17 de diciembre de 2018






Continuación…
San Máximo:
Interpretación del Padre Nuestro

La Oración como realización del Designio

En efecto, ella habla del Padre, del Nombre del Padre y del Reino. Ella expresa también  que aquel que ora es hijo de este Padre en la gracia. Pide que lo que está en el cielo y lo que está sobre la tierra provengan de una única voluntad. Manda pedir el pan cotidiano. Pone la reconciliación como ley para los hombres, y por el perdonar y de ser perdonado, une a sí misma la naturaleza para que no esté más escindida por la diferencia entre las voluntades. Ella nos enseña a suplicar para no caer en tentación (que es la ley del pecado) y exhorta a ser liberados del mal. En efecto, era necesario que aquel que realiza y concede los bienes fuera también el maestro, y que les presente también como a sus discípulos las palabras de la Oración, como los preceptos para esta vida, a quienes creen en él e imitan su conducta en la carne. Por estas palabras ha significado los tesoros escondidos de la sabiduría y del conocimiento[1]que subsisten específicamente en él, impulsando evidentemente el deseo de aquellos que suplican hacia el goce de esos tesoros.
Por eso, pienso, la Escritura ha llamado ‘oración’ a este enseñanza porque comporta la petición de los dones que Dios da los hombres por gracia. En efecto, así como nuestros Padres, inspirados por Dios han explicado y definido la oración, diciendo que ella es una petición de lo que Dios regala convenientemente a los hombres, como él lo sabe; igualmente han definido al voto como un compromiso, o una promesa, de las cosas que los hombres ofrecen a Dios dándole un culto verdadero. Han expuesto con frecuencia que la Escritura da testimonio de ello con su propia palabra, así: “Haced votos y ofrendas al Señor, nuestro Dios[2] y Todo de lo cual he hecho voto, te lo ofreceré, Señor, nuestro Dios”[3]. Esto es lo que se ha dicho respecto al voto; y respecto a la oración: “Ana oró al Señor y dijo: ‘Señor Adonai, Eloí Sabaoth, si tú te dignas satisfacer a tu sierva y conceder un fruto a mis entrañas’ “[4], y “Oró Ezequías, rey de Judá, así como el profeta Isaías, hijo de Amós al Señor”[5] y lo dicho por el Señor a sus discípulos: Cuando oren, digan: ‘Padre Nuestro que estás en los cielos’[6]. Así el voto puede ser la guarda de los mandamientos, ratificada por las acciones voluntarias del que hace el voto; y la oración es la petición de aquel que ha guardado los bienes, hecha para tener parte en los bienes que ha guardado; o incluso, el voto, es el combate de la virtud, ofrenda que Dios acepta con la más grande complacencia; y la oración es la recompensa de la virtud, que Dios da a cambio con gran gozo.

Comentario Continuado

Puesto que ha sido demostrado que la oración es una petición de los bienes de los cuales el  Logos encarnado es autor, poniendo en nosotros lo mismo que nos han enseñado las palabras de la Oración, avancemos con confianza, desnudando cuidadosamente por la contemplación, tanto cuanto es posible, el sentido de cada palabra, como el Logos mismo acostumbra conceder convenientemente y dar la potencia de comprender el pensamiento de aquel que dice...

“Padre Nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre, venga  tu Reino”

En primer lugar, el Señor enseña, por estas palabras, a aquellos que oran a comenzar, como conviene, por la teología; y los introduce en el misterio[7] del modo de la existencia de la Causa Creadora de los seres, que es, por esencia, el autor de los seres. En efecto, las palabras de la oración muestran al Padre, al Nombre del Padre y el Reino del Padre, para que seamos enseñados desde el mismo principio a honrar, invocar y adorar la Trinidad Una. Porque el Hijo unigénito, es el Nombre de Dios Padre que subsiste esencialmente; y el Espíritu Santo, es el Reino de Dios Padre que subsiste esencialmente. En efecto, lo que aquí Mateo llama “Reino”, otro de los evangelistas lo llama Espíritu Santo: Que venga tu Espíritu Santo  y que nos purifique[8]. En efecto, el Padre no tiene un Nombre recibido, y no debemos pensar al Reino como una dignidad agregada a Él. No ha comenzado a ser de modo que comience  también a ser Padre o Rey, sino que siendo siempre, es también siempre Padre y Rey, no habiendo comenzado de ningún modo, ni a ser, ni a ser Padre o Rey. Y si siendo siempre, es también siempre Padre y Rey, entonces también el Hijo y el Espíritu Santo han coexistido siempre esencialmente con el Padre; son naturalmente a partir de Él y en Él, más allá de la causa y de la razón; sin embargo no son después de Él, como si hubieran advenido posteriormente, en tanto causados por Él. Porque la relación posee la capacidad de mostrar uno en el otro al mismo tiempo, a aquellos de los cuales ella es y es llamada relación, no permitiendo por esto, que sean considerados uno después del otro.

Comenzando esta oración somos conducidos a honrar la Trinidad consubstancial y supersubstancial, en tanto Causa creadora de nuestro origen. También se nos enseña a anunciarnos a nosotros mismos la gracia de la filiación, hechos dignos de llamar Padre por la gracia, a aquel que nos ha creado por naturaleza; para que, respetando la invocación de quien nos ha hecho nacer por la gracia, nos empeñemos en significar en nuestra vida la impronta de aquel que nos ha hecho nacer, santificando su Nombre sobre la tierra, imitándolo como a un Padre, mostrándonos como sus hijos por nuestras acciones, y magnificando por nuestros pensamientos y acciones al Hijo por naturaleza del Padre, que obra por sí mismo la filiación.

Santificamos el Nombre del Padre por gracia en los cielos, mortificando la concupiscencia por la materia purificándonos de las pasiones que realizan la corrupción, porque la santificación es la total inmovilidad y mortificación de la concupiscencia de los sentidos. Llegados a esto, calmamos los impertinentes ataques de la ira, la cual no tiene más a la concupiscencia que la excite y persuada en luchar por los placeres familiares, puesto que la concupiscencia está mortificada ya por la santidad según al principio de naturaleza. En efecto, la ira que por naturaleza es vengadora de la concupiscencia, cesa naturalmente de enfurecerse cuando la ve »a la concupiscencia¼ mortificada.

Con razón, pues, tras el rechazo de la ira y de la concupiscencia viene, según la oración, la posesión del Reino de Dios Padre para aquellos que, después de haberlas rechazado,  son hechos dignos de decir “Que venga tu Reino”, es decir, tu Espíritu Santo. Por el principio y el modo de la mansedumbre, han sido ya hechos templos de Dios por el Espíritu[9]. En efecto, se ha dicho: ¿Sobre quién reposaré, si no sobre aquel que es dulce, sobre aquel que es humilde y que teme mis palabras?[10]. De donde es visible que el Reino de Dios Padre es de los humildes y de los dulces. Porque se ha dicho: Bienaventurados los dulces, porque heredarán la tierra[11]- No es esta tierra, que ocupa por naturaleza el lugar intermedio del universo, la que Dios ha prometido en herencia a aquellos que lo aman, si dice verdaderamente cuando afirma: “Cuando resucitarán los muertos, no tomarán ni mujer ni marido, sino que serán como loa ángeles en el cielo”[12] y: “Venid, benditos de mi Padre, heredaréis el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”[13]. Y nuevamente a otro que servía con buena voluntad: “Entra en el gozo de tu Señor”[14]. Y después de él, el divino Apóstol: “Con la trompeta, aquellos que han muerto en Cristo resucitarán primero, incorruptibles; luego nosotros, los que vivimos, que permanecemos aún aquí, al mismo tiempo que ellos, seremos raptados en las nubes al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos para siempre con el Señor”[15].

Habiendo sido hechas tales promesas a los aman al Señor, ¿quién, si ha adherido su intelecto a las solas palabras de la Escritura, movido por la razón y deseando  ser servidor de ella, dirá que el “cielo”, el Reino preparado desde la creación del mundo, el gozo misteriosamente escondido del Señor, la habitación y morada continuas y totalmente ininterrumpidas con el Señor de aquellos que son dignos, son de alguna manera idénticos a la tierra? Por el contrario, pienso poder decir ahora que la tierra es este hábito y esta potencia de los mansos, que es firme y totalmente inseparable del bien; en cuanto está siempre con el Señor y tiene un gozo indeficiente; ha obtenido el Reino preparado desde el origen y ha sido hecha digna del reposo y orden en el cielo, como una tierra que ocupa la posición media del universo, es decir el principio de la virtud. Según este principio, el manso, en medio del bien y del mal que se dice de él[16], permanece imperturbable, sin ser inflado por aquello que se dice de bueno, ni entristecido por lo que se dice de malo. Porque la razón es naturalmente libre, después de haber rechazado el deseo, no percibe los asaltos cuando estos la turban; ella ha reposado de la agitación respecto a estas cosas, y ha amarrado  toda la potencia del alma a la inmóvil libertad divina. Y deseando distribuirla a sus discípulos, el Señor dice: “Cargad mi yugo sobre vosotros  y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis reposo para vuestras almas”[17]. Llama reposo a la posesión del Reino divino, en tanto que produce en aquellos que son dignos una soberanía liberada de toda esclavitud.

Si la posesión indestructible del Reino puro ha sido dada a los humildes y a los mansos, ¿quién no amará apasionadamente y deseará totalmente los bienes divinos de manera de no tender, hasta el extremo a la humildad y la mansedumbre para llegar a ser  -en tanto es posible al hombre- impronta del Reino de Dios, llevando en sí por la gracia la inmutable configuración con Cristo en el Espíritu, quien es en verdad, naturalmente y por esencia, el gran Rey?

En esta configuración, dice el divino Apóstol: no hay varón y mujer[18], es decir ni ira ni concupiscencia. En efecto, aquella saca tiránicamente a la razón y al pensamiento, fuera de la ley de la naturaleza. Y la concupiscencia hace que los seres que son según la Causa y Naturaleza única, sola deseable e impasible, sean más deseables que Aquella. Por eso hace a la carne más preferible que el espíritu,  y el gozo de lo visible más agradable que la gloria y el resplandor de los inteligibles. Por la molicie del placer de los sentidos, aparta al nous de la percepción divina de los inteligibles, que le es connatural. Pero en esta configuración no hay más que la razón sola; que se ha despojado por la sobreabundancia de virtud de esta ternura y disposición al cuerpo, ternura y disposición que son no sólo imperturbables sino también naturales. El Espíritu domina totalmente a la naturaleza, persuadiendo al nous a abandonar la filosofía moral[19], cuando debe unirse al Logos suprasubstancial por la contemplación simple e indivisa (aún si contribuye naturalmente a que el nous se aparte fácilmente y sobrepase las cosas que fluyen temporalmente). Habiendo sobrepasado estas cosas, no es razonable imponer la carga de la vía ética como una manto[20], a quien que se ha mostrado desprendido de las cosas sensibles[21].

Y el gran Elías manifiesta claramente este misterio, por medio de las cosas que realizó en figura[22]. Durante su rapto da a Eliseo su manto (quiero decir la mortificación de la carne, en la cual ha fijado la magnificencia de la recta ordenación moral) para asistir al espíritu contra toda potencia adversaria y para que golpee la naturaleza inestable y que fluye (cuyo tipo era el Jordán), a fin de que no impida al discípulo atravesar hacia la tierra santa y ser tragado por la turbación y lo resbaladizo de la afección a la materia. Avanza libre hacia Dios, no siendo dominado absolutamente por relación alguna con los seres, teniendo simple el deseo e incompuesta su voluntad, para establecer su morada en Aquel que es simple por naturaleza, por medio de las virtudes generales, encadenadas éstas gnósticamente unas a otras como los caballos de fuego. Él sabía, en efecto, que el discípulo de Cristo debe estar apartado de las disposiciones desiguales, cuya diferencia prueba la hostilidad (porque la pasión de concupiscencia produce una efusión de sangre en torno al corazón y el movimiento de ira produce, evidentemente, la ebullición de esta sangre)[23]. Llegado a la vida, el movimiento y el ser en Cristo[24], había alejado de sí el origen discordante de las desigualdades, no llevando más en sí las disposiciones contrarias -diría- de estas pasiones, como la de»la oposición¼ varón-mujer; de modo que la razón no sea esclavizada por ellas, habiendo permanecido extraña a sus cambios inestables. Ella es naturalmente dominada por la veneración de la imagen divina, y persuade al alma a transformarse a semejanza divina, por su voluntad, y de pertenecer al gran Reino que subsiste sustancialmente con el Dios y  Padre de todas las cosas, en cuanto morada toda resplandeciente del Espíritu Santo, recibiendo -si está permitido decirlo y en la medida de lo posible - el poder entero de conocer a la naturaleza divina. Por este poder es rechazado el origen de lo peor y subsiste naturalmente el de lo que es mejor; llegando a ser el alma igual a Dios, conservando intacta en sí, por la gracia de su vocación,  la sustancia de los bienes recibidos. Por este poder, Cristo quiere siempre ser engendrado misteriosamente, encarnándose mediante los que son salvados[25]; convierte al alma que lo engendra en una madre virgen que, para decirlo brevemente, no lleva las marcas de la naturaleza sumisa a la corrupción y a la generación según la relación de varón y mujer[26].

Que ninguno se sorprenda de escuchar la corrupción situada antes de la generación. En efecto,  el que examina sin pasión y con recta razón la naturaleza de lo que viene al ser y de lo que se va del ser, encontrará claramente que la generación toma su comienzo de la corrupción y en ella acaba. Cristo (es decir el modo de vida y de la razón de Cristo y según Cristo) no posee como decía, las pasiones características de esta generación y de esta corrupción, si es verídico quien dice: Porque en Cristo Jesús, no hay varón y mujer[27](mostrando evidentemente las características y las pasiones de la naturaleza sumisa a la corrupción y a la generación), sino que hay un principio único y deiforme realizado por el conocimiento divino, y un movimiento único de la voluntad que elige sólo la virtud.
Ni griego y judío[28], por medio de lo cual se significa la diferente noción acerca de la opinión de Dios o, para decir más verdaderamente, la contradicción de opiniones acerca de Dios[29]. La noción griega introduce insensatamente una multiplicidad de principios y  divide el principio único en operaciones y potencias contrarias,  modela un culto politeísta que es contradictorio por la multitud de quienes son adorados, y ridículo por las variadas formas de veneración. La noción judía, por su parte, introduce un principio único, estrecho e imperfecto, casi impersonal, como carente de razón y vida, cayendo, por medios contrarios, en el mismo mal que la primera noción: el ateísmo, circunscribiendo en una única persona al único y mismo principio, que subsiste sin el Logos y el Espíritu, o que sería cualificado por el Logos y el Espíritu. No ve qué sería Dios, privado del Logos y del Espíritu, ni cómo sería Dios dividido por ellos, como si fueran accidentes, de modo cercano a la participación de los seres racionales sujetos a generación. En Cristo, como dije, no hay ninguna de estas cosas, sino sólo principio de la genuina piedad, una sólida ley de la teología mística, la cual rechaza la expansión de la divinidad del primer discurso y no acepta la contracción (de la divinidad) del segundo discurso, para que no haya contradicción por una pluralidad de naturalezas, el error griego, ni padezca por la singularidad de la persona, que es el error judío,  como privado del Logos y del Espíritu, o cualificado por el Logos y el Espíritu, no siendo honrada la divinidad como Inteligencia, Logos y Espíritu. Esto nos enseña a quienes hemos sido introducidos en el conocimiento de la verdad[30] por la llamada de gracia según la fe, a reconocer que la naturaleza y el poder de la divinidad es uno, y que, por lo tanto, hay un Dios contemplado en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto significa un solo Nous que existe substancialmente, incausado, que engendra al único Logos que subsiste substancialmente sin principio, y fuente de la única vida eterna esencialmente subsistente, el Espíritu Santo. Trinidad en Unidad y Unidad en Trinidad: no una en la otra, como si la Trinidad estuviera en la Unidad como un accidente en la sustancia, ni vice versa, la Unidad en la Trinidad, porque es incualificada. No como una y otra, porque la Unidad no difiere de la Trinidad por una diferencia de naturaleza puesto que es una naturaleza simple y única. Ni como una después de la otra, porque la Trinidad no se distingue de la Unidad por una disminución de poder, ni la Unidad de la Trinidad. Ni la Unidad se distingue de la Trinidad como algo común y general considerado sólo por el intelecto como distinto de las partes que la constituyen, puesto que es una esencia que existe propiamente por sí misma, y una fuerza que es absolutamente poderosa. Ni como una a través de otra, porque no hay mediación de relación como de efecto a causa entre lo que es completamente idéntico y absoluto. Ni como una de la otra, porque la Trinidad no es una derivación de la Unidad, puesto que es sin origen y se manifiesta a sí misma.
Por el contrario, decimos y pensamos que el mismo Dios es verdaderamente Unidad y Trinidad: Unidad de acuerdo al principio de esencia, y Trinidad según el modo de existencia. Es la misma: toda la Trinidad, no dividida por las personas, y toda la Unidad, no confundida por la unidad[31], para que no sea introducido el politeísmo por la división, ni el ateísmo por la confusión. Huyendo de ambos, brilla el principio de Cristo. Llamo principio de Cristo a la nueva proclamación de la verdad, en la cual no hay varón y mujer[32]”, o sea ni signos ni pasiones de la naturaleza sujeta a la corrupción y a la generación; ni judío y griego, las nociones opuestas acerca de Dios, ni circuncisión eincircuncisión, los cultos diferentes que broten de esas concepciones opuestas. La religión de la circuncisión, por medio de los símbolos de la Ley, envilece la creación visible y acusa al Creador de ser autor de cosas malas. La religión de la incircuncisión, por medio de la pasión, diviniza la creación visible y subleva la creatura contra el Creador; ni bárbaro y escita, o sea, no hay tensión de la voluntad que subleve a la única voluntad contra sí misma, por la cual se introdujo entre los hombres la ley antinatural del mutuo asesinato. Ni esclavo y hombre libre, o sea, la división de la misma naturaleza por oposición de la voluntad, que deshonra lo que por naturaleza es de igual honor, teniendo  la ley como auxiliar a la actitud de los que ejercen una disposición tiránica sobre la dignidad de la imagen. Pero Cristo es todo en todos[33], creando la configuración en el espíritu del reino sin comienzo; configuración que sobrepasa la naturaleza y la ley; configuración caracterizada, como se mostró, por la humildad y mansedumbre de corazón, cuya concurrencia[34] caracteriza, como se ha mostrado, al hombre perfecto creado según Cristo. Porque todo hombre humilde es también totalmente manso  y todo  hombre manso es también totalmente humilde: humilde en cuanto sabe que tiene el ser como prestado; manso en cuanto reconoce el uso natural de las potencias dadas, y los entrega al servicio de la razón para engendrar la virtud, restringiendo su operación sensible, de un modo perfecto. Y por eso, por su nous, está siempre en movimiento hacia Dios[35].
Aún si experimenta al mismo tiempo todo lo que puede afligir su cuerpo, no es movido en modo alguno de acuerdo a los sentidos, ni traza alguna de tristeza marca su alma como sustituyendo la actitud gozosa en él,  porque no piensa que el dolor sensible constituya una pérdida de placer, pues conoce un solo placer: la comunión de vida[36] del alma con el Logos, cuya privación es un castigo sin fin que circunscribe naturalmente todos los siglos, Y por esto, abandonando su cuerpo y las cosas corporales, es llevado vigorosamente hacia la divina comunión de vida, pensando que el único castigo -aun si fuese señor  de todo en la tierra-  consiste en el fracaso de la divinización por la gracia, que él persigue.
Purifiquémonos, por lo tanto, de toda contaminación de la carne y del espíritu[37], para que santifiquemos el nombre de Dios, extinguiendo la concupiscencia que indecentemente nos tormenta con las pasiones, y atemos con la razón la ira que se enfurece desordenadamente con los placeres, para que acojamos al reino de Dios Padre que viene por la mansedumbre. Y conectemos la siguiente petición de la oración, con las cosas dichas anteriormente, diciendo:

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”

Quien ofrece místicamente culto a Dios por medio de la sola potencia racional, separado de la concupiscencia y de la ira, ése ha cumplido la voluntad divina sobre la tierra, así como lo hacen las órdenes angélicas en el cielo. Se ha hecho en todo igual a los ángeles en su culto y vida, como dice el gran Apóstol en alguna parte: Nuestra ciudadanía está en el cielo[38], donde no hay concupiscencia para relajar el vigor del nous por medio del placer, ni la ira furiosa, que ladra indecentemente al semejante, sino la sola razón[39] que conduce naturalmente a los seres racionales[40] al primer Principio[41]. Sólo en esta razón se alegra Dios, y pide de nosotros, sus siervos. Y muestra esto diciendo al gran David: ¿Qué hay para mí en el cielo, y aparte de ti, qué deseo en la tierra?[42] Nada es ofrecido a Dios en el cielo por sus santos ángeles, salvo el culto racional[43]; esa adoración que Él espera de nosotros, enseñándonos a decir cuando oramos:”Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Nuestra razón debe ser movida, por lo tanto, a la búsqueda de Dios, la fuerza concupiscible a su deseo, y la de la ira debe luchar por su conservación; o mejor, para hablar más propiamente, el nous debe tender todo hacia Dios, fortificado por la tensión de la potencia irascible y encendido por el deseo extremo de la concupiscencia. Así, pues, seremos encontrados dando culto a Dios en todas las cosas, imitando a los ángeles del cielo y mostraremos entonces sobre la tierra el mismo modo de vida que los ángeles, no moviendo el nous, como ellos, hacia ninguna de las cosas que están después de Dios[44]. Comportándonos así, según los votos, recibiremos como pan supersubstancial  y vivificador para alimento de nuestras almas y conservación en buen estado de los bienes que nos fueron concedidos, al Logos que dijo: Yo soy el pan que ha bajado del cielo y que ha dado la vida al mundo[45]. Él llega a ser todo para nosotros en proporción a la virtud y la sabiduría con la que hemos sido alimentados, encarnándose en una variedad de modos, que sólo Él conoce, en cada uno de los salvados, mientras estamos aún en este siglo, de acuerdo a la fuerza del texto de la oración que dice:



“Danos hoy el pan nuestro de cada día”

Pienso que la palabra “hoy” significa el siglo presente. Por lo tanto, para entender más claramente este pasaje de la oración deberíamos decir: “Danos hoy, a nosotros que vivimos la presente vida mortal, el pan nuestro que has preparado desde el principio para la inmortalidad de la naturaleza”, para que el alimento, que es este pan de vida[46] y  de conocimiento, venza la muerte del pecado; este pan del cual el primer hombre no pudo ser partícipe por la transgresión del mandamiento divino. Porque si se hubiese saciado con este divino alimento, no hubiera caído apresado por la muerte del pecado.
Pero, el que ora para recibir este pan suprasubstancial no lo recibe todo entero como el pan es en sí, sino como él mismo puede recibirlo. Porque el Pan de vida, en cuanto ama a los hombres[47] se da a sí mismo a todos aquellos que lo piden, pero no a todos en el mismo modo: sino más plenamente a aquellos que han hecho grandes obras, mientras que se da de un modo menor a aquellos que han hecho obras más pequeñas; a cada uno, pues, de acuerdo a la dignidad de su nous, según el cual puede recibirlo.
El Salvador me ha abierto el sentido de la presente expresión, cuando ordena explícitamente a sus discípulos no preocuparse por la comida sensible, diciendo: “No os preocupéis por vuestra alma: qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo: con qué os vestiréis. Porque son las gentes del mundo quienes se preocupan por estas cosas. Buscad más bien, en primer lugar, el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas se os darán en añadidura”[48].
¿Cómo nos enseña, entonces, a rezar por aquello de lo cual nos ha mandado antes no preocuparnos? Es evidente que no nos ordenaba pedir con la oración aquello que no recomendaba buscar mediante el mandamiento. Porque por la oración se debe pedir sólo lo que se debe buscar de acuerdo al mandamiento. Aquello que no estamos inducidos a buscar mediante un mandamiento, no es lícito pedirlo con la oración. Y si el Salvador nos ha mandado buscar sólo el reino de Dios y su justicia, entonces es evidentemente esto lo que sugirió: que aquellos que desean los dones divinos deben pedirlos en la oración.
Habiendo confirmado por medio de la gracia de la oración aquello que se busca naturalmente, une la voluntad de los que piden con la voluntad del que concede la gracia, haciéndolas una sola cosa mediante una relación de unión.

Si también nos manda pedir en la oración el pan cotidiano que sostiene nuestra vida presente, se nos manda no sobrepasar los límites de la oración buscando abrazar, ávidamente, períodos de muchos años, olvidándonos que somos mortales y poseemos una vida que pasa como una sombra. Por el contrario, pidamos sin ansiedad en la oración el pan del día y mostremos que hacemos de la vida cristiana, filosóficamente, una meditación sobre la muerte[49], previniendo con la voluntad la naturaleza, y antes de que venga la muerte, despegando el alma de las preocupaciones corporales, para que no se adhiera a las cosas corruptibles, transfiriendo a la materia el uso de su deseo natural, ni aprenda la avidez que priva de la abundancia de los bienes divinos.
Huyamos con todas las fuerzas, pues, del afecto por la materia y lavémonos de nuestras relaciones con ella como del polvo de nuestros ojos espirituales. Démonos por satisfechos con lo que nos hace subsistir solamente y no con lo que nos da placer en la vida presente; más aún, pidamos a Dios, como se nos ha enseñado, que seamos hechos de mantener el alma libre de la servidumbre, no dominada por ninguna de las cosas visibles a causa del cuerpo. Probemos que  comemos para vivir y no seamos acusados de vivir para comer. Porque aquello es claramente propio de la naturaleza racional, mientras esto lo es de la irracional. Seamos escrupulosos observadores de la oración, mostrando por nuestras acciones que preferimos tenazmente la única y sola vida del Espíritu y que hacemos uso de la vida presente para adquirir aquella, y  a causa de aquella cuidamos de ésta, de modo de no rehusar sostenerla con el solo pan y de mantener su buena salud física, en tanto nos está permitido, no para  vivir sino, más bien, para vivir para Dios. Hacemos, pues, del cuerpo -racionalizado por las virtudes- un mensajero (ángel) del alma, y del alma un heraldo de Dios por su firmeza en el bien. Así limitaremos naturalmente el pedido a un día solo, no atreviéndonos a extenderlo al segundo día, a causa de Aquel que nos ha dado la oración. Así, ordenando nuestras acciones de acuerdo al poder de la oración, podremos pasar, con pureza, a las expresiones siguientes, diciendo:

“Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”

Quien busca por medio de la oración aquel pan incorruptible de la sabiduría, de la cual fuimos privados por la transgresión en el comienzo -según la primera interpretación de las expresiones precedentes- en el siglo presente, del cual hemos dicho que el “hoy” es símbolo, sabe que el único placer consiste en la consecución de los bienes divinos. De ellos Dios es por naturaleza el dispensador, y custodia es la libre voluntad del que los ha recibido. El único dolor es su no-consecución, sugerida por el diablo, pero llevada a cabo por todo el que se aparta de los bienes divinos a causa de la debilidad de su voluntad, no custodiando el valor amado con la disposición de la voluntad. Si esa persona no dirige en modo alguno toda su elección a las cosas visibles y, por eso, no se encuentra sujeto a ninguna  pena que sobrevenga a su cuerpo, ese tal perdona, verdadera e impasiblemente, a aquellos que pecan contra él, porque nadie absolutamente puede poner mano en el bien que él busca con tanto celo, porque cree que es inalienable por naturaleza. Y se hace a sí mismo ejemplo de virtud para Dios  -si se puede decir esto- e invita al inimitable a imitarlo, diciendo: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”[50]. Exhorta a Dios que sea para él, lo que él es para sus prójimos. Porque así como él perdonó las ofensas de los que habían pecado contra él, desea ser  también él perdonado por Dios. Esto manifiesta que así como Dios, imperturbablemente, perdona a aquellos que perdonan, así también quien permaneciendo impasible ante las cosas que le suceden, perdona a los que lo han ofendido, sin permitir que en su nous se imprima recuerdo alguno de las penas que le han sobrevenido, para no ser acusado de dividir la naturaleza por su libre voluntad, separándose él, que es hombre, de otro hombre. Así unida la voluntad al principio de naturaleza, la reconciliación de Dios con la naturaleza viene naturalmente porque, por otra parte, no es posible para la naturaleza en rebelión contra sí misma por su voluntad, recibir la inefable condescendencia divina. Y quizá por esto Dios quiere que primero nos reconciliemos entre nosotros, no para aprender de nosotros a reconciliarse con los pecadores y a perdonar la satisfacción de muchos y terribles crímenes, sino para purificarnos de las pasiones y mostrar que la disposición de aquellos que han sido perdonados está de acuerdo con la condición de la gracia. Es bien claro que cuando la voluntad se ha unido a la razón de la naturaleza, la facultad de elección -de aquellos que hayan alcanzado esto- no estará más en rebelión contra Dios, puesto que nada es considerado contrario a la razón en el principio de la naturaleza, el cual es ley natural y divina, cuando asuma el movimiento de la voluntad, operante conforme a tal razón. Si no hay nada de contrario a la razón en el principio de la naturaleza, es normal que la voluntad que se mueve según la razón de la naturaleza tendrá su propia operación de acuerdo con Dios. Y ésta es una disposición activa, caracterizada por la gracia de Aquel que por naturaleza es bueno, destinada a dar vida a la virtud.
Éstas son, pues, las disposiciones del que pide en la oración el pan espiritual. Y, también además de él, el que, constreñido por la naturaleza pide sólo el pan de cada día, deberá tener las mismas disposiciones, perdonando las ofensas a los que lo ofenden, sabiendo que él es mortal por naturaleza; y, recibiendo cada día en la incertidumbre lo que sucede por naturaleza, previene la naturaleza con la voluntad, muriendo voluntariamente para el mundo, según lo dicho: “Por tu causa somos llevados a la muerte cada día, somos considerados como ovejas de matadero”[51]. Por eso se ofrece en libación por todos, para que no permanezca en él traza alguna de la perversidad del siglo presente, trasladado a la vida que no envejece, y reciba del juez y salvador del universo, la recompensa adecuada por aquello que ha hecho aquí abajo. Porque una disposición pura hacia los que nos han entristecido es necesaria para el mutuo beneficio de ambos, a causa de todo lo precedente y en no menor medida por la fuerza de las palabras que quedan por decir, y que tienen esta forma:

“Y no nos dejes entrar en tentación, sino
líbranos del  Maligno”

La oración nos manifiesta en estas palabras cómo el que no perdona totalmente a los que lo ofenden, y no presenta a Dios un corazón purificado de la tristeza, iluminado por la luz de la reconciliación con su prójimo, perderá la gracia de los bienes por los que ora. Y también, según un justo juicio, será entregado a la tentación y al Maligno para que aprenda así a purificarse de las culpas, eliminando sus disputas con el prójimo. Aquí llama “tentación” ahora a la ley del pecado, la cual no tenía el primer hombre cuando fue creado. Es llamado “Maligno” el diablo que ha infundido esta ley en la naturaleza de los hombres y que por medio del engaño ha persuadido al hombre a transferir el deseo de su alma, de las cosas lícitas a aquellas prohibidas[52] y volverse a la transgresión del mandamiento divino, cuyo fruto fue la pérdida de la incorruptibilidad dada por gracia.
También llama “tentación” a la disposición voluntaria del alma hacia las pasiones de la carne; y es llamado “Maligno” el modo de la realización en acto de la disposición pasional. De ninguna de éstas librará el justo juez a quien no ha perdonado las ofensas de los que lo ofenden, aún si lo pide vanamente mediante la oración; sino que, por el contrario, permite que tal hombre sea manchado por la ley del pecado, y dejará que sea dominado por el maligno aquel cuya voluntad es dura y rígida, porque ha preferido las pasiones de la deshonra, sembradas por el diablo, a la naturaleza, creada por Dios. A aquel que voluntariamente está inclinado hacia las pasiones de la carne, Dios no le impide realizarlas de hecho; no lo libra de la realización en acto de la inclinación hacia las pasiones, porque él ha considerado la naturaleza como inferior a las pasiones inconsistentes, porque por su empeño por ellas ha ignorado el principio de la naturaleza. En el movimiento de este principio debería saber cuál es la ley de la naturaleza y cuál es la de las pasiones, cuya tiranía adviene por una elección de la voluntad y no por naturaleza. Debería también preservar la ley de la naturaleza con una actividad conforme a la naturaleza, y mantener la ley de las pasiones alejadas de su voluntad;  y con la razón a la naturaleza, que de sí permanece pura e inmaculada, debería salvaguardar libre de odio y división, y constituir a la voluntad como compañera de la naturaleza, de modo que no sea llevada en modo alguno hacia aquello que no ha sido concedido por el principio de la naturaleza. Así habría alejado todo odio y toda distancia respecto a quien le es afín por naturaleza de modo que, diciendo esta oración, fuera escuchado y obtenga de Dios una gracia doble en vez de una sola: el perdón de las culpas pasadas, y la protección y liberación  respecto a las futuras. Porque Dios no permite que entre en tentación y no lo abandona a la esclavitud del Maligno por este único motivo: porque está dispuesto a perdonar las ofensas al prójimo.





Notas:
[1] Col  2, 3.
[2] Sal  15, 12.
[3] Jon 2, 10.
[4] 1 S  1, 10.
[5] 2 Cro 32, 20.
[6] Mt  6, 9.
[7] “mystagogei”
[8] Cf. Lc  11, 2, según ciertos mansucritos.
[9] Ef  2, 21- 22.
[10] Is  66, 2.
[11] Mt  5, 4.
[12] Mt  22, 30.
[13] Mt  25, 34.
[14] Mt  25, 21.
[15] 1 Co  15, 52 y 1 Ts  4, 15- 17.
[16] 2 Co  6, 8.
[17] Mt  11, 29.
[18] Ga  3, 28.
[19] Ésta es otra denominación de la vida activa o práxis, que es la primera etapa del ascenso espiritual.
[20] El texto dice “melota”, la cual es un manto pesado de piel de oveja, distintivo de la indumentaria monástica.
[21] Superación de la vida activa y de la praxis  por la contemplación.
[22] Cf. 2 R  2, 1-14.
[23] Explicación fisiológica de las pasiones.
[24] Cf. Hch  17, 28.
[25] Cf. Quaestiones ad Thalassium  22, 321b.
[26] Ga  3, 28; Col  3, 11.
[27] Ga  3, 28.



TIEMPO DE ADVIENTO


DOMINGO III DE ADVIENTO. CICLO C: Lc 3, 2b-3.10-18.

Comentario extraído de CATENA AUREA de Santo Tomás de Aquino.


El año décimoquinto del imperio de Tiberio César, gobernando Poncio Pilato la Judea, siendo Herodes tetrarca de la Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene, hallándose Sumos Sacerdotes Anás y Caifás, el Señor hizo entender su palabra a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. (vv. 1-2) 
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20

Se designa el tiempo en que el precursor de nuestro Redentor recibió la misión de predicar el Divino Verbo, haciendo mención del jefe de la República de Roma y de los reyes de Judea, cuando se dice: "El año décimo quinto de Tiberio César, gobernando Judea Poncio Pilatos, siendo Herodes tetrarca de Galilea", etc. Como venía para anunciar a Aquel que había de redimir a muchos, tanto de entre los judíos como entre los gentiles, se señala el tiempo de su predicación con el nombre del rey de las naciones y de los príncipes de los judíos. Pero como que los gentiles habían de ser reunidos, se dice que gobernaba uno solo la República romana con estas palabras: "Del imperio de Tiberio César".
 
Griego

Muerto el monarca Augusto, de quien los príncipes tomaron el nombre de Augusto, le sucedió Tiberio en el gobierno de la monarquía, y se encontraba en el año décimoquinto de su gobierno.
 
Orígenes, in Lucam, 21

Y en las profecías anunciadas sólo a los judíos se describe únicamente el reino de ellos. "La visión, dice, de Isaías en tiempo de Osías, Joatán, Achám y Ezequías, reyes de Judá" ( Is 1,1). Pero en el Evangelio, que debía predicarse a todo el mundo, se hace mención del dominio de Tiberio César, que era quien mandaba en todo el orbe. Porque si hubieran de salvarse solamente los que eran gentiles, era lo suficiente el haber hecho mención de solo Tiberio. Pero como convenía que los judíos creyesen, era preciso describir también los reinos de los judíos, o sea las tetrarquías, como se expresa en las palabras siguientes: "Gobernando Poncio Pilatos la Judea, siendo Herodes tetrarca", etc.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20

Como Judea debía ser disuelta por su perfidia, eran muchos los que gobernaban las distintas regiones en que se había dividido, conforme a la siguiente sentencia ( Lc 11,17): "Todo reino dividido en partidos contrarios quedará destruido".
 
Beda

Pilatos, enviado el año duodécimo del imperio de Tiberio César a Judea, se encargó del gobierno del pueblo, y allí permaneció por espacio de diez años continuos hasta casi el fin de Tiberio. Herodes, Filipo y Lisanias, eran hijos de aquel Herodes en cuyo tiempo nació el Señor, entre los que se encontraba el mismo Herodes Arquelao, hermano de éstos, que reinó diez años, y que, acusado por los judíos ante Augusto, fue desterrado a Viena, en donde murió. Este mismo Augusto fue el que dividió el reino de Judea en tetrarquías para hacerlo menos fuerte.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20

Como San Juan anunciaba al que había de ser a la vez Rey y Sacerdote, el evangelista San Lucas señaló el tiempo en que predicó, no sólo con los nombres de los reyes, sino con el de los sacerdotes. Dice, pues: "Hallándose Sumos sacerdotes Anás y Caifás".
 
Beda

Los dos (esto es, Anás y Caifás) eran príncipes de los sacerdotes, cuando San Juan empezó su predicación, pero Anás ejerció en aquel año, y Caifás, cuando fue crucificado Nuestro Señor. En medio del pontificado de estos, hubo otros tres sumos sacerdotes, pero el evangelista sólo hace mención de los que mandaban en el tiempo de la pasión del Señor. Suspendidos los preceptos de la ley, no se concedía el honor del pontificado al mérito ni a la clase, confiriéndose el sumo sacerdocio por la potestad romana. Refiere Josefo, que Valerio Grato nombró pontífice a Ismael, hijo de Bafo (cuando se le quitó el sumo sacerdocio a Anás), pero que también a éste se le quitó poco después, nombrando en su lugar a Eleázaro, hijo del pontífice Ananías. Un año después, separándolo del cargo, nombró para que le sucediese a un tal Simón, hijo de Caifás, quien lo desempeñó no más de un año, teniendo por sucesor a Josefo, (a quien también se le da el nombre de Caifás). Y así se describe todo el tiempo en que Nuestro Señor Jesucristo estuvo predicando, o sea el periodo de cuatro años.
 
San Ambrosio

Antes de congregar a la Iglesia, obra el Hijo de Dios en su siervo, y por ello se dice oportunamente: "El Señor hizo entender su palabra a Juan", etc. Con el objeto de que la Iglesia no empezase por un hombre, sino por el mismo Divino Verbo. Con toda oportunidad lo compendia así San Lucas, para expresar que Juan era profeta diciendo: "El Señor hizo entender su palabra a Juan", sin añadir ni una palabra más, porque el que está lleno de la palabra de Dios, no necesita de su propio juicio. De este modo, con una sola palabra lo declaró todo. Pero San Mateo y San Marcos quisieron señalar al profeta por el vestido, por el ceñidor y por el alimento.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10

Se dice aquí que fue enviado el Verbo de Dios, porque el hijo de Zacarías no vino por su voluntad, sino movido por Dios.
 
Teofilacto

San Juan estuvo oculto en el desierto todo el tiempo que precedió a su manifestación, que es por lo que dice: "en el desierto", para que los hombres no tuviesen ninguna clase de sospecha, de que si atestiguaba tales cosas de Cristo, era a causa de su parentesco, o de una amistad contraída desde sus más tiernos años; y esto lo atestigua él mismo diciendo ( Jn 1,31): "Yo no le conocía".
 
San Gregorio Niceno, de Virginitate, 6

El que había venido a la vida en el espíritu y la virtud de Elías, estaba separado del trato de los hombres, y entregado a la contemplación de las cosas invisibles, para no acostumbrarse a los engaños de este mundo, que entran por los sentidos, y de este modo evitar incurrir en alguna confusión o error, respecto del conocimiento del varón bueno, a quien él precedía. Y por tanto, fue elevado a tal altura de gracias divinas, que mereció de ellas más que los profetas; porque limpio y exento de toda pasión natural, desde el principio hasta el fin, se consagró a la contemplación divina.
 
San Ambrosio

El desierto es también la misma Iglesia, porque ya son muchos más los hijos de la que había sido desechada, que de aquélla que tenía marido ( Is 54,1). Y ahora ha venido el Verbo divino para que la tierra, que antes estaba desierta, produzca frutos para nosotros.


Y vino por toda la ribera del Jordán, predicando un bautismo de penitencia, para remisión de los pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Todo valle será terraplenado, todo monte y cerro rebajado; y los caminos torcidos serán enderezados, y los escabrosos allanados: y verán todos los hombres la salud de Dios. (vv. 3-6) 
 
San Ambrosio

Hecho el Verbo, siguió la voz. El Verbo obra primero en el interior, y la voz es como su eco. Por ello se dice: "Y vino por toda la ribera del Jordán".
 
Orígenes, in Lucam. 21

La palabra Jordán quiere decir el que baja y el río de agua saludable baja de Dios. ¿Por qué otro lugar convenía que anduviese el Bautista, sino por las cercanías del Jordán, para que, si alguno quería hacer penitencia, inmediatamente lo llevase su humildad a aquella corriente a recibir el bautismo de penitencia? Y añade: "Predicando el bautismo de penitencia para remisión de los pecados".
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20

Por este relato se ve, que San Juan, no sólo predicó el bautismo de penitencia, sino que también lo administró a muchos; pero no pudo dar su bautismo para remisión de los pecados.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 10

No habiéndose ofrecido aún el divino sacrificio, y no habiendo bajado el Espíritu Santo, ¿cómo había de concederse el perdón de los pecados? Por lo cual ¿qué es lo que dice San Lucas: "Para remisión de los pecados"? Los judíos eran ignorantes, y por ello, no pensaban en sus propias culpas. Pero como ésta era la causa de todos sus males -para que conociesen sus pecados, y pudiesen buscar al Redentor- vino San Juan exhortándolos a que hiciesen penitencia, para que, convertidos a mejor vida por medio de la penitencia, trabajasen solícitos a fin de recibir el perdón. Por eso, habiendo dicho que vino predicando el bautismo de la penitencia, añadió: "Para remisión de los pecados". Como si dijera: Los persuadía a hacer penitencia para que pudieran alcanzar con más facilidad el perdón subsiguiente, creyendo en Jesucristo. Porque si no eran llevados por la penitencia, de ningún modo podrían obtener la gracia, sino solamente la preparación para recibir la fe de Jesucristo.
 
San Gregorio, Magno, homiliae in Evangelia, 20

Se dice que San Juan predicaba el bautismo de penitencia para remisión de los pecados, porque él no podía dar el bautismo que limpia de los pecados, y así como precedía al Verbo encarnado del Padre con el verbo de la predicación, así también debía preceder con su bautismo -que no perdona los pecados- al bautismo de penitencia, por medio del cual éstos se perdonan.
 
San Ambrosio

Por eso muchos presentan a San Juan como tipo de la ley; porque ésta podía denunciar el pecado, pero no perdonarle.
 
San Gregorio Nacianceno, oratione, 39

Para que podamos establecer de algún modo la diferencia entre uno y otro bautismo, diremos que Moisés bautizó, pero con agua, bajo la nube y en el mar, siendo su bautismo una figura. San Juan bautizó también, no según el rito de los judíos -esto es, sólo por el agua- sino también para remisión de los pecados; pero no de una manera del todo espiritual (porque no añadió, por el Espíritu). Jesús bautiza por el Espíritu, y esto es lo que constituye la perfección. Hay también un cuarto bautismo, realizado por el martirio y la sangre, por el que Jesús fue bautizado también, y el cual es mucho más venerable que los otros, en tanto, cuanto que no es manchado con repetidas caídas. Hay también un quinto bautismo que es el de lágrimas, más laborioso que los anteriores, como fue el de David, que todas las noches regaba su cama y su habitación con sus lágrimas.
Y prosigue: "Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto" ( Is 40.).
 
San Ambrosio

Con toda propiedad se llama voz a San Juan, porque es el precursor del Verbo, puesto que la voz, que es inferior, precede, y el Verbo, que la aventaja, la sigue.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, hom. 20

También clama en el desierto, porque anuncia el consuelo de la redención de Judea, que entonces se hallaba como abandonada y destruida. Y declara por qué clamaba diciendo: "Preparad el camino del Señor", etc. Todo el que predica la verdadera fe y las buenas obras, ¿qué otra cosa hace más que preparar los corazones de los que le oyen para el Señor que viene? Endereza los caminos del Señor, formando en el ánimo pensamientos puros con la palabra de la buena predicación.
 
Orígenes, in Lucam, 21

O bien se ha de preparar en nuestro corazón el camino al Señor; porque es grande y espacioso el corazón del hombre, cuando está limpio. No quieras medirle por el volumen del cuerpo, sino por el poder de la inteligencia, la cual recibe la ciencia de la verdad. Prepara en tu corazón el camino al Señor, por medio de una buena vida, y dirige la senda de ella por medio de obras nobles y perfectas, para que la palabra de Dios discurra por ti sin ningún obstáculo.
 
San Basilio

Y como la senda es el camino que trillaron los que habían sido antes, y como los primeros hombres la habían borrado, manda su palabra para que la enderecen otra vez los que se habían separado del celo de aquéllos que les habían precedido.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 20

No es el rey, sino el precursor el que debe decir: "Preparad el camino del Señor"; y por esto fue llamado voz, porque era el precursor del Verbo.
 
San Cirilo, lib. 3, in Isai. 40

Pero alguno podría responder y decir: ¿Cómo habremos de preparar el camino al Señor? ¿Cómo haremos derechas sus sendas, siendo así que hay tantos impedimentos que estorban a los que quieren hacer una vida buena? La palabra del profeta responde a esto. Hay ciertos caminos y sendas, que a propósito no son para marchar, porque suben hasta las colinas o los montes, o bajan hasta los despeñaderos. Obstáculos que remueve diciendo: "Los derrumbaderos se rellenarán, y todo monte y colina se allanarán". Hay algunos caminos que están trazados con desigualdad, porque tan pronto suben como bajan, haciendo difícil la marcha por ellos. De éstos dice: "Los tortuosos serán enderezados, y los caminos fragosos allanados". Se comprende que todo esto ha sido hecho por el poder de nuestro Salvador; porque era difícil el camino de la vida y del conocimiento del evangelio, a causa de que las pasiones humanas embargaban las almas. Pero cuando Dios, hecho hombre, destruyó el pecado en su carne, todo fue allanado, y se hizo fácil el camino, no habiendo ya collado ni valle que sea obstáculo para los que quieran caminar.
 
Orígenes, in Lucam, 21

Cuando vino, pues, Jesús y envió su Espíritu, todo valle fue rellenado con las buenas obras y con los frutos del Espíritu Santo, poseyendo los cuales, no solamente dejarás de ser valle, sino que empezarás a ser el monte de Dios.
 
San Gregorio Niceno, de Virginitate, 6

Tal vez los llanos rodeados de montes, significan la práctica tranquila de las virtudes, cuando habla de la semejanza de los valles, según las palabras del Salmo: "Los valles abundarán en trigo" ( Sal 64,14).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 20

Cuando habla del monte, a los cuales Jesucristo humilló se refiere a los orgullosos y a los soberbios. Llama collados a los desesperados, no solamente por la soberbia de su espíritu, sino por lo estéril de la desesperación, puesto que el collado no produce fruto ninguno.
 
Orígenes, in Lucam, 22

Debe comprenderse que los montes y los collados son las potestades enemigas, que fueron destruidas por la venida de Cristo.
 
San Basilio

Así como los collados se diferencian de los montes por la magnitud, siendo iguales en lo demás, así las potestades enemigas se parecen en los propósitos, pero se diferencian por la crueldad de sus ofensas.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, hom. 20

El valle, cuando se llena, crece, y el monte y el collado, cuando se desmontan, disminuyen; así la gentilidad recibió la plenitud de la gracia en la fe de Jesucristo, y Judea perdió por el error de su perfidia la altura, por la cual se había ensoberbecido. Porque los humildes reciben el don, que los corazones de los soberbios rechazan.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 10

Tal vez con estas palabras manifiesta la dificultad de la ley, convertida en la facilidad de la fe, como si dijera: no amenazan ya trabajos ni dolores, porque la gracia y el perdón de los pecados facilitan el camino que conduce a la salvación.
 
San Gregorio Niceno, de Virginitate, 6

Quizás manda que se rellenen los valles, y que se allanen los collados y los montes, queriendo manifestar que la virtud ordenada no debe alterarse por exceso ni por defecto.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, hom. 20

Los caminos torcidos se enderezan, cuando el corazón de los malos, torcido por la injusticia, se dirige según la regla de la justicia, y los caminos escabrosos se convierten en llanos, cuando las almas duras e iracundas vuelven a la suavidad de la mansedumbre, por la infusión de la divina gracia.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 10

Después expone la causa de todo esto, diciendo: "Y verá toda carne", etcétera. Manifestando que la virtud y el conocimiento del Evangelio se extenderá hasta el fin del mundo, aun entre aquéllos de costumbres salvajes y de voluntades rebeldes, convirtiendo a la mansedumbre y a la dulzura las feroces costumbres y la obstinada voluntad del género humano. Y no solamente los judíos serán sus prosélitos, sino toda la humanidad verá la salud de Dios.
 
San Cirilo, lib. 3, in Isai., 40

Es decir, la salud del Padre que envió a su Hijo como Salvador nuestro. En la actualidad se entiende por carne a todo el género humano.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, hom. 20

Toda carne, o todo hombre no ha podido ver la salud de Dios (esto es, a Jesucristo) en esta vida, y por tanto, el profeta extiende su mirada hasta el día del juicio, cuando todos le verán, tanto los escogidos como los réprobos.


Y decía Juan a las turbas que venían a recibir su bautismo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado que podréis huir de la ira que os amenazaba? Haced dignos frutos de penitencia, y no andéis diciendo: Tenemos por padre a Abraham, porque os digo que de estas piedras puede hacer Dios nacer hijos a Abraham. La segur ya está puesta en la raíz de los árboles; así que todo árbol que no da buen fruto, será cortado y echado al fuego". (vv. 7-9) 
 
Orígenes

Todo aquel que permanece en su primitivo estado, no dejando sus antiguas costumbres ni sus hábitos, no viene en debida forma a recibir el bautismo. Por tanto, si alguno quiere bautizarse, que salga. Por lo cual dice terminantemente: "Y decía a las gentes que venían a recibir su bautismo"; es decir a las gentes que salían por el bautismo; porque si lo hubieran recibido ya, nunca les hubiese dicho: "Raza de víboras".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom.11

Este morador del desierto, viendo que los que habitaban la Palestina lo rodeaban y admiraban, no se doblegaba por tanto respeto, sino que levantándose contra ellos los reprendía. La Sagrada Escritura en el Génesis
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattaeum, hom. 10

, impone a los hombres, según las pasiones que los dominan, los nombres de algunas fieras. Así llama perros a los desvergonzados, caballos a los lujuriosos, asnos a los locos, leones y leopardos a los voraces y petulantes, áspides a los engañosos, y serpientes y víboras a los venenosos y astutos. De aquí que San Juan se atreva a llamar a los judíos raza de víboras.
 
San Basilio, Contra Eunomium, 2

Conviene saber que engendrado e hijo se dice de los animales, en tanto que "genimen" (germen o raza) puede llamarse al feto antes que se forme, también se llama germen al fruto de las palomas, pero rara vez se usa de estos nombres para los animales, y siempre en mal sentido.
 
Crisóstomo, in Matth., hom. 12

Dicen que la víbora mata al macho al fecundarla, cuya cría al nacer desgarra el vientre de su madre, como vengándose de la muerte de su padre; así que la prole de la víbora es parricida. Tales eran los judíos, que mataban a sus padres espirituales y a los doctores. Mas ¿por qué los llamaba así no hallándoles en el pecado, sino empezando a convertirse? ¿No debía acariciarlos en vez de injuriarlos? Debe creerse que no daba fe a lo que hacían exteriormente, porque conocía los secretos de su corazón, por habérselo revelado Dios. Se jactaban ellos demasiado de sus progenitores, y para destruir esta raíz los llama raza de víboras, sin vituperar por ello a los patriarcas, ni llamarlos víboras.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia. 20

Porque envidiaban a los buenos y los perseguían, siguiendo el camino de sus padres carnales, como hijos envenenados nacidos de padres envenenados y ponzoñosos. Y lo que precede se refiere a que toda carne verá a Jesucristo en el juicio final, añade con razón: "¿Quién os ha enseñado que podréis huir de la ira que os amenaza?" La ira que os amenaza es la advertencia de la última venganza.
 
San Ambrosio

Se les recomienda la prudencia por la misericordia de Dios, para que teman con prudente sumisión el terror del juicio final, y hagan penitencia de sus pecados. O tal vez, según lo que se lee en San Mateo: "Sed prudentes como la serpiente" ( Mt 10,16), manifiestan tener prudencia natural los que preven lo que es útil y lo buscan espontáneamente; pero que aún no se separan de lo que es perjudicial.
 
San Gregorio, homilia in Evangelia 20

Como entonces no podrá huir de la ira de Dios el pecador, que no recurre ahora al llanto de la penitencia, añade: "Haced dignos frutos", etc.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 12

No es bastante para los que hacen penitencia el renunciar a sus pecados, sino que necesiten también hacer frutos dignos de esa misma penitencia, según lo que se lee en el Salmo: "Sepárate de lo malo, y practica lo bueno" ( Sal 33,15), como no es bastante para curar una herida el sacar de ella la saeta, sino que además es preciso aplicar medicinas a la llaga. No dice fruto, sino los frutos, dando a entender que han de ser abundantes.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

Y no solamente dice frutos de penitencia, sino que han de ser dignos de penitencia. Así, pues, al que no haya hecho nada ilícito, se le concede que use de lo lícito; pero el que ha pecado debe abstenerse de lo lícito en tanto que se acuerde de haber cometido lo ilícito; porque los frutos de las buenas obras no son iguales para el que ha faltado menos que para el que ha faltado más, para el que no ha cometido culpa ninguna, que para el que ha cometido algunas. Por tanto, cada cual, según su conciencia, debe procurar adquirir tanto mayores méritos de buenas obras por la penitencia, cuanto más graves sean los daños que se ha causado por la culpa.
 
Máximo

Se entiende por fruto de penitencia la impasibilidad del alma, de la que no gozamos plenamente mientras somos agitados por las pasiones, puesto que aún no hemos hecho dignos frutos de penitencia. Hagamos penitencia en realidad, para que libres de las pasiones obtengamos el perdón de los pecados.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

Pero los judíos, vanagloriándose por la nobleza de su origen, no querían reconocerse como pecadores, porque descendían de Abraham; por lo cual el Evangelista les dice oportunamente: "Y no andéis diciendo: Tenemos por padre a Abraham".
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 12

No da a entender con esto que no descendiesen de Abraham según el orden de la naturaleza, sino que de nada les aprovecharía el descender de él, si no honraban su parentesco según la virtud. La Sagrada Escritura acostumbra a llamar leyes de parentesco, no aquéllas que consisten en la naturaleza, sino las que proceden de la virtud o del vicio. Así, pues, se llama hijo o hermano al que se parece a ellos.
 
San Cirilo

¿Qué es en efecto la nobleza carnal, si no se sustenta con hechos semejantes? Es, pues, en vano el vanagloriarse de tener antepasados nobles, si no se tiene las virtudes.
 
San Basilio

La ligereza del padre no hace que un caballo sea veloz en su carrera; que así como en los demás animales se considera como bueno aquél que se distingue de los de su clase, así también tiene el hombre su propia alabanza en la prueba que da de sus méritos presentes. Es torpe querer adornarse con honores ajenos, cuando falta la virtud propia.
 
San Gregorio Niceno

Una vez publicado el destierro de los judíos (o vaticinada su reprobación), trata inmediatamente el evangelista de la vocación de los gentiles, a quienes llama piedras, por lo cual sigue: "porque os digo", etc.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 12

Como diciendo: No creáis que, aun cuando perezcáis vosotros, el patriarca quedará sin hijos; porque Dios también puede presentarle hombres sacados de las piedras, y hacerlos de su sangre. Así sucedió desde el principio; porque hacer salir hombres de las piedras equivale a hacer nacer hijos del seno estéril de Sara.
 
San Ambrosio

Y si bien Dios puede convertir y transformar las naturalezas, con todo veo en ello mas bien un misterio que un milagro: ¿qué otra cosa más que piedras eran aquéllos que adoraban a las piedras? Sus ídolos eran semejantes a aquéllos que las habían labrado. Profetiza, pues, que la fe habría de infundirse en los corazones de piedra de los gentiles, y les promete por medio del oráculo divino, que habrán de convertirse en hijos de Abraham. Para que se comprenda que los hombres son comparados con las piedras, los compara también con los árboles, cuando añade: "la segur ya está puesta en la raiz de los árboles". Cambia, pues, de ejemplo, para hacernos entender por estos grados de comparación un progreso ya del hombre más noble.
 
Orígenes, in Lucam, 23

Y ciertamente, si la consumación se acercase y también el fin de los tiempos, no habría dificultad para mí, pues diría que se anunciaba esto porque iba a cumplirse entonces. Pero habiendo pasado tantos siglos después de haber dicho esto el Espíritu Santo, juzgo que se profetizó respecto del pueblo de Israel, porque estaba próxima su destrucción. Entre otras cosas decía a aquellos que iban a él para que los bautizase, lo que sigue.
 
San Cirilo

Llama segur en el caso presente, a la ira mortífera que había de venir de Dios sobre los judíos, por haber saciado su impiedad sobre Jesucristo. Y no dice que la hoz haya penetrado en la raíz, sino que está puesta en la raíz (esto es, junto a ella), porque ramas fueron cortadas, sin que la planta quedara extirpada de raíz, puesto que los restos de Israel han de salvarse.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

De otro modo, el árbol de este mundo es todo el género humano. La hoz es nuestro Redentor, quien como por el mango y el hierro es asido por la humanidad, aun cuando corta por la Divinidad. Y está puesta la hoz en la raíz del árbol, porque aun cuando espera con paciencia, se ve, sin embargo, lo que ha de hacer. Y debe advertirse que dice que la hoz está puesta, no junto a las ramas, sino junto a la raíz, porque cuando los hijos de los malos son sacrificados, ¿qué otra cosa se hace más que cortar las ramas infructuosas del árbol? Pero cuando se sacrifica a toda una raza con su padre, se corta de raíz el árbol infructuoso. Además, todo el que es perverso encuentra preparado el fuego del infierno, porque no ha querido hacer frutos de buenas obras.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 12

Con suma propiedad dice: "Que no da fruto", y añade "bueno", porque Dios crió al hombre para que trabajase, y el trabajo constante es natural en él (o lo que es lo mismo, es natural que trabaje), así como el ocio es contra su naturaleza, porque es perjudicial a todos los miembros del cuerpo, y aun más al alma, puesto que como ella es naturalmente movible, no puede sufrir el ocio. Pero así como el ocio es malo, también lo es el ejercicio cuando se emplea en hacer el mal, y por esto, después de hablar de la penitencia, anuncia que la hoz está puesta; no que está cortando, o que ya ha cortado, solamente para inspirar terror o amenazando.
 
San Ambrosio

Haga fruto de gracia aquel que pueda, haga penitencia el que deba hacerla, porque está presente el Señor que busca el fruto, vivifica a los fecundos y reprende a los estériles.


Y preguntándole las gentes: "¿Qué es, pues, lo que debemos hacer?" Les respondió diciendo: "El que tiene dos vestidos dé al que no tiene ninguno, y haga otro tanto el que tiene qué comer". Y vinieron también a él publicanos para que los bautizase, y le dijeron: "Maestro, y nosotros, ¿qué debemos hacer?" Respondióles: "No exijáis más de lo que os está ordenado". Le preguntaban también los soldados: Y nosotros, ¿qué haremos?" A éstos dijo: "No maltratéis a nadie, ni le calumniéis, y contentaos con vuestras pagas". (vv. 10-14) 
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

Consta por las precedentes palabras de Juan Bautista que se turbaron los corazones de los oyentes que le pedían al Bautista consejo, como se ve por lo que sigue: "Y preguntándole, etc."
 
Orígenes, in Lucam, 23

Tres clases de personas preguntan a San Juan acerca de su salvación: Una a quien la Escritura llama turba, otra a quien llama publicanos, y la tercera la comprendida bajo el nombre de soldados.
 
Teofilacto

Previene a los publicanos y a los soldados que se abstengan de obrar mal, pero a las turbas -como no tenían malicia- les mandó que hiciesen algo bueno, por lo cual prosigue: "Les respondía diciendo: El que tiene dos vestidos, dé", etc.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

Como la túnica nos es más necesaria que la capa corresponde a un digno fruto de penitencia que partamos con el prójimo no sólo lo que no nos es necesario, sino también lo necesario, como el vestido que nos ponemos, o el alimento con que vivimos materialmente, según se ve en las palabras: "Y haga otro tanto el que tiene que comer".
 
San Basilio

Aquí se nos enseña que todo lo que nos sobra, después de cubrir nuestras propias necesidades, estamos obligados a darlo por Dios a aquel que no tiene, porque El es el que nos ha dado todo lo que tenemos.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 20

Porque está escrito en la ley: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ( Lev19,18), no puede decirse que ama a su prójimo el que no parte con él, en caso de necesidad, aun aquello que le es necesario: por esto se nos dice que demos al prójimo una túnica cuando tengamos dos; porque, si sólo tenemos una y la dividimos, ninguno se viste. De todo esto debemos aprender cuanto sea el valor que tienen las obras de misericordia, cuando se nos prescribe entre todas las otras como dignos frutos de penitencia.
 
San Ambrosio

Para cada estado hay preceptos particulares; pero el de la misericordia es común para todos, por tanto a todos se les manda que den al que no tiene. La misericordia es la perfección de las virtudes; sin embargo, la misericordia se mide según la posibilidad de cada uno, para que nadie se prive de todo lo que tiene sino que dé parte de ello al pobre.
 
Orígenes, in Lucam, 23

Este pasaje tiene un sentido más profundo, porque así como no debemos servir a dos señores, tampoco debemos tener dos vestidos, para que así no sea uno de hombre viejo, y otro del nuevo; sino que debemos desnudar al hombre viejo y dar su vestido al que está desnudo. Así uno tiene uno, pero el otro no tiene ninguno, y nos fortaleceremos contra el enemigo. Y como está escrito que precipitemos nuestros pecados en lo profundo del mar, así conviene alejemos de nosotros los vicios y los pecados, y los arrojemos sobre aquel que fue causa de que los cometiéramos.
 
Teofilacto

Alguno interpreta esto de las dos túnicas, por el espíritu y la letra de la Escritura; y San Juan aconseja al que tiene las dos que instruya al ignorante y le enseña por lo menos la letra.
 
Beda

Se demuestra el gran valor que tiene la palabra del Bautista, cuando obligó a los publicanos, y los soldados a que le pidiesen consejo respecto de su salvación, por lo que sigue: "Y vinieron también a él publicanos", etc.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 24

Grande es el poder de la virtud, cuando los ricos buscan en el pobre el camino de la felicidad.
 
Beda

Les manda que no exijan más de lo que les está prescrito. Por lo cual sigue: Les respondió: "No exijáis más de lo que os está ordenando". Se llaman publicanos los que recaudan las contribuciones públicas, o los que arriendan los impuestos del fisco o de las rentas públicas, y también los que obtienen ganancia por medio de los negocios de la vida; a todos los cuales, según su oficio, aparta igualmente de todo fraude, para que desde luego no deseen los bienes ajenos, y lleguen después a repartir los suyos con el prójimo. Prosigue: "Le preguntaban también los soldados", etc. Les aconseja una templanza justa, para evitar que calumnien ni exijan botín de aquellos a quienes debieran ayudar con sus pagas. De aquí prosigue: Y les dijo: "No hagáis extorsiones a nadie (esto es, por violencia), ni lo calumniéis (a saber, por malicia fraudulente) y contentaos con vuestras pagas".
 
San Ambrosio

Enseña por tanto que el ejército tiene sueldo señalado, para impedir que merodee o robe.
 
San Gregorio Nacianceno, oratio 19

Llama sueldo a la provisión del emperador y a los premios que por ley se daban a los jefes.
 
San Agustín, contra Faustum, 22, 74

Sabía pues, que cuando aquéllos obraban como soldados, no eran homicidas, sino ministros de la ley, no vengadores de injurias, sino defensores de la tranquilidad pública. Porque de otro modo les hubiese contestado: Abandonad las armas, dejad la milicia, no hiráis, no maltratéis, ni matéis a nadie. ¿Qué es lo que hay de culpable en la guerra? ¿Acaso la muerte de los que han de morir, para que manden en paz los que han de vencer? Vituperar esto es propio de los temerosos, no de los religiosos. El deseo de dañar, la venganza cruel, el ánimo duro e implacable, la ferocidad cuando se pelea, el deseo de dominar, y otras cosas semejantes, he aquí lo que se considera culpable en la guerra; para castigar lo cual, resistiendo a la violencia de los enemigos (por mandato de Dios, o de algún poder legítimo), los buenos emprenden guerras cuando se encuentran en un orden de cosas que los obliga a mandar hacer la guerra o a obedecer la orden de hacerla.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 11

Cuando hablaba a los publicanos y a los soldados San Juan quería elevarlos a conocimientos más profundos; pero como todavía no estaban preparados para ello, les enseña cosas menos importantes; porque no hubiesen entendido lo primero y hubiesen quedado privados de lo último.


Mas opinando el pueblo que quizá Juan era el Cristo y prevaleciendo esta opinión en los corazones de todos, Juan lo rebatió diciendo públicamente: "Yo en verdad os bautizo con agua; mas está para venir otro más poderoso que yo, al cual no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: El os bautizará con el Espíritu Santo, y con el fuego. Tomará en su mano el bieldo, y limpiará su era, metiendo después el trigo en su granero, y quemando la paja en un fuego inextinguible". (vv. 15-17) 
 
Orígenes, in Lucam, 25

Era justo que se distinguiese a San Juan más que a los demás hombres, porque todos vivían de una manera muy diferente; por lo cual lo amaban con mucha razón, aunque traspasando los límites de la caridad. Dice así el evangelista: "Mas opinando el pueblo que quizá Juan era...".
 
San Ambrosio

¿Qué cosa más absurda que pensar que está en otro, y no creer que está en sí mismo? De quién juzgaban que había de nacer de una mujer, no creen que haya venido de una virgen; y en verdad que la señal de la venida del Salvador se había fijado en el parto de una virgen y no en el de una mujer.
 
Orígenes, in Lucam, 25

El amor tiene sus peligros, si traspasa su límite. El que ama a otro debe examinar la naturaleza de su amor y la causa por la que ama, y no debe amar más que lo que la persona amada merece, porque si traspasa los límites y el modo de la caridad, tanto el que ama como el que es amado pecarán.
 
Griego

Por lo cual San Juan no se vanaglorió por la opinión que todos habían formado de él, ni siquiera pareció apetecer el primado, sino que abrazó la más profunda humildad. Y prosigue: "Juan la rebatió", etc.
 
Beda

¿Cómo les respondió sabiendo que pensaban en su interior que era Cristo, sino porque no sólo pensaban, sino que además le habían enviado sacerdotes y levitas a preguntarle si efectivamente era el Cristo, según refiere el otro evangelista?
 
San Ambrosio

San Juan conocía los secretos del corazón; pero examinemos en virtud de qué gracia; porque es el don de Dios quien revela, no el poder humano, quien ve más auxiliado de Dios, que de su esfuerzo natural. Respondió inmediatamente y probó que él no era el Cristo, pues obraba por un ministerio visible. Porque como constaba de dos dimensiones, esto es, de alma y de cuerpo, se consagra el misterio de un modo visible en lo visible y de un modo invisible en lo invisible. Así el cuerpo se lava con el agua, y los pecados del alma con el espíritu; aunque en la misma fuente se halla un soplo de la gracia del Señor; por tanto una cosa fue el bautismo de la penitencia y otra el de la gracia. Este bautismo es de penitencia y de gracia, el otro es solamente de penitencia. La obra del hombre consiste en hacer penitencia de sus pecados, el don de Dios en obrar la gracia del misterio. Queriendo evitar la envidia que le tendrían si creyesen que era Dios, manifestó no sólo con palabras sino con obras, que él no era el Cristo. Así que dice: "Mas está por venir otro más poderoso que yo", etc. Y no hace comparación al hablar así, porque no puede haberla entre el Hijo de Dios y el hombre; sino que dice que, aunque muchos son fuertes, ninguno lo es más que Cristo. En fin, lejos de hacer comparación, añade: "Al cual no soy digno de desatar la correa de sus zapatos", etc.
 
San Agustín, De consensum Evangelistarum., 2, 12

San Mateo dice: "No soy yo digno de llevarle las sandalias" ( Mt 3,11). Ahora, si viniese al caso entender "llevarle las sandalias", en sentido diferente que "desatar la correa de sus zapatos", de modo que un evangelista haya dicho una cosa y los demás otra, todos sin embargo han referido la verdad; y si San Juan, al hablar del calzado del Señor, intentó sólo mostrar la excelencia de Este y la humildad suya, cualquiera de estas cosas que hubiera dicho, ya desatar las correas de sus zapatos, o ya llevarle las sandalias, hubiera venido a decir lo mismo, e igualmente los otros evangelistas, porque haciendo mención del calzado, se expresa la misma humildad.
 
San Ambrosio

Diciendo: "No soy yo digno de llevarle las sandalias" manifiesta que se ha dispensado la gracia de predicar el Evangelio a los apóstoles, que están calzados por el Evangelio. Parece por tanto, que San Juan dice esto porque representa al pueblo judío.
 
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 7

Dice que él no es digno de desatar la correa de sus zapatos, como si dijese: Yo no puedo quitar el calzado de los pies del Redentor, porque no usurpo para mí, el nombre de esposo que no merezco. Porque era costumbre entre los antiguos, que cuando alguno no quería recibir por mujer aquella que le correspondía, le desataba el calzado el que se casaba con ella por derecho de parentesco. O porque el calzado se hace de pieles de animales muertos, habiendo encarnado nuestro Señor, apareció como calzado, porque tomó para sí la mortalidad de nuestra corrupción. La correa del calzado es, pues, como el nudo del misterio; así San Juan no puede desatar la correa del calzado, porque no puede comprender el misterio de la encarnación, que conoció por el espíritu de profecía.
 
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattheum, 11

Y como había dicho que su bautismo no tenía más que agua, da por consiguiente a conocer la excelencia del bautismo que administrará Jesucristo, cuando añade: "El os bautizará con el Espíritu Santo y con el fuego"; manifestando por medio de esta metáfora la abundancia de la gracia. No dice, pues: Os dará el Espíritu Santo, sino os bautizará, y por lo que añade del fuego, manifiesta la virtud de la gracia. Y así como Jesucristo llama agua a la gracia del Espíritu, manifestando por la palabra agua la pureza que produce a la vez que el inmenso consuelo que introduce en nuestras almas; y así San Juan con la palabra fuego expresa el fervor y la rectitud de la gracia, como también el fin de los pecados.
 
Beda

Puede entenderse con la palabra fuego el Espíritu Santo, porque abrasa por el amor y por la sabiduría, ilumina los corazones que llena por lo que los apóstoles recibieron el bautismo del Espíritu Santo por medio de un fuego visible. Hay quienes exponen esto así porque al presente debemos ser bautizados por el Espíritu Santo, y en lo futuro por medio del fuego, porque así como renacemos por el agua y el Espíritu a la gracia así entonces seremos purificados de ciertas manchas leves por el bautismo del fuego del purgatorio.
 
Orígenes, in Lucam, 25

Y así como San Juan esperaba junto al río Jordán a los que iban a bautizarse y rechazaba a algunos llamándolos: "Raza de víboras" ( Mt 3,7), recibía a los que confesaban sus pecados, así nuestro Señor Jesucristo estará junto al río de fuego con la espada ardiente para bautizar en él y llevar al paraíso a todo el que desee ir a él después de esta vida y que necesite ser purificado; pero no bautizará con este fuego al que no tenga señal de los anteriores bautismos.
 
San Basilio, liber de Spiritu Sancto

No porque diga: "Os bautizará en el Espíritu Santo", hemos de creer completo el bautismo, en el que se invoca sólo el nombre del Espíritu; pues conviene guardar siempre la tradición en lo que se refiere a la gracia vivificante. Porque añadir o disminuir cualquier cosa, excluye de la vida eterna; que así como creemos, así recibimos el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
 
Griego

Diciendo: "Bautizará en el Espíritu Santo", manifiesta la abundancia de la gracia y la riqueza del beneficio. Mas para que nadie piense que el es potestad y voluntad del Creador derramar beneficios y no, castigar a los desobedientes, añade: "Tomará en su mano el bieldo", manifestando que no sólo es generoso con los buenos, sino también vengador con los malos. El bieldo manifiesta la prontitud del juicio, porque en un sólo instante y sin intervalo de tiempo, separará a los condenados de los que han de salvarse.
 
San Cirilo

En cuanto a lo que añade: "Y limpiará su era", dice con ello el Bautista que la Iglesia pertenece a Jesucristo como a su Señor.
 
Beda

Se entiende por era la Iglesia presente, en la que son muchos los llamados y pocos los escogidos ( Mt 20,16). La limpieza de esta era se hace ahora en particular, cuando algún perverso es arrojado de la Iglesia por sus pecados públicos en virtud de castigo sacerdotal, o cuando es condenado después de su muerte por la severidad divina a causa de sus faltas ocultas, y generalmente se cumplirá en el fin, cuando el Hijo del hombre envíe a sus ángeles para que limpien su reino de todo escándalo ( Mt 13,41).
 
San Ambrosio

Por el bieldo se declara el derecho del Señor de distinguir los méritos de cada uno, porque al aventar los granos en la era, se separan los vacíos de los que están llenos como si así lo dispusiera el viento. De aquí, prosigue: "Metiendo después el trigo en su granero", etc. El Señor manifiesta por esta comparación que distinguirá en el día del juicio los verdaderos méritos y los frutos de la virtud, de la infructuosa liviandad, de las malas acciones y de la vanidad, llevando a la mansión celeste a los hombres de mérito más perfecto, que son los que más se asemejan a él, que cayó como el grano de trigo en la tierra para producir abundantes frutos ( Jn 12).
 
San Cirilo

Por medio de las pajas representa a los perezosos y a los vanos que se agitan movidos por el viento del pecado.
 
San Basilio

Ellos sirven a los que son dignos del reino de los cielos como la paja al trigo, y aunque no lo hagan en vista de la caridad de Dios y del prójimo, los sirven con dones espirituales y beneficios temporales.
 
Orígenes, in Lucam, 26

Como el trigo y la paja no pueden separarse sin el viento, tiene el bieldo en su mano, para demostrar que unos son trigo y otros paja. Si eres paja ligera (esto es, incrédulo), te mostrará la tentación lo que eres sin saberlo; si por el contrario, resistes firmemente a la tentación, no es la tentación la que te hace fiel y sufrido, sino la que pone de manifiesto la virtud que en ti estaba oculta.
 
San Gregorio Niceno

Conviene saber que los dones varias veces prometidos a los que viven honestamente no pueden explicarse por medio de palabras; porque ni el ojo los vio, ni el oído las oyó, ni los comprendió el corazón humano; ni guardan proporción las penas de los pecadores con nada de lo que al presente afecta a nuestros sentidos, pues aun cuando algunas de ellas se expresen con palabras, difieren mucho, sin embargo; así cuando oímos decir fuego, se nos hace conjeturar al añadir "inextinguible", circunstancia que no tiene el nuestro.

San Gregorio Magno, Moralia. 15, 14

Se expresa de una manera admirable el fuego del infierno. En efecto, nuestro fuego material se alimenta por medio de leñas amontonadas, y no subsiste si no se le alimenta; el del infierno, por el contrario, aunque sea materia en cuanto quema físicamente a los réprobos lanzados en él, no se alimenta con leñas, sino que una vez encendido nunca se apaga.



Muchas cosas, además de estas, anunciaba al pueblo en las exhortaciones que le hacía. Y como reprendiese al tetrarca Herodes por razón de Herodías, mujer de su hermano, y con motivo de todos los males que había hecho, Herodes añadió a todos ellos el de poner a Juan en la cárcel. (vv. 18-20) 
 
Orígenes, in Lucam, 27

San Juan había anunciado a Jesucristo, predicaba el bautismo del Espíritu Santo y las demás cosas que refiere la historia del Evangelio. Fuera de estas cosas, se indica que anunció otras muchas en lo que sigue: "Muchas cosas otras, además de éstas, anunciaba al pueblo".
 
Teofilacto
Su exhortación era la buena doctrina, y por ello se llama Evangelio.
 
Orígenes, in Lucam, 27

Y así como en el Evangelio de San Juan se dice que de Cristo dijo muchas otras cosas, así en el presente lugar debe entenderse lo que dice San Lucas, que San Juan había dicho cosas más grandes de lo que puede creerse. Admiramos a San Juan, porque era el mayor entre los nacidos de mujer, y porque había llegado a una altura tal por los méritos de sus virtudes, que muchos lo tuvieron por Cristo; pero es mucho más admirable que no temiese a Herodes, ni se asustase ante la muerte, por lo cual prosigue: "Y como reprendiese al tetrarca Herodes", etc.
 
San Eusebio

Se llama tetrarca para diferenciarlo de aquel Herodes que reinaba cuando nació Jesucristo: aquél era rey, y éste tetrarca 1. Aquél tenía por mujer a la hija de Areta, rey de la Arabia, con la que (siendo mujer de su hermano Filipo) se casó, cometiendo adulterio, puesto que ya tenía hijos de su hermano, y esto era lícito sólo a aquéllos cuyos hermanos morían sin sucesión. El Bautista había reprendido esto a Herodes. Este oía con suma atención en un principio sus exhortaciones, porque las encontraba razonadas y llenas de consuelo; pero la concupiscencia de Herodes lo obligaba a despreciar las palabras del Bautista, por lo que lo encerró en la cárcel. Por esto se dice: "Añadió a todos ellos el de poner a Juan en la cárcel".
 
Beda
Según el Evangelio de San Juan, el Bautista no fue encarcelado entonces, sino después que Jesucristo hizo algunos milagros, y después que se extendió la fama de su bautismo. San Lucas lo refiere antes de tiempo para hacer ver cuánta era la malicia de Herodes, el cual, viendo que por la predicación de Juan acudían muchos, que sus soldados iban creyendo, que los publicanos hacían penitencia, y que todo el vulgo pedía el bautismo, él, por el contrario, no sólo despreció a San Juan, sino que lo encarceló y lo mató.
 
Glosa

Antes de ocuparse de los hechos de Jesucristo, dice San Lucas que Juan había sido preso por Herodes, para demostrar que sólo va a describir lo que hizo el Señor, especialmente después de aquel año en que San Juan fue preso y degollado.
 
Notas
1. Tetrarca: gobernante de un territorio pequeño. P.e. Herodes Antipas.