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SAN JUAN BAUTISTA |
II Domingo de adviento
Como está escrito en Isaías profeta: He aquí
que mando a mi ángel ante tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti:
Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; haced rectas
sus sendas. (vv. 2-3)
Beda. Habiendo de escribir San Marcos
el Evangelio, cita ante todo oportunamente el testimonio de los profetas, a fin
de que mostrando lo que había sido predicho por éstos, admitieran todos sin
escrúpulo ni duda alguna lo que él escribiese. Comenzando así su Evangelio,
movió a los judíos, que habían recibido la Ley y los Profetas, a recibir la
gracia del Evangelio y los sacramentos que habían sido predichos en las
profecías. Juntamente lleva a los gentiles, que por las nuevas del Evangelio
vinieron al Señor, también a recibir y venerar la autoridad de la Ley y los
Profetas. Por lo que dice: "Como está escrito en Isaías profeta: He
aquí", etc.
San Jerónimo, Del mejor modo de
interpretar, a Pammach. , epist. 101, cap. 3. Esto no se halla en Isaías, sino
en Malaquías, último de los doce profetas.
San Crisóstomo, homil. 1 sobre San
Marcos. O de otro modo: se dice que reunió en una dos profecías anunciadas por
los dos profetas en distintos lugares; pues en Isaías profeta, después de la
historia de Ezequías, se lee (Is 40,3):
"Voz que clama en el desierto"; y en Malaquías (Ml 3,1):
"He aquí que envío a mi ángel". Cortando, pues, el evangelista, puso
las dos profecías como de Isaías1, y las refiere a una lectura, no expresando
quién dice: "He aquí que envío al ángel".
San Agustín, de quaest. novi et veteri
testamentorum, 57. Sabiendo que ha de referirse al autor todo lo que sea suyo,
atribuyó estas palabras a Isaías, que fue el primero que les dio este sentido.
Finalmente, después de las palabras de Malaquías, añade en seguida: "Voz
que clama en el desierto", para unir las palabras de uno y otro profeta,
que tienen el mismo sentido, en la persona del primero.
Beda. O se ha de entender de otro modo,
porque, aunque no se encuentren estas primeras palabras en Isaías, su sentido,
sin embargo, se halla en otros muchos lugares, y más claramente en el que se
añade: "Voz que clama en el desierto". Pues lo que dijo Malaquías,
que se ha de enviar el ángel delante de la faz del Señor, el cual ha de
preparar su camino, es lo mismo que dijo Isaías con las palabras: "Voz que
ha de oírse clamando en el desierto", la cual debe decir: "Preparad
el camino del Señor". En una y otra sentencia, pues, se anuncia igualmente
que ha de prepararse el camino del Señor. Pudo suceder también que al escribir
el Evangelio se ofreciese Isaías por Malaquías a la memoria de San Marcos, como
suele acontecer. Lo que con todo hubiera enmendado, sin ninguna duda, advertido
al menos por algunos de los que pudieron leerlo en su tiempo. Salvo que hubiera
pensado que a su memoria, que era regida por el Espíritu Santo, no en vano
salía el nombre de un profeta por el de otro, pues así se insinúa que las cosas
que dijo el Espíritu Santo por los profetas, cada una de ellas es de todos y
todas de cada uno2.
San Jerónimo. Así que por Malaquías
suena la voz del Padre para el Hijo, que es la faz del Padre, por lo que es
reconocido.
Beda. Juan, pues, es llamado Angel, no
por participación de naturaleza, según la herejía (error) de Orígenes, sino por la dignidad del oficio, puesto que en
griego se dice ángel y en latín mensajero, con cuyo nombre pudo llamarse muy
acertadamente el hombre que fue enviado por Dios para que diese testimonio
cierto de la luz (Jn 1), y
anunciase que el Señor había de venir en carne mortal al mundo; siendo
constante que todos los que ejercen el sacerdocio pueden ser llamados ángeles
por el cargo de evangelizar, según dice el profeta Malaquías (cap. 2):
"Los labios del sacerdote guardan la ciencia, y se pedirá de su boca la
ley, porque él es el ángel del Señor de los ejércitos".
Teof. Así que el precursor de
Cristo se llama ángel a causa de su vida angélica y de su excelsa honra. Por
eso cuando se dice: "ante tu faz", es como si se dijera: "junto
a ti está tu mensajero", por lo que se manifiesta lo cercano que está el
precursor de Cristo. Pues los que andan alrededor de los reyes son los que
están más cerca de ellos. Y sigue: "El cual preparará tu camino ante ti,
pues preparó por el bautismo las almas de los judíos para que recibiesen a
Cristo".
San Jerónimo. O el camino por el que el
Señor viene hasta los hombres es la penitencia, por la cual Dios baja a
nosotros, y nosotros subimos a El. De aquí el principio de la predicación de
San Juan: "Haced penitencia".
Beda. Así como San Juan pudo ser
llamado "ángel", porque precedió al Señor evangelizando, así también
pudo ser llamado "voz", porque iba delante haciendo oír la palabra de
Dios, por ello dice: "Voz que clama", etc. Consta, también, que el
Hijo unigénito se llama Verbo del Padre. Así, por nuestro mismo hablar
conocemos que la voz suena antes y que no puede oírse la palabra sino después.
San Jerónimo. Se dice voz que clama,
porque el clamor llega hasta los sordos y los que están lejos, y porque suele
hacerse con furor. Voz que ciertamente llegó al pueblo judío, aunque la
salvación no fue recibida por los pecadores (Ps 57,5), por lo que merecieron
oír de Cristo indignación, enfado y tribulación.
San Crisóstomo. Por esto se dice
"en el desierto". Manifiestamente significa en la profecía que la
doctrina divina no ha de predicarse en Jerusalén, sino en el desierto. Juan
Bautista lo cumplía a la letra anunciando en el desierto del Jordán la
saludable aparición del Verbo de Dios. Enseña también el pasaje profético que,
además del desierto que mostró Moisés, en donde abría sus senderos, había otro
desierto, en el cual se halla la salvación de Cristo.
San Jerónimo. O suena la voz y el
clamor en el desierto, porque estaban desamparados del Espíritu de Dios, como
casa desocupada y barrida; desamparados también del profeta, rey y sacerdote.
Beda. Qué clamaría, pues, se anuncia
cuando dice: "Preparad el camino del Señor, haced rectos sus
senderos". Pues todo el que predica la recta fe y las buenas obras, ¿qué
otra cosa prepara sino el camino del Señor, que va a los corazones de sus
oyentes, para penetrarlos verdaderamente con la fuerza de su gracia e
ilustrarlos con la luz de la verdad? Hace rectos los senderos, formando por la
palabra de la predicación pensamientos puros en el alma.
San Jerónimo. O de otro modo:
"Preparad el camino del Señor", esto es, haced penitencia y predicad.
"Haced rectos sus senderos", para que, andando solemnemente el camino
real, amemos a nuestros prójimos como a nosotros, y a nosotros mismos como a
nuestros prójimos. Pues el que se ama a sí mismo y no ama al prójimo, se aparta
del camino por la derecha, porque muchos obran bien y no corrigen bien, como
fue Heli. Y aquel que ama al prójimo pero tiene aversión de sí mismo, se sale
del camino hacia la izquierda, pues muchos corrigen bien, pero no obran bien,
como fueron los escribas y fariseos. Mas los senderos siguen después del
camino, porque los mandatos morales se explanan después de la penitencia.
Teofilacto. O el camino es el Nuevo
Testamento, estando ya como allanados los del Antiguo. Era, pues, necesario
prepararse para el camino, es decir, para el Nuevo Testamento, porque convenía
que se hiciesen rectos los senderos del Antiguo Testamento.
San Juan estuvo en el desierto bautizando y
predicando el bautismo de penitencia para la remisión de los pecados. E iban a
encontrarle todas las gentes de Jerusalén y de toda la Judea, y eran bautizados
por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan andaba vestido de pelos
de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida era langostas y miel
silvestre, y predicaba diciendo: "En pos de mí viene el que es más fuerte
que yo: ante el cual no soy yo digno de postrarme para desatar la correa de sus
sandalias. Yo os he bautizado en agua; mas El os bautizará en el Espíritu
Santo". (vv. 4-8)
San Jerónimo. Según la anterior
profecía de Isaías, San Juan prepara el camino del Señor por la fe, el bautismo
y la penitencia. Los senderos rectos se hacen por los austeros indicios del
vestido de cilicio y de la correa de cuero, y de la comida de langostas y de la
miel silvestre, y de la voz muy humilde. Por esto se dice: "Juan estuvo en
el desierto". Juan y Jesús buscan, pues, lo que se ha perdido en el
desierto. Donde venció el diablo, allí se vence; donde cayó el hombre, allí se
levanta. Juan se interpreta gracia de Dios. Así, pues, la narración empieza por
la gracia. Sigue luego bautizando. Por el bautismo se da la gracia, porque los
pecados se perdonan por la gracia. Así los catecúmenos empiezan a ser
instruidos por el sacerdote y son ungidos por el Obispo. Para señalar esto se
añade: "Y predicando el bautismo de la penitencia", etc.
Beda. Sabido es que San Juan no sólo
predicó el bautismo de la penitencia, sino que también bautizó a algunos. Sin
embargo, no pudo aplicarles dicho bautismo en remisión de los pecados, porque
la remisión de los pecados sólo nos es dada por el bautismo de Jesucristo. Así,
pues, se dice: "Predicando el bautismo de la penitencia en remisión de los
pecados", puesto que predicaba, porque no podía dar aquel bautismo que
perdona los pecados. Esto era así para que, como con la palabra de la
predicación precedía al Verbo encarnado del Padre, por el bautismo que daba,
por el cual no podían perdonarse los pecados, así también precediese al
bautismo de la penitencia, por el cual sí se perdonan.
Teofilacto. O bien, aunque el bautismo
de San Juan no llevara en sí la remisión de los pecados, inducía, sin embargo,
a los hombres a la penitencia. "Pues yo soy, predicaba, el bautismo de la
penitencia". Esta predicación de la penitencia conducía a la remisión de los
pecados, así como los penitentes que recibieran a Cristo, recibirían con El la
remisión de sus pecados.
San Jerónimo. Por San Juan, pues, como
por el amigo del esposo, es conducida la esposa a Cristo, así como Rebeca a
Isaac por su criado (Gn 24) Y
continúa: "E iban a encontrarle todas las gentes", etc. Confesión y
belleza en su presencia (Ps 95,6),
esto es en presencia del esposo. La esposa baja del camello así como ahora se
humilla la Iglesia al ver a su esposo Isaac, esto es, a Jesucristo. La bajada
al Jordán, donde se lavan los pecados, se interpreta ajena. Enajenados nosotros
de Dios en otro tiempo por la soberbia, y ahora humillados por el símbolo del
bautismo, nos levantamos a lo alto.
Beda. Para los que desean el bautismo
se toma ejemplo de confesar los pecados y prometer una mejor vida. De ahí las
siguientes palabras: "Los que confiesan sus pecados".
San Crisóstomo, In Matth. hom. , 10.
Porque San Juan predicaba penitencia, daba ejemplo de ella en el vestido y la
comida. Así se dice: "Y traía Juan un vestido de pelos de camello".
Beda. Vestido, dice, de pelo, no de
lana, pues el primero es indicio de vestido austero, y el último lo es de
molicie. La correa de cuero con que se ceñía, como Elías (2R 1), es
indicio de mortificación. Lo que sigue después: "Y su comida eran langostas
y miel silvestre", como conviene al habitante del desierto, que no atiende
al gusto de los manjares, sino a la necesidad de la naturaleza humana.
San Jerónimo. El vestido de San Juan,
la comida y todas sus obras, significan la vida austera de los que han de
predicar, y significan también a las futuras gentes han de unirse dentro y
fuera en la gracia de Dios, que es San Juan. Porque los ricos entre los hombres
están representados por los pelos de camello; los pobres, muertos al mundo, por
la correa de cuero; y los sabios del siglo, por las langostas errantes, las
cuales, dejando las pajas secas a los judíos, se arrastran hacia los carros del
trigo místico y en el calor de la fe se elevan dando saltos. Y por la miel
silvestre, inspirados los fieles se ceban en inculta selva.
Teof. O de otro modo, el vestido
de pelos de camellos era una señal del dolor que por indicación de San Juan
conviene que sienta el penitente; pues el saco significa dolor, pero la correa
de cuero significa la mortificación del pueblo judío. La comida de San Juan
señala, no sólo la abstinencia, sino que es también significado del alimento
del alma, con el que se alimentaba entonces el pueblo, que, aunque no
entendiendo las cosas superiores, sin embargo se elevaba a lo alto y se abatía
de nuevo al igual que la langosta que se eleva a saltos para luego caer otra
vez. Así el pueblo ciertamente se alimentaba de la miel, que es obra de las
abejas, esto es, de los profetas: miel no trabajada, sino silvestre. Los
hebreos tenían las Escrituras como esta miel, pero no las entendían bien.
San Gregorio, 31 Mor. , cap. 19, super
Job 39, 20. O por la misma especie de alimentos designó su precursor al Señor.
El, que en verdad vino para nuestra redención, comió la miel silvestre, porque
tomó la dulzura del infructuoso gentilismo. Y, porque verdaderamente convirtió
en parte a muchos judíos, tomó por alimento langostas, las cuales dando súbitos
saltos caen al punto en tierra. Y, como ellas, los judíos daban saltos cuando
prometían llenar los preceptos de Dios y caían en tierra cuando por sus malas
obras negaban haberlo oído. Así, pues, se levantaban por las palabras y caían
por los hechos.
Beda. El vestido y el alimento de San
Juan pueden también expresar la naturaleza de sus inclinaciones. Usaba vestidos
austeros, porque no fomentaba la vida de los pecadores con halagos, sino que
los increpaba con el vigor de un áspero enojo. Ceñía su cintura con una correa
de cuero, porque crucificaba su carne con sus vicios y concupiscencias. Comía
langostas y miel silvestre, porque su predicación tenía para el pueblo cierto
sabor dulce, por lo que juzgaron las gentes que El era el Cristo. Sin embargo,
pronto entendieron sus oyentes que no era él el Cristo, sino su precursor y
profeta, porque la dulzura, en verdad, es propia de la miel, y el vuelo rápido
lo es de las langostas. Y continúa: "Y predicaba diciendo: El que ha de
venir después de mí, es más poderoso que yo".
Glosa. Decía esto para hacer cambiar de
opinión a la muchedumbre que creía que él era el Cristo. Anunciaba que Cristo
era más fuerte. Este había de perdonar los pecados, cosa que él no podía hacer.
San Jerónimo. ¿Quién es más fuerte que
la gracia -representada por San Juan Bautista- por la que se perdonan los
pecados, sino Aquél que los perdona setenta veces siete? Ciertamente que la
gracia antecede, pero perdona por el bautismo una sola vez los pecados, en
tanto que la misericordia alcanza a los desdichados pecadores desde Adán a
Jesucristo por setenta y siete generaciones, y llega hasta ciento cuarenta y
cuatro mil.
San Crisóstomo, In Matth. hom. , 11.
Para que no se piense que se compara con Cristo al decir esto, añade: "Y
no soy yo digno", etc. Ahora bien, no es lo mismo desatar la correa de sus
sandalias (esto es lo que dice San Marcos) que descalzar las sandalias (esto es
lo que dice San Mateo) Y ciertamente, siguiendo el orden de la narración y no
engañándose por esto en nada, dicen los evangelistas que, de acuerdo al
significado de la afirmación, San Juan Bautista dijo lo uno y lo otro. En cuanto
a los comentadores, cada uno lo expone de diferente modo, teniendo en cuenta
que se llama correa a la ligadura de las sandalias. Así, pues, San Juan dice
esto para ensalzar la excelencia del poder de Cristo y la grandeza de su
divinidad. Es como si dijera: ni siquiera soy digno de figurar en el orden de
sus ministros. Así, pues, es asunto de la mayor importancia el considerar las
cosas que pertenecen al Cuerpo de Cristo como inclinándose en tierra, desde
donde hay que mirar la imagen de las cosas superiores para descifrar cada uno
de los inexplicables tesoros que se refieren al misterio de la encarnación.
San Gregorio, hom. 7, sobre el Evang.
Las sandalias se hacen también de los animales muertos. Al encarnarse apareció
como calzado el Señor, Aquel que en su divinidad tomó para sí lo mortal de
nuestra corrupción. O de otro modo: Era costumbre entre los antiguos el que, si
alguno no quería recibir por esposa a la que se pretendiera para él por derecho
de parentesco, desatase su calzado el que debía ser su esposo. Por esta razón
anuncia que él es indigno de desatar la correa de sus sandalias, como diciendo
abiertamente: "Yo no soy digno de descalzar al Redentor, porque no usurpo
el nombre de esposo, que no merezco".
Teofilacto. Se entiende también así:
Todos los que se acercaban y eran bautizados por San Juan, creyendo en Cristo
eran librados de la ligadura de los pecados por la penitencia. De este modo
desataba San Juan la correa de todos los demás, es decir, la ligadura de los
pecados. Pero esto no valió para Jesús, porque no encontró pecado en El.
Beda. San Juan no llama aún al Señor
manifiestamente Dios o Hijo de Dios, sino tan solamente varón más fuerte que
él, porque sus oyentes, aún ignorantes, no comprendían lo insondable de tan
gran misterio. ¿Cómo era que el Hijo Eterno de Dios hubiese nacido de nuevo,
tomando forma humana de la Virgen? Por ello, poco a poco habían de ser
introducidos en la fe de la divinidad eterna por el conocimiento de la humildad
glorificada. Sin embargo, aunque ocultamente, les declaraba que éste era el
Dios verdadero al decir: "Yo os bautizo en el agua, pero El os bautizará
en el Espíritu Santo". ¿Quién puede dudar, pues, que nadie además de Dios
puede dar la gracia del Espíritu Santo?
San Jerónimo. ¿Qué cosa hay diferente
entre el agua y el Espíritu Santo, que era llevado sobre las aguas? El agua es
misterio del hombre, pero el Espíritu es misterio de Dios.
Beda. Somos bautizados por el Señor en
el Espíritu Santo, no sólo cuando el día del bautismo fuimos lavados en la
fuente de la vida para remisión de los pecados, sino también cada día cuando la
gracia del mismo Espíritu nos inflama para hacer lo que agrada a Dios.
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