27 de junio de 2016

La Eucaristía es don de vida eterna

Del Tratado de San Ireneo, obispo, Contra las herejías

San Ireneo de Lión (140- 202)

Fue discípulo del obispo mártir Policarpo de Esmirna, quien a su vez había sido discípulo directo del apóstol Juan. Ireneo es sin duda el teólogo más importante de la Iglesia en el siglo II, por su gran obra “En contra de los Herejes”; ésta fue la primera exposición de conjunto de la teología cristiana.
Aunque provenía de Asia Menor, fue obispo de una colonia griega cristiana en la Galia, del 177 al 178. Sucedió en esa sede al obispo mártir Fotino en tiempos del emperador romano Marco Aurelio. Cuando el Papa Víctor I excomulgó a las Iglesias de Asia por celebrar la Pascua en una fecha diferente a la de Roma, Ireneo –ejerciendo audazmente su corresponsabilidad eclesial- escribió al Papa, persuadiéndole a restaurar la unidad y tolerar las diferentes tradiciones. Víctor I recapacitó y retiró la excomunión.


Si no fuese verdad que nuestra carne es salvada, tampoco lo sería que el
Señor nos redimió con su sangre, ni que el cáliz eucarístico es comunión de su sangre y el pan que partimos es comunión de su cuerpo. La sangre, en efecto, procede de las venas y de la carne y de todo lo demás que pertenece a la condición real del hombre, condición que el Verbo de Dios asumió en toda su realidad para redimirnos con su sangre, como afirma el
Apóstol: Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros, nos sirven de alimento los bienes de la creación; pero él, que es quien nos da estos bienes creados, haciendo salir el sol y haciendo llover según le place, afirmó que aquel cáliz, fruto de la creación, era su sangre, con la cual da nuevo vigor a nuestra sangre, y aseveró que aquel pan, fruto también de la creación, era su cuerpo, con el cual da vigor a nuestro cuerpo.
Por tanto, si el cáliz y el pan, cuando sobre ellos se pronuncian las palabras sacramentales, se convierten en la sangre y el cuerpo eucarísticos del Señor, con los cuales nuestra parte corporal recibe un nuevo incremento y consistencia, ¿cómo podrá negarse que la carne es capaz de recibir el don de Dios, que es la vida eterna, si es alimentada con la sangre y el cuerpo de Cristo, del cual es miembro?
Cuando el Apóstol dice en su carta a los Efesios: Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos, no se refiere a alguna clase de hombre espiritual e invisible -ya que un espíritu no tiene carne ni huesos-, sino al hombre tal cual es en su realidad concreta, que consta de carne, nervios y huesos, que es alimentado con el cáliz de la sangre de Cristo, y que recibe vigor de aquel pan que es el cuerpo de Cristo.

Y del mismo modo que la rama de la vid plantada en tierra da fruto a su tiempo, y el grano de trigo caído en tierra y disuelto sale después multiplicado por el Espíritu de Dios que todo lo abarca y lo mantiene unido, y luego el hombre, con su habilidad, los transforma para su uso, y al recibir las palabras de la consagración se convierten en el alimento eucarístico del cuerpo y sangre de Cristo; del mismo modo nuestros cuerpos, alimentados con la eucaristía, después de ser sepultados y disueltos bajo tierra, resucitarán a su tiempo, por la resurrección que les otorgará aquel que es el Verbo de Dios, para gloria de Dios Padre, que rodea de inmortalidad a este cuerpo mortal y da como regalo la incorrupción a este cuerpo corruptible, ya que la fuerza de Dios se muestra perfecta en la debilidad.

21 de junio de 2016

De la llamada Carta de Bernabé

Lectura bíblica: Tob 4, 5-11.14-19

Carta de Bernabé

Comentario

En la antigüedad se atribuyó por error al apóstol Bernabé, compañero de Pablo en sus viajes misioneros. En realidad no sabemos quién la escribió, pero sí que es un escrito de los tiempos apostólicos, divulgado entre comunidades cristianas de origen judío. El pasaje seleccionado aborda el tema del camino de la luz, opuesto al de las tinieblas. Tanto el Salmo 1 como los consejos de Tobit a su hijo Tobías claramente indican que se trata de un tema muy popular, proveniente del Antiguo Testamento. Para la Carta de Bernabé el camino de la luz pasa ahora por el acontecimiento salvador de Jesucristo. Caminar por el sendero de la luz es ya parte del seguimiento de Cristo. Sus recomendaciones pertenecieron desde un inicio al ideal cristiano de vida y mantienen plena actualidad.
El camino de la luz es como sigue: el que quiera llegar al lugar señalado de antemano ha de esforzarse al hacerlo con sus obras. Ahora bien, se nos ha dado a conocer cómo debemos andar este camino. Ama a Dios, que te creó; venera al que te formó; glorifica al que te redimió de la muerte; sé sencillo de corazón y rico en el espíritu; no te juntes a los que van por el camino que lleva a la muerte; aborrece todo aquello que desagrada a Dios; aborrece toda simulación; no olvides los mandamientos del Señor. No te ensalces a ti mismo, sé humilde en todo; no te arrogues la gloria a ti mismo. No maquines el mal contra tu prójimo; guarda tu alma de la arrogancia. Ama a tu prójimo más que a tu propia vida. No cometas aborto, ni mates tampoco al recién nacido. No descuides la educación de tu hijo o hija, sino enséñales desde su infancia el temor de Dios. No desees los bienes de tu prójimo ni seas avaro; tampoco te juntes de buen grado con los soberbios, antes procura frecuentar el trato de los humildes y justos.
Cualquier cosa que te suceda recíbela como un bien, consciente de que nada pasa sin que Dios lo haya dispuesto. No seas inconstante ni hipócrita, porque la hipocresía es un lazo mortal. Comparte todas las cosas con tu prójimo y no tengas nada como tuyo, pues si todos comparten y son a la vez dueños de los bienes incorruptibles, ¿cuánto más no deben compartir los corruptibles?
No seas precipitado en el hablar, porque la boca es un lazo mortal. Procura al máximo la castidad (o dominio de la propia sexualidad), en bien de tu alma. No seas fácil en abrir tu mano para recibir y en cerrarla para dar. 
A todo el que te comunica la palabra de Dios ámalo como a las niñas de tus ojos.
Recuerda día y noche el día del juicio y busca constantemente la presencia de los santos, ya sea argumentando, exhortando y meditando con qué palabras podrás salvar un alma, ya sea trabajando con tus manos para obtener la redención de tus pecados.
No seas indispuesto para dar, ni des de mala gana, sino ten presente cuán bueno es el que te ha de premiar por tu generosidad. Conserva la doctrina recibida, sin añadirle ni quitarle nada. El malo ha de serte siempre odioso.
Juzga con justicia. No seas causa de enfrentamientos, antes procura reconciliar a los que pelean entre sí. Confiesa tus pecados. No vayas a la oración con mala conciencia. 
Éste es el camino de la luz.


17 de junio de 2016

Ser cristiano
es asemejarse a Cristo

Del Tratado de San Gregorio de Nisa, obispo.

Sobre el perfecto modelo del cristiano
Lectura bíblica: 2 Co 13, 5 - 6; Ef 4, 17- 5, 1

San Gregorio de Nisa (335-394)

Hermano menor de San Basilio de Cesarea y de Santa Macrina, poseía una inteligencia penetrante y un corazón ardiente. Durante su juventud estudió por su cuenta a los grandes pensadores griegos y aprendió a expresarse con elegancia y belleza. Recibió el bautismo ya adulto y se casó con Teosebia, fina mujer que compartía sus mismas inclinaciones espirituales y moriría pronto. Pasó varios años de retiro en el Ponto, dedicado a la oración y el estudio de la Sagrada Escritura. Obligado por las circunstancias a abandonar esa forma de vida tan acorde a sus inclinaciones,
aceptó el cargo de obispo de la pequeña ciudad de Nisa en Cesarea (371). De su diócesis fue expulsado por intrigas de sus enemigos y volvió triunfalmente a ella en 381. Participó en Constantinopla en el segundo concilio ecuménico (381), donde impartió el discurso inaugural.
Su “Vida de Moisés” describe el ascenso del alma hacia Dios y su “Gran Catecismo” expone ordenadamente la doctrina cristiana. Junto con su hermano Basilio contribuyó decisivamente a desarrollar la doctrina católica de la Santísima Trinidad, por lo que ha tenido una influencia enorme.

Comentario

¿Será posible mayor brevedad al describir el objetivo de la vida cristiana?
Conformar nuestros pensamientos, palabras y obras a los de Cristo.
De esa norma básica y fundamental extrae San Gregorio el criterio de discernimiento para nuestra propia conducta: todo aquello que nos acerque a Cristo es bueno, y malo lo que nos aleje de él.
Hay tres cosas que manifiestan y distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De ellas, ocupa el primer lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de hablar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; en este orden de cosas, al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre, pues, que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar o a hablar, debemos
procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema.
Todo aquel que tiene el honor de llevar el nombre de Cristo debe
necesariamente examinar con diligencia sus pensamientos, palabras y obras, y ver si tienden hacia Cristo o se apartan de él. Este examen puede hacerse de muchas maneras. Por ejemplo, toda obra, pensamiento o palabra que vayan mezclados con alguna perturbación no están, de ningún modo, de acuerdo con Cristo, sino que llevan el sello del adversario, el cual se esfuerza en mezclar con las perlas el lodo de la perturbación, con el fin de afear y destruir el brillo de la piedra preciosa.
Por el contrario, todo aquello que está limpio y libre de toda turbia impresión
tiene por objeto al autor y príncipe de la tranquilidad, que es Cristo; él es la fuente pura e incorrupta, de manera que el que bebe y recibe de él sus impulsos y afectos internos ofrece una semejanza con su principio y origen, como la que tiene el agua nítida del cántaro con la fuente de la que procede.

En efecto, es la misma y única nitidez la que hay en Cristo y en nuestras almas. Pero con la diferencia de que Cristo es la fuente de donde nace esta nitidez, y nosotros la tenemos procedente de esta fuente. Es Cristo quien nos comunica el adorable conocimiento de sí mismo, para que como humanos, tanto en lo interno como en lo externo, nos ajustemos y adaptemos, por la moderación y rectitud de nuestra vida, a este conocimiento que proviene del Señor, dejándonos guiar y mover por él. En esto consiste (a mi parecer) la perfección de la vida cristiana: en que, hechos partícipes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, el poder de este nombre.

10 de junio de 2016


Cinco caminos de penitencia

De las Homilías de San Juan Crisóstomo, obispo

Lectura bíblica: Lc 18, 9-14; Mt 6, 14-15

San Juan Crisóstomo (347-407)

Nació en Antioquia, donde recibió el bautismo cuando tenía aproximadamente 20 años. Huérfano de padre -un alto oficial del ejército imperial fue educado por su madre Antusa, una cristiana ejemplar. Se formó con excelentes profesores y se graduó de abogado, pero luego dejó la carrera para dedicarse por entero a la teología. Se retiró por seis años a vivir como monje en el desierto. Regresó a Antioquia a causa de una enfermedad y se ordenó primero de diácono (380) y después de sacerdote (386) y durante los próximos doce años ejerció como párroco y predicador en su ciudad natal. Predicaba sin descanso y se mostraba cercano a sus feligreses en sus tristezas y alegrías. Su fama se extendió hasta la propia capital imperial Constantinopla, donde, tras la muerte del arzobispo Nectario, fue electo su sucesor. Como Patriarca de Constantinopla se destacó San Juan Crisóstomo por su amor a los pobres, creando varias instituciones a su servicio. Se preocupó también por los inmigrantes godos e hizo que tuvieran un clero propio y celebraran la liturgia en su lengua.
Se opuso a la corrupción del clero y vivió con gran sencillez. En sus sermones denunciaba las injusticias de los ricos y se ganó por eso el odiode la emperatriz Eudoxia, quien hábilmente se alió con el Patriarca Teófilo de Alejandría; éste conquistó el apoyo de otros 36 obispos para destituirlo de su cargo. Deportado al Cáucaso, falleció el 14 de septiembre del año 407. Su modelo cristiano era San Pablo. Fue un maestro de la interpretación bíblica, fiel a los textos e incansable para desentrañar sus riquezas.
Comentó línea a línea y en profundidad el Génesis, los Evangelios de Mateo y Juan, Hechos de los Apóstoles y las cartas completas de Pablo.
Se conservan casi 1500 sermones suyos. Fue el más grande predicador del Oriente cristiano y de ahí su sobrenombre “Crisóstomo” o “boca de oro”. Sus restos mortales descansan hoy en día en la Basílica de San Pedro en Roma.

Comentario

San Juan Crisóstomo nos propone aquí todo un programa práctico de renovación espiritual a través de sus cinco caminos de penitencia: reconocer las propias faltas, perdonar las ofensas recibidas, perseverar en la oración interior, compartir generosamente con los necesitados (el verdadero sentido de la limosna en la Biblia) y proceder con humildad. Nadie que quiera seguir a Jesús estará excusado de recorrer esos caminos.
¿Quieren que les recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.
El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el profeta: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo;
haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.
Éste es un primer y magnífico camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas Porque si ustedes perdonan al prójimo sus faltas -dice el Señor-, también su Padre celestial perdonará las de ustedes.
¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.
Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee un grande y extraordinario poder.
También, si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.
Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.
No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil, y no te puedes excusar alegando tu pobreza, pues, aunque vivieres en gran penuria, podrías renunciar a tu ira y mostrarte humilde, podrías orar de manera constante y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el
mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes -hablo de la limosna pues
esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.

Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.
SENTENCIAS DE AMMA PELAGIA SIRÍACA

No hay muchos datos históricos sobre Pelagia. Según parece vivió en Alejandría y se ganaba la vida de bailarina, considerando un oficio no muy recomendable. Se arrepintió de su vida anterior y se hizo bautizar en Jerusalén, donde vivió tres años en un monasterio en el Monte de los Olivos.
  1.    Amma Pelagia decía: “Después de haber dominado las pasiones del cuerpo tenemos que arrepentirnos y llorar antes de que nos coja el llanto en el juicio universal”. 
  2.      Una monja fue donde estaba Amma Pelagia y dijo: “¿Qué debo hacer, Señora mía, por mis pecados? Y ella respondió: Quien quiera librarse de sus pecados, hermana mía, lo haga con la hesiquia y el llanto, sin decir ninguna palabra”.
  3.       Y decía: “El llanto, la hesiquia y el silencio son el camino que nos han indicado los Padres Santos y la Escritura. Por tanto, en la hesiquia llorad por vuestros pecados, porque no hay otro camino que éste”.    
  4.     Amma Pelagia decía: “La risa aleja el llanto sereno. La risa no crea nada, sino que destruye y arruina lo creado. La risa ofende y aleja al Espíritu Santo y da la posibilidad de que entre en el alma un espíritu maligno. La risa te hunde en la infidelidad, corrompe el cuerpo, dispersa las virtudes, olvida los suplicios de la muerte”.
  5.           Decía además: “La principal caída de un monje se debe a la risa y a la insolencia”.


SENTENCIAS DE AMMA MATRONA

  1. Una monja fue donde estaba Amma Matrona y le preguntó:”¿Qué tengo que hacer cuando estoy distraída por pensamientos lujuriosos?” Ella respondió: “Perdón, pero yo nunca he sido tentada por el demonio de la lujuria. Todo eso se encuentra más allá de nuestra naturaleza”. La monja, descontenta y desilusionada, se fue sin saludarla. Después se dirigió a Amma Teodora, le explicó sus inquietudes y añadió: “A mis angustias Amma Matrona ha respondido que todo esto se encuentra más allá de nuestra naturaleza”. Le dijo Amma Teodora: “La respuesta de Amma Matrona no es casual, vuelve a ella y dile que te explique el sentido de sus palabras”. Volvió donde estaba Amma Matrona, la monja se excusó: “La culpa es mía porque he transgredido la regla monástica. Pero te pido, explícame ¿por qué nunca has sido tentada por el demonio de la lujuria?” Matrona respondió con una sombra de sonrisa: “También yo debo pedirte excusas. Desde el momento en que hice los votos solemnes no me he hartado nunca de pan, ni de agua, ni del sueño y este compromiso duro ha impedido la proximidad de la lujuria”. 
  2.   Amma Matrona explicaba: “Dios me decía: Harás mi obra, yo te alimentaré, pero no me preguntes cómo”. La obra de Dios es, antes que nada, la hesiquia; después, el silencio; seguido por la oración y la genuflexión y el canto de los salmos; la lectura, el llanto; el recuerdo de Dios y la muerte; por último, la bienaventurada humildad”. No podríais obtener estas virtudes sin la hesiquia y sin alejarnos de ansias terrenas, aunque supieseis resucitar a los muertos”.
  3.   Decía: “La paciencia de una monja crece en la hesiquia y en el silencio. Continua llevando esta carga hasta el último día y te salvarás, así nos lo dice el Señor”.
  4. Y dijo además: “En el mundo quien se equivoca, aunque sea contra su voluntad, acaba en galeras y es atado con hierros. Nosotros nos tenemos que meter en galeras voluntariamente y encadenarnos para huir de los pecados y de los inevitables trabajos. Para el monje la celda es la galera, en la cual permanece en la hesiquia por amor a Dios”.
  5.   Amma Matrona decía: “Comienza una cosa buena, es decir, ocúltate en la hesiquia y no salgas de tu celda nunca, aunque te lo pidan. Deja tu celda solamente en caso de extrema necesidad. De esta forma con la paciencia vencerás al diablo”.
  6.  Amma Matrona dijo una vez a Amma Sara: ”Has demostrado una maravillosa y gloriosa paciencia, que glorifican los ángeles y los diablos tiemblan ante tu nombre”. La celda de Amma Sara estaba situada al lado del río, pero durante los sesenta años que estuvo como monja nunca bajó los ojos para contemplarlo”.
  7. Una vez vino una monja y dijo a Amma Matrona. “Si, por culpa del sueño, me sucediese tener que dejar una oración obligatoria, sentiría tal vergüenza que no querría seguir más la regla”. Ella respondió: “Aunque te sucediese dormirte hasta media mañana, levántate y cierra la puerta de tu celda, después tranquilamente haz, sin avergonzarte, la oración según la regla, porque está escrito: “Tuyo es el día y tuya es la noche”.
  8.  Fue una hermana a Amma Matrona y le dijo: “¿Cómo podré salvarme?” Ella, entre lágrimas, respondió: ¡Ora, amada hermana, salvarse es una cosa bastante difícil! Porque frecuentemente dejamos nuestras celdas para vagabundear allá donde el diablo nos empuja. Si quieres salvarte, escúchame bien. Ve y practica la hesiquia en tu celda y ora llorando, confía tu alma y tu cuerpo a Dios, y Él, que enseña la razón del hombre, te instruirá sobre tu salvación”.
  9.  Una vez Amma Melania preguntó a Amma Matrona: “Quiero salvar mi corazón, pero no lo consigo”. Respondió Matrona: “Estoy maravillada de tus palabras: “¡Quiero pero no lo consigo!”. ¿No te das cuenta de que quien se encuentra fuera de la regla de la hesiquia no podrá conseguir ninguna virtud verdadera? ¿Cómo podrías custodiar tu corazón si se encuentra abierta la puerta al habla, a la escucha y al mirar? Si quieres salvar tu corazón y tener éxito en las virtudes, permanece en la celda de la hesiquia. ¡La celda te lo enseñará todo!”. 

8 de junio de 2016





9 de junio
San Efrén



Diácono y doctor de la Iglesia

Nació en Nísibe, de familia cristiana, hacia el año 306 Se ordenó de diácono y ejerció
dicho ministerio en su patria y en Edesa, de cuya escuela teológica fue el iniciador. A
pesar de su intensa vida ascética, desplegó una gran actividad como predicador y
como autor de importantes obras, destinadas a la refutación de los errores de su tiempo.

Murió el año 373.

Los designios divinos son figura del mundo espiritual

De los sermones de san Efrén, diácono


Señor, con la meridiana luz de tu sabiduría disipa las tinieblas nocturnas de nuestra mente, para que, iluminada, te sirva en la renovación de nuestra vida purificada. La salida del sol señala el comienzo de las obras de los mortales; prepara tú en nuestros corazones una mansión para aquel día que no tiene ocaso. Concédenos que en nuestra persona lleguemos a ver la vida resucitada y que nada aparte nuestras mentes de tus delicias. Imprime en nuestros corazones, por nuestra asidua búsqueda de Ti, el sello de ese día sin fin que no comienza con el movimiento y el curso del sol.
A diario te abrazamos en tus sacramentos y te recibimos en nuestro cuerpo. Haznos dignos de sentir en nuestra persona la resurrección que esperamos. Con la gracia del bautismo hemos escondido tu
tesoro en nuestros corazones; este mismo tesoro se acrecienta en la mesa de tus sacramentos; concédenos el gozo de tu gracia. Poseemos, Señor, en nuestra propia persona tu memorial tomado en la mesa espiritual; haz que lleguemos a poseerlo en toda su realidad en la renovación futura.
Que seamos capaces de comprender la belleza de nuestra condición mediante esa belleza espiritual de tu voluntad inmortal en las mismas criaturas mortales.
La crucifixión fue, Señor, el término de tu vida corporal; concédenos que nuestra mente quede también crucificada figuradamente en nuestra vida espiritual. Que tu resurrección, oh Jesús, preste su
grandeza a nuestro hombre espiritual; que la contemplación de tus misterios nos sirva de espejo para conocerla.
Tus designios divinos, oh Salvador nuestro, son figura del mundo espiritual; concédenos la gracia de correr en él como corresponde al hombre espiritual. No prives a nuestra mente de tu manifestación espiritual, ni apartes de nuestros miembros el calor de tu suavidad. La mortalidad latente en nuestro cuerpo nos lleva a la corrupción; que la difusión de tu amor espiritual repare sus efectos en nuestro corazón. Concédenos, Señor, llegar cuanto antes a nuestra ciudad y, al igual que Moisés desde la cumbre del monte, poseerla ya por tu revelación.

Oración

Señor, infunde en nuestros corazones el Espíritu Santo que con su inspiración impulsaba a tu diácono san Efrén a cantar con alegría tus misterios y a consagrar su vida a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.






Conviértanse a Mí y encontrarán misericordia

Del Comentario de San Jerónimo, presbítero,

sobre el libro del profeta Joel

Lectura bíblica: Jl 2, 12-17; Ez 18, 21-23; Sal 103, 8-14

San Jerónimo (340-420)
Nació en Dalmacia, una de las provincias del imperio y estudió en Roma, la capital, donde recibió una excelente formación literaria y llevó la vida de un joven de su tiempo. Era apasionado del arte de la palabra y de los grandes escritores de la antigüedad. En la noche de Pascua del año 366
recibió el bautismo. A continuación se consagró por varios años al estudio de la Escritura y a la oración. En 373 partió hacia Antioquía, donde aprendió griego y hebreo y continuó sus estudios teológicos. Vivió durante tres años como monje en el desierto y en 379 fue ordenado sacerdote. Acompañando a su obispo Paulino llegó a Constantinopla, donde escuchó las lecciones bíblicas de San Gregorio Nacianceno (379-381). De allí regresa a Roma y el Papa Dámaso le nombra su secretario (385), encargándole mejorar la versión de la Biblia al latín que entonces circulaba. Durante
esos años Jerónimo se rodea de un grupo de señoras entusiastas y deseosas de conocer la Biblia y vivir más a fondo su fe cristiana. Con sus críticas enfrenta al clero romano por su estilo de vida lujoso y superficial, y cuando muere su protector el Papa Dámaso, tiene que abandonar Roma.
Parte hacia Tierra Santa. Los últimos 34 años de su vida los pasa retirado en Belén, dedicado por completo a comentar y traducir las Sagradas Escrituras.
Su nueva traducción de la Biblia, más tarde conocida como La Vulgata o del pueblo, se implantó apenas en un lento proceso de cinco siglos y sólo a partir del siglo décimo adquirió máxima autoridad, convirtiéndose a partir de entonces en la Biblia oficial del catolicismo hasta el Concilio Vaticano II. El principal aporte de San Jerónimo a la vida de la Iglesia fue su nueva y fiel traducción de las Sagradas Escrituras. “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”, sostenía este apasionado biblista, cuyo lema era “seguir desnudo al Cristo desnudo”.

Comentario

Nadie debe desalentarse por los pecados su de vida pasada para salir al encuentro del Dios rico en misericordia. En el amor divino nos aguarda un perdón sin fronteras. Sin embargo, cabe la pregunta del apóstol Pablo: “¿Te aprovechas de Dios y su inmensa bondad, paciencia y comprensión, y no reconoces que esa bondad te quiere llevar a una conversión?” (Rm 2, 4). La misericordia divina nos invita a abrazar sin tardanzas los caminos del Señor.
Conviértanse a mí de todo corazón, y que su penitencia interior se manifieste por medio del ayuno, del llanto y de las lágrimas; así, ayunando ahora, serán luego saciados; llorando ahora, podrán luego reír; lamentándose ahora, serán luego consolados. Y, ya que la costumbre tiene
establecido rasgar los vestidos en los momentos tristes y adversos -como nos lo cuenta el Evangelio, al decir que el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras para dar a entender la grandeza del crimen del Salvador, o como nos dice el libro de los Hechos que Pablo y Bernabé rasgaron sus túnicas al oír las palabras blasfematorias-, así yo les digo que no rasguen sus vestiduras, sino sus corazones repletos de pecado; pues el corazón, a la manera de los odres, no se rompe nunca espontáneamente, sino que debe ser rasgado por la voluntad. Cuando, pues, hayan rasgado de esta manera su corazón, vuelvan al Señor, su Dios, de quien se habían apartado por sus antiguos pecados, y no duden del perdón, pues, por grandes que sean sus culpas, la grandeza de su misericordia perdonará, sin duda, la enormidad de sus muchos pecados.
Pues el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; él no se complace en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva; él no es impaciente como el hombre, sino que espera sin prisas nuestra conversión y sabe retirar su malicia de nosotros, de manera que, si nos convertimos de nuestros pecados, él retira de nosotros sus castigos y aparta de nosotros sus amenazas, cambiando ante nuestro cambio. Cuando aquí el profeta dice que el Señor sabe retirar su malicia, por malicia no debemos entender lo que es contrario a la virtud, sino las desgracias con que nuestra vida está amenazada, según aquello que leemos en otro lugar: Bástale a cada día su desgracia, o bien aquello otro: ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor?
Y, porque dice, como hemos visto más arriba, que el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad y que sabe retirar su malicia, a fin de que la grandeza de su clemencia no nos haga descuidados en el bien, añade el profeta: Quizá se arrepienta y nos perdone y nos deje todavía su bendición. Por eso, dice, yo, por mi parte, exhorto a la penitencia y reconozco que Dios es infinitamente misericordioso, como dice el profeta David: Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Pero, como sea que no podemos conocer hasta dónde llega el abismo de las riquezas y sabiduría de Dios, prefiero ser discreto en mis afirmaciones y decir sin presunción: Quizá se arrepienta y nos perdone. Al decir quizá, ya está indicando que se trata de algo o bien imposible o por lo menos muy difícil.
Habla luego el profeta de ofrenda y brindis para nuestro Dios: con ello, quiere significar que, después de habernos dado su bendición y perdonado nuestro pecado, nosotros debemos ofrecer a Dios
nuestros dones.

5 de junio de 2016

Hoy 5 de junio la Iglesia conmemora a San Bonifacio.




San Bonifacio
Obispo y mártir

Nació en Inglaterra hacia el 673; hizo su profesión religiosa el monasterio de Exeter.
El año 719 marchó a Alemania a predicar la fe cristiana. Lo que hizo con notable éxito.
Consagrado obispo de Maguncia, fundó o instauró, con ayuda de varios compañeros,
numerosas Iglesias en Baviera, Turingia y Franconia, congregó diversos concilios y
promulgó leyes. Fue asesinado por unos paganos durante la evangelización de los
frisones, el año 754, y su cuerpo fue sepultado en la abadía de Fulda.
Pastor solícito que vela sobre la grey de Cristo

De las cartas de san Bonifacio, obispo y mártir

La Iglesia, que es como una barca que navega por el mar de este mundo y que se ve sacudida por las diversas olas de las tentaciones, no ha de dejarse a la deriva, sino que debe ser gobernada.
En la primitiva Iglesia tenemos el ejemplo de Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos
hasta derramar su sangre.
Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la Sagrada Escritura.
Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida ni engañada, nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas. Y en otro lugar: El nombre del Señor es un torreón de fortaleza: a él se acoge el honrado, y es inaccesible. Mantengámonos en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga.
Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Mantengámonos firmes en la lucha en el día del Señor, ya que han venido sobre nosotros días de angustias y aflicción.
Muramos, si así lo quiere Dios, por las santas leyes de nuestros padres, para que merezcamos como ellos conseguir la herencia eterna.
No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro de los pastores de la Iglesia.

Oración

Concédenos, Señor, la Intercesión de tu mártir san Bonifacio, para
que podamos defender con valentía y confirmar con nuestras obras la
fe que él enseñó con su palabra y rubricó en el martirio con su sangre.

Por nuestro Señor Jesucristo.
Reconoce el mal que has hecho
y recibe el Espíritu Santo

De las Catequesis de San Cirilo de Jerusalén, obispo

Lectura bíblica: Mt 25, 31-46; Jn 3, 1-8
Cirilo de Jerusalén (315-387)

Defensor de la divinidad de Cristo, fue obispo de Jerusalén entre los años
348 y 386. Tres veces tuvo que salir expulsado de su diócesis por influencia
de los arrianos, secta que obtuvo el favor del emperador Valente
y sostenía una manera incompleta de entender a Jesucristo. Sobresalió
en el segundo concilio ecuménico de Constantinopla (381), que ratificó
sus enseñanzas sobre la Santísima Trinidad. Sus sermones se conservaron
gracias a un oyente que los copió. Entre los años 348 y 350 instruyó
en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén a los candidatos al bautismo
con sus famosas Catequesis, cuya belleza y sencillez las acreditan
como uno de los tesoros de la antigüedad cristiana. Ha sido declarado
Doctor (maestro) de la Iglesia.

Comentario

La exhortación de San Cirilo a sus aspirantes al bautismo se nos aplica
tanto más a nosotros hoy, bautizados que aún no nos entregamos definitivamente
a Cristo. Nuestra conversión está a mano si respondemos
humilde y decididamente ante la misericordia de Dios.
Si hay aquí alguno que esté esclavizado por el pecado, que se disponga
por la fe al nuevo nacimiento que nos hace hijos adoptivos y libres; y así,
liberado de la pésima esclavitud del pecado y sometido a la dichosa
esclavitud del Señor, será digno de poseer la herencia celestial.
Despójense, por la confesión de sus pecados, del hombre viejo,
viciado por engañosos y desordenados deseos, y vístanse del
hombre nuevo que se va renovando según el conocimiento de su
creador. Adquieran, mediante su fe, las prendas del Espíritu Santo, para
que puedan ser recibidos en la mansión eterna. Acérquense a recibir el
sello sacramental (del bautismo), para que puedan ser reconocidos
favorablemente por aquel que es el dueño de ustedes. Agréguense al santo
y sensato rebaño de Cristo, para que un día, separados a su derecha,
posean en herencia la vida que les está preparada.
Porque los que conserven pegada la aspereza del pecado, a manera de
una piel peluda, serán colocados a la izquierda, por no haberse querido
beneficiar de la gracia de Dios, que se obtiene por Cristo a través del
baño del nuevo nacimiento. Me refiero no a un renacimiento corporal, sino
al nuevo nacimiento del alma. Los cuerpos, en efecto, son engendrados
por nuestros padres terrenos, pero las almas renacen por la fe, porque el
Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho digno de ello,
podrás escuchar aquella voz: Bien, siervo bueno y fiel, esto es, si tu
conciencia es hallada limpia y sin falsedad.
Pues, si alguno de los aquí presentes tiene la pretensión de poner a prueba
la gracia de Dios, se engaña a sí mismo e ignora la realidad de las cosas.
Procura, oh hombre (oh mujer), tener un alma sincera y sin engaño, porque
Dios penetra el interior del ser humano.
El tiempo presente es tiempo de reconocer nuestros pecados. Reconoce
el mal que has hecho, de palabra o de obra, de día o de noche.
Reconócelo ahora que es el tiempo favorable, y en el día de la
salvación recibirás el tesoro celestial.
Limpia tu recipiente, para que sea capaz de una gracia más
abundante, porque el perdón de los pecados se da a todos por igual,
pero el don del Espíritu Santo se concede a proporción de la fe de cada
uno. Si te esfuerzas poco, recibirás poco, si trabajas mucho, mucha será tu
recompensa. Corres en provecho propio; mira, pues, tu conveniencia.
Si tienes algo contra alguien, perdónalo. Vienes para alcanzar el perdón
de los pecados: es necesario que tú también perdones al que te ha
ofendido.