22 de abril de 2016

Jesucristo es la Palabra
viva del Padre

De las Instrucciones de San Columbano, abad

Lectura bíblica: Jn 7, 37-39

San Columbano (540-615)

Nació en Irlanda hacia el año 540 y murió en Italia en el 615. Fue monje
misionero enamorado de la Biblia y en su madurez fundó una serie de
monasterios en Francia, que irradiaron cultura y espiritualidad. Se opuso
a la corrupción de la corte y del clero de Borgoña y enfrentó la oposición
de los obispos franceses, viéndose obligado a recurrir al Papa Gregorio
I. El rey Teodorico II lo echó de su territorio en 610, teniendo que huir
hacia Suiza, donde misionó a una tribu germánica aún pagana. Forzado
nuevamente a abandonar su territorio de misión, se encaminó hacia Italia,
donde entre los años 612 y 614 fundó su último monasterio en Bobbio.
San Columbano fue maestro en la fe de una Europa que, tras la caída
del imperio romano, había retrocedido a la barbarie.

Comentario
Esta página exhorta a un amor ferviente y apasionado por Jesucristo,
fuente y pan de vida. Amor que cuanto más recibe, más anhela y desea.
Amor que nunca se sacia y siempre está dispuesto a crecer. “Hemos de
desear siempre, hemos de buscar y amar siempre a aquel que es la
Palabra de Dios”.
Escuchen, amados hermanos, mis palabras; escúchenlas bien, como si
se tratara de algo que les es muy necesario; vengan a saciar su sed con el
agua de la fuente divina de la que les voy a hablar; deseen este agua y no
dejen que su sed se acabe; beban y no se crean nunca saciados; nos está
llamando el que es fuente viva, el que es la fuente misma de la vida nos
dice: El que tenga sed que venga a mí, y que beba.
Entiendan bien de qué bebida se trata: escuchen lo que, por medio de
Jeremías, les dice aquel que es la misma fuente: Me han abandonado a
mí, la fuente de aguas vivas -oráculo del Señor-. El mismo Señor, nuestro
Dios Jesucristo, es la fuente de la vida, por ello nos invita a sí como a
una fuente para que bebamos de él. Bebe de él quien lo ama, bebe de él
quien se alimenta con su palabra, quien lo ama debidamente, quien
sinceramente lo desea, bebe de él quien se inflama en el amor de la
sabiduría.
Consideren de dónde brota esta fuente: brota de aquel mismo lugar de
donde descendió nuestro pan; porque uno mismo es nuestro pan y nuestra
fuente, el Hijo único, nuestro Dios, Cristo el Señor, de quien estamos
siempre hambrientos. Aunque nos alimentemos de él por el amor, aunque
lo devoremos por el deseo, continuemos hambrientos deseándolo.
Bebamos de él como si se tratara de una fuente, bebámoslo con un
amor que nos parezca siempre capaz de crecer, bebámoslo con toda
la fuerza de nuestros deseos y deleitémonos con la suavidad de su
dulzura.
Pues el Señor es suave y es dulce; aunque lo hayamos comido y lo
hayamos bebido, no dejemos de estar hambrientos y sedientos de
él, pues este manjar jamás es totalmente comido, ni esta bebida jamás
es agotada; aunque se le coma, jamás se consume; aunque se le
beba, jamás se le agota, porque nuestro manjar es eterno y nuestra
fuente perenne y siempre deliciosa. Por eso dice el profeta: Los que
estén sedientos, vengan a la fuente, pues esta fuente es la fuente de los
sedientos, no la de los que se sienten saturados; por ello, a aquellos que
tienen hambre -que son aquellos mismos a quienes en otro lugar proclaman
dichosos- los llama a sí y convoca a aquellos que nunca han quedado
saciados de beber, sino que cuanto más beben, más sedientos se sienten.
Por eso, hermanos, hemos de desear siempre, hemos de buscar y
amar siempre a aquel que es la Palabra de Dios, fuente de sabiduría,
que tiene su asiento en las alturas, en quien, como dice el Apóstol, están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia y que no
cesa de llamar a los que están sedientos de esta bebida.
Si estás sediento, bebe de esta fuente de vida; si tienes hambre,
come de este pan de vida. Dichosos los que tienen hambre de este pan
y sed de esta fuente; estos hambrientos y sedientos, por mucho que coman
y beban, siempre buscan saciar aún más plenamente su hambre y su sed.
Sin duda debe ser muy dulce aquel manjar y aquella bebida que por mucho
que se coma y que se beba continúa aún deseándose y cuyo gusto no deja
de excitar el hambre y la sed. Por ello dice el profeta rey: Gusten y vean
qué dulce, qué bueno es el Señor.

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