Textos de San Máximo El
Confesor
Extraídos de "Obras
Espirituales de San Máximo El Confesor" - Editorial Ciudad Nueva-
Biblioteca de Patrística.
Centurias sobre la Caridad
cuarta centuria (continuación)
26
No juzgues como inepto o malo al hermano espiritual
y virtuoso de ayer por el odio que hoy ha sobrevenido en ti por la envidia del
maligno; sino que con la caridad paciente, pensando las cosas buenas de ayer,
expulsa del alma el odio de hoy.
27
No vituperes hoy como inepto y malo a aquel que
ayer alababas como bueno y elogiabas como virtuoso, justificando el reproche al
hermano, mediante tu cambio de la caridad al odio, el odio malvado que hay en
ti; sino que continúa con los mismos elogios aún si ahora estás dominado por la
tristeza, y llegarás fácilmente a la misma caridad que salva.
28
No manches el elogio habitual del hermano en
compañía de los otros hermanos, mezclando escondidamente en la conversación el
vituperio a causa de la tristeza hacia él que aún está en ti; sino que en compañía
emplea un elogio puro y ora sinceramente por él como por ti mismo y así serás
rápidamente liberado del odio funesto.
29
No digas: no odio a mi hermano si vuelve a ti su
recuerdo; sino que escucha a Moisés que dice: No odies de pensamiento a
tu hermano, sino que, en cambio, lo reprocharás abiertamente y no incurrirás en
pecado por su causa[1].
30
Si acaso un hermano, tentado, continua hablando mal
de ti, tú no te alejes de la disposición de la caridad, soportando su malvado
demonio que turba tu mente. No te alejes de esta disposición y si eres
injuriado, bendecirás; si eres difamado, hablarás bien[2];
si eres insidiado, pensarás bien: ésta es la vía de la filosofía según Cristo y
quien no la recorre no habita con Él.
31
No consideres benévolos, aún si parecen decir la
verdad, a aquellos que te traen palabras que producen en ti tristeza y odio
hacia el hermano; más bien expúlsalos como a serpientes mortíferas, para que
impidas también a aquellos vituperar, y libres a tu propia alma de la malicia.
32
No hieras al hermano con alusiones ambiguas, para
que recibiendo palabras semejante de su parte no apartes de ambos la
disposición de la caridad; sino, ve y repróchale con amorosa franqueza,
para que, removidas las causas de la tristeza, libres a ambos de la turbación y
de la tristeza.
33
Explora la conciencia con toda exactitud, no sea
que el hermano no se haya reconciliado por culpa tuya; y no la engañes, a ella
que conoce tus cosas secretas y te acusa en el tiempo de la partida y
llega a ser para ti obstáculo en el tiempo de la oración.
34
No recuerdes en tiempo de paz las cosas dichas por
el hermano en tiempo de la tristeza, sea que estas cosas tristes hayan sido
dichas abiertamente a ti, sea que hayan sido dichas a otro acerca de ti y tú
las hayas oído después, a fin de que, no soportando el resentimiento de los
pensamientos, no vuelvas al odio funesto al hermano.
35
Un alma racional que nutre odio hacia un hombre no
puede estar en paz con Dios, quien es el dispensador de los mandamientos: Si
pues, Él dice, no perdonas a los hombres sus faltas, tampoco
vuestro Padre celestial os perdonará vuestras faltas[3].
Pero si aún aquel no quiere hacer la paz, guárdate, sin embargo, del odio,
orando sinceramente por él y no hablando mal de él a nadie.
36
La inefable paz de los santos ángeles es alcanzada
con estas dos disposiciones: el amor a Dios y el amor mutuo; semejantemente la
de todos los santos que han existido. Magníficamente ha sido dicho por nuestro
Salvador: De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas[4].
37
No seas presuntuoso y no odiarás al hermano; no te
ames a ti mismo y amarás a Dios.
38
Si has decidido vivir junto a hermanos
espirituales, renuncia desde la puerta de casa a tus deseos; de otro modo no
podrás vivir en paz ni con Dios ni con los que viven contigo.
39
El que ha podido obtener la perfecta caridad y ha
dirigido a ella toda su vida, éste dice Señor Jesús en el Espíritu
Santo[5];
y, en caso contrario, dirá, evidentemente, lo contrario.
40
El amor a Dios ama siempre poner alas al nous para
la unión divina; la caridad hacia el prójimo lo dispone a pensar siempre cosas
buenas de él.
41
Es propio de quien ama aún la vanagloria o está
apegado a cualquier cosa material, el entristecerse con los hombres por cosas
temporales o guardar rencor o tener odio contra ellos, o ser esclavo de
vergonzosos pensamientos. Todas estas cosas, en cambio, son completamente
extrañas al alma que ama a Dios.
42
Cuando no digas ni realices nada vergonzoso de
pensamiento y cuando no guardes rencor contra quien te dañó o habló mal de ti y
cuando en el tiempo de la oración conserves siempre al nous libre
de la materia y forma, sabe entonces que has alcanzado la plenitud de la
imperturbabilidad y de la perfecta caridad.
43
No es lucha pequeña el librarse de la vanagloria;
pero uno se libera de ella con el trabajo oculto de la virtud y con la oración
más asidua. Signo de la liberación es el no guardar más rencor contra quien ha
dicho o continúa diciendo el mal.
Si quieres ser justo, da a cada una de las partes
que están en ti aquello que les es debido, es decir al alma y al cuerpo. A la
parte racional del alma, lecturas, contemplaciones espirituales y oración; a
aquella irascible, caridad espiritual que se oponga al odio; a aquella
concupiscible, templanza y dominio de sí; a la carne, nutrición y ropas, las
únicas cosas indispensables.
45
El nous obra según naturaleza
cuando tiene las pasiones sometidas y contempla los principios[6] de
las cosas y vive hacia Dios.
46
Como salud y enfermedad son contempladas respecto
al cuerpo del ser viviente, y luz y tiniebla respecto al ojo, así virtud y
vicio respecto al alma, y conocimiento e ignorancia respecto al nous.
47
El cristiano filosofa en estas tres cosas: en los
mandamientos, en la doctrina, en la fe. Los mandamientos separan al nous de
las pasiones; la doctrina lo introduce en el conocimiento de los seres; la fe
en la contemplación de la santa Trinidad.
48
Algunos de los que combaten rechazan sólo los
pensamientos pasionales, otros, en cambio, arrancan también las pasiones
mismas. Se rechazan los pensamientos pasionales, por ejemplo, con la salmodia o
la oración o la elevación del nous o cualquier otra
distracción útil; se arrancan, en cambio, las pasiones despreciando aquellas
cosas por las cuales se adquieren las pasiones.
49
Éstas son las cosas por las cuales adquirimos las
pasiones: mujer, riquezas, gloria, etc. Y uno puede despreciar la mujer, cuando
tras haberse retirado domina el cuerpo como es debido mediante la continencia;
las riquezas, cuando convence a la parte racional a estar satisfecha con lo
necesario; la gloria, cuando ama el ejercicio escondido de las virtudes, sólo
visible a Dios; y del mismo modo respecto a las otras cosas. El que las
desprecia, no llega jamás al odio contra ninguno.
50
El que
renunció a las cosas, como a la mujer y a las riquezas y al resto, hizo monje
al hombre exterior, pero no aún a aquel interior. En cambio el que renunció a
los pensamientos pasionales de estas cosas, hizo monje al hombre interior, es
decir alnous. Uno hace fácilmente monje al hombre exterior, si lo
quiere; pero no es pequeña lucha hacer monje al hombre interior.
Notas:
[2] Aquí la traducción italiana de Ceresa-Gastaldo, p. 207 traduce
erróneamente como:”calumniado, callarás” (calunniato, tacerai) que no
corresponde con el texto griego. Al mismo tiempo en el texto de
Migne falta la segunda recomendación: “”si eres difamado, hablarás bien”.
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