de quienes creen en Él. Entonces verán a Dios y a los tesoros que están en Él, cuando se purifiquen a sí mismos por medio de la caridad y del dominio de sí y, tanto más, cuanto más se esfuercen en la purificación.

73
Por eso dice de nuevo: Vended vuestros bienes y dadlos en limosna y así todo será puro para vosotros[13]; dice esto para que no nos dediquemos a las cosas del cuerpo, sino que nos esforcemos en purificar del odio y de la intemperancia al nous, que el Señor llama corazón. Estos defectos que ensucian el nous no permiten ver al Señor[14]que habita en él por la gracia del santo bautismo.

74
La Escritura llama vías a las virtudes: y más grande de todas es la caridad. Por eso el Apóstol dice: Os indico una vía aún más sublime[15], como aquella que persuade a despreciar las cosas materiales y no preferir ninguna de las cosas temporales a las eternas.

75
El amor a Dios se opone a la concupiscencia: pues persuade al nous a dominar a las pasiones. El amor al prójimo se opone a la ira: hace despreciar gloria y riquezas. Y estos son los dos denarios que el Salvador ha dado al posadero, para que cuide de ti[16]. Pero, tú, no te muestres insensato, uniéndote a los ladrones, para que no seas nuevamente herido y seas encontrado, no ya medio muerto, sino totalmente muerto.


Notas:
[1] Mt  7, 21.
[2] Jn  14, 15.
[3]  1 Co  8, 1.
[4] Cf. Flp  3, 12.
[5] Cf. EvagrioTratado de la Oración  64: “Todo el que aspira a alcanzar la oración verdadera, y se enoja o guarda rencor, es un loco. Es como aquel que quiere tener una vista penetrante y se daña los ojos”.
[6] 1 Tm  4, 8.
[7] Ga  5, 16.
[8] Cf. Lc  12, 35.
[9] Ef  3, 17.
[10]Col  2, 3
[11] Cf. Mt  13, 44.
[12] Mt  5, 8.
[13] Lc  12, 33; 11, 41.
[14] Aquí Ceresa-Gastaldo en vez de traducir Señor, pone Cristo.
[15] 1 Co  12, 31.
[16] Cf. Lc  10, 35.